Remember
Relatos para compartir con aquell@s que se vean reflejad@s.
domingo, 30 de diciembre de 2018
sábado, 29 de diciembre de 2018
Aretha Franklin en OFF
jueves, 27 de diciembre de 2018
1. Yolanda E.
Nadie que no la conociera diría que es lo que es, lo que
transmite, lo que aporta. Ella, reflejo exacto del signo que la caracteriza, se
enfrenta como nadie a los retos que la vida le ofrece con la certeza absoluta
de saberse ganadora. Poco importa si el esfuerzo denodado viene de la pesadez
matutina que cada mañana le reclama audiencias; poco importa si la volatilidad
de los cerebelos decide extremar la paciencia hasta grado ilimitado. Poco
importa a quien sabe que lo esencial radica más allá de lo circunstancial.
Ella, parapetada tras el poncho, a modo y manera de chavelista tequilera,
sacará de la agudeza de su tono el consejo que todos asumirán como mandato.
Punto y final. Ideas claras, pasos cortos y tonterías las justas. Lo esencial
radicará sobre los tatamis, sobre las coletas, sobre los sobaquillos casaleros
y lo demás será tomado como accesorio. Cuadrará los círculos para que las
aristas desaparezcan y eviten arañazos. Calzará los borceguíes como si de una
sultana se tratase a sabiendas de cuánto de resistente es la tela de la jaima
en las arenas en los huecos de las dumas. Irá directa a la capa s, p, d o f en
busca del protón perdido que haya equivocado su ruta y no sepa dónde se halla
su auténtica configuración. Mientras, el silbido de la cafetera pedirá pausa y
compañía al aro chocolateado al caer la sobremesa. Sobre la piel del
alcornoque, un nuevo turno venidero saldrá a disipar las dudas y el enésimo
salto de las teclas la harán retroceder para coger impulso. No será fácil
crisparla. Está tan acostumbrada a transitar entre disconformidades que se ha
habituado a sortearlas de puntillas. A nada que os descuidéis os llevará hacia
la disolución de los errores en la batería que ella misma enchufa cargándola de
aniones. Sus polos no cejan de compartir movimientos y ni siquiera la disección
visceral se nos muestra como rechazable. Hurgará en los sesos como si quisiera
descubrir en la mitad de sus hemisferios
las razones penúltimas del paciente de turno. Años ha que dejaron de
serle las coletas apéndices de sus lacios y asume su papel al que se entrega en
cada representación. Ama de llaves que cancela las horas, será capaz de remitir
una sonrisa para no dejar escapar con virulencia la respuesta que retiene en su
laringe. Sea como sea, lo que no logro adjudicarle es el papel de novicia en la
que José Zorrilla habría puesto su firma. Será que Sevilla le resulta demasiado
lejana, que los dramas no van con ella o que los duelos, más que pena, le
provocan risa. No cambiará; pero si lo hiciese, estad prevenidos; siempre será
un cambio a mejor. Es capricornio, y con eso está dicho todo.
lunes, 24 de diciembre de 2018
Los animales de compañía.
Reconozco mi falta de espíritu
de sacrificio para ser guardia y custodio de un animal de compañía. Comprendo
que en algunas ocasiones sea preferible la presencia de algún gato, perro, loro
o pez que dé testimonio de vida de aquellos o aquellas que así lo precisan.
Incluso admito que sean mejores que muchos seres humanos que el infortunio o la
suerte nos adhiere en nuestra vida diaria. Todo esto lo admito. De hecho, desde
que yo recuerdo, siempre hubo un gato pululando a su antojo por la cámara de
casa siendo dueño y señor de los espacios. Así mismo recuerdo cómo aquellos
ciprinos anaranjados surcaron las aguas de la pecera hasta que la glotonería los
convirtió en ictíneos seres fenecidos con las tripas llenas. Ni dejaré de
mencionar aquellos galápagos que decidieron
abandonar el terrario y campar a sus anchas por las baldosas hasta ser
rescatados y devueltos a su medio cuasi natural. Ni pasaré por alto el cariño
que profesaba el mastín del pirineo llamado Sol a mi abuelo materno. Ni podré
olvidar cómo aquel pastor alemán llamado León acabó sus días tras víctima del
moquillo tiñendo de luto la terraza de manolo y Lourdes. Todos, todos, sin
excepción aportaron a sus dueños un cúmulo de sensaciones placenteras que les
aportaron razones de demostrar su bondad de corazón. Todos fueron capaces de
sacrificar tiempos para dedicarles a sus mascotas caricias y mimos. Incluso
quiero pensar que aquel imbécil que llevaba sin atar a su dogo argentino lo
amaba más que a su vida, más que a la compasión por la caída que me provocó
derrame, más que a muchos de sus cercanos. Incluso estoy dispuesto a admitir
que aquel Trosky cuyo dueño jamás sacaba a la calle se sentía querido mientras
destrozaba sus uñas corriendo como poseso por los pasillos de la casa. Incluso
quiero ver la bondad en la mordedura de aquel que no pudo resistir el deseo de
atacar a su propia dueña incapaz de entender que sus turnos de trabajo variable
hacían inviable la compañía mutua. Incluso, doy por válido el nombre que se le
atribuye al que camina a sus anchas y su dueño califica de “Nohacenada” como si
eso significase salvoconducto tranquilizador. Demasiados inclusos como para
intentar equilibrar la estupidez de quienes consideran que el orden natural
debe invertirse, o mejor, dotar al animal de compañía de un estatus que por
naturaleza no le corresponde. Alguien debería plantearse si es una actitud
comprensible, admisible, justa o plausible el hecho de someter a un animal que
precisa de espacios al turno de paseo que su dueño pueda ofrecerle. Lo de educarlo
mejor o peor deberá derivar de esta primera propuesta. Todo lo demás, todos los
fervores animalistas, deberían plantearse como preludio a sus reclamaciones estos interrogantes. A
ser posible antes de que el tercer turno de paseo llegue.
