viernes, 30 de octubre de 2015


   La inmortalidad

Estamos en vísperas de la festividad  más contradictoria que pueda existir. Declaramos festivo el día en el que traemos al presente a los ausentes en un deseo imposible de tenerlos entre nosotros. Y lo hacemos pertrechados con los aromas de lo pétalos que darán un tono colorido al recinto con el deseo de vestir de gala al granito normalmente negro. Como si vistiéramos de etiqueta  el smoking  del inquilino silencioso que merece descanso eterno. Y en el desfile los ramos tanato-nupciales ocuparán el espacio de los jarrones  situados en los balcones de la fachada para demostrar lo indemostrable. Allí, desde las miradas impresas, a modo de precursores de una red social infinitamente extensa, los rostros de quienes fueron permanecerán inalterables año tras año a la espera de la visita obligada. Y en cada uno de ellos, a poco que nos fijemos, iremos descubriendo las virtudes que le vistieron. Puede que nos demos cuenta de la caducidad del tiempo al comprobar la fecha de su adiós y empecemos a percatarnos que la lista se acerca a nosotros. Puede que en algún caso descubramos epitafios  grises puestos con desgana o alguno nacido de las entrañas más dolorosas que el robo de la vida promueve. Sea como fuere, surgirán preguntas sobre el futuro del futuro que nos espera y  al que tantas veces  nos guiamos por las vías del miedo. Allí, tras el camafeo pétreo en el que unos ojos nos escrutan, rebobinaremos  vivencias y carencias que formaron parte de nuestro común existir y en todas ellas el interrogante seguirá su curso. No sabremos a ciencia cierta si les hicimos felices, si cumplimos con  sus esperanzas, si les dimos el cariño que merecían y no se atrevían a pedir, si les mereció la pena tenernos cerca.  De ahí que necesitemos nosotros, y no ellos, las flores como  si solicitásemos su perdón si les decepcionamos en algún momento. Ellos ya gozan del infinito en el que no es necesario disfraz alguno para mostrarse ante los demás como realmente fueron y siguen siendo. Posiblemente mientras coloquemos los búcaros que por una semana custodiarán flores naturales antes de que el sol las marchite, un guiño cómplice soñemos que nos llega desde sus rostros, y en ese gesto encontremos su respuesta. Saben que a la menor ocasión, sin necesidad de formar parte de la comitiva que el día prepara, los volveremos a visitar para agradecerles cuanto hicieron porque en nosotros anidase su modelo de conducta y  entonces, no tengáis duda, sabremos lo que significa la Inmortalidad.

 

Jesús(defrijan)

jueves, 29 de octubre de 2015


    Las viandas

Han saltado las alarmas a la velocidad  que los megas proporcionan  y todo el mundo empieza a cuestionarse qué hacer con lo que el viernes compró para llenar su despensa. Ahora resulta que por muy atractivos que resulten los productos, por bien envasados que se nos muestren, por apetitosos que resulten, son más malos que la quina. Todos los males del infierno acudirán a las venas de los pecadores que no hayamos sabido resistir a la tentación  y nos hayamos dejado seducir por los productos oreados en algún almacén próximo. Menos mal, que han avisado a tiempo, porque quedan pocas fechas para degustar los excesos en las mesas navideñas y creo que será el momento de pensar en otro menú alternativo. Dejemos que la carne viva y muera en paz y que las terneras sean partícipes de los belenes vivientes, como mucho. Que los corderos balen a su antojo a la espera de una nueva revisión de las églogas garcilasianas. Que los cerdos se sacien de bellotas y mueran de vejez a la sombra de una encina. Todo ello contribuirá a que vivamos más años, incluso más famélicos, casi en estado levitatorio  y con las arterias más limpias que los chorros del oro. Por fin podremos volver a vestirnos con aquel traje de novios que años hacía que no nos entraba. Y todo, eso sí, desde el puro convencimiento  y la creencia ciega en los designios nacidos de los despachos. Allá quedaron los potajes suculentos, las matanzas al socaire de las criadillas, las orzas  rebosantes  de morcillas... Nada volverá a ser como antes, mal que nos pese, si queremos  vivir de un modo sano. Como si la alimentación fuese la única culpable de nuestros males. Propongo a la O.M.S. aun a riesgo de no ser oído que su próximo estudio sobre la calidad de vida lo base en los efectos perniciosos del infrahumano mercado laboral. Que analicen si no es proclive a un aumento de colesterol aquel o aquella que tiene que esclavizarse a gusto de una legislación que así lo permite. Que tengan en cuenta si la ausencia de descanso semanal  no conlleva un aumento de azúcar en sangre que la acaba convirtiendo en vinagre a mayor satisfacción de lo absurdo. Que analicen, que analicen y veremos qué resultados obtienen. Igual nos llevamos la sorpresa de comprobar cómo la mayor amenaza  para la salud no viene del buen yantar en compañía de unas risas y afectos y sí de unos pucheros que se han permitido diseñar para cocer a fuego lento un menú llamado dignidad.  Mientras ese estudio no salga a la luz solamente la moderación tendrá acceso a hacerse un hueco entre nuestros puestos en la mesa. Me temo que el próximo estudio irá enfocado a criminalizar a alguno de los pocos placeres que todavía nos permiten disfrutar de la vida. Sí, sí, ese, ese en el que estáis pensando,  también pasará a ser la antesala de nuestro finiquito según sus designios, ya lo veréis.

Jesús(defrijan)

