miércoles, 25 de julio de 2018


Rubén Blades

Han pasado más de treinta años desde aquella vez en la que Rubén Blades visitó Valencia. En aquella ocasión acompañado por la Orquesta Van Van logró poner colorido y sabor a la Plaza del Patriarca en un concierto al aire libre y al libre albedrío de la noche de Julio. Y esta vez, como si el tiempo no hubiese transcurrido, regresó. Vino con más años, con menos pelo, con la misma profesionalidad y con otra magnífica orquesta. Roberto Delgado y sus veinte excelentes músicos se encargaron de arropar en la explanada de los Jardines de Viveros a este genio de la salsa panameño. En el preludio, como si de un debutante se tratase, realizando estiramientos, afinando los tonos y santiguándose, salió a escena. La misma complicidad de quien se sabe dominador de la misma vino de su mano. Desgranó sus éxitos de siempre y fue añadiendo nuevos temas dejando paso al swing como si nos encontrásemos en Broadway. Saber hacer desde el primer instante. De su mano regresaron en forma de video las estrellas de la Fania que tanta huella dejaron en los aficionados en aquellos años en los que el tecno brillaba. Socarrón afortunado al ir mostrando los cadáveres de quienes hicieron posible el encumbramiento de este estilo peculiar de entender la música. Y desde abajo, desde la moqueta verde que celaba el polvo, las innumerables banderas latinoamericanas reivindicando presencia. Bailamos, coreamos, echamos de menos y sentimos de nuevo el dulce sabor del paso del tiempo. Vísperas de su septuagésimo cumpleaños, este que ahora se adorna coquetón con sombrero de ala estrecha, volvió. Aunque realmente, y él lo sabe, nunca se fue del todo. La grandeza de su letras siguen viajando en paralelo con la grandeza de saber cuándo una canción es mejor interpretada por otro que por él mismo. Claro, que si ese otro es Héctor Lavoe, poca discrepancia puede existir. Quién me iba a decir a mí que aquellos acordes que sonaban en la inolvidable verbena de la falla KingKong a los que puso voz la Orquesta Platería tenían como dueño a este poeta del son llamado Rubén Blades. Hace años que sembró la semilla que sigue dando frutos y merece muy mucho seguir degustando semejante recolección. Aquellos que tengáis asimilado el concepto musical llamado salsa, tened cuidado; puede que si no lo habéis escuchado nunca, que si no habéis asistido a sus conciertos, que si no habéis tarareado sus canciones, alguien os catalogue de ingenuos. Ponedle remedio a la mayor brevedad. El tiempo apremia y los trenes de la fortuna suelen pasar en contadas ocasiones. Yo cogí hace años el de ida y hace días el de vuelta y sé de qué hablo.

lunes, 23 de julio de 2018


Manual de fútbol
Pareja al desarrollo del Mundial de fútbol recientemente acabado en Rusia decidí poner ante mis ojos este manual que firma Juan Tallón. Sabiendo por lecturas previas de sus obras que nos ería exactamente un compendio de reglas, comencé la lectura cuando estábamos en cuartos o en octavos de final. Qué más daba. Lo verdaderamente importante era dejar de lado el tedio que las cámaras retransmitían y dejar paso a la óptica de quien tan aficionado es al fútbol a ver qué nuevas sorpresas nos deparaba su prosa. Y como si de un libro de instrucciones se tratase, Juan Tallón va desmenuzando cada uno de los apartados que forman el susodicho deporte. Desde cada capítulo dedicado a cada una de las piezas su visión particularísima se deja caer aportando una base histórica en la que las anécdotas cobran cuerpo de ley. De una parte a la otra del océano van saliendo del túnel del vestuario del tiempo aquellos protagonistas que le dieron renombre. Genios a los que poco importaba la condición física, astros que se perfumaban antes de salir mientras fumaban el penúltimo cigarrillo, figuras que no tenían muy claro el valor de la final que disputaban. Un sinfín de detalles aportados por quien más que espectador pareciera partícipe en primera línea de banda a la espera de dar testimonio de cuanto ocurría en el rectángulo verde. Por un momento parece como si hubiese vivido varias vidas paralelas que se permiten el lujo de concluir en este libro que a todas luces debería formar parte del ideario de la FIFA o de la UEFA. Ni una sola mención al poder del dinero que tanto poder acumula en nuestros tiempos y que es capaz de cambiar besos a escudos dispares a la mínima ocasión. Los representantes ni aparecen ni se les echa de menos. Todo gira en torno a una liturgia pagana en la que cualquier resultado abre heridas o sella cicatrices. No voy a entrar en detalles para no desmenuzar las posibilidades de sorpresa a aquellos lectores que ansíen un contraataque criminal. Mejor será que lo hagan suyo y comprueben otro modo de entender este juego que tanto ha evolucionado y no siempre a mejor. Aquellos que tuvimos la suerte de ser testigos de algunas de las anécdotas sonreímos al ver cómo ha cambiado nuestra vida y el fútbol con ella. Aquellos que no tuvieron la suerte de serlo aquí tienen el remedio más adecuado para ponerse al día. Lo de menos será entender de fútbol o no; siempre  habrá una esquina por la que evitar pasar aunque el balón se haya ido lo suficientemente lejos del banderín. Quienes fuimos ilusas estrellas del balón en los espacios yermos supimos distinguir cuando el balón había sobrevolado el larguero inexistente que se delineaba en base a la altura del portero de turno.