domingo, 23 de diciembre de 2018
Primark y sus tickets de compra
Uno no deja de sorprenderse y
casi siempre la sorpresa lleva una carga absurda adosada que la hace más
absurda todavía. Y así fue el caso que
paso a relatar con la vana esperanza de que alguien se solidarice o se oponga a
mi razonamiento; tanto me da. Adquieren una prenda encargada por mí, la abonan
con tarjeta, llega a casa, dejo pasar unos días, me la pruebo, no me convence,
acudo a cambiarla. Y ahí empieza la conjura de necios versión dos mil dieciocho.
El ticket de compra, ni lo localizo, ni sé si ha decidido sumarse a la basura
diaria. Primera objeción que la chica del puesto de reclamaciones me hace. Viene
la encargada, repito el argumento, y le solicito que mire en sus archivos
cibernéticos a lo que aduce que no puede. Vale, entonces el problema está en la
capacidad de sus ordenadores centrales, en la desidia de la búsqueda, en la tozudez
de la norma. El ticket voló no se sabe
dónde y ni está ni se le espera. Tras de mí, varios reclamantes aguardan turno
y no me paro a comprobar si están de mi parte o de la parte contraria. Insto a
que alguien de rango superior venga a comprobar lo absurdo del tema y nadie
aparece. Este combate dialéctico amenaza con eternizarse y decido regresar con
la prenda que haré objeto de regalo a quien me plazca. Y entonces es cuando
rememoro aquella vez en la que tras más de un mes de caducidad de la compra de
un teléfono inalámbrico en el Corte Inglés, mi propuesta de devolución fue
atendida. No sólo atendida sino que además se me reintegró en moneda de calle
el importe de dicho aparato que superaba con creces al de la prenda en litigio.
Cuestión de clase, cuestión de nivel, cuestión de categoría o cuestión de adoctrinamiento
a los mandos encargados de diferenciar al cliente “tramposo” del cliente
despistado. O sea que todo radicaba en
la presencia de un minúsculo papelito testigo de mi compra en un puesto y todo
se admitía con mi sola palabra en otro diferente, muy diferente, como queda expuesto. Alguien ha confundido los
verbos vender y despachar y por más ingentes
cifras de ventas que obtenga no llegará jamás a ser catalogado como
establecimiento de confianza. Yo no sé nada de las teorías del márketing pero queda bien a las claras que
algunas están erradas, o herradas, como prefieran. La clase no se demuestra solamente desde un lado
del mostrador y la confianza en el cliente se gana con detalles absolutamente
opuestos al de dudar ante una reclamación que un trozo de papel desaparecido no
puede aportar. Revisen sus archivos informáticos y revisen las normas. Les irá
mejor, se lo aseguro.
