La más
bonita
Sin duda el nombre evoca amores
absolutos nacidos de las pasiones desmedidas. O quizás piropos lanzados como
reclamo por aquel que se siente desdichado desde la ignorancia a la que le
somete la ansiada amada. O tal vez fue el oleaje el que eligió para la faz de levante
tal expresión de entre las demás aspirantes
en la pasarela que la arena alfombra. O quizás un compendio de todas estas
elucubraciones conforma el ramillete que la resume y perfuma.
Orienta su vista hacia el naciente para que los amarillos se despierten
con el azul de su maquillaje. Corona sus pensamientos desde la imaginación que
los aperos ancestros le han legado a fin de no fallecer en el ataúd de la
ignorancia. La venas que a las carcomas repudian le otorgan la solidez que el
buen rollo hace suya. Y todo desde la simpatía que el trasiego entre palmeras y
olivos conllevan los delantales de lunares. Es curioso el saberse residente cuando
sólo eres huésped y tener la certeza de haber elegido adecuadamente el cubil
para el ocio. Al acceder transitarás por el túnel que fagocita a los malos
humores y que la brisa ventea para acariciar sonrisas. Mientras eso sucede, tu
mirada visitará los sucesivos rostros que vayan apareciendo con las esperanza
de saber cuál de ellos pertenece a tan hermoso nombre. Harás la lista desde la
provisionalidad que necesita aquel que sabe de futuras que llegarán con la
intención de apropiárselo. Y ella, complaciente receptora, esparcirá gratitudes
para evitar desilusiones. No en balde, en alguno de sus rincones, alguien osado
desde la osadía que el alcohol promueve, acabará por confesar que la elección
no fue casual, que tal apelativo le recordaba su nombre y que no supo, ni pudo ni quiso resistirse por más tiempo. Dejemos
a la esperanza el papel del último acto y cerremos el escenario. El pudor está obligando
a dejar sin testigos a aquellos dos que
no necesitan nada más que decirse lo que tanto desean escuchar.
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