miércoles, 28 de octubre de 2015


      Foodtrucks

Tal y como estaba previsto en las previsiones de la curiosidad allá me dirigí. De buen mañana y a modo de anticipo me asomé a las verjas del jardín para hacerme una idea de lo que horas después se podría disfrutar en semejante reciento. O quizás debería llamarlo presidio. Porque esa era la primera imagen que te llegaba cuando la inmensidad de los jardines de Viveros se veía acotada a unos cuantos pasillos dedicados a los poetas que desde sus versos callados estarían perplejos ante lo que allí se diseminaba. Vallas que tan de moda están acotando los accesos a los que un salvoconducto de dos euros  permitía el paso. El paso a la peor de las organizaciones que se puedan imaginar en el amplio espectro de reuniones culinario festivas. Una caravana por aquí con productos italianos, otra por allá con noruegos, otra con combinados caribeños y  las colas para sacar  tickets más allá, otras colas para los servicios y la cara de asombro de los guardias de seguridad que nada tenían que asegurar entre lo curiosos que llegábamos. La tónica variopinta dominando en la penumbra de un espacio en el que conseguir un asiento era una quimera total. Para amenizar la fiesta, una música enlatada escupiendo  decibelios sin más arpegio que la desgana de quien los hacía brotar. Y todo, insisto, en tres pasillos que parecían diseñados desde el anagrama de paz y amor tan de moda cada vez que la moda lo recuerda. Del precio a cotizar por lo consumido mejor no hablar para no sentir la punzada de la estafa en tus propias carnes. Y las papeleras semiocultas entre el verdor nocturno a rebosar de residuos  que ya no cabían en las rudimentarias  mesas campestres que tan mala imagen daba. Una pena que algo tan ilusionante se haya dejado organizar a quien no supo, no pudo o no quiso demostrar profesionalidad en su tarea. Ignoro de quine será la culpa o si será compartida, pero lo que no admite discusión alguna es que no se puede lanzar un pregón aprovechando la moda que las recetas expanden a diario por todos los medios para acabar con un postre llamado desilusión.  Si se trataba de lucir atuendos, carrocerías, tatuajes y yantar en un mismo pack,  alguien  medianamente normal, con un cierto de sentido lógico, se hubiese puesto manos a la obra, o mejor a la masa, para evitar que la mayoría nos preguntásemos a los pocos minutos de llegar qué hacíamos allí y dónde estaba el libro de reclamaciones.  Tal y como está el patio, captar asiduos es una tarea ardua y complicada; sin embargo perderlos, no necesita  nada más que no saber tratarlos como se merecen. Mi curiosidad quedó saciada y desde luego de un modo nada gratificante, así que, a todos ellos buen viaje y buen  provecho.

Jesús(defrijan)

martes, 27 de octubre de 2015


    La escobas de palma

El ritual se manifestaba todas las mañanas aquellas en las que el discurrir del tiempo lo marcaba la ausencia de prisas. Hacía horas que había amanecido y las calles estaban ya dispuestas a ver el diario transitar de la rutina que dejaba de serlo desde el primer saludo. Allí se presentaban los rostros delatores de  quien se sentía afligida, de quien se mostraba feliz, de quien se sabía una más entre las muchas más. Las chimeneas daban testimonio de un nuevo despertar entre las volutas de humo que sabían a olivo. Y fuera, compitiendo con el rocío, las escobas de palma se preparaban para ejecutar su diaria función desperezándose desde la cocinilla posterior de la casa en la que habían depositado sus sueños. Sólo en los meses estivales serían ayudadas por la regadera generosa que aliviase el ascenso del polvo. El resto del tiempo su roce sobre las piedras de la calle se esmeraría en pulir el ayer para dar brillo al hoy. Y de paso, la tertulia tomaría cuerpo. Cada quien sabía del límite a poner lustroso y a ello se entregaban mientras la crónica de lo acontecido aparecía en los teletipos vocales. Posiblemente se sumase aquella que tiempo antes había ejercido con su labor y cargada con una bolsa a cuadros se encaminaba en busca de la hogaza. Allí los saludos sinceros buscarían interés desinteresado sobre la salud de quienes sabían enfermos y a los que dedicarían unos minutos en la visita vespertina dominical. Todo desde la calma que no necesita más premura que aquella de sentirse parte de un todo. Y ella, desde el nudo de su extremo adherido al mástil, sumándose al acto. Pocos minutos después le llegaría el reposo hasta un nuevo día y a sus gemelas les correspondería desenvolverse por dentro de la casa. Ella se sentía afortunada al haber sido la precursora en sus años jóvenes en los que recorrió las habitaciones silenciando desencantos y aplaudiendo esperanzas. Sabía  por experiencia que sus últimos años serían más lentos y hacia el final de los días el reposo sólo se vería alterado cuando tuviese que transitar por los túneles en busca del hollín inquilino del latón. Una entrega al sacrificio que conoció de lustres sin arrugas que el paso del tiempo fue  dejándola  huérfana de caricias. Atrás quedó su papel de alazán en la comedia infantil que todos soñamos y hacemos creíble. Hoy había sumado  uno más y en ello encontraba su alegría. Desde la jardinera, a modo de epitafio postrero, una que la precedió sustentaba el crecimiento de un laurel imberbe en un último acto heroico por demostrar que aún servía para algo.

Jesús (defrijan)

lunes, 26 de octubre de 2015


      La manzana

Indudablemente lleva en su misma esencia un cúmulo de propiedades que todo el mundo reconoce o al menos admite conocer. Las mil variedades existentes plantean infinitas dudas a la hora de elegir aquella que acierte en la diana de tus necesidades y por lo tanto pasar a ser parte de tu vida intestinal a futuro. Gran dilema que sin duda se ha visto menospreciado a lo largo de la historia vegetal del mundo. No en balde fue elegida como fruto de perdición en el Edén a la que se vio inducida el pobre Adán para no desairar a su Eva que no quiso desairar a la sierpe mensajera del mal.  Fue probarla y a hacer puñetas el paraíso y bienvenido el  sacrifico purgante. Y todo por culpa de semejante pomácea. Hubiese tenido disculpa el haber sido acusado  por elegir a cualquier fruta tropical, a cualquier fruta de reminiscencias sugerentes, a cualquier fruta acorde con el espacio de regocijo en el que estaban. Pero no, tuvo que ser engañado  el padre inicial, y culpables todos sus descendientes con semejante variedad frutícola.  Y no sólo eso sino que a lo largo de la historia, se vistió de cicuta para liquidar a la lánguida Blancanieves que vagaba entre los enanos laboriosos explotados como mineros sin convenio patronal ni nada parecido. La madrastra, no contenta con haberla perdido de vista, decide envenenarla aprovechándose del hambre de la pobre criatura. De nuevo un papel traidor esta vez dentro de una cesta. Pero no contenta con ello, pasa a depositarse sobre la cabeza de un pobre niño al que un padre asaetea en la Suiza medieval sobrevolando su cráneo y partiéndola en mil pedazos para mayor inquina del noble de turno. Y ya para rematar la faena, mordisqueada pasa a ser el icono de todo informático de pro que quiera demostrar su poderío para mayor envidia ajena. La cuestión está en darle salida a las mil variantes que el susodicho fruto nos ofrece y así podernos acomodar a la que más nos guste. Eso sí, en caso de tener escasos deseos de masticarla se nos habrá mutado en licor al que acudir en los postres de cualquier ágape que se precie. Quizás antes, para los gaznates menos sibaritas, a ritmo de las uvas que siguen las campanadas brindar por haber llegado a donde estamos, harán su papel. De cualquier forma, siempre estarán estigmatizadas por más disfraces que hoy en día se pongan y perdurarán en el gris de la nota media que como muchos de nosotros aceptamos en nuestro devenir diario. Su fin será como submundo subterráneo de aquellos seres que horadarán túneles sin saber exactamente el porqué la eligieron. Ya ni siquiera perviven las heladas y en esa metáfora deberíamos extraer  nuestras propias conclusiones para no reincidir en desventuras imposibles, absurdas, inviables e ilógicas por atractivas que torpemente las imaginemos. Sea como fuere, voy a ver si localizo un manzano y a su sombra me tumbo a la espera de que caiga una manzana y corrobore la gravedad newtoniana, a ser posible con solución a aplicar en más de un caso que conozco. 