viernes, 21 de diciembre de 2018
1. Juan Carlos B.
El caso es que si me sitúo al otro lado del espejo e intento
describirlo se me agolpan las pinceladas y probablemente el espejo se acabe
empañando. No será capaz de quedarse quieto este que como buen heraldo de su
signo se manifiesta cual tábano inquieto incapaz de permanecer inmóvil. Este,
que de la sorpresa continua va situando las balizas que dejen rastro y señal de
su paso, este, es sencillamente el vivo reflejo de la variante inesperada al
acabar la penúltima curva de su tránsito hacia la Font Roja diseñada en su
incesante y peculiar ascenso. Las horas se le quedan cortas y el diseño de los
trazos se agolpa entre las falanges de sus dedos aguardando turno
impacientemente. Vive como si la jaima erigida en la caída de las dunas pidiese
escasa perdurabilidad. Lo suyo es embarcarse en la próxima caravana que siga la
ruta de la seda hasta los confines el sol naciente. Comprensivo con el débil,
se decanta hacia las carencias, para remitirles soluciones que no siempre son
compartidas. Puede que lea en las psiques más de lo que a los comunes se nos
escapa y de ello hace bandera y causa. De su chilaba hace tiempo que
desapareció el alfanje cercenador para dar paso a la daga benefactora que la
comparsa trabuquea al fenecer Abril. Sería capaz de reconvertir al mismísimo
Herodes al ofrecerle un puesto secundario en el belén navideño. Sabría
colocarlo en un trono suficientemente ornado para evitarles venganzas a los
inocentes perseguidos. Los muros de las lamentaciones que tabican sus horas
hace tiempo que se fueron completando con las suras filosóficas llegadas del
ágora de la reflexión adolescente. Ahí, como si del bosque de Sherwood se
tratase, este émulo de Robin Hood, buscará devolver a cada quien lo que cada
quien necesita y no se atreve a reclamar. Vestirá al caer la noche el atuendo del
Peter Pan que revolotee por el país de nunca jamás para cambiar las
constelaciones de los sueños. Y todo esto, mientras va anotando en su agenda la
siguiente visita a la sede caritativa, la siguiente actividad subacuática, la
siguiente convivencia montañosa. No, no es de los que se conforman, ni de los
que aceptan grilletes, ni de los que serían capaces de permanecer a los remos
como galeote preso si considera injusta la condena. Al más mínimo descuido,
huiría y dejaría al bereber que se encargaba de custodiarlo con la duda de
perseguirlo o dejarlo partir. Solamente él sabrá las íntimas razones que le
llevan a convertirse en veleta imprevisible y con eso basta. Ahora, simplemente
queda barnizar su retrato. Mientras se seca, quizás sea el momento de degustar
unas peladillas y brindar con café licor; seguro que en esto coincidimos. Y
como tercio último de la corrida, nada mejor que recibir la montera en el brindis
pertinente mientras el morlaco permanece en el albero a la espera de su suerte
última. De fondo, desde el tendido del siete, la voz rota de Chavela Vargas se
abrirá paso con un deje quedo nacido del “Que te vaya bonito” que quedará preso
en más de una garganta intentando contener el dolor de la despedida.
miércoles, 19 de diciembre de 2018
La mano de Fátima
La
verdad es que cuando un libro no te entra, pues eso, que no te entra. Y si no
lo hace es porque se asemeja a aquellas situaciones de la vida diaria que se
resumen en “lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. Como
cuando te empeñabas en alcanzar el beneplácito de alguien y te daba calabazas.
O como cuando insistías en seguir una ruta y te dabas cuenta del error una y
otra vez y no rectificabas. Pues así, así, más de doscientas páginas, y nada.
Si ya con “La catedral del mar” Ildefonso Falcones dejó a las claras sus dotes
de historiador novelista profundo en su recopilación de datos, aquí no iba a
ser menos. Se sube a las Alpujarras granadinas, diseña las desventuras de los
moriscos sublevados, elige a un chaval cuyas raíces mestizas le hacen ser
repudiado por todos y se lanza a la aventura de relatarnos los acontecimientos
subsiguientes. Subes y bajas de las cumbres a los llanos, pasas del frío a las
ventiscas, te conviertes en testigo de carnicerías y evitas las coces de los
mulos que acarrean enseres y trofeos de
aquí para allá y nunca le acabas de ver el despegue de la narración hacia ti
para apresarte. Como si el mismísimo paso por los desfiladeros marcase el
rumbo, las rutas se eternizan y la lectura invita al abandono. Miras hacia
delante y ves que te quedan demasiadas páginas y la pereza se convierte en tu
aliada. Ya te da lo mismo si al protagonista le llaman así o asá. Pasas de ver
si su padrastro le odia o le perdona. Evitas seguir el rumbo de los caprichos
del sultán huidizo. Asumes, definitivamente, que no estáis hecho el uno para el
otro. Fin, se acabó, hasta aquí, me rindo. Abandono Granada, cruzo el estrecho
que separa la diversión del tedio, guardo la cimitarra en el último rincón del
rincón último y cierro el cañón del arcabuz para que la pólvora no prenda.
Empiezas a intentar comprender al encargado de dar paso a la edición de tal
obra y regresas al dicho atribuido a Rafael Gómez, “ El Gallo”, cuando espetó aquel “ hay gente pa´tó”.
Evidentemente la hay en cualquiera de las vertientes que las lecturas
propician. Y con un poco de suerte, con cierta constancia como lector, aprendes
a distinguir lo comercial de lo exquisito. Te da igual si los números
superventas le dan crédito a una obra o se lo niegan. Te da lo mismo aparentar
ser un mediocre crítico o pésimo escribidor. Lo realmente importante es descubrir cómo eres lo
suficientemente libre para opinar y con ello aplaudir o rechazar una obra que
no deja de ser mediocre por muy superventas que se muestre. Lo peor de todo es
saber que trajiste de Túnez un amuleto de se llama exactamente así y no tiene
la culpa de tal coincidencia.
