viernes, 29 de junio de 2018


El sastrecillo engolado



Con el paso de los años uno empieza a perder cualidades sensoriales. La vista se vuelve perezosa, la piel más sensible a los cambios de temperatura, el oído precisa de más decibelios, el sabor acaba siendo el mismo en casi todo lo ingerido y el olfato pasa a ser el añorante de aquellos humos que ya no expeles. Lo dicho, el precio por cumplir años. De modo que unidos en su decadencia los cinco forman una piña y deciden auxiliarse entre sí para demostrar fortaleza. A la más mínima ocasión salen en tropel y entre ellos se chivan las impresiones que reciben. Así, por ejemplo, llegado el caso en el que la distancia se acorta entre un vendedor y tú, la alarma salta a la más mínima sospecha. Miras, y si ves un entrecejo altivo, que se cree superior, que te perdona la vida mientras te acercas a él, sabes a qué tipo de espécimen te enfrentas. Dejas paso a la clemencia pensando que nadie le ha enseñado a ser lo que no es y prestas oído a lo que de su garganta surge. Lo más probable será que la insulsez, la gilipollez, la prepotencia, vengan a sumarse a sus méritos y empiezas a dar por perdido el tiempo. Insistes en tu generosidad y por más que por sí mismo intente epatarte con feromonas falsificadas callas, hueles, y calificas. Efectivamente, es un capullo. De modo que despliegas tu capote y sabes que la faena a realizar será tan fácil que no merecerá ni el corte de orejas. Él, engolado morlaco, se pondrá a sí mismo las banderillas de la capullez, de tan acostumbrado como está a mirarse en el espejo. Pensará que te hace un favor sin recapacitar sobre el hecho de que gracias ti, gracias a tantos como tú, come, sobrevive y llega a creerse lo que no es. Ha aprendido el mecanismo más correcto para evitar que nadie se acerque a lo que considera dominios y el muy cenutrio ni se da cuenta ni aprenderá jamás. Lo único que te queda es dejarle sobre su quijada la tarjeta de visita que habla de ti con la seguridad de que será incapaz de entenderla. Lo suyo es creerse Jacinto de un estanque plástico del que ni sabe salir ni puede salir. Dentro de lo que menos se imagina, un nuevo cartel sobre su establecimiento dará por finiquitado lo que él, o quien confió en él, creyó pingüe negocio. Igual entonces reconoce la valía que tiene el saber tratar a quienes, ay ceporro,  miró con suficiencia. Al tiempo. No sé si llevárselo en mano. Igual le hago un favor si le explico el significado de todo lo anterior para que encuentre el sentido que falta.

miércoles, 27 de junio de 2018


Cuando ves cómo los quieren



Cuando ves cómo quieren a tus hijos algo en tu interior aplaude y te abraza. Aplaude a modo de parabién queriendo demostrarte que la sinceridad de ese cariño se la han ganado por ser como son. Te abraza como si quisiera recompensarte por los errores cometidos en su educación. Dejan de tener importancia en el momento en que sabes que sus errores te pertenecen y sus aciertos ellos los firman. Y allí están quienes ejercen de testigos dando fe de todo cuanto pensaste que los tuyos merecían. Oyes el “sí, los queremos” desde cualquiera de los rincones que los detalles van tendiendo a medida que la tarde se abre paso. Percibes nudos en las gargantas con dos lazos de emociones de ida y vuelta. Escuchas declaraciones de amor que solamente el amor es capaz de dictar para lanzarlas al viento. Callas avergonzado las dudas que egoístamente surgieron desde el exceso de tu celo hacia lo tuyo y te das cuenta del modo en el que la vida rotula el camino. Y sonríes, te echas a un lado y dejas que la vida en común se abra paso. Y ellas, y ellos, amigas y amigos incondicionales, te hacen hueco para que la satisfacción y el orgullo se aposenten en el hueco que queda libre. Una etapa deja de ser para que otra sea y tú, en medio, descendiendo la pendiente que a su edad supuso el ascenso hacia lo que observas, gozas, compartes. Pasan las horas más deprisa de lo que desearías en esa noche que se convierte en madrugada, que se convierte en un nuevo día para que puedas, lentamente, degustar lo vivido. Empiezas a entender ahora que los esfuerzos merecieron la pena. Y en justa correspondencia inviertes el sentido del cariño y decides sin ningún género de dudas que aquellos que los quieren se merecen que tú les quieras y así se lo haces saber. Las emociones hablaron y de los tinteros de los rostros aún se pueden distinguir las letras que dejaron constancia de aquella mágica noche que ya resulta inolvidable. Sin duda alguna, tu sangre supo elegir con quien y quienes compartir sentimientos.    

