1. Paco M.
Lo primero que te llega cuando se te encara es la limpieza de su
mirada. Poco importará que la timidez se escude debajo de la visera sempiterna
cuando Paco te lanza el reto del saludo. De nada servirá escudriñar en la
liviandad de su imagen intentando encontrar lo que no oculta. Este alfaquí
llegado de las riberas sultanas y moras lanza a los cuatro vientos la proclama
de sus raíces envuelta en retazos de geranios. De las paredes encaladas de su
añoranza ya dará cuenta mayo una vez que las cruces se hayan vestido de colores
mediando la primavera. Él, alzará los brazos, arqueará el talle y seguirá los
compases que el ritmo le marque para indicarle al ritmo quien realmente domina
a quien. Farolea como si un camborio de luna llena le vistiese de corto a la espera
de una faena suprema digna del manolete del baile. Dicta las normas y del
desespero de la tardanza del aprendizaje hace acopio de calma como si quisiera
hornear el penúltimo pestiño con el que
endulzar la tarde. Vagará en sueños por la judería intentando recobrar las
enseñanzas de Maimónides mientras el rumor de las fuentes amortigua la calina.
Fluye entre los requiebros del cante buscando la simbiosis sin la que caminaría
desnudo hiriéndose las plantas de los pies. Calla para sí el estribillo de la
copla que otrora entonará Miguel de
Molina para negarle paso a la nube que le reste alegría. Aspa sus brazos y todo
se transforma como si de las alas de un arcángel Rafael se tratase en busca de
un escenario celeste sobre el que dar rienda suelta a tal pasión. Probablemente,
de Góngora, le busque el legado doliente de una incomprensión intentando
horadarle energías. Craso error. Él, muecín de la mezquita de su propio
sentimiento, lanzará la llamada y a ella acudirán para coreografiar la
siguiente propuesta. Almohade de una medina que conjuga verdades destiladas de
los jardines, verá en cada puesta de sol el deseo cumplido de la promesa
extendida. Pasad cerca, sin hacer ruido, sin alharacas y comprobadlo. Ha
rectificado las imperfecciones y se ha lanzado a mostrar el paso siguiente.
Desde la acera de enfrente observaré la evolución y rechazaré la oferta de
sumarme al grupo. Nada mejor que reconocer las limitaciones y sopesar las capacidades
para poner freno a la envidia.