Perros de paja
martes, 18 de diciembre de 2018
1. Walter
sábado, 15 de diciembre de 2018
El lago de los cisnes
Realmente el ballet clásico no figura
entre mis interés artísticos preferidos. Incluso me atrevo a asegurar que del
septeto de las bellas artes la danza ocuparía el último puesto. Cuestión de
educación, supongo. Probablemente de haber nacido en otros meridianos alguna querencia
habría atesorado desde la más tierna infancia. No lo sé y a estas alturas ya
poco importa. Así que mitad por curiosidad, mitad por compromiso, acudí a la
llamada que el interrogante lanzaba desde La Rambleta. El lago de los cisnes
aventuraba una historia de amor, traición, triunfo del bien sobre el mal, y no
dejaba de resultar, cuanto menos, atrayente. De modo que dejándome llevar por la
música de Tchaikovsky intenté acomodarme y supuse que me dormiría a nada que el
telón se alzase. Sobre el patio de butacas, infinidad de amantes del ballet
esperaban ansiosos y yo me entretenía intentando
adjudicar a cada rostro una nacionalidad. Para pasar el rato, más que nada.
Así, los primeros diez minutos impidieron la llegada del duermevela. Así, los
siguientes cuarenta y cinco minutos no dejaron de sorprenderme y con ello
aportarme el desvelo. Así, la hora restante después del descanso logró ponerme
la piel de gallina ante la magnífica interpretación que se estaba desarrollando
a escaso metros del palco. Yo, que había acudido con las palabras de Carlos
Boyero aún retumbando en mis oídos, no dejaba de sentirme redimido ante mi
ignorancia. Yo, que pensé seguir el ejemplo de este crítico afamado que declaró
radiofónicamente haberse dormido en el mismísimo Moscú presenciando El Cascanueces,
no daba crédito a cuánto estaba sucediendo en el escenario. No sabría definir ni
los pasos, ni la técnica, ni los entresijos que para los entendidos serán
moneda corriente. Lo que sí puedo afirmar es que las dos horas largas de
representación se me hicieron cortas. Y con ello el interés por la obra en la
que un príncipe llamado Sigfrido sufre y goza del amor y la magia que su Odette
le proporciona cuando el hechizo maligno la reconvierte de nuevo. Una primera
bailarina espectacular y un bufón absolutamente genial dieron preponderancia a
un elenco de bailarinas y bailarines que demostraron cómo se pueden mimetizar
técnica y emociones en una misma obra. Quiero pensar que el paso del tiempo
consigue despertar curiosidades, derribar muros de prejuicios, abrir puertas al
deleite del arte. Si no fuera así no podría explicarme cómo una sesión de
ballet a la que fui sin ninguna apetencia se acabó convirtiendo en una velada
genial, que ya os aseguro, no será la última.
viernes, 14 de diciembre de 2018
1. Ester M.V.
A ver cómo sitúo el caballete sobre el que disponer el lienzo
sobre el que describirla. A ver cómo, que tiemblo solamente de pensar que una
simple ojeada por su parte desencadene el volcán interior que la nace y de él
surjan las lavas impredecibles. A ver cómo consigo que esta que se viste de
pantera, que asoma las fauces ante la maleza de la estupidez, se sienta relejo
de lo que sin darse cuenta muestra. Porque sí, así, como una muestra aparece
cada vez que la mañana se aproxima a la apertura. El despacho guardó silencio y
atrás, en el cajón del ayer, quedaron los interrogantes que no parecían tener
solución. Errados estaban quienes así pensaron. No supieron distinguir a esta
que de la fortaleza ha erigido una muralla infranqueable. Ella que vio la cara
oculta de la luna sabe que no hay mejor amanecer que aquel que cada esfuerzo
ilumina. Ella que fue capaz de regresar sin haberse ido no entiende de
componendas ni de medias tintas. Mira de frente para que el duelo de pupilas
sepa quién va a salir victorioso. Tendrá compasión del derrotado para evitarle
la amargura añadida del porqué de su fracaso. Dejará que cada cual medite para
sí y de que sí mismo extraiga las conclusiones. La vida le sobrepasa con
acontecimientos lo suficientemente divertidos como para perder el tiempo con
reflexiones absurdas. Consentidora hasta la saciedad comprende que el valor
añadido del cariño se suma al recuerdo aún tierno pero asentado hacia futuro.
Bebe los vientos por su sangre y de ella diseña el afluente del que abastecerse
en las jornadas de sequía. No ha llegado a su lenguaje la palabra aburrimiento.
Y aunque las decepciones se visten de luciérnagas nocturnas al llegar el ocaso semanal,
su perspicacia le permite distinguir lo cierto de la copia. Fiel a sus
amistades, adquiere de ellas el apoyo que devuelve y se muestra esquiva con las
medias tintas. Ríe atragantándose si el sándwich se ha interpuesto en el camino
de la anécdota. Perdona con la exclamación sorprendente a quien intenta
marcarle el rumbo o bajarla de sus postulados. Tiene presto el aguijón con el
que será capaz de amedrentar al osado que insista en hacerla caminar hacia
atrás. Por eso, si alguna vez os cruzáis con ella, permaneced quietos un
instante. Ella os dará paso o lo cerrará según perciba. Eso sí, tanto si es una
opción o la otra, será para siempre, os lo aseguro. Ahora voy a dejar este
retrato sobre su mesa. Si la oigo llegar, rezaré por lo que pueda pasar.
