1. Eve C.
Relatos para compartir con aquell@s que se vean reflejad@s.
viernes, 31 de mayo de 2019
jueves, 30 de mayo de 2019
1. L@s más
variopint@s
martes, 28 de mayo de 2019
1. Carmen y Luis
lunes, 27 de mayo de 2019
1. Rafaelito
sábado, 25 de mayo de 2019
El libro de los imbéciles
Acabo de escribir y borrar
cinco veces el inicio de esta crítica. No sé exactamente cómo referirme al
hecho en sí de valorar la importancia que un título tiene en una obra literaria.
Probablemente más del que me imagino. De dicho título dependerá la fuerza del
imán que te lleve a adquirirla, leerla, comentarla. Igual, sin ser consciente
de ello, precisamente por ello, recogí de los estantes ignorados de Paris
Valencia este ejemplar y me puse a la faena. Como si de una lista de clase se
tratase, veinticuatro de los supuestos imbéciles aparecen retratados por
Salvador Sostres. A modo de reflexión, el autor va diseccionando los bocetos de
todos y cada uno de ellos con cierto toque provocador. Parece que desde su
personal chaise longe lanza a cierta distancia los brochazos sarcásticos
agridulces de los involuntarios modelos a los que retrata. Se yergue desde las
teclas mirando de modo, a veces despectivo, a veces cruel, las menos
comprensivo, a los infelices que sitúa peldaños más abajo. Castas que apenas
merecen ser valoradas en un intento de convertirse en el Tom Wolfe que no llega
a ser ni de lejos. Este émulo de sátiro pecaminoso hace gala a través de sus
renglones de un cinismo más propio del niñato malcriado de una burguesía
decadente que de un dandy de la pluma que se sueña Óscar Wilde. Va de sobradito pero le falta ese
punto de crédito que haría posible la existencia de la complicidad del lector
que le envidiara. No, no se puede caligrafiar una lista de imbéciles cuando
desde el principio la rúbrica acapara egoístamente todos los números de la
agenda. No es gracioso porque la gracia nace del malabarismo inteligente que
huye de la prepotencia. No es creíble, ni siquiera imaginable, ni siquiera
amena, porque los cercos de sudor que van dejando las axilas de su egolatría,
huelen a rancio perfume pirateado envuelto en falso cartón. Sea como fuere, mi enhorabuena por el acierto
del título, y mi aviso a quien pueda interesar. A partir de ahora prestaré
especial cuidado en adentrarme un poco más en las obras que decidan cruzarse en
mi senda lectora para evitarme chascos como este. Probablemente, vamos, seguro
que sí, por más que lo intente, acabaré siendo el vigésimo quinto imbécil que
no reflexiona y se deja llevar por una primera impresión. Eso sí, si por una casualidad
se reeditase esta obra, por dios, que no me añada con el sobrenombre de lector
imbécil, que ya me he dado cuenta nada más acabar semejante lectura.viernes, 24 de mayo de 2019
Víktor
Sí, con k, exactamente así, como él lo anticipó desde el primer día. Y no voy a ser yo quien se lo discuta. No, no estoy dispuesto a pedirle rectificación a quien comienza a deambular por la vida y aún no es consciente de las cortapisas que la vida le va a ir planeando. Desde sus cuatro años, a metro y algo de desnivel, te mira y desde el candor reclama atenciones caminando de puntillas. La anécdota aparece con más visos de invención que de realidad y te dejas vestir con el uniforme de crédulo que necesita ver en ti. Das por válido el hecho de saberlo compañero del cachorro al que convirtió en diana de sus ventosas de plástico en el campo de batalla del pasillo. Reprendes, te solidarizas, y percibes un arrepentimiento infinito que durará minutos. Sabes, porque te lo ha confesado, que sus querencias hacia los espacios siderales le sueñan astronauta y sugieres la posibilidad de hacer realidad sus esperanzas. Llega el momento destinado al disfraz y una pléyade de escafandras que ya quisieran para sí en Cabo Cañaveral, aparece ante ti. Tras sus pupilas semiocultas se trazan los interrogantes de querer ser reconocido y tú te haces el loco. Se aproxima, alza su flequillo y de sopetón, la ignición espontánea surge tras su pregunta. ¿A que soy tu astronauta favorito?, dice. Y ahora qué, cómo logras mostrarte imparcial. Difícil, vaya que sí. Pasan por tu mente los momentos que quedaron atrás de tu infancia. Parece que estás viendo a su Laika refugiándose ante la inminente amenaza de un nuevo despegue no solicitado. Miras a este redivivo Gagarin de corta edad y respondes, que sí, por supuesto que sí, es tu astronauta favorito. Y le pides información sobre cómo conseguir un traje para ti que haga juego con el suyo. Mira hacia las proximidades para ver de qué modo sus progenitores pueden aportarle la información que preciso. Simulas la sonrisa ante su inocencia y das por válido el hecho de saber que dentro de un tiempo un adulto llamado Víktor, con k por supuesto, recordará a aquel que a metro y algo de distancia miró hacia abajo y le tuvo envidia.