viernes, 22 de junio de 2018


El padre de la novia



Suena a cursi, pero lo cierto es que cada vez que he visualizado semejante película, no he podido dejar de emocionarme. Y no porque me resulte especialmente conmovedora la actuación de Steven Martin, no. Él ejerce su papel del mejor modo que puede o sabe como padre de la contrayente en la víspera de su matrimonio. Ni color tiene con el papel en el que se desenvuelve Diane Keaton. Ella, madre de la contrayente, esposa del atribulado padrino, sabe colocar el punto exacto del equilibrio entre los platillos de emociones cargados. Cierto que puede parecer excesiva la edad de veintidós años para dar el “sí quiero”, pero los maestros de las comedias saben cómo manejarse y nada les va a hacer cambiar de idea mientras el rédito económico aparezca. De todo esto debería extraer el aprendizaje y evitar en lo posible la supuesta debilidad. Pues nada, no hay manera, no soy capaz y a estas alturas, no creo que deba insistir en fortalezas. Así que lo mejor será que empiece a levantar acta notarial de todo lo que no debería faltar mañana. Más o menos ya está decidido y el cara o cruz dilucidará el tipo de huella que acompasarán  la entrada en escena. Padrino. Suena bien. Dan ganas de darle al play y que Nino Rota marque el compás. Dan ganas de lanzar miradas admonitorias a todos aquellos que solamente en la imaginación del padre protector que eres fuesen capaces de dañar a lo que más quieres. Que ni el viento la toque, si no es para acariciar su pensamiento y limar sus adversidades. Y así, a expensas de dilucidar el último toque, el descuento de las horas, empezará en breve. Atrás quedó una nueva primavera y el ciclo se perpetuará. Sigo pasando revista y acaba de aparecer otro fleco por cubrir. Llegan a mi mente los rostros de quienes fueron lo que yo seré mañana y no puedo por menos que sonreírles con un guiño de complicidad. Queda un pasado del que sacar conclusiones, un presente sobre el que llevar las mochilas y un futuro del que de nada sirve anticipar. De cuando en cuando, el feedback toca con los nudillos y despliega las páginas de una vida que se vino a sumar a la tuya hace años. De cuando en cuando, las colas en las farmacias de guardia buscando ultralevuras, pidiendo turno a yonquis en busca de su hipodérmica, regresan. Como regresan las pedaladas bajo el tórrido sol de Agosto rumbo al Batanejo. Como regresan las puestas en escena veraniegas en el teatro de los sueños del patio interior. Como regresan las ingestas no deseadas de frutas trituradas envueltas en papeles opacos. Como regresan las idas y venidas en busca del trasnoche tras el volante. Y lo mejor de todo, es que regresan para dejarle claro a Steve Martin que tú, gracias a tu hija primogénita, gracias a tu María Henar, eres el padrino más afortunado que ni siquiera Hollywood pudo imaginar.

P.D. ¿Al final, amarillas?

jueves, 21 de junio de 2018


Llamadas telefónicas

Reconozco mi devoción por los relatos y creo que en alguna otra ocasión ya lo he manifestado.  Juegan con la brevedad de un argumento y a favor tienen la posibilidad de redención al pasar al siguiente. Uno no te gusta y puede que el siguiente te apasione. Sin embargo, en este compendio que nos firma Roberto Bolaño, la duda me asalta a la hora de calificar lo leído. Algunas de las historias te envuelven y otras te dispersan; algunas te aferran al sillón de lectura y otras te levantan de la incomodidad que supone la secuencia de líneas. No sé. Supongo que uno mismo es incapaz de manifestarse con el mismo ánimo día a día y por ello la duda entre el aplauso o la indiferencia sale a la palestra. Jamás, por mediocre que resultara, sería capaz de silbar a nadie que se haya atrevido a cruzar el Atlántico, situarse sobre la Costa Brava e intentara vivir de sus letras. Achacaré a mi dispersión el hecho de no haberme cautivado en grado sumo tal lectura. Sí, sin duda hay algunas historias en esta obra que nos guían por las vicisitudes de aquellos que se mueven en la delgada línea de la derrota. Seres que por ignorados claman ante las miserias del mejor modo que saben. A veces desde la osadía, a veces desde el conformismo, siempre se asoman unas gafas deslizándose por el caballete nasal como queriendo alejarse de la realidad y eso, reconozcámoslo, al menos empatía provoca. Regresan ficciones en las que amores se mezclan con desengaños y el sexo reclama un hueco entre aquellos que de él hicieron medio de vida. Deberé releer alguno de ellos para dejar constancia de haber pasado por sus vidas como mirón indiscreto hacia esas almas desnudas y vacías. Leedlo si en vosotros prevalece el intento por encontrar respuestas que pensabais únicas. Comprobaréis que las miserias humanas se tejen a modo de gabanes  sobre quienes pensaban ser dianas de un destino incierto. Seguro que en algún momento de la lectura llega a vosotros  la pausa reflexiva. Puede que sintáis el susurro chileno de una voz que os está retratando una escena que creíais ignorada. Las monedas no serán necesarias. Hace tanto tiempo que dejaron de funcionar las cabinas telefónicas que a más de uno le parecerá estar viviendo en otro siglo. Y llevará razón al así suponerlo. El disco decadactilado que las identificaba dejó de girar y brevemente, como si no viniera a cuento, Bolaño, nos lo vuelve a ofrecer. Que os guste o no, ya será otra cuestión abierta a debate.