viernes, 20 de julio de 2018


1.  Macarena



No tengo más referencia de ella que la que ella misma me dijo al preguntarle por su nombre. Enfundada en un uniforme negro sobre el que resaltaban albas líneas publicitarias se me encaró con una viveza de ojos. No sabría asegurar si marrones aceitunados o verdes topacio eran los colores que miraban fijamente a modo de reto y urgencia. El pelo cardado recogido sobre un moño como queriendo dejar paso a la brisa que de los rincones llegaba. Tripulante a babor y a estribor en un incesante trasiego sobre el puente de mando en el que las encomiendas se agolpaban. Y ella, Macarena, directa preguntando. Preguntas a las que como buena samaritana enmarcaba respuestas lupuladas a modo de justificación ante la cicatería de la oferta. Cuestión de exclusividades a las que supo vestir de conveniencias y convencimiento. Y mientras, su incesante sonrisa salpicando de aquí para allá a los náufragos de la calima térrea. Acepté su oferta creyéndome dueño de mis decisiones sin querer reconocer que era ella la que manejaba a su antojo los deseos ajenos. Bogaba de aquí para allá atisbando requerimientos y sabiendo que las premuras buscaban remedios no solicitados. Era y es el remanso de la cala a la que aproximarse cuando las fuerzas flaquean y tu propio ser se mueve en el pairo más desangelado. Luce, como no podría ser de otro modo, la estrella que orienta en mitad de la mañana y sigue pensando qué mérito ha contraído para ser merecedora de tal diseño. No sé, ni creo que sea necesario saber, si su nombre sobrevino tras la reiteración sonora que tantas y tantas veces fue escuchada. No sé, ni es necesario buscar coincidencias, si la transmutación de letras que el apellido del almirante expone, la llevaron al puesto que ocupa, rige, ordena y salvaguarda. Da lo mismo. Lo único cierto es que aquellos que tengáis curiosidad por el más hermoso de los mercados podréis comprobar si exagero. Acercaos, usad las perchas, despojad vuestras manos y estad atentos. Por barlovento veréis que se aproxima y a nada que os descuidéis habréis caído en las redes de su encanto. Puede que incluso agradezcáis el tiempo de demora que os permita disfrutar más de su enorme simpatía. No sé porqué me acaba de aterrizar un verso de la canción que le da nombre y empiezo a sospechar que fue ella quien la inspiró. Cualquier día de estos regresaré ondeando a modo de bandera blanca este retrato. Ardo en deseos de conocer su reacción mientras vuelvo a pedir la cerveza de costumbre.