jueves, 13 de diciembre de 2018
1. Lucía B.
1. Fernando, el
frutero
miércoles, 12 de diciembre de 2018
1. Carmen y Alejandro
martes, 11 de diciembre de 2018
1. Quim Torra
Si no fuera quien es ni ostentara el cargo que
ocupa sería facilísimo ubicarlo. Seguramente entre los anaqueles de un despacho
atestado de libros con olor a seminario de tutor a la espera de consultas por
parte de los alumnos despistados. O quizás como mosén de una parroquia a la que
acudir puntualmente a misa con la devoción mariana llegada de Monserrat. O tras
el mostrador de un obrador en el que hornearía pan de payés atrapando al fuet preceptivo
parido en la masía correspondiente. Y todo sin perder la calma que de su verbo
exhala. Este presidente interino al que la fe de sus creencias le hace
merecedor del último peldaño se sabe portador de unas consignas que no entienden
de retroceso. Busca incesantemente el apoyo que parece no llegarle de parte de
aquellos a los que considera siameses a sus posturas allende de las fronteras.
Pugna por un reconocimiento que sabe a cerilla prendida sobre las virutas de
una hoguera parrillada de rojo como si los calçots esperasen ser diseminados,
degustados, ingeridos, digeridos, asimilados. Tiene como base una fe inquebrantable
en sí misma y los atuendos cuelgan en la sacristía a la espera de mártires si
llegase el caso. Pertenece a la hornada salida del sentimiento diferencial y
cuanto más aumenta la dosis de levadura más se expande la molla y curte la
corteza. Comodín de una baraja que otros lanzaron sobre el tapete ignora las
cartas marcadas que le llevarían al desencanto de la baza perdedora. Viste el
amarillo como si el mismísimo Moliere quisiera ver en él al aliado personaje dispuesto
a socorrer al náufrago protagonista. Mira hacia el norte para encontrar desde
el norte el paso fronterizo de vuelta a las ideas perseguidas. Cree
obstinadamente en la certeza de lo que para otros es insensatez y aprieta las
tuercas para evitar que la rotación de la historia se lleve sus sueños. Su
quimera sabe a futuro y no está dispuesto a dejarla escapar por muchos reveses
que le vengan. Capaz de contar más allá de ciento cincuenta y uno sigue la
senda que años atrás otros abrieron olvidándose del asfalto preceptivo mientras
parcheaban los baches. Aquellos que le fueron instruyendo como monaguillo hoy
le dan palmadas sobre el roquete crecido. Desde la barrera observan el devenir
de la misa y seguro que cuando llegue el momento de comulgar serán los primeros
en hacerlo. Otros, probablemente con Quim Torra a la cabeza, se llevarán el
resto de las hostias cuando la cena llegue a su fin.
lunes, 10 de diciembre de 2018
1. Lenon Roger
Martínez
domingo, 9 de diciembre de 2018
Curro
Hace tiempo supe que su
nombre no era el que a todos mostraba. Que a modo de artista pudoroso se fue
cubriendo con la capa del seudónimo crucificado para esconder la timidez que se
erige como muro insalvable ante el hecho de salir al escenario de la vida. Hace
tiempo descubrí cómo tras el rasurado de las cuchillas Filomatic se refugiaba
el rostro del extraño en su propio tiempo. Un rostro acostumbrado a sembrar los
surcos de la piel con las semillas del lento transcurrir de la desesperanza.
Tiempo de desahogos nacidos desde las yemas de los dedos y encaminados a
trenzar albardas de esparto sobre manualidades nacientes. Tiempo de rincones
umbríos desde donde las escarchas descienden reclamando paso a quien ralentiza
el suyo. Él, que tan acostumbrado vive a la costumbre, no se acaba de acostumbrar
al silencio que grita hacia dentro y que ni siquiera los neones ilusos son
capaces de silenciar. Nació con el calendario equivocado y tararea para sí la
copla que le regresa a la esperanza. Se siente protagonista del estribillo
lanzado sobre las tablas de un escenario que para sí tuvieron aquellos que
tanto se le asemejan. Peinó la raya carente de alado sombrero mientras el
pañuelo de colores se le desanudaba sobre la nuez callándole los versos. Sobre
los retallos de los olivos extiende sus palmas reclamando la ovación que enmudece
en el eco. La madera se disputa con el esparto el protagonismo y él,
comprensivo, desliza hacia la casualidad el turno de cada uno. No será capaz de
decantarse por la exclusividad para no herir los sentimientos de quien
momentáneamente se sienta rechazado. Las borlas del chaleco imaginario ascienden
desde Despeñaperros y le buscan. Se han afinado las cuerdas y el mástil se
dispone a dar un último acorde que siempre resulta bienvenido. Los humos dan fe
del despertar de un nuevo día. Allá arriba, custodiando los pies de las horas
dadas, amanece de nuevo y de nuevo renace. Marcará el ritmo al discurrir del
tiempo para hacerle entender a todo aquel que se cruce en su camino que los
segundos a veces parecen días. Y que él, Curro, es el auténtico relojero capaz
de darle cuerda mientras el péndulo sigue buscando convertirse en el filo de una
cuchilla que guillotina las normas. Una nueva salva de aplausos se unirá al
estruendo que formen las sillas de anea cuando para sí vuelva a tararear la
copla del desengaño que supone vivir a destiempo.