 

Jesús(defrijan)   

viernes, 23 de octubre de 2015


       El padrino

Desde luego no pienso negarme en absoluto a serlo, amiga mía. Ten por cierto que será un placer y un orgullo enorme llevarte ante quien ejerza de oficiante para tu enlace. Pero como comprenderás, la ocasión merece una puesta en escena acorde y las diferentes  temáticas aparecen a modo de ofertas. Un enlace al uso no sería lo más sugerente cuando de sobra sabes que la risa ha de presidir la existencia como pócima salvadora ante los malos augurios. No una risa vacua, absurda, fingida, no; una risa nacida de la alegría más sincera que el cariño tiende en las cuerdas de la guitarra que entona melodías de dicha. Así que deberemos barajar el atrezo para no caer en la sima del simplismo que tomaría un protagonismo no merecido. Sea cual sea la época que decidas, estará bien; aunque ya sabes que la primavera o el verano aportan un colorido especial  a las ganas de diversión. Yo, si me lo permites, te sugiero una por el rito vikingo. Imagínate, tú y todas con trenzas rubias a modo de valkirias enfundadas en unas túnicas blancas  con sandalias de flores. Nosotros cargados de pieles, cascos cornudos y escudos protectores ante las improbables agresiones de la estupidez circundante. De nada servirá argumentar ante quienes no serán capaces de entender y aplaudir semejante puesta en escena.  Invocaremos a  Odín  mientras los jabatos se escabullen por la sala de ceremonias a  modo de libertos de las parrillas.  No creo que sea necesario fletar un drakar  para arribar desde las turbulentas aguas de la duda al plácido puerto del amor. Y ya de paso invocaremos a las fuerzas del firmamento para que nos llegue la aurora boreal  que tanto ansías conocer. Habrá que confeccionar la lista de invitados de la que excluir a quienes por sí mismos ya se excluyen al enclaustrarse en el caparazón de la norma. De todas a las que he asistido una especialmente resultó inolvidable. Cada quien aportó lo que quiso de lo que quiso para quien quisiera y el novio formó parte del grupo pop que amenizó la noche. Pues la tuya no va a ser menos, querida. Vete pensando en quien ejercerá de oficiante para advertirle del guion a seguir  y de los artículos que debe mencionar  para que todo siga su curso legal a mayor gloria del formalismo solicitado. Pero piensa que la luna de hiel siempre está al acecho para tornarse en menguante a la menor ocasión y no es la invitada. Vete pensando en lo esencial que ya nos encargaremos los demás de los detalles. Pero sobre todo recuerda  que sólo nacemos para ser felices y tú, amiga mía, lo mereces como pocas.

Jesús(defrijan)

jueves, 22 de octubre de 2015


     Regreso al futuro

Pues sí, efectivamente, llegó la fecha futura que aquella famosa saga predijo en una de sus entregas y quizás sea hora de analizar sus aciertos o errores. O mejor dejar que el olvido rechace a unos y acoja a otros para no dañar nuestro ego de futurólogos aficionados. De hecho aquel trajín de fechas entre pasadas y venideras planteaba un cóctel tan variopinto como divertido. Entre monopatines voladores y descapotables cargados de rizos la cuestión estribaba en ver qué sucedería a posteriori y qué pudo evitarse a mayor gloria del presente. Lo cierto y verdad es que algunas de sus previsiones  se han ido cumpliendo como si designios fílmicos así lo hubiesen dispuesto y algunas otras no tardarán en ver la luz. Igual la  teletransportación está llamando a las puertas y nos da miedo abrirla por si nos lleva adonde no queremos de modo arbitrario. Quizás a una sociedad cada día más cargada de individualidades solitarias que necesitan de compañía y no la obtienen. Puede que el trayecto parezca tan atractivo que no nos hayamos dado cuenta del precio a pagar por semejante viaje a un destino llamado soledad. Nos hemos embarcado a lomos de un tren absurdo en el que lo inmediato es lo que cuenta y la pausa nos negamos. Permanecemos inmunes ante el paso del autobús cargado de ancianos que vuelven a ser vestidos de colegiales para estar recluidos en una clase a la que no se apuntaron. Eso sí, como pago a todo ello, el tiempo que no se les dedica se lo lleva el tiempo de laboriosidades para conseguir que ruede la noria de la estupidez de manera sin fin. Hemos abierto las puertas al desapego admitiendo un modelo que deshumaniza de tal modo que no queremos reconocer nuestra culpa. Sí, ya sé, de acuerdo, es lo que la ley de la vida manda y no vamos a poder cambiarla si seguimos admitiendo esos postulados. Lo rentable se exprime y lo no rentable se esconde, vitupera y se rechaza. Ellos fueron el presente y están siendo la prueba palpable de un futuro que jamás sospecharon alcanzar. Ni siquiera el simpático Marty McFly  podría imaginar que las etapas vividas desde la ficción acabarían de tal modo. Quizás habría que reconstruir el guión para que la saga continuase y así poder cambiar el futuro que nos espera. Líbreme el destino de pretender esclavizar el futuro presente de los míos en base a mi cuidado; pero cuídese el presente de buscar una salida desesperanzada a los que ya nos encaminamos a esa etapa de la vida en la que el sosiego y la paz no deben estar atados con nudos de desvergüenza. En cualquier caso, si llega la ocasión, subido en el autobús de rigor, esperaré impaciente la tormenta que provoque una descarga tan potente que sea capaz de mandarme al pasado de nuevo y aprender de los errores para evitar cometerlos.  