martes, 19 de junio de 2018


1.  Enfermeras ( 17-Junio-2018): Andrea, Inés, Lourdes y Loreto

“Con ellas no hay dramas, hay ganas. Son mi constelación estelar, mis tres puntos cardinales en el dedo pulgar. Son las enfermeras que me gustaría que me cuidaran el día de mañana. Son las compañeras con las que me encantaría trabajar. Son las amigas que cualquiera querría tener. Son Caribe, Polonia y Andorra. Son preorla, orla y paellas universitarias. Son Barcelona, Granada y Mallorca. Son espectáculo en el coche al ir de fiesta o salir de la biblioteca un viernes por la tarde. Son la suerte que se me ha cruzado en estos 4 años. Y ellas son dedicación, improvisación y persistencia. Y a mí me han regalado resiliencia. Y sí, las quiero mucho; por eso me niego a separarme de ellas. Hoy brindamos juntas por las cuatro, porque hoy somos aquello de deseábamos ser. Porque no somos un título, somos cada paso que hemos dado hasta conseguirlo. Y eso lo hemos vivido juntas. No cabe duda de que lo que vivimos se revaloriza cuando lo compartimos. Y yo, ni me imaginaba que iba a ser tan buena mi compañía. Gracias destino por alinearnos en el mismo camino. Hoy somos ENFERMERAS y un sueño más lo hemos hecho realidad.
Proud of us
(Loreto)”

Y es entonces, una vez que concluyes la lectura que tanto te ha emocionado, es entonces cuando te felicitas.  Y lo haces desde el casi imposible equilibrio que el amor de padre se te ofrece. Y percibes cosas. Cosas hermosas que te enorgullecen sabiendo que tu línea de observación debe permanecer en segundo término. Que has conseguido transmitir lo esencial de la vida y la vida te lo devuelve sin remite para que lo goces. Mal disimulas la humedad salina de tu mejilla cuando te echas a las pupilas semejante declaración de intenciones y actuaciones. Te vienen a la memoria las advertencias goytisolianas y envidias el hecho de no llegar a ser capaz de aproximarse a tal belleza pero sí a tal cariño.  Sabes que de ese cuarteto barnizado de risas y pulido con optimismo nada dejará de ser cierto. Sembraron la complicidad para que fuese creciendo y llegado el momento empieza a manifestarse. Llevarán una vida digna al ejercer su profesión porque la dignidad viaja con ellas. Velarán por la salud y sabrán guardar prudentemente los diagnósticos que pudieran herir. Serán, ya lo son, dignas discípulas de Florence Nightingale para seguir creciendo como seres humanos que buscan el bien. Cuidarán de propios y ajenos porque dentro llevan el peso del convencimiento. Serán felices y quienes las queremos lo seremos por ellas, con ellas, gracias a ellas. Y con ser todo esto importante, nada será comparable al hecho de haberlas visto madurar como solamente las tocadas por el destino saben hacerlo. Sin permiso rapté las letras que no me correspondían; sin permiso, las retorno para que vengan a hablar en nombre de aquellos a los que la emoción nos impide articular palabra.  

lunes, 18 de junio de 2018


V.A.R.