jueves, 6 de diciembre de 2018
Constituciones
Según el recuento histórico
suman ocho las Constituciones nacidas, impuestas, rechazadas, votadas, asumidas
o promulgadas. Si se dividen los años transcurridos entre el número total de
ellas el cociente viene a ser algo más de veintiséis años. Bueno, redondeemos y
pongámoslo en veintisiete. Va, cercenemos al alza y lleguemos a treinta. Unas
por otras, todas con treinta años de vigencia como media. Los habrá partidarios
de unas y detractores de otras. Los habrá que echen en falta espíritus
liberales o ínfulas disciplinadas y añoren artículos que no logran descubrir
entre los títulos de las mismas. Los habrá que consideren papel mojado lo que
escrito está y según su criterio no les representa. Colores de un prisma que
cada quien mueve a su antojo en busca de arco colorido que más le acomode. Los
habrá que recuerden aquel ejemplar que les llegó al buzón un día como el de hoy
vestido de un color ocre claro que más parecía una cartilla de párvulos que una
carta magna. Todos nos dimos por enterados del acuerdo de las partes a la hora
de redactarla. Y estábamos tan acostumbrados a que se no dieran las cosas por
hechas que resultaba sorprendente la aparición de este ejemplar que abría
horizontes. De buenas a primeras, los endemoniados pretéritos dejaban de
mostrarse como belcebuces con ansias de venganza. De buenas a primeras el “ordeno
y mando” pasaba a denominarse “escucho y rebato”. Y así, cuarenta años han transcurrido. Y a
pesar de las décadas, sigue sonando a papel mojado. Como si se tratase de un
libro regalado bajo la esperanza de
haber acertado en ti como destinatario, acaba reposando en el cajón de
la ignorancia, en el estante del olvido. Como si fuese el folleto de
instrucciones al que nadie hace caso, así perdura acumulando polvo. Como si la
naftalina del tiempo la hubiese pasado de moda se contenta con soplar las velas
cada seis de diciembre y fingir alegría.
Carda el disimulo con la laca del desafecto, de la ignorancia. De nada le sirve
remitir a pretérito cuando su vuelta suena a historietas de yaya. Seguramente
las buenas intenciones nacidas de su pila bautismal se fueron camuflando, se
fueron tergiversando, y nació hacia ella la suspicacia. Cuánto más le queda de
vida, es algo que nadie puede asegurar. Probablemente dentro de nada precise de
un lifting que la ponga al día. Supongo que con cuarenta años empieza a
vislumbrar alguna cana, alguna arruga, alguna flacidez y lleva mal envejecer. Entre
los que la vimos nacer abundan los insinceros que le mienten al declararla de
plena actualidad y los ajenos a la adulación que claman por un cambio inmediato
de imagen. Me recuerda a la cornucopia de la entrada a la casa que una vez le
dio toque de modernidad y ahora ni el espejo que la sostiene cree en las
miradas que le dedican. Alguien debería analizar si merece la pena seguir
callando o lanzar un “viva la Pepa” que a muchos sonará a conformismo y a otro
muchos a canto festivo. Lo mínimo que se
puede pedir a los cercanos, quiero pensar, es el derecho a envejecer dignamente.
miércoles, 5 de diciembre de 2018
Breves respuestas a las grandes preguntas
martes, 4 de diciembre de 2018
1. Javier Tolsá (
VIER NT)
¿Cuántos años han pasado, Javier? ¿Seis, siete, ocho..? No lo sé
y tampoco creo que tenga demasiada importancia saberlo a ciencia cierta. Lo
realmente importante es ver cómo la vida trata y sigue tratando a gente como
tú. Alumnos que han sido lo suficientemente
nobles como para no retarte en un combate absurdo sobre el rin de las
aulas. Aquellos alumnos ante los que has disimulado no ver las trampas que
intentaban colarte al sospechar que algo se les quedaría cuando copiaban
confiados. Esos, amigo mío, tienen en ti al modelo presente. Y lo tienen
vestidos acordes al pensamiento que te guía, al postureo de la imagen que de ti
trasciende. Las tres tallas superiores de tu indumentaria, aunque no lo hayas
notado, son cómplices de tu grandeza que supera lo meramente físico. Las letras
cargadas de rimas asonantes vienen a completar en tu voz al vate rítmico que
pide a gritos pelea de gallos sabiéndote ganador. No creo que pudieran superarte
si llegara el caso. Tú, amigo mío, fuiste capaz de emocionarte al poner fondo a
aquel videoclip que os hizo campeones. Reclamabas derechos desde los postulados
de la igualdad que los meridianos enlazan y la alegría que un rostro materno
mostraba permanece en mis retinas como rúbrica a aquel reto. Poco importará que
las ruedas apenas traspasen las mínimas pulgadas si te desplazas por la vida
con la verdad por bandera. Poco importará si el monopatín dejó sobre el asfalto
la infinita huella de tus pasos en pos de un horizonte diáfano. Serás siempre
el eterno juglar que se sueña escuchado y querido por quienes merecen la pena,
por quienes tenemos la suerte de habernos cruzado en tu camino. Hoy, cuando los
tiempos marcan rutas dolientes, esquivas, perniciosas, tú sigues mostrando un
modo de hacer que merece mucho la pena. Has regresado por unos instantes a aquellas paredes que fueron y siguen siendo
tuyas. Has regresado y con ello has dejado palpable prueba de cuánto merece la
pena mostrar cada vez que la tarima se nos ofrece como atalaya de mensajes. No
es necesario buscar un expediente juzgador de notas cada vez que las notas
quieren adueñarse del protagonismo. Simplemente es necesario que la vida te
siga trayendo a modo de aves migratorias a aquellos que tuviste la suerte de
abrirles paso hacia la vida cinco días a la semana. Nos debemos un rap y no
tardaremos mucho en darle vida. Más que nada para cumplir el sueño de cantar a
dúo contigo. Esta vez tú dirigirás las estrofas y con algo de suerte podré
seguirte el ritmo. La nota, si acaso, que el público la otorgue.