jueves, 19 de julio de 2018


1.  Corina

Creo que es de justicia hacerle un hueco en este álbum de retratos que tantas veces a ciegas se presenta. Creo que es de justicia que una mujer con semejante glamur, con esa prestancia, con ese savoir faire que parece tener, aparezca aquí a reivindicar un papel que para muchos resultará novedoso. Craso error. Desde tiempos inmemoriales y perfectamente recordados, aquellos que han ostentado el poder se han valido del mismo para hacer con su cetro lo que le viniese en gana. Y cuando digo cetro me refiero al doble sentido que el lector agudo entenderá a la primera. Por eso, mal que le pese a alguna mente anclada en la inopia, no debería extrañar el revoloteo de semejantes sobre el hombro de semejantes. Eso sí, siempre desde un estatus elevado que el infeliz de a pie no consiga asimilar. En todo caso envidiar, es su último recurso. Ella, Corina, teutónica vestal, sabe más de lo que los mismísimos servicios de inteligencia podrían sospechar. Sabe de intimidades y a ellas se aferra para dejar constancia de su poderío. Su fecha de caducidad irá pareja a la frescura de su piel y a las habilidades que como geisha occidental sacará a la luz de las alcobas. Pasará por alto las proclamas igualatorias porque sabe que su papel está años luz del modelo que defienden. Segundona en el plano, sabe sobradamente que su imagen arrasa y despierta interrogantes. Será testaferro de aquello que ni sospecha y ella también girará la vista para no toparse de bruces con lo que más indeseable resulta. Vivirá en el lujo porque fue educada para ello y no piensa renunciar a él. Mirará displicente a aquellas que la critican compadeciendo a las que la envidian e ignorando a las que la vapulean. Llevará el sambenito que tantas otras cuelgan de sus vidas sin querer y ella lo dará por válido. Hace años que hojeó los semanarios que hablaban de tantas otras que le fueron mostrando el camino y su decisión le mereció la pena. Lo de menos será que revele detalles que a todos nos suenan a ya conocidos. Posiblemente le hayan hablado de las rutas mallorquinas sobre las que una motocicleta de gran cilindrada cabalgaba y se reirá cínicamente. Tiempos pasados dieron paso a presentes en los que parece que todo importa poco. Ella, engalanada de pies a cabeza, se sabe dueña de la situación. Manejó los plazos y los plazos nunca vencerán. Lo de menos será convencer a los biempensantes de un modo de actuación que parece poco ético a la vez que sumamente placentero. Quiero suponer que para ella también; si no, sería para darle el más sincero de los pésames y no es plan.

sábado, 14 de julio de 2018


Caín

Siempre me ha llamado la atención el relato de la Creación por poco o muy creíble que resulte. Supongo que el hecho en sí de aparecer vestida de leyenda o cuento ha contribuido a ello. No sé. La cuestión es que una vez que tras la firma de Saramago aparece el más villano de los villanos, el fratricida primigenio, el menos querido por Dios, la solidaridad hacia él se  abre paso. Y a través de las letras de don José empiezas a descubrir el modo en el que el infortunio se viste de racionalidad para darle a Caín cuerpo de crédito real, cercano, humano. Resulta sumamente atractivo el hecho de ver cómo si de un preevangelista se tratase se reescribe la historia y deja de ser sagrada para convertirse en apócrifamente real. La lógica del pensamiento cainita se nos va mostrando en paralelo a las contradicciones de un dios tan variopinto como contradictorio. Cruel como si el más férreo de los fiscales estuviese bajo su túnica y así se nos mostrase. Caín, que porta sobre sí el estigma del mal, acaba mostrándose como el más racionalista que deja al Supremo sin argumentos más allá de su omnipotencia. Y todo esto con los barnices hilarantes del descrédito que Saramago saca a la palestra para derrumbar creencias ciegas. Este protagonista, este condenado al mal, acaba apareciendo como el procreador de estirpes  y desfacedor de entuertos en un viaje paralelo a la senda del dogma.  No deja títere con cabeza en esta travesía precristiana y supongo que con ello se traza una ruta paralela por la que llevar a todas las tribus creyentes. De los acomodaticios, obedientes, resignados, pobladores del Paraíso, nada se sabe ni falta que hace. Esta muestra irreverente deja bien a las claras sus intenciones desde el principio y creo que debería plantearse como optativa en cualquier currículo que se precie. Daríamos con ello una visión más inteligible de los designios que tantas veces nos suenan a chanzas. Lo más probable sería que alguna hoguera se ofreciese a ser de nuevo al protagonista para convertirnos en churrascos herejes, pero merecería la pena. De tan acostumbrados como nos tienen y quieren en seguir las pautas del pensamiento y del credo, uno empieza a pensar que nos hemos idiotizado en exceso y merecemos otro punto de vista. Seguro que es igual de increíble que el anterior, pero a qué negarlo, más divertido. A partir de ahora, cuando vuelva a cruzarme con aquel Antiguo Testamento que tantas aventuras ofrecía, lo releeré de otro modo, con otra perspectiva. Probablemente no alcance con mis dudas el Paraíso, pero qué más dará si Caín de manos de Saramago nos ha ofrecido La Gloria de una extraordinaria narrativa.  

