Parabrisas
Lo que debería ser una ventana
abierta para encontrar la normalidad en el tránsito empieza a parecer un
escaparate multicolor. En el costado derecho empezamos a colgar las primeras
pegatinas de la i.t.v. que garantizaban a los curiosos la idoneidad de tu
vehículo y la cosa ha ido en aumento. Algunas se resistieron a ceder su puesto
y se adhirieron de tal modo que la imposibilidad de despegue sigue de manifiesto.
De hecho he decidido guardar como reliquias las de los años impares y lanzar al destierro
las de los pares. Un damero ajedrecístico sobre el que fijar la vista y entretenerse cuando
las condiciones lo permiten. Un atasco, un semáforo, una recta interminable.
Todo se presta a recordar la buena o precaria salud del vehículo que logró
pasar el examen a la espera de un futuro
desguace. Por algún sitio de la guantera sobreviven los llaveros regalados y
algún paquete de pañuelos de papel amarillento. Se han hecho ocupas de un espacio
y no es plan de desahuciarlos después de tanto tiempo. No molestan y solamente
se manifiestan ante los cercanos custodios de la ley. Son discretos y nada
piden. Sin embargo, centímetros más arriba el caos se desata y la franja
empieza a tener aspecto de superpoblación. De modo que no sé exactamente dónde
ubicaré la que está a punto de ser obligatoria. Una pegatina colorida que
hablará del tipo de contaminante que es el coche en cuestión. Ahora mismo no sé
si será azul, amarilla, verde, roja, morada. Tampoco es que me quite el sueño.
Lo más preocupante es buscarle ubicación cuando
llegue el momento. Puede que si nadie lo remedia me acabe convirtiendo
en un mal imitador de aquel Renault ocho
que pilotaba Bernardo. No le cabían más pegatinas de discoteca en la
luna trasera y ellas hablaban por sí solas del tipo que era y sigue siendo. Una secuencia
antecesora del gps oliendo a cubalibres de jota be que acompañaban al petardeo
de aquel tubo de escape imitador de Zanini a su paso. Nunca tuvo problemas para
verificar la calidad de su octanaje. Sabía que una vez concluido el fin de
semana las acacias y los abetos purificarían lo que supuestamente había
contaminado. Así que me hallo nadando en un mar de dudas y en un océano de
desconsuelo. No sé cómo se tomarán el puzle que configure cuando vean que
además de las pegatinas preceptivas he
añadido los posavasos de los pubs menos recomendables que encuentre. No soy fan
de las discotecas y creo que ya ni siquiera regalan adhesivos. Mal camino
llevamos, sin duda.