Las siglas ya hablan por sí solas de lo que significa este nuevo invento futbolero. Una ayuda a la labor arbitral desde la banda en forma de tecnología viene a auxiliar al juez de turno para evitarle errores. No está mal, o es un error su implantación, serán los postulados que defensores y detractores aducirán para seguir dando cabida a las discusiones alrededor de la mesa mientras la cerveza se va calentando. Sí, no, sí, no, sí, no, en una constante ida y vuelta según te haya favorecido o perjudicado la última decisión. Incluso siendo palpable el visionado a cámara lenta, los acérrimos seguirán sin dar su brazo a torcer mientras el minutero siga su curso. Todo pasará a ser humo en la brevedad del tiempo que nos lleve a un nuevo episodio mundialista. El presente dejará de serlo de modo mucho más acelerado y el cúmulo de decisiones grabadas impedirá la reflexión. Seguiremos esperando un nuevo fallo, esta vez, a favor, con el que nivelar las decepciones. Todos contentos al estar todos descontentos. Y entre bambalinas, movimientos de fichajes, esperanzas aceleradas desde las dudas, y un sinfín de motivos distractores de la realidad palpable. Pan y circo, o al menos, circo. O como mínimo el anuncio de la próxima llegada de un nuevo circo al que prestar atención. Renuncia expresa a seguir enfadándose por los motivos que saturan a diario. Necesidad extrema de respirar vientos menos lacerantes para no desgastarnos demasiado con las decepciones. Nada de enfocar hacia donde no se debe no vaya a ser que se nos tilde de antinaturales. Fútbol, V.A.R., bar y lo que haga falta menos calentarnos el seso con sobresaturaciones de engaños, privilegios, decisiones, estafas, puñaladas o menosprecios. Es tiempo de pelotear y dejarnos mecer por el sopor de los infumables momentos que la televisión nos reserva. Bien pensado, igual lo que necesitamos es un V.A.R. personalizado que nos acabe mostrando si nuestras propias jugadas merecen castigo o no. Sería curioso comprobar hasta qué punto seríamos capaces de ser árbitros justos con nosotros mismos. Pasar de la grada al césped no siempre resulta lo más adecuado. De cualquier modo, aunque solo sea en los minutos de descanso, en el trayecto que nos lleva al baño y de allí al frigorífico, podríamos pensarlo. Igual deducíamos alguna falta que no lleva en sí el apercibimiento con tarjeta amarilla. Igual deducíamos que nos merecemos una roja y nos autoexpulsamos por ser incapaces de mejorar las condiciones del juego al que tantas veces nos vemos abocados. Lo demás, puro conformismo y ganas de mirar hacia otro lado. Bueno, acabo aquí; voy al baño, paso por el frigorífico, y seguro que algo cae antes  de que comience el segundo tiempo. Por cierto , ¿quién juega hoy?

miércoles, 13 de junio de 2018


1.  Estíbaliz S.



Prescindiré de apellidarla para evitarle el pudor que de seguro aparecería en forma de rubor en sus mejillas. Esas mejillas redondeadas que contornean su rostro nos hablan de la calidez humana que de ella nace y que tantas veces ha puesto de manifiesto a sabiendas o sin ser conocedora de ello. Desde sus veinte primaveras emana la luminosidad que sus pupilas prenden como si quisiera dar sentido a la caducidad y de paso negarla. Los bucles que la descienden han renegado de cualquier intento de domesticación y a modo de cataratas se descuelgan buscando su sonrisa. Sobre su pecho, un lecho de pétalos, rosadamente albos, la recogen y alfombran a modo de mostrador cálido. Los renglones torcidos se diluyen en la brevedad de las frases que suelen carecer de punto y final. Orientada hacia el norte, se ofrece como aguja imantada de la brújula para aquellos que siguen perdidos y desconcertados. Lo intuye, lo sabe, lo remedia. El bálsamo del desconsuelo se tiñe de verdes perpetuos desde las frialdades marmóreas. Nos saludamos desde el saludo impar que callada me devuelve y compruebo cómo es sabedora del mimetismo que compartimos. Alzo la vista y avergonzado pregunto sin obtener respuesta. Nada dice porque todo queda dicho desde el silencio que guarda. Verá transcurrir el tiempo desde el goteo incesante de los suspiros y tendrá la certeza de haber hecho feliz a quienes felices quiso. A no mucho tardar volveré a quedar con ella como siempre, de modo casual, como improvisado, como sin querer. Será, de nuevo, la cita menos deseada, menos planeada. Durará poco, lo sabe, está acostumbrada. Puede que incluso se vuelva a preguntar qué me lleva a girar la vista cuando nuestras vistas se cruzan e intercambiamos desconocimientos. No, no puede entenderlo aún. Es, sigue siendo, demasiado joven para comprenderlo y será mejor que siga con ese interrogante abierto cuya solución resulta desconocida. Sobre mí, seguirán acumulándose los almanaques de modo incesante; sobre ella, sobre Estíbaliz, aquellos que sumaron veinte decidieron cerrar el ciclo. Una vez más, veinte rosas blancas, continuarán poniendo rúbrica a la frase inextinguible que sobre un pupitre de mármol perdura.