viernes, 13 de julio de 2018


1.  Isabel Varón



Más o menos, treinta y seis años, un mes, y cuatro días. Este es el período de tiempo que calculo que ha pasado desde la última vez que nos vimos, que nos reímos, que nos dejamos apuntes, que nos chivamos respuestas.  Más o menos. Y pareciera que fue un suspiro. Está igual, exactamente igual, que la última vez. Las palas de sus dientes mantienen la distancia, los hoyuelos de su rostro mantienen la tersura y sobre todo, por encima de todo, eclipsándolo todo, su sonrisa. Es exactamente la misma que la catalogaba de única. La sonrisa que derivaba tantas y tantas veces en carcajada a la más mínima ocasión, sigue siendo suya en exclusiva. De modo que no fue nada difícil reconocerla y en el abrazo eterno volver a recuperar todos estos años de ausencias limadas por el cariño del recuerdo. Atropellamos instantes y, de modo voraz, nos pusimos al día. Y lo hicimos justo en ese cruce de caminos como si la metáfora casual quisiera venir en nuestro auxilio. Pasamos revista en un plis plas y navegamos de la risa a la melancolía como náufragos de un tiempo tan irrecuperable como hermoso. Volvieron anécdotas, secretos que dejaron de serlo, apuntes extraviados, fotos memorizadas y la certeza de haber sido afortunados a pesar de todo. Buscamos el imposible consuelo en los epitafios del infortunio y fuimos capaces de saltarnos los stops excusándonos en la desmemoria. Sigue igual, os lo aseguro. Generosa como nadie desde la entrega. Interrogándose por los porqués que tantas veces no precisan respuestas. Descolgando  sobre sus hombros el bolso joanbaezeño que la tildaba de musa de un mundo mejor. Fiel a su torre, derribó las almenas de sus murallas para no dar la sensación de ser la soberbia dueña de aquella a la que homenajear. Resistente convencida ante las falsas proximidades que tras las teclas alejan más que unen, sabe, vaya que si lo sabe, cuánto se hace de querer. Lucha por dejar al pairo a la nave que partió sin explicación alguna en busca de otros mares, otras tormentas, otras calas. Ella, sirena varada, sabrá elevar por encima del horizonte el faro que nace de su mirada. De nada servirán los intentos de naufragios si ella los logra evitar. La vida nos ha ido mostrando unas rutas que con el paso del tiempo hemos asumido como convenientes, necesarias, inexplicables, esperanzadoras. Fue una larga travesía, vaya que sí. Pero lo que ella ignora es que cada vez que yo visitaba La Vega, cada vez que volvía a ver el color morado de unas ciruelas, cada vez que el amanecer se presentaba sobre las aguas de La Playeta, ella, Isabel, mi amiga Isabel, regresaba. Más o menos, treinta y seis años, un mes, y cuatro días. Volvimos a reírnos, no hicieron falta respuestas chivadas, no fueron necesarios apuntes, porque todo desde siempre supo a verdad.

jueves, 12 de julio de 2018


1.  Puri



Así, sin más que añadir, Puri. Porque nada ha de añadirse al nombre cuando las cuatro letras señalan los puntos cardinales de la poseedora. Y cuando digo poseedora estoy incurriendo en un acto de proclama no demasiado acorde con su carácter. Ella, cuyo primer apellido debería ser generosidad, desconoce el sentido estricto del egoísmo más allá de los valores que el corazón bombea. Y lo hace desde el púlpito de la empatía que consigue convertir en imán a todo recelo que ante ella se presente. Bastará mirar por debajo de la línea de flotación de su flequillo para comprobar la limpieza que transmite su mirada y dejarse llevar. Lo más probable será que el viaje que te proponga circunvale cualquier cuneta en la que el temor quiera hacerse mojón kilométrico. Nada le asusta y ante nada estará dispuesta a rendirse quién sabe como nadie reinventarse. Irá de aquí para allá como torbellino de ilusiones. Cambiará los perfiles del valle por las aguas tornasoladas de la isla y en cualquiera de sus calas, en cualquiera de sus recovecos, dejará constancia de su paso. Este cangrejo de julio sabe que nada hay peor que dejar paso al pesimismo y sus pinzas tamborilean a modo de advertencia. No  para anticipar agresiones de las que no sería capaz; más bien para provocar en los ánimos aletargados el empuje que les lleve a nuevos retos y horizontes. Supo ver que los sentidos necesitan cobijarse cuando la tarde pide reposo y ella, comprensiva, se lo prestó. Golondrina inquieta cuyos nidos deja debajo de los aleros cada verano a sabiendas de dónde estar si el desánimo llamase a la puerta. Llegará el ocaso del día y se aferrará al brazo de quien se sitúe a su lado para ascender al punto más alto desde el que seguir contando estrellas. Pedirá deseos. Pero no los pedirá de un modo egoísta, no. Será generosa para quien sea el encargado de proporcionar el solaz a quienes quiere y con ello se sentirá pagada, reconfortada, feliz. Desde siempre tuvo claro el lema de su existencia y por nada del mundo lo variará. Callará para sí los agravios a la espera del remordimiento de quien pudo provocarlos. Será comprensiva con el dolor que sienta quien reconozca, más pronto que tarde, que nada merecía más que un achuchón cariñoso y un abrazo sincero. Por eso, cada vez que los calendarios se agolpen a su puerta un doce de julio, les abrirá sin distinción. No podría perdonarse que alguno de ellos se sintiese menos querido. Sería superior a la dicha de cumplir un año más y no se lo perdonaría a sí misma.  

