lunes, 28 de abril de 2014


      Campanadas de boda

Siempre resulta expectante el hecho de asistir a una boda como invitado. Dejando aparte el dilema sobre el vestuario a lucir en la misma, la inquietud se une a la ilusión compartida con aquellos que te han hecho partícipe de la misma demostrando su cariño hacia ti, y en ella te embarcas dejándote llevar por los acontecimientos. Pues eso fue, ni más ni menos, lo sucedido ayer en la representación teatral que La Cubana tuvo a bien mostrarnos a los que tuvimos la suerte de asistir a su función. El tema en sí, la boda entre una joven valenciana con raíces aragonesas y un hindú al que conoció un año antes actuando en el teatro, dio más juego del que nadie hubiese sospechado. Nadie, excepto aquellos que ya saben del buen hacer de semejante compañía teatral. Personajes bien estructurados, movimientos de decorados tan veloces como sutiles, intervenciones justas en las que el humor no llevaba el sobrepeso de la chabacanería y todo un ramillete, nunca mejor dicho, de actrices y actores que daban color y realismo a las escenas. Lo de menos en sí hubiese sido el desenlace de tal enlace. Pero ahí estaba otro de los momentos cumbres de la representación. Como buenos invitados espectadores fuimos engalanados con pamelas y, tocados a modo de aderezos para que las fotos respondiesen al reportaje merecedor de tal evento. Mientras tanto, todo el teatro se convirtió en el vivero más florido que nunca jamás sospechásemos con cientos de motivos florales que le cambiaron el aspecto. Risas en el escenario, risas en el patio de butacas y risas entre la lluvia de pétalos que cayó a medida que la novia se dirigía al escenario a recibir por poderes a su novio desde Bombay. Sublimes la entrega del ramo por parte del enviado de la familia del novio, la hornacina de madera que acompañaba a la tía de la novia, el baile bollywoodiense en el que nos vimos envueltos, el desfile de las damas de honor elegidas de entre el público, el testimonio de los testigos que subieron a dar fe del enlace al escenario. Lo dicho, una absoluta locura divertidísima que desde la sabiduría inteligente del buen hacer logró que dos horas y media de celebración mereciesen la pena. Y sin una sola concesión al mal gusto. Y eso, hoy en día, es un lujo por el que merece la pena invertir el tiempo. Prometieron que las fotos estarían hoy a disposición de quienes las quieran disfrutar. Si tenéis curiosidad, buscadlas y os haréis una idea de lo que fue y de lo poco exagerado que he sido al contaros el enlace.¡ Que vivan los novios y el buen teatro!
 

viernes, 25 de abril de 2014


       El cuento de nunca acabar

Así nos entretenían de niños con el corolario final del “¿quieres que te lo cuente otra vez?” y la respuesta inocente afirmativa reiteraba el relato del adulto hasta que se cansaba y daba por concluida la sesión. Mira tú por donde creo que nos estamos habituando a rememorar nuestra infancia  a base de escuchar las cantinelas absurdas de los planteamientos absurdamente viciados que la ilógica permite desde la normativa farragosa que siempre beneficia al de siempre. Por eso da la sensación de que las causas que llevan al banquillo de los acusados a jueces que exhibían el sentido común al procesar a quien ha destrozado futuros aduciendo, vaya usted a saber qué razones especulativas en simples ahorradores que ellos mismos azuzaron, digo que da la sensación , de estar coreando el mismo final de siempre. Pero hay un problema en tal creencia y es el despertar a la cruda realidad. En un bando, aquellos que han visto arruinada su vida presente por mor del engaño y en el otro el beneficiado del mismo cuyo principal mérito es haber compartido pupitres con los de su misma ralea. Ofendido, vilipendiado, mal juzgado, se siente, él y muchos como él, al haber sido encausado por un juez atrevido al que ahora acusan de prevaricador. Igual entrando en la letra pequeña de las leyes encuentran el resquicio por el que salir victoriosos y dar el finiquito a quien osó mover los pedestales sobre los que apoyan su apolínea figura de togas inmaculadas. Y nosotros, espectadores absortos ante semejante incongruencia, seguro que nos tenemos que conformar con la explicación del la ley, el apartado, el subapartado o vaya usted a saber qué que así lo regule. Desde luego lo que sí queda claro es que el rótulo de preferentistas se lo adjudicaron erróneamente a los paganos. No cabe duda  que lo merecían aquellos que sabían sobradamente la inmunidad a la que se verían abocados por más que un juez asumiese el papel de Robin Hood que no le permitirían llevar a escena. Mientras tanto, y mientras llega el sentido común a remar a favor del sensato juez,  aquellos que ya no somos unos críos, caso de volver a escuchar el estribillo del cuento infantil, neguemos su repetición o nos seguirán tomando por inocentes criaturas a las que engañar fácilmente por más que la cordura del sentido común exhibiese un nuevo juez osado.  

