Malena es un nombre de tango
Y el de la protagonista de esta novela de
Almudena Grandes. Una protagonista que desde su nacimiento se ve inmersa en las
vicisitudes de una familia burguesa en la que abundan luces y sombras a partes
iguales. De su escudo de armas, cuyo origen se remonta a la conquista de
territorios en el nuevo mundo, se desprenden maneras de actuar que se aparejan
con maldiciones inevitables. Generación tras generación, alguna de las ramas de
dicha familia sufre las consecuencias de un maleficio que en cierto modo justifica
acciones de antepasados y frustraciones de futuros miembros. Envidias
soterradas, lujurias expuestas más allá de la discreción burguesa y cambios de
rumbo en la narración van dando pinceladas a los múltiples personajes que
sobreviven en mitad del deseo como náufragos de sus propios miedos.
Culpabilidades nacidas del nulo compromiso que tantas verdades oculta como
queriendo proteger un apellido marcado por un karma desgraciado. Como si de una
lucha fratricida entre el bien y el mal se tratase salen a relucir los comportamientos
de quienes fingen lo que no sienten y son capaces de traicionarse sin perder la
compostura. Y como mecha prendida en semejante polvorín un dúo de similitudes
féminas dan el tono creíble a tal argumento. Tienes opciones y a ellas te
sumas. Puedes sentirte cómodo en la nadería del saber estar. Puedes decantarte
por el tobogán de las pasiones para salir del letargo. Puedes variar a tu
antojo de bando si las mismas dudas existenciales te acompañan. Al final te
verás bailando un tango que no podrás ni querrás evitar. Saldrán a la luz los
rostros que alguna vez llegaste a imaginar cuando te fueron relatados a la luz
de la lumbre. Pedirás compasión a la historia para aquellas que se vieron
sumergidas en semejantes torbellinos. Entenderás por fin cómo los hábitos que
siempre supusiste enlutados en alguna ocasión tuvieron precedentes floreados y
sentirás la necesidad de serles cercanos. Vagaron en pos de la felicidad y más
de una tapia de adobe podría hablar en primera persona confirmando lo que a
todas luces y a todas sombras resultaba inadecuado. Puede que algún sollozo
ahogado de un no nato reclame su puesto en tal drama y sientas que nadie es
capaz de poner el nombre en la lápida de aquel que nadie quiso reconocer. Otras
épocas, otros roles, mismos castigos para idénticas recriminaciones. Caerá la
noche y un nudo en la garganta entonará por ti el compás porteño que lleva por
nombre Malena y marca los pasos de un tango, como siempre, como todos los
tangos, llamado castigo.