Jesús(defrijan)

martes, 20 de octubre de 2015


       Prohibido aparcar

La noche se presentaba de lo más divertida. Ella, habituada al horario intempestivo se puso sus mejores galas para atender a todas aquellas almas solitarias que le llegasen en busca del consuelo que el alcohol esparce. La playa al frente y la noche estrellada daban color al marco tantas veces repetido en ese escenario estival. Allá, tan lejos como las horas marcan y tan cerca como el corazón reclama, alguien la echaba de menos y dormía su ausencia. Sabía que su  rutina se sometía a esa disparidad de horas y así lo aceptó desde el principio. Planes de vida en común que se llevarían a término a la caída de las hojas se rubricaron con el apetecido regalo que ella tanto deseaba. Un azul cinabrio envuelto en cilindros que siempre soñó y que el amor le trajo tapizado de cuero. Y así transcurría la velada entre los vaivenes sonoros que los parloteos amortiguaban. Ella soportando con la mejor de sus sonrisas a los agregados a los que destinar oído como de costumbre. Y entonces apareció. Y al parecer,  algo se movió a ambos lados de la barra.  Un deseo irrefrenable que fue creciendo a medida que las horas aceleraban  su paso hacia el cierre del local. No supo discernir qué le llevó a seguirlo hasta el primer sótano de un edificio que le resultaba extraño. Allí, en una de las plazas vacías, apagó el motor y siguió ascendiendo hacia el tálamo que les esperaba a ambos. Los deseos se desencadenaron y nada ni nadie se interpondrían entre los amantes casuales a los que la casualidad embarcó. Nada excepto  la llegada repentina de la dueña de la plaza de aparcamiento de madrugada. Su primera  reacción la llevó a imaginar supuestos inquilinos en su vivienda hasta entonces vacía. Creyó ver robo de impunes consecuencias y decidió no acceder a su morada. Marcó temblorosa los tres dígitos de las fuerzas del orden y explicó su caso por teléfono. Veinte minutos después, los agentes requeridos, estaban a su vera y se dispusieron a analizar los bajos del vehículo en busca de anormalidades sospechosas. No hallándolas, y buscando en sus archivos telemáticos, hicieron despertar a quien hasta entonces dormía en brazo de Morfeo ignorante de las pullas que le acababan de clavar como astado desconocedor del festejo. A su sorpresa inicial le sobrevino la siguiente sorpresa, y la otra, y la otra , al tiempo que el amanecer aportaba los primeros rayos de sol a los amantes ocasionales pisos arriba. De las sorpresas no se libró aquella que al bajar comprendió de inmediato que tanto despliegue policial no se debía a un aparcamiento indebido en una plaza que no era la adecuada. Del destino del automóvil  poco se sabe y poco importa cual fue. Pero lo que sí quedó demostrado suficientemente fue el hecho de comprobar qué difícil está el hecho de aparcar, incluso a medianoche, donde el único vado exento de pago debería ser el dedicado al amor.    

Jesús(defrijan)

lunes, 19 de octubre de 2015


         Patricia Sornosa Flores

La tarde apuntaba a lloviznas y con la llegada de la noche el debut como espectadores nos vino a buscar. La curiosidad y el conocimiento, desde la lejanía, nos hablaba de una artista del escenario parapetada delante de la verdad. De modo que sin más dilación y tras no pocos intentos de dejar en reposo permisible al carruaje, accedimos al local. En seguida nos dimos cuenta de la falta de precaución que nos llevó a no reservar y nos adosamos a la barra a la espera. Al frente, una pantalla ejercía de telonera vestida de verde mientras llegaba el momento y los aguerridos pateaban ilusiones. Y entonces apareció. Su inconfundible sonrisa, sin duda herencia de genes, se vistió de rojo anticipando lo que minutos después exhalaría a modo de volcán monologado. Un leve saludo desde la distancia a la espera de concluir con su misión de receptora nos rompió el hielo que toda primera vez aporta y minutos después, embarcados en las presentaciones nos dimos a conocer. La instantánea testigo del momento quedó prendida como aguja de un alfiletero  de costurero presta  a enhebrarse a la menor ocasión. Así que una vez dispuestos, el escenario  la reclamó y a él se subió. Ella, a modo de bailarina de carrillón, enfundada en el negro que le daba un toque sobrio, se disponía a brindarnos un recital de historias que por cotidianas no dejan de ser protagonistas de nuestra existencia. Había decidido darle preponderancia a sus  ojos captores de reacciones y a sus labios manantes de guiones y nada accesorio podía interponerse entre ella y los de abajo.  Aquello no era un monólogo, no; más bien era un diálogo entre la genialidad y la rapidez de reacción a la hora de no perderse detalle de cuanto allí nacía. El sarcasmo se vistió de gala y la ironía dejó a un lado el formalismo para dar un repaso, tan cierto como sangrante, a todos los rincones que atenazan nuestro existir. La política, el clero, las relaciones fracasadas, todo llegaba puntual para ser espolsado a modo de estera y puesto a orear. Ni un solo bucle de sus rizos anteriores osó plantearse la conveniencia o no de lo correcto. Allí sólo había verdad y la verdad pedía paso. El coro tintineante de las copas apiñadas se unía a las risas que reaccionaban con décimas de segundo de retraso en una digestión vivaz de semejante vorágine de certezas. Guiños a la edad como árnica hacia su paso que desde las mesas adyacentes corroboraban y  un punto de complicidad con la sangre que la sangre aplaudió. Hora y media de espectáculo tan íntimo como provocador, tan abierto como sutil, tan procaz como merecedor de todo el aplauso que lo cierto merece. Grande, Patricia, grande.   Puedes  seguir vistiendo de luto para acceder a la tarima pero lo que no admite dudas  es que el iris de la inteligencia sobre un escenario te viste por dentro.        

Jesús(defrijan)

domingo, 18 de octubre de 2015


         El molino

Ignoro si en épocas precedentes fue lo que su nombre indica. Sospecho que sí y que la rapidez de los años llevaron a convertir a aquel en un solar vallado en la calle que se mueve entre ellos. Sea como fuere, aquello que durante tanto tiempo permaneció enclaustrado tras una puerta metálica  y fue  vigilado por una serie de alambrera espinada en su borde superior se abre a la curiosidad del transeúnte. De lejos percibo los años en los que las patadas al balón aprovechaban  el poco tránsito y la pendiente que remitía a mis pies a la esfera. De cerca observo cómo a modo de capilla Sixtina la chimenea anuncia su prestancia auspiciada por las cepas apiñadas tras el cañizo. A la llamada de las brasas acudes y nada más acceder, el suelo arenoso te da la bienvenida para recordarte que el agua da vida al vergel y la arena lo aposenta en los meandros de la fortuna. No tardarás en recibir el reflejo sonriente de David que sin ínfulas te hará sentir como uno más de la casa. A escasa distancia, Leticia, moviéndose como sólo se mueven quienes llevan la música en las venas, añadirá a la sonrisa unas corcheas de cordialidad que saben a certeza. Desparramados entre el  polígono de sus paredes, unos bancos sobre los que el mismísimo Tenorio hubiese soñado escribir su carta, se acoplan al espacio sin atropellamiento alguno, dejando suficiente holgura al juego de los niños que pronto aparecerán. Allí, los toneles vacíos se mutarán en improvisadas mesas de tertulias vespertinas en las que depositar amistad. Unos troncos biselados a modo de trono buscarán su hueco y el hueco los buscará a ellos. Y mientras tanto, en la proa que forma el vértice orientado hacia la plaza, el candente esperará a oficiar su labor de fragua del buen yantar. Nadie cuestionará lo que no necesita cuestionarse, porque la confianza se palpa y el resultado se aprueba. Sobre la encalada pared, la grafía correspondiente nos explicará cómo el grano se convirtió en harina y de ahí legó su nombre. Solamente tendrán  acceso como invitados ilustres, el reloj que desde la torre nos anuncia que no hay prisa y las centelleantes que desde lo alto  ocultan su envidia. Me aparto, me hago a un lado. Las brasas no entienden de tregua y Luis no se la concede. Una noche más  la fumata blanca dará el beneplácito y la tremolina quedará excluida. Sobre el suelo quedan los restos de las montañas que en las imaginaciones infantiles nacieron por doquier.
 