Sí, con k, exactamente así, como él lo anticipó desde el primer día. Y no voy a ser yo quien se lo discuta. No, no estoy dispuesto a pedirle rectificación a quien comienza a deambular por la vida y aún no es consciente de las cortapisas que la vida le va a ir planeando. Desde sus cuatro años, a metro y algo de desnivel, te mira y desde el candor reclama atenciones caminando de puntillas. La anécdota aparece con más visos de invención que de realidad y te dejas vestir con el uniforme de crédulo que necesita ver en ti. Das por válido el hecho de saberlo compañero del cachorro al que convirtió en diana de sus ventosas de plástico en el campo de batalla del pasillo. Reprendes, te solidarizas, y percibes un arrepentimiento infinito que durará minutos. Sabes, porque te lo ha confesado, que sus querencias hacia los espacios siderales le sueñan astronauta y sugieres la posibilidad de hacer realidad sus esperanzas. Llega el momento destinado al disfraz y una pléyade de escafandras que ya quisieran para sí en Cabo Cañaveral, aparece ante ti. Tras sus pupilas semiocultas se trazan los interrogantes de querer ser reconocido y tú te haces el loco. Se aproxima, alza su flequillo y de sopetón, la ignición espontánea surge tras su pregunta. ¿A que soy tu astronauta favorito?, dice. Y ahora qué, cómo logras mostrarte imparcial. Difícil, vaya que sí. Pasan por tu mente los momentos que quedaron atrás de tu infancia. Parece que estás viendo a su Laika refugiándose ante la inminente amenaza de un nuevo despegue no solicitado. Miras a este redivivo Gagarin de corta edad y respondes, que sí, por supuesto que sí, es tu astronauta favorito. Y le pides información sobre cómo conseguir un traje para ti que haga juego con el suyo. Mira hacia las proximidades para ver de qué modo sus progenitores pueden aportarle la información que preciso. Simulas la sonrisa ante su inocencia y das por válido el hecho de saber que dentro de un tiempo un adulto llamado Víktor, con k por supuesto, recordará a aquel que a metro y algo de distancia miró hacia abajo y le tuvo envidia.
miércoles, 22 de mayo de 2019
1. Verosimar
martes, 21 de mayo de 2019
1. Felipe
Son de mar
Quiero pensar que las casualidades de una elección al azar
jugaron a favor cuando me crucé con esta novela de Manuel Vicent. Estoy por
asegurar que el deambular de la trama por el barrio del Carmen, la Malva-Rosa o
el Mediterráneo en general también contribuyó lo suyo a hacérmela cercana.