Jesús(defrijan)

jueves, 24 de abril de 2014


      Un apellido vasco

Es el que figura en mi árbol genealógico, tal y como me indicaron en una ocasión. Ochoa, para ser más concretos. De modo que la casualidad, o la inercia de la publicidad, o la vorágine de las masas me llevaron a la sala en la que se proyectaba la película que añade siete apellidos más al título. Si, según los expertos, las cifras recaudatorias hablan por sí solas del mérito de la misma, no se trataba de ser el adalid de la negación ante tales evidencias de acierto. Cierto es que entre los dramas que la vida diaria nos ofrece con juicios a jueces que juzgan a culpables que acabarán siendo declarados inocentes mientras los inocentes pagan  culpas ajenas, la saturación de bilis provoca tal hastío que la recompensa de la comedia siempre es bienvenida. De modo que allí, parapetado en la oscuridad presté atención. Eso sí, sin palomitas ni aderezos americanizados que suelen distraer de la pantalla. Y comenzó por Sevilla el enredo cómico que llevaría a Euskadi al resto del argumento para regresar al Guadalquivir definitivamente. A momentos de risa siguieron otros de pausa y otros de exhibición de tópicos como concesionarios del estereotipo meridiano del país. A parte dejaré las reflexiones políticas que se exhibieron desde el papel  bufonado y centrándome sólo en el esquema cinematográfico diré que es una comedia correcta. Que permite reírte por no llorar y que da por bien amortizados los euros que cuesta su entrada. Lo de menos es si la calidad responde a los mínimos exigidos. Eso, amigos míos, hace años que dejó de considerarse como prueba selectiva a la hora de filmar. A todas luces, la versión española  de Ignatius  J. Reilly , dejó bien clara la opción de tomar como guion una obra maestra como es “La conjura de los necios”. Al menos en su debut mantuvo la calidad que en las sucesivas secuelas dejó paso a la recaudación y en ello sigue pagando el precio de la chabacanería fácil. No seré yo quien promueva nuevas vías de inversión o creación dentro del noble arte de la cinematografía. Pero no dejo de preguntarme por la posibilidad de interrogar al infinito por las valoraciones que les merecen a los genios que elevaron a la categoría de insignes a las películas inmortales. Me da la sensación de que estamos tan acostumbrados a las medianías, que cualquier opción que supere mínimamente ese listón, nos parece algo excepcional, y así nos va. De cualquier modo, si tengo que elegir entre una comedia voluntariosa y un drama real en el que los actores protagonistas abusan de su papel para reírse de los espectadores, prefiero la comedia.  Pero atentos por si dentro de nada empiezan a aparecer los brotes de nuevos apellidos que pretendan jugar con las ganas de aquellos que necesitan reírse por no llorar.     

         Jesús(defrijan)

