Predicantes
Se han abierto las puertas de los atrios religiosos y la fe ha tomado la
calle. La calle, la plaza, o el rincón del parterre que hasta su llegada
permanecían tranquilos y ausentes. Enfundados en su terno con raya diplomática
ellos; pulcramente vestidas a modo y manera de sensibles señoritas dispuestas a
evangelizarte, ellas. Unos y otras se apostan al margen de un panel que más
parece el reinante en los halles de los hoteles ofertantes de excusiones y mil
y unas actividades lúdicas. Los mandamientos que por pudor aún no he sido capaz
de solicitarles seguro estoy que llevan una carga evangélica digna de estudio y
atención. Nada les desanima. Ni el sol implacable ni las insistencias de los
motores que les pasan a escasos metros
son suficientes argumentos como para destruir sus postulados. Atrás
quedaron aquellas clones de Janis Joplin que te asaltaban cándidamente ante el
semáforo en rojo y te declaraban su amor en aras de convertirte en seguidor de
su secta. Lejos permanecen quienes renuncian a los placeres culinarios que las
oreadas morcillas proporcionan como sibilinas embajadoras de sangres. Todo
aquello ya es pasado. Ahora el futuro manda en la forma y el fondo se camufla
entre ella. Aleluya, aleluya, y que siga el sermón, aleluya, desde el amplio
ventanal de máxima audiencia, aleluya. Y si de paso tu paso sabatino vespertino
te lleva sin saberlo a una reunión espontánea en mitad del ecuador ciudadano,
mejor que mejor. Vas a disfrutar de la labia de un speaker ducho en la materia
y la tarde tomará tonos floridos. No podrás evitar retrotraerte a aquellas de
aquellos mayos en los que las flores a María se convirtieron en habituales
peregrinaciones. Pensarás que las modas cambian y lo esencial permanece. Algo
tendrá la fe cuando todo el mundo intenta ofertarla como camino de salvación.
Lo que no está muy claro es si la salvación que prometen es realmente la que
buscas o ni siquiera te habías planteado encontrar. Raciones de un pastel que
genera beneficios a plazo fijo en el más allá con una cuota en el más acá. Sea como fuere la tarde irá languideciendo.
Solamente te faltará pasar por la acera adecuada y comprobar cómo las plegarias se camuflan entre las
guitarras, el órgano y las palmas, aleluya, aleluya. No hay posibilidad de
escapatoria; vayas donde vayas, aparecen con uno u otro signo, con uno u otro
dogma. O te sumas o no sumas méritos.
Así que he decidido estudiar a fondo la cuestión y antes de que el tiempo se
convierta en pasado tomaré una decisión. Lo que me da mucha pereza es seguir
siendo cuestionado como alma pecadora por dejar de cumplir unos preceptos
altamente cuestionables, aleluya, aleluya. No os extrañéis si dentro de nada me
veis convertido en un predicante más buscando, eso sí, mi cuota de adeptos a
los que convertir en fieles. Empiezo a diseñar ahora mismo las estrategias que puedan llevarme a ello;
os mantendré informados de la cuenta a la que podéis realizar los donativos
preceptivos. Aleluya, aleluya. Lo del canal televisivo, de momento, está en
pleno trámite su elaboración.