Probablemente los paralelismos con la Odisea a través del salto de los siglos
quisieron ejercer de vía conexa entre
las historias. Sea como fuera, lo cierto es que es de esas obras que te provocan desazón conforme ves que el
final se acerca. Descubres cómo de la mano del amor se van meciendo las
esperanzas al compás de unas velas que insisten en mecer al cascarón de una
nave varada desde hace tiempo. Como si del sueño adolescente testigo de un
guion cinematográfico se tratase, los protagonistas se embarcan en un ir y
regresar por el capricho que la utopía desencadena en ese mar de Ítaca tan
proclive a las leyendas. Ella aferrada a
un óxido que envejece hacia un herrumbroso destino y él volando en pos de los
horizontes que el azul del cielo le ofrece. De uno al otro confín la filosofía
de su sentimiento realiza escalas como si la búsqueda de la piedra definitiva
supusiera en sí misma el motivo último de ese viaje. Y el tiempo pasando en
brazos de los interrogantes colgados de una solapa de smoking permanentemente
manchado. Y el convidado de piedra ocupando el tercer puesto reservado a quien
nunca podrá acceder al podio crediticio que se cree merecer. La narración
descansando en los bajíos como si temiera embarrancar o ser víctima de los
cayos ocultos que insisten en abrir una vía de agua. La prosa descolgándose a
modo de estrellas a las que dar vida desde el sextante del puente de mando. El
perfil de la costa engalanándose de oropeles pagando un precio sin posibilidad
de cambio. Pareciera que el olor a brea se filtra a través de los capítulos y
que el telar de una Penélope seguirá inconcluso por más insistencias que le lleguen. Caballo de Troya cuyo busto perece
sumergido en el aljibe del olvido al que solamente los leprosos del sentir
tendrán acceso. Metáfora sublime de cuánto implica el hecho de vestirse con
jirones cuando las sedas no consiguen resaltar las tristezas. Modos de envidiar a alguien que es capaz de
escribir de semejante modo poniendo en salazón la propia envidia del lector que
se sueña sin alcanzar a serlo. Magnífica obra, señor Vicent, que como no podría
ser de otro modo, se sube al sol que hace gala de vestirse de gala cada vez que
pasea por Valencia. Cíclica historia
donde el principio se funde con el epílogo de modo perpetuo, como todas las
leyendas, desde todos los tiempos. Sé que a partir de ahora cada vez que mis
pasos vuelvan a recorrer las baldosas caballerescas mis ojos buscarán a través
de los muros las sombras de aquellos que dieron vida y sentido a esta novela
que tuve la suerte de paladear como solamente se paladean los néctares de la
hermosura.
viernes, 17 de mayo de 2019
1. Pilar Ch.
Existen personas a las que nada más aparecer ante ti parece que
las conoces de toda la vida. Como si algo en ellas te recordara a alguien. Como
si algo en su manera de actuar te sonara cercano. Como si su modo de sonreír
actuase de maestro de ceremonias ante la innecesaria presentación. Pues así,
así es Pilar. Un torbellino risueño que envuelve entre sus rizos una alegría
tan manifiesta como escasa en la actualidad. Una mujer que ase a la manivela de la ironía para darle la
vuelta y que la ironía ascienda a sarcasmo y se alegre de tal cambio. Capaz de
declararse contrabandista a nada que la ocasión lo merezca y el desfile lo
requiera. Inquieta guía de aquellos que no saben aún qué camino seguir entre
tantos marasmos que la dudas les ofrecen. Ella, leona indómita de sus
esperanzas, marcará las rutas y ofrecerá su cayado cierto para evitarles
descalabros. Desplegará la pantalla como si de una capitana pirata se tratase
en busca de la ruta de navegación que la jornada precise. La seda viva de su
atuendo ondeará al viento mientras ella gira suavemente el timón del galeón que
la obedece. Allí, la bitácora de abordo, carecerá de herrumbres a las que
culpar. No permitirá que los remos del esfuerzo inútil carguen con la labor que
a los alisios le corresponde. Del manual de su sapiencia abrirá el lagar desde
donde escanciar los mostos a la espera de fermentación. Genes ruzáfidos que se
entrelazaron con senda en las que cortejar a las marjales le fueron adhiriendo
una casaca de verdad que pocas veces comprobamos. Lucirá de sí misma el
tornasol que el pintor de primaveras soñaría para su lienzo. Nada la detendrá.
Ni siquiera el esfuerzo de las púas por alisar sus pensamientos tendrá en ella
su recompensa. Dunas de ébano que el viento traza a su antojo con la aviesa
intención de izar el estandarte libertario e inmortal. Ella no mira, ve. Y ve
más de lo que cuenta para no desvelar secretos que solo a ella le competen. Si,
seguro que sí, existen persona a las que nada más ver jurarías conocer de toda
la vida. En Pilar, la prueba. Acaba de sonar una melodía y se ha puesto a
bailar. Dejo a juicio de cada quién el calificativo que se merece y que a mí,
involuntariamente, se me ha escapado. Mientras tanto, sus ojos siguen fluyendo
hacia el misal que tras los versículos de las teclas le refrescan sus
inexistentes dudas.
miércoles, 15 de mayo de 2019
1. Rafaela y Jose
Que a nadie se le ocurra añadir el apellido
italiano que muchos creerían errados que le corresponde. No, no es ni de lejos la
cantante de moda de aquellos años. Como máximo se permitirá añadirle el
diminutivo que tanto le sonaba a nana cada vez que le llegaba de los labios
maternos. Ella, Rafaela, Rafa, sabe de la importancia que tiene la entonación
adecuada cuando el arpegio exigido llega de la mano del cariño incondicional.
