jueves, 19 de junio de 2014


      La más bonita

Sin duda el nombre evoca amores absolutos nacidos de las pasiones desmedidas. O quizás piropos lanzados como reclamo por aquel que se siente desdichado desde la ignorancia a la que le somete la ansiada amada. O tal vez fue el oleaje el que eligió para la faz de levante tal expresión  de entre las demás aspirantes en la pasarela que la arena alfombra. O quizás un compendio de todas estas elucubraciones conforma el ramillete que la resume y perfuma.

 Orienta su vista hacia el  naciente para que los amarillos se despierten con el azul de su maquillaje. Corona sus pensamientos desde la imaginación que los aperos ancestros le han legado a fin de no fallecer en el ataúd de la ignorancia. La venas que a las carcomas repudian le otorgan la solidez que el buen rollo hace suya. Y todo desde la simpatía que el trasiego entre palmeras y olivos conllevan los delantales de lunares. Es curioso el saberse residente cuando sólo eres huésped y tener la certeza de haber elegido adecuadamente el cubil para el ocio. Al acceder transitarás por el túnel que fagocita a los malos humores y que la brisa ventea para acariciar sonrisas. Mientras eso sucede, tu mirada visitará los sucesivos rostros que vayan apareciendo con las esperanza de saber cuál de ellos pertenece a tan hermoso nombre. Harás la lista desde la provisionalidad que necesita aquel que sabe de futuras que llegarán con la intención de apropiárselo. Y ella, complaciente receptora, esparcirá gratitudes para evitar desilusiones. No en balde, en alguno de sus rincones, alguien osado desde la osadía que el alcohol promueve, acabará por confesar que la elección no fue casual, que tal apelativo le recordaba su nombre y que no supo, ni  pudo ni quiso resistirse por más tiempo. Dejemos a la esperanza el papel del último acto y cerremos el escenario. El pudor está obligando  a dejar sin testigos a aquellos dos que no necesitan nada más que decirse lo que tanto desean escuchar.

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