1. María Víctima Culpable
Así
sin más he decidido aventurarme en el retrato de la desconocida que todo el
mundo conoce aun desconociéndola. Sí, ya
sé que ni ese es su nombre real ni esos sus apellidos, lo sé. Pero no
puedo dejar de pensar en cómo era su vida hasta aquella fatídica noche y cómo
lo es a partir de entonces. Seguro que desde la osadía de la juventud pensó que
el mes de Julio merecía una buena bienvenida y qué mejor que dársela desde San
Fermín. Puede que sus estudios hubiesen concluido con el éxito deseado y en recompensa
a ello se lanzase a la aventura festiva. Tantos años esperando a ser mayor de
edad y por fin le llegaba la oportunidad. Ciclos precedentes le hablaban de
jarana vestida de blanco y rojo y no era cuestión de dilatar más la comprobación
en primera persona. Quien más quien menos hemos sentido el vértigo que produce
la aventura y solamente a esa edad nos sentimos capaces de asumirlo. Bravo,
María, bravo. Nunca se dijo nada de los cobardes. Adelante con los encierros y
bienvenida a las charangas, debió pensar. Y allá se presentó. Y entre la
vorágine y las desinhibiciones que el alcohol promueve, otros y otras como ella,
le aportaban el crédito de haber hecho lo correcto. Y la simpatía de lo
desconocido la llevaría a dar con simpáticos cofrades a los que ni siquiera imaginó como lo que
acabaron siendo. Da igual si en un arrebato de suficiencia quiso lanzar un órdago
de dominio que resultaba falso. Da igual si la seguridad que pretendía
demostrar ante los otros enmascarase un temor que no era capaz de vencer. Da lo
mismo, debió darles lo mismo. Y allá que se vio en mitad de un escenario que ni
quería ni pidió, se vio envuelta en la representación de un drama que jamás
sospechó. María dejaba de ser María para convertirse en el pelele carnavalesco
de unos risueños. No pidió la bajada del telón de semejante obra porque no daba
crédito a cuanto estaba pasándole como protagonista. Debió temer por un
desenlace aún peor y empezó a descontarse tiempos para que el tiempo concluyese
lo antes posible. Despertó a la crueldad cuando las luces de la noche seguían
parpadeando. Quiero pensar que con el transcurso de la vida será capaz de
vernos a los hombres como lo que realmente somos y no como lo que algunos
rotulan que somos. Por si le sirve de consuelo, por mínimo que sea, le pido
perdón como hombre. Por si me sirve de consuelo, reclamo justicia, también por
ser hombre.