De siempre ha sabido licuar hacia dentro las carencias para forjar del par la
solidez de su estructura vital. Declinará los verbos que insistan en conjugarse
de modo impersonal, asépticos, terrenales. Acariciará las teclas del órgano
como si el mismísimo Maese Pérez la hubiese elegido para remarcar su
perpetuidad. Sigue siendo, siempre ha seguido siendo, quien mantuvo denticiones
primigenias con las que negar dentelladas y expandir sonrisas. Abrirá los
contrafuertes de sus sueños cada vez que desde el punto de equilibrio en el que
habita mire hacia ambos lados de la balanza y compruebe la inexistencia de un
mal calibrado. Sabrá que de la regia fortaleza caballeresca montesana le legó
un modo de entender la vida y acarrear sus consecuencias. Se emocionará cuando
compruebe en los trazos del lienzo las virtudes que de las yemas nacen para dar
testimonio de belleza. Cada día que le transcurre lo hace a sabiendas de un
próximo Enero al que incendiar de gozos festivos en mitad de la plaza. Y de
cuando en cuando volverá a comprobar si el cuadro sigue colgado boca abajo para
que nada se olvide y nada se perdone. Y a su lado, Jose, sin tilde, sin el don
que tantas veces nos dedicamos guasonamente. Quitando hierro a lo que pudiera
parecer destinado al óxido. Poniendo en valor el valor final de la ironía.
Dejando que viajen a su antojo los bisturíes, los cloroformos, hasta que vean
cuál es su resistencia. Pondrá firmes a las válvulas del enésimo turbodiesel al
que tunear entre risas de sobremesas. Diseñará bancales sobre los que enraizar
culturas y perpetuar herencias. Rememorará las mil anécdotas que una vez lo
tuvieron por testigo o protagonista. Delineará la ocurrencia inmediata con la
que expandir una brisa de carcajadas. Y llegado el ecuador de Mayo volverá a
entonar los versos que hace tanto tiempo trazaron un camino común.
Probablemente enarbole una vez más el estandarte cuatribarrado en su sonrisa
desplegada. De lo que no me cabe duda es de a quien destinó el destino aquellas
estrofas que un día entonase el trovador. Hay veces en las que las tizas dejan
de ser blancas, se visten de colores y vuelven a trazar en la pizarra un par de
nombres. Hay veces en las que se recuerda que quien formó parte de ti, si se
aleja de ti, te lleva consigo. Solo hay que esperar a que sea quince de Mayo
para comprobarlo y felicitarse por ello.martes, 14 de mayo de 2019
Lloc
nou de la Corona
Siempre
me ha llamado la atención la cercanía que provoca que dos localidades estén
separadas por una única calle. Como si quisieran ser celosas de sus aceras y a
la vez vecinas cordiales. Curioso, sin duda. Hasta el punto de que siempre que
paso por su costado norte al llegar o por el costado sur al despedir la jornada
laboral, Lloc nou
de la Corona, me sigue llamando la atención. Y si el destino se empeña en
ponerle rostros cercanos que lo identifican, la curiosidad aumenta en grado
sumo. Pasas lista y compruebas cómo por tus pupitres han pasado y la vida
les ha situado en la vereda de enfrente en su labor materna o paterna. Los
viste crecer y ahora ellas y ellos ven pasar más rápido de lo que quisieran los
frutos de su sangre hacia una meta que sueñan dichosa. Puede que Paqui rememore
aquellas clases en las que las dudas se sumaban para buscar soluciones allá
donde Julio Colomer dejó su placa. Puede que Paco cruce cabalgando sobre los
pedales a cumplir con su labor orientadora que los preceptos legales solicitan.