miércoles, 23 de abril de 2014


        Los olvidados

Resulta sumamente doliente saberse catalogado como tal y sin posibilidad de remedio más allá de la cercanía de la piel que te dio vida. Nacer desde la esperanza para acabar desapareciendo entre la brumas de la ignorancia ajena suele ser el menos dañino de los reconocimientos. Pasas a ser uno más entre los otros más tan ignorados como tú y sobrevives en la benevolente creencia de que alguien, llevado por la curiosidad, o quién sabe si por la compasión se acerque a ti y te tome como aliado de sus vaivenes. Puede que entre sus premisas figuren las que mitiguen su gris existencia que en ti buscará remediar. Y el tiempo hará de vosotros dos un nudo tan firme como haya resultado el lazo de consuelo que le hayas ofrecido a quien se fingió altanero sabiéndose frágil. Llegó desde el puerto de la casualidad que suele dar salida a las naves que buscan horizontes a alcanzar. Ahí es cuando tú, mísero olvidado entre los olvidados míseros, junto a los recordados y valorados esconderás la emoción que te supone el haber sido elegido. Puede que simplemente sean segundos los que provoquen tu rapto de la ignorancia entre la que sumías tus sueños, pero serán segundos eternos, impagables, hermosos. Y no elevarás la portada de tu rostro más allá de lo que la prudencia aconseja para no dejarte llevar por la insolencia de creerte socio del club de los elegidos. Verás de soslayo como los perfiles de aquellos que coronan laureles giran la vista hacia ti para abrazarte en ese instante y sabrás que naciste para que ese momento diese sentido a tu existencia. Atrás quedaron las noches de velas en las que de los cajones dormidos salieron a la luz las grafías manuscritas para ocuparse de otros a través de ti. O quizás el encuentro casual que te convirtió en liberto del presidio del olvido acabe consiguiendo un destino diferente al que estabas condenado. Lejos de la pira incendiaria que soportaba el peso del papiro repudiado vivirás, o mejor, harás que viva, otra existencia diferente aquel que buscó consuelo y que solo entre tus brazos logró encontrar. Por eso, amigo mío, hoy que el día de los olvidados y recordados llenará de luz rincones en todos los rincones de las vidas que tan frecuentemente os ignoran, te doy las gracias. No me preguntes por el nombre de aquel Olvidado al que rescaté por primera vez. Sé que a partir de Él, llegaron muchos más y el precio a pagar por el rescate, te lo aseguro, mereció la pena y la sigue mereciendo.      

 

Jesús(defrijan)

viernes, 18 de abril de 2014

Gabo
Suele ser la envidia uno de los pecados capitales más repudiados, a la par que escondido, por quien la pone en práctica. Su sola mención nos repudia ante nosotros mismos por sabernos dueños de la flaqueza ante la grandeza del otro. Rumiamos la desgracia de no llegar a ser capaces de aproximarnos a lo que emana el envidiado y estamos condenados a vagar por las tinieblas mediocres. Podremos soñarnos aprendices sabiendo que jamás nos aproximaremos a la luz que de ellos se desprende y ahí nuestra condena. El único consuelo que nos queda es el comprobar que somos uno más de los peones envidiosos en el tablero donde sólo el rey perdura y perdurará por siempre. Seremos sacrificados por la insustancialidad mientras el monarca será eterno. Por eso, hoy que me ha llegado la noticia de su retiro, me siento triste cuando debería sentirme dichoso. La edad empieza a cobrarse su peaje y se empieza a despedir como sólo los grandes lo saben hacer. Una carta en la que todo él aparece en el más puro estilo que siempre marcó su pluma. Y los Buendía empiezan a decorar a Macondo para que perdure como nido festivo de ayer y de mañana. El pelotón de fusilamiento cargará salvas de cumbias con las que señalar los pasos al más allá, que curiosamente, permanecerá en el más acá. La pollera colorá vestirá de ondas coloridas las tardes de verbenas.La guayabera almidonada reclamará su espacio para calzar el torso del noble nobel inmortal que la tomó por suya. Será una crónica de inmortalidad anunciada porque nada es capaz de aniquilar a quien usa las letras como melodiosa mezcla de sentimientos universales. Y mientras, el barco seguirá remontando el río con la cólera del duelo que el amor trajo a los tiempos de esperanza. Y la indiana cartagenera que le recluyó, henchirá su pecho de orgullo por saberse el último buró que tuvo el privilegio de adoptarlo. Los rizos de nieve que pincelaron sus pensamientos han decidido derretirse, que no fundirse. Y ahora, sin que se me note en exceso, cumpliré mi penitencia al saberme envidioso. Prometo hacer esfuerzos para simularme escaso ante el maestro. Quiera el destino secuestrarme la petulancia que supondría el hecho de fingirme en secreto ser lo que no soy ni seré. Sólo pido clemencia cuando, incauto de mí, al mirarme al espejo, sueñe con que las briznas bisectrices que rayan mi rostro, me mimeticen en alguien que se le asemeje. Hasta que ese momento llegue, me reconozco Salieri, pido perdón, y le doy las gracias por haber existido.
Jesús(defrijan)

jueves, 17 de abril de 2014


 