Jesús(defrijan)

viernes, 16 de octubre de 2015


       El octavo

Parece ser que al bueno de Moisés, por si no tuviera bastante con ascender  pie al monte Sinaí, la Divina Providencia le dejó los diez mandamientos esculpidos en dos pétreas páginas para que dejara constancia de las obligaciones precristianas. De modo  que conforme  fue descendiendo se percató del festín que habían organizado en torno a un vellocino dorado y montó en cólera. No voy a entrar en los detalles de los siguientes capítulos pero cada vez que pienso en esas diez cláusulas hay una que me llama poderosamente la atención. Sí, efectivamente, el octavo mandamiento que se empeña en penar a quien dé falsos testimonios  o mienta. Y mira tú por dónde puede que sea el más perdonable de todos, o no, según casos. Mentirijillas del niño a la hora de justificar su acción van dando paso a mentiras adolescentes que palíen los efectos represivos  de los adultos sobre ellos. Así van pasando los tiempos y acabas aceptando que forma parte de ti y de los que contigo transitan ese modo de actuar en algunas ocasiones. A veces se exponen como excusa; en las menos, todo hay que decirlo.  Pero lo que nunca he sabido discernir con claridad es el empeño que se tiene por parte de otros en ver mentira donde no la hay. Tiempos hubo en los que esa actitud inquisitoria no cesaba en su búsqueda de razón por muchos motivos que el culpado esgrimiese en su defensa. Era un condenado al que había que condenar sin remedio  alguno. Ahí hicieron su aparición los juicios que en nombre de dios dictaban sentencias antes del juicio. Ahí se amasaron levaduras que fermentaron en aquelarres condenatorios. Allí deberían haberse quedado los errores  para siempre en la lápida de la sinrazón. Pero no, de eso nada. La vida se empeña en buscar culpables en simples indicios para así darse seguridad en las suposiciones absurdas. Y por si esto no fuera suficiente, desde los puntos cardinales menos orientados, se azuzan  controversias a las que no habría que hacer caso y dejamos que tomen cuerpo de certeza. Por eso  creo que la mejor opción será dejar de actuar como aquel apóstol que sólo  creyó cuando vio. Bastantes controversias plantea el día a día como para demostrar lo que está claro con un mínimo de credibilidad que se entregue a cambio. Lo demás no conduce más que a una pelea desigual entre creer y culpar. Miro hacia arriba y la verdad es que en el Sinaí del sentir no aparecen esculpidas  las credenciales para evitar esta segunda opción. Ya de la figura a idolatrar recubierta de oro se encargarán otros.     

 Jesús(defrijan)

jueves, 15 de octubre de 2015


       Se es como se es

Y por más tiempo que pase, por más aprendizajes que la vida te ofrezca, se sigue siendo. Unos principios que fueron elevando las paredes de tu edificio se han mostrado tan firmes que nada es capaz de horadarlas por más intentos que promueva. La solidez de los buenos cimientos desde lejos se perciben y ni siquiera el musgo orientado al norte es capaz de socavarlos, erosionarlos, derruirlos. De nada sirve que las suposiciones ajenas las piense de  quien no necesita mayores certezas que las nacidas de dentro, de lo más profundo, de la piedra angular de su bóveda. Poco tiempo necesitará aquel que se aproxime para comprobar ante qué tipo de persona se encuentra. Por más dudas que acarree el comportamiento humano, siempre habrá un punto de firmeza que te hará distinguir la verdad, la esencia, la savia. No te quedará hueco para la duda  suspicaz en la que el temor te lleve como alfombra voladora de la que no quieres descender. Más que nada porque  el cielo abierto se te muestra como límite infinito que te invita a ser surcado. Sabrás que ante ti se expone la esperanza que azuza el deseo de vagar por las nubes para deshacer las amenazas del granizo doloso. Mirarás  de frente a los ojos para en ellos descubrir lo que esconden y sin embargo desean  mostrar a pupila abierta. Allí el iris dictará sonrisas para que se esparzan ante la siega del prado de la dicha que tantas cosechas ignora y tantas echa en falta. Nada será capaz de crecer más allá de los brotes de optimismo por mucho que los riegos de vinagre se empeñen en ello  en un intento de secar los brotes tiernos que la alegría predice. Será capaz de podar con sutileza las ramas que sobran para no dañar al resto de la planta que creció en ambos sentidos y con ello procurar sombra en las tardes sofocantes del desencanto. Y así, en la medida en que las hojas del almanaque vayan cayendo, los días venideros sabrán que cara de la moneda deben presentar ante ti para no llevarse a engaño. Has pasado tantas travesías por los desiertos de la incomprensión, que nada detendrá tu ruta hacia el oasis que tanto mereces y tanto tiempo esperaste encontrar.   La vida se convirtió en una metáfora abierta sobre la que diseñar un boceto que te tomó por modelo y hace tiempo que descubriste que se es como se es y no necesitas cambiarte; sería traicionarte a ti mismo y esa opción no se contempla.