Puede que un 600 anuncie a Amadeo llegando a la línea de boxes dejando
constancia de tiempo a futuro. Puede que Mamen o Rafa estén desempolvando por
enésima vez el pañuelo rojo que anudar al cuello en un inmediato festejo. Que
Iván siga dándole razones a su pensamiento para encontrar respuestas
convincentes. O que Andrea proteste sin demasiado convencimiento al saber que
no habrá faena que se le resista. Puede que Conrado siga hablándole al cánido
desde la complicidad que siempre se tiene con quien te es fiel. O que Carla
sortee la acequia mientras sigue pasando hojas y hojas del libro que devora
como maná de sabiduría. O que Roberto haya engrasado de nuevo los rodamientos
de sus patines mientras Benjamín palmea al viento su osadía libre. O que Marta
y María echen de menos aquellos años de juventudes locas en las que nada
importaba más que la risa. Mientras tanto, Alberto seguirá sintiéndose el dj
matutino al que escuchar para alejar al sueño y Natalia trazará sus
interrogantes ante la proximidad del salto más allá de la explanada. Y
todo esto pasará como sigue pasando desde hace décadas. Por eso, esta tarde, me
pregunto qué escribiría si tuviese que definir al lugar que nació como
residencia religiosa y que con el paso del tiempo ha llegado a ser el almanaque
testigo del paso del mismo que gustoso, más de una, más de uno, clavaría
gustoso en la pared para hacerlo perpetuo.
F. Jesús Frías Luján
1. Berta
lunes, 13 de mayo de 2019
Los
asquerosos
Desde luego el título impacta, vaya que sí. Por un momento no
sabes muy bien a quién irá dedicado semejante apelativo y la curiosidad te
lleva de la mano. Has escuchado en algún canal televisivo el boceto de la idea
original y automáticamente tu imaginación se dispara. Lo buscas y por si
faltaba algo no consigues encontrarlo en las librerías habituales. Se ha
agotado, oyes decir y la curiosidad aumenta a niveles de mono adictivolector
que desconocías padecer. Por fin llega a tus manos y te pones a ello. Primeras
páginas, primeras impresiones, primeras aproximaciones al argumento, primeras
risas. Echas mano de la memoria de
previas y algo te suena. Un tipo estrafalario que, en base a su infortunio (?),
se ve envuelto en una paranoia revestida
de fuga hacia no sabe dónde pero sí sabe hacia qué. Los detalles se decantan
conforme la novela va discurriendo y percibes que el cordón umbilical que el
protagonista luce no acaba de ser cortado. Pareciera que el parto hacia la
casilla de entrada de un imaginario juego de mesa tardará un tiempo y los dados
rodarán a su antojo. Por un momento te sientes testigo incómodo de una
evolución que para muchos sería involución y para el protagonista es un camino
sin retorno. Las circunstancias se vuelven caprichosas pretendiendo reconducir hacia lo aceptable lo que, a todas luces, parece improbable. Un
cuentagotas te lleva de la realidad a la incredulidad y los capítulos discurren
a su antojo. El niño que todos llevamos dentro se viste de adulto para seguir
siendo niño y cumplir sus ansias recónditas de libertad. Vas apostando sobre
cómo discurrirá la historia y las primeras chanzas las empiezas a tiznar de
grises. Una hoguera de desesperaciones deja un tufo inexorable de
inconformismo. Una imagen regresa ti de aquel que en persona viste actuar de
modo muy similar. Empiezas a no saber dónde colocar el cartel de asqueroso por
si la escarpia no te satisface suficientemente. Santiago Lorenzo, artífice
firmante de esta novela, está jugando contigo de un modo tan subliminal que no serán necesarias las recriminaciones.
Bastante tienes con mirarte al espejo y ver el cambio que ha sufrido aquella
primera visión de las primeras páginas. Callas avergonzado el sonrojo que te produces,
y una vez concluida la lectura la reflexión se solapa a ti. La ósmosis ha sido
tan intangible que achacas a factores externos el ánimo que te envuelve. Aquellos
y aquellas que os vanagloriáis de vuestras certezas, echadlas a un lado y leed
esta obra. Quizás antes de lo imaginable estaréis pidiendo un destornillador para
ajustar convenientemente cada una de vuestras propias piezas. Avisados estáis.
Voy a ver si consigo que el mío resista suficientemente las vueltas de tuerca
de la muñeca que ya empieza a flaquearme
viernes, 10 de mayo de 2019
1. José Saiz
jueves, 9 de mayo de 2019
- Milagros M.