martes, 12 de junio de 2018


Nhora


Nhora Milena Chujfi González, Nhora, así de sencillo y así de rotundo es su nombre. Y tras ese nombre se esconde la más clara definición del camino hacia delante que nadie pudiese sospechar. Una mujer capaz de traspasar los meridianos en busca de una ilusión apellidada  futuro. Una mujer a la que nada se le pone por montera y que llegado el caso será capaz de torear a las más bravas adversidades que le salgan al paso. Llegó para quedarse y de ello puede dar fe cada uno de los acontecimientos que la han acompañado a lo largo de estos años. Supo distinguir la fortaleza que poco a poco se amasaba en la pastera y de ella adquirió el hábito de la constancia. Suena desde su silencio la cumbia que la regresa y su mimetismo la lleva a convertirse en la embajadora que abre puertas más allá de los peldaños que la protegen de la acera. A su espalda, como si de una metáfora se tratase, los siglos de historia amurallada la custodian y orientan cada vez que el desánimo intenta abrirse un hueco. Nada niega si la petición viene de frente y se muestra sincera. Admite el consejo porque sabe del poder de escuchar para anotar todo aquello que pudiera habérsele escapado. Mueve los vidrios como si de sus brazos naciera la noria festivalera mientras el carbón se ofrece como pira incandescente. Tiende el palio verde intentando vencer al sol en su pugna por fundir las hebras cuando la canícula marca la hora con cuartos de campanadas recién llegadas. Llegada la fecha, une al día con la noche, y a la noche con la madrugada al tiempo que se adjudica un postrero periodo de calma. Hormiga reina del hormiguero que traza la senda de quienes buscamos la horizontal en el paseo. En ella, tras ella, con ella, el oasis siempre presto será incapaz de negar al sediento el árnica precisa. Muestra sus dotes de aglutinadora de sangres cada vez que la sangre se aproxima para aportarle el ánimo que pocas veces decae. Camaleónica en su quehacer diario convertirá al reducto en el estadio vociferante y al estadio en un nuevo poyato de meditación y frontera. No será necesario que busquéis si el calendario marca festivo o laborable. Simplemente, prestad oídos, y si percibís que una persiana se alza al tiempo que las bolsas del pan salen a pasear, sabréis que Nhora, la infatigable Nhora, acaba de arrancar una nueva hoja de un nuevo calendario, que hoy, curiosamente hoy, doce de Junio, se suma a su alegría.

lunes, 11 de junio de 2018


Aquella inolvidable boda



Recién estrenados los ochenta se pusieron en vigor, cobraron rango legal, se empezaron a ver como normales, las bodas civiles. Para no dar señales de alarmas a la sociedad cambiante de aquellos años, se celebraban los viernes por la mañana a esa hora que ni es de café ni de almuerzo; esa hora que no perturbaba la llegada del fin de semana y que poco a poco empezó a ser reconocida como festiva por aquellos que unían sus destinos bajo el amparo legal. Recuerdo que recibimos una invitación de lo más variopinta. Un cómic creado por los novios en cuyas letras se apreciaba el previsible futuro. Nos invitaban al acto, que sería breve, y nos animaban al festival vespertino en un chalet de La Cañada, que se aventuraba más intenso. A modo de advertencia nos conminaban a llevar cada cual “lo que más le apeteciese” para montar lo que a todas luces nacía como fiestón. De modo que tras los parabienes y la cervecita preceptiva nos dijimos adiós hasta la caída del sol. Llenamos el maletero del seiscientos con las vituallas menos recomendables, las más apetecibles, y a eso de las ocho, emprendimos ruta. A modo de guiño cómplice, el coche decidió fundir su faro izquierdo y guiados por la intuición, orientados por la música, llegamos. Allí, entre pinos y mesas de camping, se diseminaba todo tipo de personaje. Sobre los tablones se confundían los frutos secos con los efluvios que algún Zippo prendía a mayor gloria de los presentes. Paco, el exnovio y recién marido, tocaba el bajo con su grupo que era el encargado de amenizar la fiesta. Amparo, la exnovia y recién esposa, se afanaba en que nadie se sintiese incómodo y que el hielo perdurase el tiempo suficiente. Trabamos conversación filosófica festiva con todo tipo de invitados que, camuflados sobre indumentarias mil, fueron aportando razones a favor y en contra del matrimonio. No, no es que les pareciese mal lo presenciado a media mañana; simplemente les parecía innecesario dar fe de una unión por muy legislada que estuviera. Creo que las procesionarias de los pinos cercanos no se atrevieron a asomarse a aquella rave. Quizá  sopesaron el nivel que a ras de suelo se extendía y decidieron juiciosamente exiliarse a otros chalets. Por un momento surgieron las apuestas calladas sobre la durabilidad de aquella unión. Entre risas y bromas, entre brindis y volutas, fueron llegando las luces del sábado. El tintineo de los cristales se fue confundiendo con el runrún de la pinocha que alfombraba nuestras pisadas y poco a poco desfilamos en un adiós gratificante. De regreso, como por arte de magia, el foco apagado decidió alumbrar de nuevo. Quiero pensar que por sí mismo llegó a la conclusión premonitoria que hoy en día aún podemos comprobar. Cada vez que nos volvemos a cruzar, volvemos a sonreír, aunque no sea viernes a mediodía. No sé por qué hoy me he despertado con ese vivo recuerdo de lo acaecido hace más de treinta años. Ahora que lo pienso, ya sé el motivo, y aunque sea lunes, poco importa. Llegada la hora volveré a brindar y el amor rubricará a dúo la evidencia.  