        Los Oficios

En el ambiente se respiraba la premura que toda víspera acarrea. Paños almidonados, escobas de palma prestas a la faena y los roquetes impolutos alineados en la sacristía. Por última vez se oirían las campanas, y la carraca de madera tañería de lutos las calles prestas al cortejo fúnebre. Éramos  solidarios infantes desde la obligación  que no se dicta, pero se sabe. Ni un segundo para la alegría, el juego, la risa.  Había llegado el momento del duelo y la Pasión no muy bien entendida como Redención de pecados ajenos salía a escena. En la iglesia, se había erigido un altar en diferente ubicación al habitual  adornado con flores que sin   duda aguardaban  pacientes. El ayuno que los adultos habían realizado por la mañana se nos antojaba un sacrificio  extraño que no nos atrevíamos a preguntar. Sin duda por miedo a ser recriminados al no haberlo efectuado nosotros. Y así, cuando el Sol meridianeaba  hacia el atardecer, el punto de encuentro se masificaba de fieles, de espectadores, de actores. Comenzaban los Oficios de Jueves Santo. Y alguien te había dicho que era el día del Amor Fraterno y tú seguías sin entender el porqué de las no reconciliaciones. El pudor te impedía preguntarlo, porque a un niño había cosas que no se le debían explicar. Y mientras el palio atravesaba el templo cubriendo el cáliz hacia su nuevo destino  tu vista recorría de soslayo aquellos bancos en los que seguía reinando el rencor. Quizás esperabas el milagro  que se produciría al  clausurar el nuevo sagrario. Y entonces, acabado el acto religioso, mientras todos los silencios se encaminaban a prolongar el luto en  las respectivas capillas familiares, tú te aproximabas a aquellas que formaban el primer turno de guardia del Monumento y  te unías a ellas rezando o simulando el rezo. En tu fuero interno nacían preguntas que aún hoy en día siguen sin responderse, por más que la intención de este Jueves Santo lo proponga. Año tras año el rito se repite, y esta tarde la inocencia de aquellos ojos que miraban inquietos volverá a aparecer en otros ojos, que también rezarán o fingirán el rezo, pero que sin duda alguna estarán pidiendo el olvido de los rencores a los que hoy somos destinatarios de sus miradas. Por eso, esta noche, en mi turno de guardia silenciosa pediré valor  y fortaleza para pasar el borrador por  el luto que haya podido carbonizar a aquel que hace tiempo no supo entender que este Jueves fuese el día del Amor Fraterno.
 
Jesús(defrijan)

lunes, 14 de abril de 2014


Su cara me suena

 

Indiscutiblemente, han de sonarte los rostros que a diario se asoman a la televisión para ocupar las horas de ocio desde la inercia de la nada a la que tan habituados estamos. Efectivamente, fulanito o menganito presentan tal o cual programa y menganita y fulanita( ups, igual es incorrecta esta última expresión) asisten al televidente en el tránsito a no se sabe qué destino. Hasta aquí, de acuerdo, nada que objetar, cada uno se gana la vida como sabe o puede y las empresas buscan sus rendimientos del mejor modo posible. Pero que en base a esa “popularidad” el galardón que se atribuyen de escritores les proporcione un hueco insigne en los mejores stands de las más sesudas librerías en las que según fecha convenida estamparán su firma y dedicatoria rubricada de falsos agradecimientos, hay un abismo; o debería haberlo. Nada más cutre que competir desde la ventaja catódica con aquellos que han demostrado suficiente categoría sobre el dominio del lenguaje y la acción, escena o sentimientos que parieron sus libros. Su momento de gloria se verá embadurnado de oropeles que en nada les diferenciarán de los similares mientras en su fuero interno se saben a años luz de los escritores con mayúsculas. Estos seres a los que vapulean inmisericordes cifras de ventas dejando en manos del voluntarioso editor el mazo de cartas a esparcir sobre el verde fieltro de la partida incierta. Eso sí, podrán lucir a posterioridad que uno de los pilares de su existencia ya lo tienen cubierto a falta de plantaciones ecológicas y procreaciones varias. Sacarán pecho en los sofás vespertinos a los que serán llevados en volandas de la promoción “prime time” y en la que durante breves segundos hablarán como vendedores mercaderes de su obra. Igual es que la utopía ha muerto y ese es el camino. De todos modos, esta tarde volveré a pasar por delante del escaparate y allí me estarán esperando con el reloj de la caducidad en marcha los mismos rostros, con las mismas falsas sonrisas que el sol habrá ido destiñendo. Que lo disfruten. Han entrado en la caravana que atravesará el desierto hacia el oasis de la magnificencia y no seré yo quien no les desee buena travesía. Hasta que vuelva a tener noticias de algún otro nacimiento escaparatista, yo seguiré escribiendo lo que quiera, cuando pueda para quien lo quiera leer. No sé si llegado el caso me atrevería a dormitar en papel cuché tras unos cristales a través de los que alguien acabaría preguntándose “¿y éste, quién es, que su cara no me suena?.