Llevaba tiempo intentando
destapar los tubos cromáticos devenidos a su favor y ahora que las amapolas se
disputan terrones con las espigas, cuando los cielos de Mayo se abren a la luz,
cuando los campos que tanto la extrañan lo dictan, me pongo a ello. Seré lo suficientemente
parcial desde la empatía que el trío de coincidencias dispone. Unas veces desde
las sombras de los arrayanes, otras desde las luces del Micalet, otras tras los
sonidos del piano, en todas ellas llegamos a rubricar pertenencias más próximas
de lo imaginable. Ella que tan acostumbrada está a enderezar lexias sabe de la
importancia que supone manejar señales para que los que comienzan a andar no
den pasos en falso. Lo sabe y disfruta como quien se siente deudora hacia una
profesión convertida en vocación. Quizá el diáfano perfil de su frontera vital
le impide poner vallas a las esperanzas que buscan de su mano la meta a
alcanzar. Supo buscar en las lomas natales el crisol del azafrán del que hurtar
los estambres del buen hacer. Girará la vista, enmudecerá los reproches y no se
permitirá más flaquezas que sentirse sin objetivos que cumplir. Lee como si de
las entrelíneas quisiera colgar una arpillera emotiva diseñando un nido a las
golondrinas perdidas. Firme pisadas que lograron ingeniar argumentos cristalinos
en los inframundos no descubiertos por quienes no saben mirar de frente. Pedirá
para los suyos las luminarias por estrenar para que tengan el placer de
inaugurar las mechas y soñar sus deseos. Sonreirá, siempre sonreirá y dejará un
legado de verdad a cuantos tengan el privilegio de serle próximos. Campillana
de pro que gira la vista de sus sueños hacia el recuerdo cada vez que el verano
decide despedirse un ocho de Septiembre. Ella, de cuyo nombre no podría
esperarse otra cosa que su nombre dice, es la merecedora de estas líneas por
más que intente ocultar el rubor que le producen mientras simula su sonrisa.
- Eufrasio
Con unos días de retraso me ha llegado el aviso de tu adiós,
amigo mío. Y como si no acabase de creérmelo he pausado los segundos del reloj
para recomponer los retazos de tu imagen tantas veces adherida a la cal de una
pared que esperase la llegada del verano. Allí, debajo del balcón de madera que
mira a las lavandas de la fuente, como tantos otros llegabas, te hacías hueco y
dabas paso a la plática del mediodía. No, no eras de los que buscaban
confrontar opiniones de las que extraer aprendizajes. Tú, errado para unos,
certero para otros, te lanzabas al ruedo de ese senado abierto y discernías
verdades que para otros no lo eran. Poco importaba en apariencia la imagen que
de sí se traslucía. Eras, y seguro que sigues siendo estés donde estés, el
reflejo del escorpión que siempre tiene su aguijón presto para buscar dianas.
Sabías que los horizontes estaban por trazar más allá de las componendas que
las normas bien aceptadas la sociedad permite. Sí, seguro que sabes que contigo
viajaron errores a los que simulabas no dar crédito y sin embargo laceraron más
de lo que te imaginas o en general se cree. Dejaste discurrir a lo largo de tu
cauce tantas aguas que no supiste o no quisiste parecerte al castor que embalsa
sus refugios. De ti la vida se descolgaba como se descuelgan las sombras de una
higuera sin podar, sin apenas cuidar, que da frutos a pesar de todo. Y de tus
razones dictaste un credo al que seguir o al que rechazar pero nunca ignorar
por anodino. Has bajado la bandera de la
penúltima carrera mientras los galones te recuerdan que las órdenes se cumplen
por mucho que no te convenzan. Dejas a pies de los naranjos los restos de unas
semillas que seguirán dando fruto a lo largo del tiempo. Quizás en un
intencionado descuido encuentres a alguien con quien compartir descafeinado a
la luz de la farola de un relente de agosto. Si llegara el caso, dile que no se
vanaglorie de ser quien mejor te conoce. Recuérdale que no hace tantos veranos,
este que se precia de ser tu amigo, tuvo el privilegio de ser el oído comprensivo de las razones de tu
garganta. Quizás aquel reflejo cristalino que manó de tu mirada dijo más de ti
de lo que tú mismo hubieras querido dar a conocer. Sea como fuere, te echaré de
menos, te lo aseguro. Probablemente cuando busque más arriba del yugo que cuida
del abrevadero de San Roque las señales de tu llegada encuentre consuelo al
mentirme y pensar que has retrasado tu venida voluntariamente.