jueves, 7 de junio de 2018


1.  Ministras



“Siempre por delante/ de todos los hombres/que han hablado tanto/ y han hecho tan poco/ que son los culpables/del aburrimiento/que se masca en medio/ de este desencanto…../”

Así reza alguna estrofa de la canción de Gato Pérez titulada “La diputada” y tras algunos decenios de espera la visión de futuro la ha hecho presente. Aquel genio de la rumba catalana anticipaba un Congreso en el que la presencia femenina lograse la cordura que tantas veces se echa en falta. Y como si quisiera darle la razón a ello se ha puesto el actual Presidente. Ha desequilibrado la balanza hacia el lado femenino, lejos de las paridades no siempre bien entendidas y la apuesta no parece desencaminada. Seguro que serán las portadoras de juicios de sensatez a la hora de colocar las piezas el este puzle  que se presenta tan complicado de completar. Seguro que de ellas nacerán propuestas alejadas de papeles secundarios que tantas veces han asumido aquellas que se consideraban en segundo plano sin motivo. Por una vez, alguien con poder decisorio, apuesta de firme y sabe que sus cartas no están marcadas. Poco a poco irá mostrando normalidad en aquello que aún hoy en día parece extraño. A modo de ejemplo, el nombre de su gabinete debería cambiar, creo. Trasnochado queda denominar Consejo de Ministros a un Consejo mayoritariamente femenino. Puede que lo correcto fuese adjudicarle un nombre más acorde a la nueva realidad para no poner en negativo a la mayoría que ahora lo ocupa. Puede parecer una simpleza, pero a veces las simplezas dan paso a lo categórico, y este parece un buen momento. Sin tener conocimiento pleno del cargo que cada cual desempeñará, el convencimiento de la acertada elección de todos los miembros, ha de darse por concluyente. Más allá de chascarrillos mediáticos, más acá de opiniones frívolas nacidas del atrevimiento a opinar, elegir al equipo que te ha de arropar exige valentía y la valentía a veces se paga. Caras nuevas en su mayoría han de sacar del atolladero a todo un conjunto de ciudadanos, les hayan votado o no, y esa es la cuestión. El mecanismo de aquella locomotora se gripó y necesitada estaba de una revisión profunda. A ello se encaminan y a ellas nos hemos de encomendar. Sólo deberemos ser  la milésima parte de comprensivos que hemos sido con los precursores. Suerte a tod@s y mucho valor. “….Ella sola contra todo el mundo/cambiará las leyes inhumanas/ si no las cambia ella/ no las cambia nadie/ Aire nuevo, en el Congreso/ con esa fiera desatada/ que no para nunca todo tren expreso….” prosigue la canción, por si alguien  quiere conocer toda la letra.