martes, 10 de julio de 2018


Tarjetas negras


Ahora que el Mundial de fútbol está llegando a su fin insisten en hacerse un hueco. Como si sintieran envidia de las rojas o de las amarillas, las tarjetas negras reclaman su espacio, y visto lo visto, parece ser que lo consiguen. Ya tuvieron su protagonismo en la época reciente en la que se encargaron de vaciar las cajas en el doble sentido de la expresión y la epidemia continúa. Esta vez, en un campo de juego diferente al habitual. Me refiero al rectángulo verde en el que patear balones. Esta vez, la cancha de juego era un prostíbulo. No voy a entrar a debatir el tema de la existencia o no de dichos lugares. Me limitaré a expresar mi sorpresa ante el hecho de dilapidar quince mil euros en una tarde-noche movida, sin duda. Según ha transcendido, una fundación andaluza para desempleados decidió poner en manos de unos crápulas ese montante económico para que lo gastasen como dios les dio a entender. Se tomaron al pie de la letra la sentencia que hablaba de nacer del polvo y regresar a él, pero eso sí, pagando otros. Y todo por culpa de las dichosas tarjetas enlutadas que tan camufladas parecen tener su existencia. Carezco de parámetros con los que medir o cuantificar tal inversión. No sé si los emolumentos fueron excesivos o los sátiros estaban demasiado necesitados. De lo que no me cabe duda es del hecho de volver a comprobar cómo vuela el dinero ajeno cuando tú eres el encargado de aventarlo sin ningún escrúpulo. Y ahora, qué queda. Decirle al parado que se mueva en busca de trabajo que ellos saben de qué están hablando. Reponer el dinero y saltar del cargo inmediatamente soportando el bochorno del mejor modo posible. Seguir como si nada hubiera pasado a la espera de otro nuevo desfogue a costa ajena. Mirar hacia otro lado, quizá hacia la costa, para ver desembarcar nuevas y posibles carnes de neón. No sé cuál será la opción más recomendable. En base a todo ello no puedo quitarme de la cabeza aquella máxima que decía que si querías saber quién era una persona solamente deberías darle un cargo y ya te lo demostraría.  Si además de ello le dejas un arma cargada, rectangular, negra, con libre disposición de fondos públicos, entonces te enterarás mucho antes de lo que te imaginas. Igual alguien explicó apócrifamente el Antiguo Testamento y algunos se lo tomaron como dogma de fe.   