- José Emilio P.
miércoles, 8 de mayo de 2019
1. Jürgen Klopp
sábado, 4 de mayo de 2019
Aroa
y Javier
Probablemente
a estas horas estén comprobando cómo el sí se ha hecho presente de modo
definitivo. Cómo si fuese precisa la firma de un documento innecesario, dando
paso a la tradición. El sí, el rotundo sí, se habrá escuchado a través del
paisaje de las emociones de cuantos les han visto crecer y viajar en paralelo.
Un desfile de parabienes se habrá venido a sumar a ritmo vivo que su paso vivaz
describa. Porque de eso se trata, de dar cumplida cuenta de un compromiso, a
todas luces, gozoso. Han horneado y siguen horneando tantas hogazas de
complicidades que sería impensable escatimar las levaduras de una masa madre
llamada a ser sustento definitivo. Ella, sonriente, calmada, mirando de frente
y sorteando los obstáculos. Él, vigía de un puesto de guardia desde la garita
de la tercera imaginaria que por vocación ha decidido erigir como puesto de
retén. Ambos, dando paso al día cuando para otros el día concluye a ritmo de la
noche veraniega y el cuerpo exige reparación. Héroes que han apostado por dar
vida a aquello que muchos condenan al nicho de la desaparición. Y lo han hecho,
y lo siguen haciendo, desde el convencimiento que la fe les otorga a quienes no
dudan ni por un instante del destino de sus sueños. Mueven a la par los remos de una barca a la que no es
preciso desplegarle velas porque ellos mismos se bastan y sobran para guiarla a
buen puerto. Saben que de los vientos mecidos entre las rocas que el agua
apacigua sacarán la fortaleza definitiva que servirá como piedra angular de una
quimera que solamente los osados encuentran posible. Han mamado del ejemplo y
en base a ello diseñaron un modo de actuar que se yergue como mástil de bandera
en el patio de armas de su propio convencimiento. Cruzan las horas como si deviniesen
de meridianos alejados para dar cumplida cuenta de las masas madres
pespunteando los picos. Son quienes quieren ser y quienes el reconocimiento
merecen. Asomarán con el tiempo sus párpados hacia el valle para recontar las
ausencias y sumar las vivencias. Separarán la harina de la tremolina para
conseguir que el punto justo permita degustar los frutos del calor que madruga.
Velarán por dar vida al presente desde el rincón esquinado que el Pontizo
custodia. Serán dos mitades de un todo que
desde hace tiempo supieron entender la auténtica razón que suele guiar a
quienes camina de la mano. Miga y corteza que hoy, como si fuese necesario
reivindicarlo, se muestran a las cruces de Mayo cruzando sus destinos troceando caridades.
viernes, 3 de mayo de 2019
1. Migue Ang G.
jueves, 2 de mayo de 2019
1. Jolly
y Estefi
La verdad es que solamente el hecho de nombrarlas despereza mi
sonrisa y los adjetivos, los múltiples calificativos, los innumerables
epítetos, se agolpan como queriendo tomar posiciones. Este dúo de similitudes
es tan similar y a la vez tan dispar que no sé exactamente cómo empezar a
trazarles su perfil sin que suene a reiterativo. Porque en definitiva,
reiterativa es la pose con la que se enfrentan a las circunstancias del día a
día. Este par de vestales marmóreamente diseñadas desde el pincel de la hipérbole
no sería capaz de permanecer demasiado lejos la una de la otra sin que se
notase la cojera del impar. Viven como si le debieran a la vida las campanadas
de un Big Ben con tic tac de adopción. De las raíces de las encinas a las ramas
de los pinos todo un compendio de savias se aglutina a la espera de brotarles
como ocurrencia festiva, indómita, inconformista, veraz. Sacerdotisas de Isis a
la espera la enésima crecida del Nilo del divertimento sucumben ante las
naderías para dejarles un poso de desprecio elegante más propio de las
bambalinas que del escenario en sí. Petálidas plúmbeas del cárdeno páramo en
cuyas encinas el corcho se mece y espera. Níveas hadas del paraíso con sabor a
infierno del que redimir aburrimientos mientras la pátina decolora la tez de
Mary sin ella saberlo. Oro y cobre fusionados en la marmita del alquimista a la
espera de la piedra filosofal que las haga inmortales de la mano del Melquíades
bienhallado. Una reclamará para la otra y entre ambas darán colorido al vuelo
de las aves en el sempiterno sueño de una noche de verano. Pondrán firmes a los
acentos para que ninguno sea demasiado soberbio, engreído o sobredimensionado.