lunes, 3 de diciembre de 2018
1. Bienve
domingo, 2 de diciembre de 2018
Cuestión de humores
Según los clásicos el cuerpo humano está
compuesto de cuatro sustancias básicas y líquidas llamadas humores
que convenientemente equilibrados indican el estado de salud de cada persona. De modo que del desequilibrio de las mismas
derivaría la aparición de alguna enfermedad. Así que la bilis negra, la bilis,
la flema y la sangre compondrían el póquer encargado de dar por ganada la
partida o no en cada uno de los individuos que hubiesen barajado sus cartas
sobre el tapete verde del día a día. Aconsejaban también realizar una dieta
como contrapunto y de este modo su personalidad dejaba de sufrir daños. Pues
por lo visto seguimos sin hacerles caso. Nos suenan a tiempos pretéritos en los
que se diseñaron modos de sociedades que en nada sirven actualmente. Aquí de lo
que se trata es de no dejar paso a nada que pudiera remitirnos a la chanza, a la
ironía, al desahogo, en resumen. El poderoso se siente vivamente criticado a
nada que su suspicacia se asome a la ventana del no aplauso. El fanático
considera inmaculadas sus creencias y defendibles con cualquier tipo de
respuesta violenta. El payaso que traspasa la línea marcada por el
soterramiento del valor se ve sometido al objetivo persecutorio por parte de
quien no se permite una risa. Faltaría más. Detrás de cada risa, de cada
sátira, se esconde un sospechoso irreverente al que hay que marcar de cerca. No
hay mejor abreceldas que aquella ganzúa llamada hilaridad y por nada del mundo se debe permitir ninguna
salida del redil. Por las buenas o por las malas, el humor es perseguido.
Curiosamente los mastines perseguidores ignoran cual de los cuatro tienen
desajustado y consideran que el artífice provocador de las carcajadas es el
culpable. Y en su miedo a no saberse reír de sí mismos plantan un vivero de
brotes para que les sigan el ejemplo de los que se dejan arrastrar por
semejantes postulados. Mucho cuidado con tocar lo intocable para quienes
anclaron su mirada, su fe, su transigencia. Mucho ojo con atreverse a ser
irrespetuosos, irreverentes, o simplemente libres. Y tal como se aventura el futuro, las nubes
negras amenazan tormentas. Pocos colectivos quedan que den por buena la broma a
su costa. A nada que te descuides salta la chispa y se prenden las briznas de
la hoguera sobre la que organizar un aquelarre. Algún día, puede que algún día, las tornas
cambien y se comprenda por fin lo serio que puede resultar tomarse lo serio a
broma. Ese día, si es que llega, dará paso a una Arcadia definitiva y el viaje
a Ítaca habrá merecido la pena. Mientras tanto, y mira que lo siento, solo nos
queda la pena y la posibilidad real de remar a contracorriente. Aquellos sabios tan ignorados en la
actualidad ya vaticinaron el poder curativo de los ajos y será cuestión de
seguir sus consejos.
