El viento
El aire es uno de los elementos
fundamentales del existir. Resulta obvio remarcar su importancia y por lo tanto
no voy a incidir en ella. Pero el hermano vigoroso y díscolo del aire, el
viento, ese sí que merece especial atención. Por caprichoso gira de destino
cada vez que se le antoja sin dar explicaciones algunas. Es capaz de acariciar
los lienzos que buscan excretar humedades en las solanas a las que se tienden
con la suavidad propia del enamorado que viene a buscarlos. Es capaz de embravecer
a las aguas para hacerlas saltar a su antojo trazando grafismos de salitres
entre los que evitar naufragios. Es capaz de cruzar por los resquicios de las ventanas
silbando melodías a quienes las sueñan despiertos. Es capaz de canturrear letanías
a quienes temerosos se esconden por considerar sus intenciones perversas. Es
capaz, en definitiva, de guiarse por el único método que los románticos dan por
válidos y certifican como inmortales. Decía Felipe Mellizo que quien fuese
capaz de cruzar a vela los tres cabos infernales de los océanos, tenía derecho
perpetuo a lucir en sus lóbulos los aros que así lo atestiguaban. Sin duda,
aquellos aguerridos marineros, sabían de la fortaleza del viento y el pulso se
lo ganaron en base a la constancia y a su comprensión. No en balde se rige el
timón por las indicaciones que una rosa señalaba sobre cubierta antes de que
las tecnologías usurpasen el espíritu aventurero. Y caso de llegar la noche,
las estrellas se aliaban con Eolo para seguir marcando la ruta. Por eso la
certeza más absoluta nace al saber que nadie será capaz de someterlo y que en
el mejor de los casos, moderará su fuerza. En cualquier caso, si hay algo
triste de verdad, es ver, como agotado, el viento deja de soplar y permite a
las naves de los sueños navegar al pairo desconcertadas implorando su regreso.
Provocará el renacer de la llama o su extinción, moldeará a la roca que forja a
la tierra, agitará o apaciguará a las aguas y siempre, siempre, será bienvenido
cuando llegue la primavera y le encargue expandir el polen del amor por quienes
tanto lo necesitan y echaban de menos. Por eso, si un día como el de hoy, lo
veis agitado, no le reprochéis nada. Seguro que dentro de sí conoce las razones
últimas que le llevaron a comportarse de este modo y nos deja a nosotros la
opción de descubrirlas.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)