Los cómics
Tantas veces considerados los hermanos pobres de
la lectura, los cómics, en muchas ocasiones han servido de inicio a la misma.
Refrescad la memoria quienes seáis aficionados a ella y veréis como en vuestro
currículo lector aparecen. Y lo hicieron desde las más variadas formas, tamaños
y soportes. Los había apaisados de tirada semanal en los que Roberto Alcázar y
Pedrín daban cumplida réplica a los modelos policíacos americanizados en busca
de justicias inimaginables en la actualidad. Y si retrocedían en el tiempo,
sobre formatos similares, El Jabato o El Capitán Trueno alternaban en disputas
lectoras atravesando mares y cabalgando entre sus fieles amigos. Tardes eternas
que se menguaban al calor de la lumbre entre sus viñetas imaginando las miles
de aventuras que sus escudos presagiaban. Y si avanzábamos en los años, las
Hazañas Bélicas surgían de entre las trincheras de manos del Sargento Gorila
para dar cumplida cuenta a base de granadas o morteros de todos los enemigos
que tomábamos como nuestros. La cuestión era leer aunque fuesen bocadillos
enmarcados en aquellas páginas de papel tupido. Para los mayores quedaban las
novelas de Marcial Lafuente Estefanía. No tenían dibujos sobre los que
descansar las pupilas y el Lejano Oeste nos lo aproximaban Rintintín o Buffalo
Bill y sus proezas. Nadie consideraba pecaminoso el exterminio de los “pieles
rojas” desde su puntería ni la caza furibunda de bisontes. Cuestión de
inocencias infantiles a las que fácilmente se les suele engañar. Cumplimos años
y aparecieron por nuestros anaqueles como regalos de onomásticas las aventuras
que promovía Julio Verne en aquellos libros de Bruguera simbiontes. La letra
pura y dura alternaba con las meramente ilustradas y pasabas de unas a otras
sin mayor complicación. El deseo de leer se iba afianzando irremediablemente y
con él, tu paso hacia la adolescencia. De cuando en cuando revisabas, y sigues
revisando, aquel formato enmarcado en tapas duras en las que Lucky Luke daba
cuenta de los Primos Dalton. Te sigue extrayendo una sonrisa. Sonrisa que continúa
si decides explorar la Galia de manos de un Astérix invencible que tantos
momentos de gloria sigue proporcionando a la historia que pudo haber sido y
fue. Una historia que forjó el deseo de dejarse llevar por las firmas que
fueron capaces de encauzarnos por las vías del disfrute lector. Y en eso
estamos, y en eso seguimos. Ocupando el altillo en nuestra propia viñeta de un
cómic cuya dirección vuelve a ser el número 13 de la Rue del Percebe. Nadie
quizás recuerde cuando fue la última vez que los leyó con el ímpetu propio de
aquella curiosidad. Pero de lo que no me cabe duda es que aquellos que los disfrutamos les debemos
el saber que gracias a ellos, a nuestros queridos cómics, ahora seguimos
enfrascados en la magia que toda lectura comporta. Quienes no los disfrutaron
igual piensan que su infancia anduvo coja y quizás lleven razón al pensarlo.