Jesús(defrijan)

martes, 13 de octubre de 2015


       La cabra

Es ese  animal que tanto juego da viene hoy a pedir paso y reivindicarse en este arca de Noé mundana. Por su propia apariencia ya se adivina ese equilibrio desigual entre la ferocidad de su cornamenta y su hirsuto mentón del que se sirve para balar anunciándose. Y lo hace desde las atalayas inaccesibles  en las que encontrará su sustento ante la voracidad que la mueve. No es que sea exigente a la hora de saciarse, no. Cualquier rama llena de brotes la ayudará en su ardua tarea y ningún ribazo se le resistirá ante el empeño de subirse a él. Atrás quedan a  peor gloria sus imágenes  como símbolos del mal que durante tantos siglos se le han ido adjudicando. Los cuernos que ofrecen fiereza a Belcebú bien podrían haber salido del cabrón más apuesto de la mesnada ungulada que desterrasen al averno,  aquellos empeñados en promover la virtud en los otros. A tal fin la eligieron como tótem condenatorio y con semejante sambenito sigue sus días. De hecho cuando alguien intenta menospreciar al cercano que no sigue con rigurosidad las normas de la compostura, lo tilda con la famosa frase. Y sí, efectivamente, estar como una cabra, pasa a ser considerado el inicio de una condena próxima sin posibilidad de redención. Si quien actúa así lo hace movido por sus ímpetus libertarios, más o menos acabará siendo tildado de loco, sin ver más allá de lo que la locura arrastra de sensatez, de utopía, de albedrío no encadenado. Si quien somete a sus sueños al yugo gris de la uniformidad lo acepta, no será vestido con ese hábito infecto  que se suele diseñar hacia los diferentes, pero no podrá disimular que de su rostro pende un lastre de amargura imposible de camuflar. Ni siquiera entre las caretas semejantes hallará consuelo, ni sosiego, ni paz. Su verdad saltará cada vez que el espejo se le ponga enfrente y seguirá sumando arrugas. Por eso me sonrío y solidarizo ante aquellos que reciben a modo de improperio el semejante exabrupto. Seguro estoy  que en su fuero interno saben sobradamente   de su lucidez  y miran con lástima a quienes no se atreven a mostrarse como ellos.  Así que me propongo a partir de ya mismo prestar especial atención a todos aquellos seres que decidan gritar que están como una cabra y se ponen al mundo por cornamenta, para aplaudirles y seguir envidiándoles el valor demostrado. Ya quedarán  en el cuévano  los restos de las uvas mustias de quienes  no saben ni sirven para dar mostos de alegría ni trasegarse en felices por más que lo envidien.

 
Jesús(defrijan)      

lunes, 12 de octubre de 2015


         El tronco caído

Reposaba  sobre la alfombra verde que la humedad había provocado cada vez que el sol salía a cortejarla. Allí, tumbado, como reposando de los olvidos, se tendía el que ayer fuese gallardo tronco de tupidas ramas sopesando los recuerdos de una vida que empezaba a declinar. Alguien llevado por la irracionalidad de lo práctico había decidido acortar el tránsito de la savia en quien todavía vivía el deseo de seguir en la brecha. Sintió sobre sus anillos la frialdad del acero que lo fue desnudando y tumbó derrotado sobre la esquina del parque a la espera de un final definitivo. Pocos prestaron atención a las huellas de su piel sobre las que se adivinaron corazones no borrados de amores adolescentes que se juraron eternos. Dormitaba en el lecho de la ignorancia que tantos pesares acarrea a quien desea gritar a los cuatro vientos la necesidad de seguir vivo. Y así se fue haciendo a la idea de que su pendiente cobraba la celeridad que anticipa todo fin por poco deseado que sea. Se aferraba a una quimera y desde abajo envidiaba a quienes próximos lucían altanería y callaban temores. Por eso se extrañó de la presencia de aquellos que decidieron reposar  sus deseos de caricias sobre él. Guardó silencio y expectante, les ofreció asiento. Llegaban envueltos en una interrogante que nerviosa se callaban en un falso intento por demostrar dominio sobre las emociones. Las manos se fundieron y en ellas los surcos de dos vidas se hacían uno. Aquellas manos hablaban de sinsabores, de decepciones, de dudas. Pronto pasaron a hablar los ojos y en ellos las miradas fijas sobre las pupilas del otro buscaban respuestas que no eran necesarias dar. Un halo de fragancias tendía un visillo invisible hacia quienes ignorantes pasaban a su alrededor sin saberse conocedores de la magia del momento. Los labios pidieron paso y el paso se les dio para buscarse entre los últimos rayos de la tarde que sabía a amanecer.  Y a sus pies, el olmo caído, sonreía. Pudoroso, giró la vista, para  no entorpecer el momento. Sabía que sobre su piel se acababa de tatuar el sentimiento y su vida cobró sentido de nuevo. Han vuelto a sus arrugas los brotes del  amor y al amor se rendía como cómplice innecesario. Dicen quienes lo ven a diario que algo en él es diferente. Que el ocre ha dado paso al verde; que la hierba crece más viva a su alrededor; que las copas de los cercanos se abren envidiosas para rendirle pleitesía; que la dicha que tuvo ha regresado al saber que dos solitarios le deben sus besos .         

 

Jesús(defrijan)

miércoles, 7 de octubre de 2015


1.         Hilario

Se abre la mañana y desde la esquina que cuida  el sauce llorón aparece su silueta. Han pasado unos minutos desde que la diana sonó y el desayuno marcó un nuevo día por el que dejar transitar a las horas. Repeinado a modo de galán italiano con raya a la izquierda, prende al primero de sus enésimos cigarrillos que irán acompañándolo a lo largo de la jornada. Desde el dobladillo de sus pantalones se desnudan las huellas del que ayer golpeaba el balón entre los mojones de la portería que adolecía de travesaño y lo  soñaba Sadurní. Los surcos han ido labrando su mirada en la que se adivina la gentileza que alberga. Asciende los escasos metros hasta el llano de la calle y a modo de sereno acompaña al sol para que no se deje ningún rincón por caldear. Justo a mitad del trayecto las maderas han empezado a sentir sus rayos y él ejercerá de ordenanza a la hora de abrir hueco para quienes le superan en años. Girará su jersey  de lana sobre la abotonadura que intenta aportarle el abrazo que desde su bondad esparce entre todos los que lo conocemos. Siempre estará dispuesto a echar una mano desde el convencimiento que no necesita emolumentos a los que adherirse. Ya sus pies trasegaron suficientes mostos mientras los racimos se lanzaban al sacrificio otoñal para fermentarse en vino. Él se encargará de guiar la carreta sobre la que San Isidro lucirá sus galas cada quince de mayo mientras las cañas se alzan a los costados a modo de pretil protector. Él se encargará de auxiliar el dispensario de mesas que en los mediodías  veraniegos  se mutan en fuentes callejeras a la espera de compartir risas y tertulias. Mirará hacia la torre para sentir el paso de las agujas del reloj y no hacer tarde al yantar. Previamente callará pudoroso su deseo de saberse inmortalizado en la instantánea  de la orla que le debe un hueco y el hueco le otorga. Y todo, todo, desde el segundo estrado que toman los sencillos para no molestar a los soberbios. Se sabe querido  y el reflejo del llavero que cuelga de la presilla de su cintura sonríe por ello. No prodiga la imagen del lastimero que reclama atenciones porque no las precisa mendigar. Tiene la absoluta seguridad de no pasar por la vida como un ignorado y está en lo cierto. Si alguna vez pasáis cerca, parad a su lado. Acudirá presto a solucionaros cualquier duda que os asalte sobre la dirección a tomar. Despedíos de él con un apretón de manos que tanto agradecerá y tan pocas veces le han prodigado; se lo merece, sin duda.   