miércoles, 6 de junio de 2018


1.  La jueza tarotista



Uno, ya, a estas alturas, no consigue sorprenderse fácilmente con nada o con casi nada. Lleva ya el zurrón repleto de circunstancias propias y ajenas, de modos de actuación más o menos estrambóticos, y nada la parece novedoso. O eso era lo que yo creía hasta que el titular llegó a mis pupilas. Un titular que dejaba al descubierto el pluriempleo de una señora que unía a su labor de jueza, la no menos laboriosa profesión de tarotista. Olé, muy bien, sí señora. Nada de encasillarse en una ruta cuando la vida te ofrece mil variantes. Diga que sí, señoría, diga que sí. A hacer puñetas las puñetas en sus horas de ocio y que la toga purgue su abandono en la percha del olvido hasta el nuevo turno que la obligatoriedad le urja. Usted, a lo suyo, a lo gratificante, a lo esotérico. Nada de darle paso a jurisprudencias cuando los arcanos mayores, menores o intermedios, si existen, reclamen de sus habilidades de crupier. Ya está bien de repasar tomos y tomos de leyes a la búsqueda de la sentencia correcta. Todo, y usted puede dar fe de ello, todo, repito, está en ese mazo de cartas que a falta de comodines es capaz de aventurar venturas y prever desdichas. Quien más quien menos siempre ha sentido curiosidad por aquello que el futuro le deparará aunque el olvido del augurio se haga presente de inmediato. Es más, si puedo elegir llegado el caso, quiero que sea usted quien presida el tribunal que me juzgue. Prometo aportar a mi favor un tapete verde pespunteado en rojo para que el mazo de madera sienta que está demás y sepa que no se van a oír sus golpes. Nada de esperar que el “Perry Mason” correspondiente acuda en mi auxilio. Nada de buscar la mirada compasiva del jurado popular que se apiade de mí. Quiero que un simple corte del mazo de cartas empiece a taquigrafiar todo lo que suceda en esa sala. A ser posible, y solo a modo de sugerencia, deberíamos ponernos en posición, cara a cara, con una luz tenue y algo de incienso. De las posibles palpitaciones ya me encargaré yo. Y ya puestos, música tántrica, crótalos afinados y timbales esparcidos por si alguien más se suma al acto. Usted a lo suyo, que será lo mío. Como aportación personal me ofrezco a realizar el buzoneo de sus papeletas publicitarias y si me lo permite añadiré un pseudónimo a su nombre para aumentar el crédito de sus vaticinios. No dejo de soñar con el próximo inicio de curso en del Tribunal Supremo. La veo observando de refilón a los portadores de toisones y percibo sus miradas nerviosas huidizas intentando abreviar el acto. Sea como fuere, esta noche, o cualquiera de las noches que restan de verano, la llamaré y a ver qué pasa. Si la tarifa es la que dice, no habrá dinero mejor empleado, ni momento más glorioso. Lo de su acierto o no, créame, carece de importancia.  

lunes, 4 de junio de 2018


Zidane



Era de prever y lógicamente ha sido. Se va Zidane. Se va el entrenador que antes fue jugador del Real Madrid y antes paseó por Italia su arte futbolero. Se va quien dejó claro ante Brasil quien mandaba vestido de azul, rojo y blanco en el universo del balompié mundial. Se va el elegante dentro y fuera del campo. Se va quien una única vez se vio derrotado por el desquiciamiento del contrincante al que embistió fuera de sí. Extraño en alguien mesurado, calmo, sutil, tanto con los pies como con el verbo. Vino a ser domador de figuras y supo reconvertirlas a sus dictámenes con pulso firme y delicadeza en el trazo. Nadie pudo cuestionar la clase a quien todo lo había ganado. Sabía a qué reto se enfrentaba y cuánto valía la apuesta y a pesar de ello dio un paso adelante para ganarla. Fue la puesta en escena del video juego más increíble que cualquiera diseñara y casi todo jugó a su favor en la baraka que le cubre. Lejos de las explicaciones a según qué comportamientos supo enarbolar la batuta y ganarse el respeto. Por eso hace bien en irse. Ha tocado techo y no necesita acumular méritos. En la peor de las circunstancias acabaría siendo pasto de los voceros que no le perdonarían no revalidar triunfos. Debe irse y llevarse consigo la estela del buen hacer. No sé, ni falta que hace, si descansará, meditará sobre su futuro, se convertirá en comentarista televisivo, o se soñará secretario técnico. Da lo mismo, con él, siempre viajará el acierto. De su sonrisa extraerá el pasaporte visado hacia el salón de la fama que solamente admite a los elegidos. Etapas que concluyen y modelo para aquellos que se niegan el fin por muy palpable que sea. Formará parte de la historia futbolera desde ambos lados de la cancha y jamás caerá en el fuera de juego. Listón elevado el que deja en este club que tanto lo valora. Ahora pueden aprovechar los semidioses malcriados para irse también. Podrán aducir que se sienten desconsolados y quitarse de encima la etiqueta de cretinos que tan aficionados son a ponerse. Acaba de ponerles Zidane el pase de la muerte perfecto para concluir la jugada. Él, acarreará las culpas que,  indudablemente, nadie creerá. Se va un señor y con un poco de suerte se irán tras él algunos señoritos. Supo llegar y acaba de demostrar cómo debe despedirse alguien antes de que lo echen. Más de uno, más allá de las canchas futboleras, estará meditando si debió seguir su ejemplo.

