La inmortalidad
Estamos en vísperas de la festividad más contradictoria que pueda existir.
Declaramos festivo el día en el que traemos al presente a los ausentes en un
deseo imposible de tenerlos entre nosotros. Y lo hacemos pertrechados con los
aromas de lo pétalos que darán un tono colorido al recinto con el deseo de
vestir de gala al granito normalmente negro. Como si vistiéramos de
etiqueta el smoking del inquilino silencioso que merece descanso
eterno. Y en el desfile los ramos tanato-nupciales ocuparán el espacio de los
jarrones situados en los balcones de la
fachada para demostrar lo indemostrable. Allí, desde las miradas impresas, a
modo de precursores de una red social infinitamente extensa, los rostros de
quienes fueron permanecerán inalterables año tras año a la espera de la visita
obligada. Y en cada uno de ellos, a poco que nos fijemos, iremos descubriendo
las virtudes que le vistieron. Puede que nos demos cuenta de la caducidad del
tiempo al comprobar la fecha de su adiós y empecemos a percatarnos que la lista
se acerca a nosotros. Puede que en algún caso descubramos epitafios grises puestos con desgana o alguno nacido de
las entrañas más dolorosas que el robo de la vida promueve. Sea como fuere,
surgirán preguntas sobre el futuro del futuro que nos espera y al que tantas veces nos guiamos por las vías del miedo. Allí,
tras el camafeo pétreo en el que unos ojos nos escrutan, rebobinaremos vivencias y carencias que formaron parte de
nuestro común existir y en todas ellas el interrogante seguirá su curso. No
sabremos a ciencia cierta si les hicimos felices, si cumplimos con sus esperanzas, si les dimos el cariño que
merecían y no se atrevían a pedir, si les mereció la pena tenernos cerca. De ahí que necesitemos nosotros, y no ellos,
las flores como si solicitásemos su
perdón si les decepcionamos en algún momento. Ellos ya gozan del infinito en el
que no es necesario disfraz alguno para mostrarse ante los demás como realmente
fueron y siguen siendo. Posiblemente mientras coloquemos los búcaros que por
una semana custodiarán flores naturales antes de que el sol las marchite, un
guiño cómplice soñemos que nos llega desde sus rostros, y en ese gesto
encontremos su respuesta. Saben que a la menor ocasión, sin necesidad de formar
parte de la comitiva que el día prepara, los volveremos a visitar para
agradecerles cuanto hicieron porque en nosotros anidase su modelo de conducta
y entonces, no tengáis duda, sabremos lo
que significa la Inmortalidad.
Jesús(defrijan)