Juan Perro o la excelencia
evolutiva
Apareció acompañado
por una maestra de ceremonias que oficiaba de entrevistadora. Un
escenario con los micrófonos expectantes aguardando su turno y las guitarras
dormitando a media luz. En el centro, un sofá rojo a modo y manera de estrado
íntimo en el que fue desgranando su dilatada carrera. Algún que otro capote
ante los toques de divismo que la presentadora no supo medir empezaron a hablar
de este camaleón musical. Salieron a la luz sus apetencias lectivas en aquellos
años onubenses en los que la topografía servía de excusa para conseguir sus
metas. Su descubrimiento de la filosofía y el embarque hacia un París en el que
degustó más placeres de los que sacó a
la luz y que le aportaron una visión cosmopolita de su devenir musical futuro.
Y todo expuesto desde la sombra de un sombrero a modo morrisoniano bajo el que
un intelecto fuera de lo corriente se manifestaba. Sorna baturra aderezada con
menciones cultas hablaban de las pertenecías de su mochila intelectual. Y como
para no darse importancia, no alardeó de triunfos pasados en ninguno de los
niveles, incluido el amoroso. Sabía que su sitio perdura en la memoria y no es
cuestión de seguir viviendo de aquella. Por eso con las mínimas concesiones al
retrovisor y con permiso del mar dio paso a sus acompañantes. Tres genios que
arroparon sonidos desde una guitarra con sabores de Gracia, un saxo barítono y
clarinete llegados del Maresme y una trompeta gillespiana que sonaba a próxima. Todo bajo una sutileza jazzística
que recorrió la sala transportándonos por los meridianos del son cubano, de la
bossa nova brasileña, de las melodías del Misisipi de Duke. Un viaje alejado de
modismos que portaba un aire fresco al enrarecido mundo de las corcheas con el
que se empeñan en enredarnos. Que las introducciones
de los temas viniesen de la mano de una dicción erudita de Santiago en la que
el humor aparecía desde la inteligencia hablan por sí mismas de lo que anoche
presenciamos. Improvisaciones que reventaron en aplausos y un saber hacer digno
solo de los elegidos. Un deleite para
los sentidos y una esperanza en el futuro musical que se aleja de postulados meramente
comerciales. Aquellos que sepan, busquen, necesiten o añoren algo
diferentemente bueno, que chisten al Perro de Juan; verán como acude presto a
su llamada y no les decepcionan las muestras de verdad que sus ladridos
aportan.
Jesús(defrijan)