sábado, 2 de junio de 2018


Salvaje  Oeste



Por un momento recuperé aquellas cartucheras, aquella estrella de sheriff, aquel puñal de  plástico, y me dispuse a abrir las puertas del salón que Juan Tallón anunciaba. No dejé de pensar en la pianola, en el tapete verde con las cartas marcadas, en la escupidera y en las espuelas empolvadas de los presentes. Me quité el sombrero y comencé la lectura. Todo empezó a sonarme cercano y los rostros trazados fueron perfilándose a medida que las páginas se deslizaban como si circulasen por las vías el último tren a Oklahoma. Daban ganas de coger el corrector y tachar nombres ficticios que tan reales aparecían. El decorado cambió y el lejano oeste se aproximó a modo de estampida de bisontes poderosos. Palcos de fútbol, despachos de periódicos, estilos de vida, cotas de poder. Todo sumándose a esta amalgama en la que el lector se ve inmerso y demasiado descorazonado. Se sabe en el último asiento del último graderío y desde allí observa cómo la pelota lleva su rostro. Secretos que se guardan como dagas vengativas a la espera de su turno comparten líneas con todo tipo de defectos  y nulas virtudes de los innumerables personajes. A algunos les compadeces y a otros les recriminas. Estás agazapado a la espera para ver si alguien que se te asemeja acude al guión y compruebas desalmado el sabor agridulce de la verdad. La fluidez con que se desarrollan las seiscientas y pico páginas te hace desear una continuación de la novela. Te has acostumbrado demasiado a un tipo de finales y este te remite un interrogante.  Sí, sabes que sí, que los toques sutiles cargados de ironía llevan la firma de Juan Tallón, como no podía ser de otro modo. Ni se ha descartado el revólver de la narrativa ni se penaliza el exceso alcohólico si delo que se trata es de seguir ese guión. Incluso el número de capítulos que conforman la novela parece sacado del calendario anual al que añadirle un par de semanas. No están demás los añadidos en cuanto viene a completar un duelo al sol en mitad de un O.K. Corral con un árbol del ahorcado difuminado sobre el horizonte. Será casualidad; pero he concluido la lectura a la vez que  ha concluido una etapa política llena de balazos. Será cuestión de volver a sacar brillo a los falsos nácares de mis pistolas y esperar a ver qué pasa.  Seguro que Juan ya está ideando algo que seré reconfortante una vez más. Enhorabuena a quienes hayáis decidido cabalgar por este Salvaje Oeste.

viernes, 1 de junio de 2018


Adiós, señor Rajoy

Quisiera verse o no, era la crónica de un adiós previsible y quién sabe si definitivo. Demasiado tiempo viendo caer a su alrededor manzanas podridas de un manzano en descomposición fueron alfombrando el césped que pasó de azul gaviotado a negro guillotinado. Se veía venir. Y con toda esta visión de futuro inmediato lo que más cuesta entender es que nadie entre la multitud de asesores tuviera la valentía, el arrojo, o las pelotas de advertirle de la hecatombe que se les venía encima. Dejaron pasar el tiempo como si de un reloj de arena humedecida y lenta en su descenso se tratase. Se dedicaron a escatimar el tiempo, que sin duda se aceleraba, a la espera del cementerio surgido de las  guerras de guerrillas que en otras trincheras parlamentarias se llevaban a cabo. Veían pasar cadáveres vivientes con restos de sangre propiciados por sus mismos acólitos y de ello hacían bandera. Ya se cansarán, parecían repetir en la interminable y aburrida letanía de este rosario de misterios dolorosos que vieron como gozosos. La soberbia les pudo. Les pudo y puede que aún les siga instigando a sopesar cuánto tiempo necesitarán para regresar. Saben que su no mayoría es más abundante que la otra minoría que les ha desbancado y esperarán impacientes a ver qué rumbo toma la decisión popular en una nueva cita con las urnas. Mientras tanto, a la vista está, las esposas que les han atado las manos, apretarán las muñecas de quienes se mostraron incapaces de cortar por lo sano, presentar su dimisión, y quién sabe si volver a postularse como adalides depuradores. No lo hizo quien debió hacerlo y su táctica estoica mal entendida le pasa factura. Demasiados silencios, demasiado pudor putrefacto, demasiada basura bajo las alfombras. Ahora no les queda otra, si es que quieren resucitar dentro de un tiempo, que registrar convenientemente los rincones de sus propiedades y dar fe notarial de cambio radical. Se llevan consigo la peor de las medallas que se pueden conseguir en una competición. Quien gana el oro, presume; quien consigue el bronce, sabe que su último asalto se vistió de victoria; quien alcanza la plata, es aquel que rumiará de por vida el amargo sabor de la derrota en el último envite. Nadie puede mirar de frente exigiendo aquello que es incapaz de ondear por extraño que le pueda resultar. El desierto se ofrece a una peregrinación dolorosa y lenta. Será cuestión de fijarse bien en el vuelo de las aves, el ladrido de los perros, las huellas de los camellos, e intentar vislumbrar el oasis que tanta falta hace para calmar las sedes que resecaron tantas gargantas.