 Jesús(defrijan)

martes, 6 de octubre de 2015


1.         La cueva de la alegría

Llevado por sus ansias de libertad, el admirado Paco, el inigualable Paco, el maqui Paco, decidió mudarse con sus pertenencias  a la naturaleza que le reclamaba como inquilino. De ahí que tomó la senda del Purgatorio y ascendió hacia la confluencia de las Hoces que se cierran cobijando a quien tiene la fortuna de transitar por ellas. Pertrechado con sus múltiples enseres habilitó  aquel reducto a modo de un redivivo Pedro el Ermitaño,  aquel  anacoreta medieval que incitó a la Europa destrozada por guerras y pestes a recuperar los Santos Lugares en nombre de la fe. De modo que sin sospecharlo siquiera, el bueno de Paco fue forjando poco a poco lo que llegó a ser una vivienda tan digna de su persona como adecuada al entorno. Allí no faltaba de nada y de nada carecía. Ni él ni los canes acompañantes que siempre le han seguido fieles fuese a donde fuese. Diseminó los caballos por el verde y su misión pastoril le reconvirtió en un Salicio que ya hubiese querido para sus églogas  Garcilaso. Pero algo no acababa de recomponer el puzle de semejante paraíso, algo pedía paso para cumplimentar este sueño de todo personaje libre, y ese algo era el tabaco. Llevado por su necesidad, periódicamente recibía la visita del buhonero que puntual le suministraba semejante carga de nicotina con la que aliviar sus desvelos. Así que he de sospechar que la casualidad fuese la única culpable de que aquellas semillas creciesen en las proximidades. Aquellas semillas que fueron dando paso a unas plantas de hojas lanceoladas que se abrían a modo  de pámpanas y aportaban un toque de verdor a lo que ya era sobradamente verde. El hecho fue que este conocedor de las picaduras tabaqueras decidió probar aquellas hojas que dejó secar y a las que pronto asoció la dilatación de sus pupilas y la risa contagiosa que sucedía a su inhalación pulmonar. De modo  que  creyendo ver en el raudo crecimiento de aquellas plantas el precio a la bondad del subsuelo, acaparó tal vivero que los tallos competían con los pinos próximos en gallardía y buena pinta. Así transcurrían sus días hasta que llegaron los ecos a las fuerzas  encargadas de velar por la salud pública. De hecho, se presentaron ante él guiados por el perfil de aquellos arboles en los que se habían convertido los tallos primigenios. No saliendo de su asombro, al recriminarle su afición a la horticultura, este genio salido de la lámpara llamada libertad, alegó en su defensa la insaciable necesidad que sus bronquios tenían de ensancharse para seguir disfrutando de aquel aire tan puro. Contuvieron la risa, dejaron que sus pupilas recuperasen su diámetro normal, segaron las hierbas y aquella colonia jamaicana nacida entre las Hoces, llegó a su fin.  De cualquier modo, y dada la bondad de la tierra, no me extrañaría  que rebrotasen cualquier día de estos. Mientras tanto, aquellos que hagáis el sendero correspondiente, antes de bajar hacia el Purgatorio, fijaos a ver, no vaya a ser que hayan renacido y nadie haya ido a segarlas.   

Jesús(defrijan)

lunes, 5 de octubre de 2015


        ¡Qué pereza!

No pudo evitar  semejante exclamación cuando en algún momento del discurrir diario se le presentaba  una situación que la reclamaba. Normalmente la utilizaba como escudo resbaladizo por el que dejar caer las estupideces que solían  buscarle como diana a la espera de acertar en los círculos internos no trazados. Pereza a la hora de demostrar aquello que no necesitaba demostración, sino más bien un punto de credibilidad exento de capas oscuras sobre el azul. Pereza para seguir una discusión que a nada conducía  porque uno de los interlocutores se cerraba  en banda y no había forma de hacerle entrar en razón por considerarse dueño de la misma. Pereza a la hora de enfadarse porque el hecho de hacerlo implicaba un desgaste fútil que a nada conducía y de la nada provenía. Procuraba delinear un boceto tan simple como comprensible a la espera de que el ojo avizor del observador atento así lo percibiera, asumiese y creyese. De nada servía intentar quitar la venda a quien se empeñaba  en vestirla sobre los ojos de la suspicacia sin ningún acierto ni interés por reconocerse errado. Poco importaba ya lanzar al viento las proclamas que  en ocasiones anteriores  llegó a usar como justificación innecesaria. Se había acostumbrado a caminar a expensas de las reclamaciones que ejercían su labor como cepos hacia sus pasos  desde la cuneta de la vida. Había sumado tantas dichas como decepciones y sabía que a una noche cerrada le sucedería una mañana luminosa de nuevo sobre la que desperezar adioses. Nada de paso vivaz delante sino más bien al lado. A veces aceptaba el precio excesivo a pagar por su forma de actuar y el empeño duraba hasta la curva siguiente. Una vez doblada la esquina, por más reclamos que escuchase, por más reconocimientos de errores que le llegasen, en un último acto de compasión lanzaba para sí un “¡qué pereza!”; eso sí, sin alzar demasiado la voz para no dañar a quien tanto tiempo se estuvo dañando en su propia  creencia que por fin entendió como absurda.  Si lo veis pasar, fijaos en sus ojos; posiblemente lancen a la cara sin pestañear una sonrisa que más que perdonar esculpe lástimas  y su innato sentir le impide vociferar para no hurgar en la herida. Haced como él, dejad que la vida  discurra y lanzad a vuestro propio retrato la exclamación que no os curará pero hará menos gravoso el daño que vosotros mismos creísteis, creasteis  y dejasteis crecer.   