jueves, 29 de noviembre de 2018
1. Marina C. Ll.
miércoles, 28 de noviembre de 2018
1. Isabelín
martes, 27 de noviembre de 2018
1. Dani Mateo
lunes, 26 de noviembre de 2018
Easy Rider
viernes, 23 de noviembre de 2018
La naranja mecánica
Supongo que este otoño lluvioso y gris que
llevamos se empeña en refrescarme la memoria y llevarme en volandas a aquellas
sesiones de cine. Y supongo también que la sucesión de noticias luctuosas que a
modo de cascada nos llegan ha decidido que fuese esta película la protagonista
de hoy. Para quienes no la hayan visto les recomiendo que lo hagan y saquen las
conclusiones pertinentes. El argumento es muy sencillo: una sociedad futura se ve sometida a la violencia en sus múltiples
variantes. Y como muestra de la misma, una pandilla se dedica a ejercerla desde
el criterio que las drogas y su propia naturaleza dictan. No hay miramientos
hacia las víctimas y la sed de mal se propaga por todo el celuloide a ritmo
vertiginosamente imprevisto. Hasta que las autoridades consideran que este
malestar puede derivar en su contra y buscan solucionarlo. Para ello echan mano
de unas pruebas psicotécnicas que los estudiosos del tema consideran infalibles
para conseguir la reeducación de los hasta ahora violentos. El hecho de
someterlos a dichos métodos logra sacar del espectador el aplauso preventivo
ante la posibilidad indeseada de ser una víctima más de aquellos abominables
seres. Torturas más o menos veladas que acaban dando por resultado el
amansamiento y con ello la paz social. Pareciera que la reconversión ha llegado
y la calma se reposa en el fondo del vaso que empezaba a enfriarse con la
intranquilidad. Es más, aquel que fuera líder de la banda, ha optado por
abrazar la ley y convertirse en defensor extremo de la misma. Un regusto a duda
te queda como interrogante. En aquella ocasión, duró poco y la solución llegó
enseguida. Concretamente llegaron seis soluciones uniformadas de azul,
numeradas con el veintiséis y dispuestas a repartir estopa sin miramiento.
Aquellos que meses antes fueran “manguis” fueron reclutados para formar parte
de la nueva brigada que velaría por la paz de las calles. Debieron pensar que
los cantos de alborozo previos a la marcha de vacaciones trimestrales eran lo
suficientemente peligrosos y optaron por cerrarnos el paso. No, no llevábamos
bombín, ni bates de béisbol, ni botas paramilitares. Por un instante pensé que
la pantalla había decidido hacerse real en la Plaza del Carmen y que la segunda
parte de la película estaba a punto de estrenarse. Tras el amedrentamiento, el
silencio, la despedida y la certeza de que estábamos en el punto de partida
hacia un tipo de sociedad temerosa y presa de sus miedos. Creo que el tiempo ha
venido a corroborar todo aquello y lamentablemente no parece existir una vuelta
atrás.
jueves, 22 de noviembre de 2018
Alguien voló sobre el nido del cuco
Quiero pensar que los años me intentan reenviar a
aquellos pasados como si pretendiesen de mí un resteo. Siempre, o casi siempre,
aparece una situación cotidiana que te suena a ya vivida desde el patio de
butacas de aquella sesión cinéfila. Y a nada que te descuides el título te
viene a la memoria. Este es el caso del nido en cuestión. Un inadaptado
protagonizado por Jack Nicholson acaba siendo ingresado en un psiquiátrico para
ser reeducado. A los sucesivos intentos de amansamiento, este responde con
nuevas salidas de la ruta marcada por la
norma impuesta. No solo no se conforma con ello sino que además empieza a
manejar sin apenas oposición a los inadaptados deficientes que hasta entonces
carecían de líder. Se establece una lucha sin miramientos entre los defensores
de las normas y este escuadrón libertario dispuesto a seguir las suyas. De poco
sirven los escarmientos a los que es o son sometidos y el miedo echa un pulso a
la osadía. Nada tienen que perder aquellos que nada temen y en esos parámetros
discurre la película. Lo de menos es el resultado final que obviamente otorga
derrota y victoria siguiendo el catecismo previsible. Lo verdaderamente curioso
empieza al salir de la proyección y una vez degustada la primera cerveza,
desoyendo las opiniones de los próximos, te aíslas y recapacitas sobre el
mensaje recibido. Cuestionas cosas, normas, estilos de vida, de direcciones, y
entonces los interrogantes se engrandecen. Te dejas llevar por el movimiento
cíclico y cuando llegas a la edad del retrovisor te das cuenta de que posiblemente
eres uno más de aquellos secundarios personajes que vivieron una ilusión y se
dejaron vencer. No han aparecido líderes capaces de llevarte hacia la utopía y las sesiones de electroshok ta producen
cosquillas. No ves en el horizonte a ningún Milos Forman capaz de dirigir este
desbarajuste de guion y empiezas a meditar la posibilidad de ingreso en un
manicomio. Seguramente allí dentro persisten aquellos que fueron tomados por lo
que realmente no son y les encanta aparentar para no sucumbir a la uniformidad.
Una enfermera Ratched se aproximará y tú le sonreirás socarronamente
indicándole que yerra nuevamente. La convencerás medianamente cuando consigas llevarla
hacia la ventana más próxima. Con la ironía colgada de tus yemas le dirigirás
la mirada hacia la escalinata de entrada. Allí, dos melenas felinas hieráticamente
situadas a ambos lados, le marcarán el camino definitivo hacia el pabellón que
precisa de sus auxilios. Justo en ese momento, una nueva ronda de lúpulo
recorrerá la barra y todo volverá a la anormalidad de costumbre.
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