jueves, 5 de julio de 2018


1.  Carmen, la de Gregoriete



Así, como queriendo reivindicar la sangre, se hacía un hueco en el corazón de todos aquellos que tuvimos la suerte de tenerla cerca. Y digo tuvimos cuando el tiempo presente ha querido despedirse en los primeros albores del mes de Julio. Como si decidiera por sí mismo teñir de oscuro al inmediato verano en el que su sempiterna sonrisa, por más que se empeñe el luto, no dejará de asomar por la esquina de las escuelas. Allí, justo en el cruce de caminos que nos vertebran hacia las eras o nos guían hacia las aguas, seguirán presentes los mil detalles que hablarán de lo que fue, de lo que sigue siendo. Aparecerán las mesitas bajas con los pañitos almidonados a la espera del paso de la procesión. Aparecerán los sedales que regresan del Puente de Hierro. Aparecerán los mandiles sobre las sillas de anea sobre los que dejar descansar a los ascendientes sudorosos y fatigados. Y a todo ello se sumará el aroma a azahar que de las Barcas nos hable de aquellos años en los que las vecindades se convertían  en familias elegidas. Y callado, observando, como si la espera hubiese resultado larga y a la vez indeseada, Luis. Receptivos seres que se llevan el hato carente de precio y pleno de verdad. Nunca es el momento el adecuado; pero cuando la insistencia en hacerse protagonista llega, más allá de las palabras reconfortantes, quedan los hechos. Y seguirán llegando sus pasos acelerados al toque de los terceros del brazo de sus sangres. Sonreirá de nuevo mientras las mismas respuestas acudan a quien ya había dejado un hueco a las preguntas. Nada importará más allá del saber que siendo uno más de los perfiles que dieron sentido a existencias propias se va como vivió, sin hacer ruido. Cuando las hojas caigan, cuando los fríos regresen, cuando las cuestas rezumen de nuevo, de aquella esquina seguirá luciendo la más amplia de las sonrisas. No habrá que hacer ningún esfuerzo por adivinarlo; ella, Carmen, nos cogerá del rostro, nos preguntará por los nuestros, y un par de besos darán validez a la firma de un ser realmente excepcional. Buen viaje a la Eternidad, amiga mía, amiga nuestra, amiga Carmen.  

lunes, 2 de julio de 2018


Nuevo adiós, esta vez, a Rusia



Aquellos que llevamos ya unas cuantas décadas viendo y a veces, disfrutando del fútbol, nunca nos acostumbramos a la derrota. La consideramos como invitada innecesaria a la que nadie dio paso y cuando se hace sentir nos deja de nuevo el regusto avinagrado. Comienza el torneo de turno y en aras a la euforia que se esconde tras una bandera y unos colores te sientes el dueño del rectángulo, el invencible número doce, el elegido para la gloria. Haces como que no ves las carencias y echas mano de aquellos precedentes creyendo que nada ha cambiado salvo a mejor. Y así, como quien no quiere la cosa, el desarrollo de los acontecimientos te va dando guantazos para que despiertes. Empiezas a comprender que aquel equipazo blaugrana que tanto enamoraba era el mismo que le daba consistencia y sentido a la selección. Un eje vertebral en el que Pujol ejercía de líder, Casillas se mostraba invulnerable, Xavi e Iniesta manejaban a su antojo los tiempos, Busquets borraba del campo los mínimos desaciertos se acompañaban de un estilete llamado Torres o llamado Villa. Y todo desde el conocimiento que mostró Luis Aragonés al que no le dolieron prendas en llevarse de encima a Raúl. Un estilo de juego asumido desde la inteligencia de saber dónde estaba el auténtico fútbol que la generación presente exhibía. Quizá también la suerte quiso sumarse al éxito y entre unos y otros tendieron un sueño impensable años atrás. La furia quedaba como el último recurso de aquellos que no podía aportar nada más. De modo que gozamos de unos triunfos más que merecidos. Y nos acostumbramos ciegamente a ellos. Sí, ciegamente, al no ver que los relevos no eran acordes a aquellos que la edad relegaba. Se perdió el estilo, o lo que es peor aún, se intentó mantener un estilo sin la clase suficiente, sin el convencimiento pleno, sin la base de una cantera que a duras penas subsiste viendo pasar contratos multimillonarios que diluyen sus posibilidades. Por lo tanto, lo mejor será, dejarse llevar. No encaramarse al balcón de las decepciones y reconocer que cualquier empresa, incluso la futbolística, si carece de líder y menguada está de talentos como aquellos que gloria alcanzaron, será la mejor opción. Vivimos unos éxitos que pocos sospechamos en nuestros años infantiles y deben quedar como los momentos gloriosos que recompensaron a los fabricantes de una forma de jugar. Empeñarse en lo contrario nos abocará de nuevo a la decepción. Y si se trata de decepciones, reconozcámoslo, la vida misma ya nos aporta demasiadas. A nada que nos descuidemos, el circo del balompié, volverá a levantar su carpa y el espectáculo continuará. Siempre podremos sacar pecho de haber sido testigos de una época irrepetible.