Y de la chanza buscarán el paso de la barcaza que las haga surcar los mares
como si de un charco lluvioso se tratase. Podrían prestarse a ser los
mascarones de proa de un buque majestuosos siempre y cuando el rumbo lo marcase
la inoportunidad inesperada. Jugarán a nones las posesiones de un trono sobre
el que clavar espadas sarcásticas a los advenedizos que quisieran usurpárselo.
Serán, siempre lo han sido, la cara y cruz de una misma moneda, el haz y envés
del que destilar clorofilas, el alfa y omega de un destino que hace tiempo se
cruzó y del que me precio ser testigo privilegiado. Ellas, que tildan
monosílabos si es que resumen totales, ellas, son la Thelma y Louise de un
viaje inacabado a las que perseguirán las envidias de quienes no son capaces de
vivir caligrafiando sus propias reglas. Si alguna vez las notáis ausentes sabed
que siguen buscando al petit lapin que se perdió en el jardín de las hespérides
y aún no ha regresado.
1.
Josefa, Amadeo y Josefina
Poco tiempo tardé en darme cuenta del significado que tiene
mimado. Simplemente, las circunstancias familiares derivadas de unas obras, me
llevaron a sus faldas en El Salto y allí empecé a sentir la magnitud de dicho
calificativo. Mi tía, mi tío y mi prima, esculpieron un trono invisible desde
el que mis caprichos se convertían en órdenes. Daba igual si la cadena de la
bicicleta pasaba a ser manivela del proyector del imaginario cine o si boquilla
de estaño incentivaba mi deseo de convertirme en prematuro fumador. Allí estaba
la habilidad de las manos del tío para dar cumplida cuenta de mi inexistente
madurez. Y si algo faltaba, ella, mi prima Josefina, ponía el punto y seguido a
cualquier requerimiento involuntario. De cómo sobreviví a un ahogamiento en la
piscina podría dar testimonio la congoja que les acompañó una vez que Daniel me
sacó precipitadamente. De cómo los celos se apoderaron del crío que era cuando mi
prima se casó con Desi creo que dejaron una estela tan larga que mejor será no
remover cicatrices. Pasó el tiempo y las tardes se convirtieron en lúdicas
coincidencias alrededor de la estufa. La partida de brisca se abría a la
inminencia del ocaso del día y allí alguna trampa en el recuento daba fe de
cuánto se escatima la verdad si se trata de ganar un sonrisa. Ella, con su
sempiterno hábito sonreía ante las ocurrencias que de mi vocación lectora
surgían inventando historias que no entendía. Él, desde las canas acicaladas,
pasando revista a los pormenores que el noticiero de turno traía semanalmente. Y
de frente, la cocina de hierro forjado testimoniando cariños. Y más arriba, los
atrojes convertidos en recámaras de cereales huidos de cosechas pasadas. Y más
abajo, la leñera que oficiaba de taller de ocio mientras a su espalda la
higuera emergía cada primavera. La parra trepadora afincándose en la pared como
si quisiera refrescar los yesos, Tiempo
ausentes que renacen cada vez que las luces regresan bajo la mirada de los
alabastros sonrientes de los enanos custodios. Dentro, un Corazón de Jesús
sentado en el trono reivindicaba su papel protector de aquella vivienda. Las
bolsas de leche disputándose rincones en el frigorífico de dos puertas y en
algún arcón aquel mantón de Manila que por quinientas pesetas adquiriese el
abuelo Telesforo al tuerto de Morella. De ellos aprendí la inexistencia de
límites que el amor tiene. De ellos aprendí la energía soterrada que esconde la
paciencia. De ellos aprendí cuánto valor tiene el modo de enfocar la vida
cuando la vida empieza a caminar a tu lado. De ellos sigo respirando cada vez
que se aleja el sol y desde mi patio giro la vista hacia aquel rincón en el que
tan felices fueron las tardes de mi niñez.
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