Revisión de examen
Aquellos que nos dedicamos
a la enseñanza sabemos el daño que acarrea situar a cada quien en su nivel.
Unas veces por incapacidad y otras por motivos varios no siempre se alcanzan
los objetivos establecidos. Quizás algunos de los mismos son excesivamente
elevados, alejados de sus inquietudes, ajenos a los tiempos ….De cualquier
forma no conozco a ningún docente que se recocije con el suspenso de sus
alumnos. Nadie puede ser capaz de disfrutar con el nulo éxito de la cosecha que
se encargó de sembrar, cuidar y ayudar a crecer adecuadamente. Nadie,
medianamente sensato y empático puede ser tan cretino. Por eso me sorprende el
hecho de plantear dudas ante el resultado final evaluativo. Me sorprende que se
cuestione la injusticia de una calificación por parte de quienes no están
capacitados para ello. Me sorprende que se busque en la revisión el arañar las
décimas que logren poner a salvo al hijo/alumno que no ha alcanzado los
objetivos propuestos. Quienes así lo plantean olvidan el significado que lleva
la evaluación continua en la que se valoran esfuerzos, actitudes y aptitudes
como triunvirato resultante. Querer como premisa de saber, como prefacio de
poder, como semilla de fruto final. Si todo se retrotrae a un examen como
prueba última y definitiva de logros, creedme, regresaremos a aquellos tiempos
que pensábamos olvidados. Tiempos en los que una nota media por encima del
notable se esfumaba si la fiebre te impedía realizar un examen final en junio
sin excusas posibles. Tiempos en los que la intensa preparación libre del
bachillerato carecía de crédito en aquel par de días en los que te la jugabas
siendo un desconocido. Tiempos en los que el esfuerzo se te suponía y los
avales quedaban olvidados ante la presencia de los folios con membrete en los
que desarrollar lo aprendido. Nadie sabía de tus esfuerzos excepto aquellos que
te tenían cerca y que jamás osaron cuestionar el resultado de las pruebas. No
me los imagino pidiendo una fotocopia del examen para valorar la justicia
calificadora. No puedo ni imaginar la cara del profesor Manzanares que se vio perseguido y
zapatilleado por una madre en Carretería cuando consideró injusta la nota de su
hijo. No puedo dejar de aplaudir la osadía de don Antonio cuando siendo el
competidor opositor a una plaza reclamó nota y le fue adjudicada. Su rival
venía recomendado desde las inmediaciones de Franco y aun así logró derrotarlo.
Cierto es que don Antonio, y quienes lo conocieron lo saben, sabía como nadie
el valor auténtico que la docencia tiene. Si hemos de regresar a épocas
pasadas, regresemos, no hay problema. Algunos ya las vivimos y de ellas
aprendimos los diferentes tonos que suele mostrar el “bienquedismo” o la
sinceridad. Al final, y eso no tiene vuelta de hoja, alumnos son unos años pero
hijos siguen siendo toda la vida y nada es superior al amor por ellos, ¿a que sí?
Igual merece la pena que cada cual se ponga
la nota que quiera y así nadie se sorprenderá.