 

Jesús(defrijan)

        Obsesión

Se movía en ese límite fronterizo en el que el deseo se antepone a cualquier razón. Todo lo tomaba como muestra evidente a su favor y era incapaz de renunciar a lo que a todas luces no era más que un producto de su fantasía. Había crecido desde los tallos tiernos de una juventud abierta y sus pasos se fueron acelerando de tal modo que no supo distinguir el freno de la celeridad. No meditaba más allá de lo que perfilasen sus sueños y aquello derivó en un estado de ansiedad permanente de la que no sabía salir. No sólo no sabía sino que sus espirales siempre emprendían el camino del descenso hacia la sima del desespero carente de luz. A modo de grito ahogado expandía desafíos con la esperanza manada de la lástima y no aceptaba ver la realidad irreal en la que se movían sus anhelos. Un ser solitario desde la soledad que nace de un interior nacido para la entrega y poco correspondido que lloraba silencios y ahogaba suspiros. Todos los esfuerzos que  prodigó a lo largo de su existencia no encontraron los quereres de un camino de vuelta que tanto merecía. Forjó una identidad pareja para así liberar a la mariposa de sueños que buscaba horizontes azules entre las turbulencias del gris. Llegó a darse cuenta de cómo desde el espejo cruel de la soledad una imagen gemela que se le parecía se compadecía y guardaba silencio. No quería ver la realidad de unas hojas caídas del calendario que hacía tiempo el propio tiempo fue arrancando. Ni la risa, ni las palmadas aquiescentes suponían algo más que un acto de caridad que intentaba vestir de sincero abrazo sin serlo. Vagaba por las noches como espectro sonámbulo de una estrella que le cegaba la vista y alejaba de la razón. Y así, poco a poco, más rápido de lo que aquel reloj de arena que marcaba su ritmo caprichoso dispuso, cayó en el error. De nada le sirvieron las preguntas sin respuesta a quien no aceptaba más respuesta  que una espera baldía de algo que no regresó. Emprendió un viaje sin retorno hacia una quimera que creyó real y que acabó convirtiéndose en una obsesión de la que tanto le costó apearse por más dilatada que fuese la esperanza que sólo una de las partes veía firme. A veces, en las noches de luna llena, dos ojos insomnes siguen fijos el camino de un amanecer que le sabe a sal.   

 

Jesús(defrijan)

viernes, 2 de octubre de 2015


1.         Quedarse en blanco
De cuando en cuando los deseos de escribir se topan con el muro infranqueable de no saber sobre qué hacerlo, ni qué dirección tomar en el desierto del lienzo pautado que se te ofrece.  Es como si la noche se tomase su venganza y tras haber contribuido a que tu sueño fuese sumamente placentero pidiese una pausa. De hecho no suele ser habitual recordar los motivos soñados y quizás por eso el borrador elimina cualquier resquicio que sobre el encerado de tu recuerdo pudiera quedar. Alzas el telón del día y tras apurar el café que avisaba desde el silbido de la cafetera, abres el pórtico de ideas para que se lancen a volar. Pero llega ese día en el que, perezosas, desisten y debes entrar a azuzarlas y recordarles que merece la pena surcar el cielo por más pereza que tengan y más nubarrones que se adivinen. Costará lo que cuesta desempolvar  el guardapolvo de la pereza y ellas mismas marcarán su rumbo. Los dedos se han acostumbrado al ritual y amenazan con atrofiarse si no les das motivos para sentirse útiles. No pasa nada si las líneas de hoy hablan de racionalidades en competencia con las luctuosas crónicas de un mundo cada vez más invivible. Ellas, las ideas mismas, cogerán la forma de una pieza de alabastro por esculpir y con algo de suerte merecerán la pena que las grafías guíen. Lo más probable será que alguien esté necesitado como tú lo estás y yazga en el nicho de la desidia por aburrimiento o suma exigencia para sí. Quizás alguien que camina parejo a ti sin tú saberlo siente lo mismo que tú cuando se le vacía el alma y no sabe cómo desahogar tal sentir. Posiblemente alguien esté deseando pregonar sus desdichas, sus alegrías, sus anhelos, sus silencios. Será el momento de mimetizarte en uno de ellos y darte cuenta de cuánto queda por escribir, por compartir, por entregar. Una vez analizado, lo mejor es dejar que las musas hagan el resto. Que ellas, caprichosas como siempre, decidan que soltar y qué amarrar en la escollera donde está anclada la nave. Las sucesivas navegaciones surcarán las aguas más allá de las atarazanas que la vieron nacer y la proa cabeceará sin otro mascarón que buscar motivos para ser feliz. El ancla oxidada reposa en la escollera y el blanco de las velas izadas recibe a los vientos para girar a un rumbo que ni se conoce ni se planifica. Sea como fuere, quedaron en blanco tantos amaneceres, que no merece la pena preguntarse el porqué.
 
Jesús(defrijan)     

jueves, 1 de octubre de 2015


    Triángulo de verbos

Como muestra de equilibrio siempre buscó la tríada de vértices sobre la que trazar los límites de su vida. Las líneas que acotaban el trayecto de uno a otro eran tan rectas que no era necesario buscarle fisuras por las que intuir temblores en el trazado. Poder, Deber y Querer eran los nombres de aquellos puntos que suponían el principio y fin del trazo y la apertura angular de cada uno dependía de las razones que para sí guardaba como preciado tesoro. De modo que la forma del triángulo venía determinada por el caprichoso tiempo que se encargaba de alargar más o menos la longitud separadora entre cada vértice y por lo tanto la mayor o menor amplitud de los ángulos ahí residentes. Nada era capaz de hacer que esa línea variase su trayectoria si en alguna circunstancia el modo de conjugar a cualquiera de esos verbos dejaba de tener sentido. Era como si aquella santísima trinidad que formaban volviese a manifestarse como dogma al que aceptar sin más posibilidad de explicación. Pero lo más palpable de todo esto no era que actuase así por egoísmo, desprecio o menoscabo, no; lo más palpable resultaba ser el hecho de aceptar en los demás ese mismo trazo  poligonal a la hora de admitir sus actuaciones.  Bastante tenía con intentar que admitiesen la suya como para buscar respuestas en la de otros. Por eso, y de ello dan fe quienes le conocen bien, de nada valdrá empeñarse en lo que él no pueda, no deba o no quiera aceptar. Su tesón está basado en el granito que se vuelve inmune a cualquier erosión por más fuerza que lleve el viento empeñado en convertirlo en alguien que no es. Es curioso comprobar cómo el triángulo es el único polígono que carece de diagonales. Ni las tiene ni las tendrá nunca porque no le hacen falta. De nada servirá flexionar un lado para procurar situar otro vértice que permita la existencia de las mismas; de nada servirá intentar doblegar cualquiera de sus lados; de nada servirá adherirse a un polígono que se sitúa como una montaña resbaladiza imposible de coronar. A una montaña se la contempla y se la deja tranquila, por más intentos de escalada  que se tengan. Lo más probable es que si nos empeñamos en coronarla, el vértice de la misma llamado Querer se cubra de hielos sucesivos y la caída sea estrepitosa. Mejor será aceptar que la base de la misma reposa en un valle entre los extremos  del  Deber y del Poder y eso le da solidez a la vez que señala un camino por el que bordearla.      

Jesús(defrijan)