 

Jesús(defrijan)

martes, 8 de abril de 2014


 

1.     Simón el sefardita

Llegaron desde los despojos los textos apócrifos que fueron negados por las tiaras para no ver derrotados a sus postulados impuestos. Así que los guardó celosamente a las miradas ajenas aquel sefardita que sobrevivía en los brazos del miedo ante el implacable juicio del delator acechante. De modo, que en las noches de vigilia, tras las tupidas cortinas de su trastienda comenzó a hojear las verdades expuestas. Pasó revista a los textos y al llegar a Noé, algo le llamó la atención de manera especial. No fue quien eligió a las parejas de animales prediluvianos, sino más bien, cada animal aportó sus méritos para verse salvado ante la inminente ruina torrencial. De modo que la cabra adujo su inteligencia, don de mando, orgullo, constancia. Y fue aceptado. Vino después el carnero y abogó por su ironía, practicidad, valor de la amistad, sentido lógico, fuerza. Y tras ciertos momentos de duda, fue aceptado también. Le siguió el toro que vino a justificarse en base a su fortaleza, entrega, comprensión y vulnerabilidad oculta. No tuvo dudas, Noé, y le dio paso de inmediato. Así se iba completando la nave que esperaba a los grises del cielo profetizados. Mientras, Simón, el judío inquieto, trazaba las líneas de los bocetos que acabarían formando parte de las ilustraciones de su futura traducción a expensas de verse condenado a las llamas. Sabía de las fluctuaciones del ánimo que aquellos prelados gemelos caprichosos esparcían entre los súbditos a los que atemorizaban con proclamas de excomuniones. No obstante su deseo superaba a los temores y decidió seguir con las lecturas de vigilias a las que poner imagen. Así que vio presentarse al león que sencillamente, soberanamente, exigió su hueco. Traía en su cabeza la corona que hablaba por él y ningún mérito añadido era necesario mostrar. Y así pasó. Las virginales maderas de arca comenzaban a mostrar los equilibrios en la balanza que los balanceos que tal trasiego de seres animados provocaba. Noé miró al frente  y desde sus pies, el escorpión asomó sus pinzas y retrasó el aguijón. Dijo ser merecedor del hueco por su pulcritud, sentido colaborador, capacidad de sacrificio. Al preguntarle por la intensidad de su veneno, dijo que no recordaba la última vez que lo usó. Mentía y se le notaba. Jamás llegó a hacerlo. De modo que a paso vivo entró. Vino tras él, como despistado, caminando de espaldas, el cangrejo. Acababa de salir de un nuevo naufragio entre las rocas habituales y no pedía nada. Sencillamente, Noé, lo vio tan desvalido que le supuso  méritos suficientes y le abrió paso. Y entonces un galopar se abrió hueco. Era el centauro quien se presentaba con el torso erguido. Prendido de él, un arco con flechas llamó la atención del patriarca y al preguntarle por ello, la respuesta  sirvió como pasaporte. Dijo llevarlas para protegerse cuando a todas luces mostraban inmaculado uso por no haberlas usado jamás. No hizo falta añadir más. Pasó y ocupó su hueco. Y entonces comenzó el diluvio. Llovió y llovió y llovió. Y ya cuando el arca comenzó a flotar, todos oyeron el chapoteo de las escamas. Prestaron atención y comprobaron que los peces seguían la estela que las maderas marcaban. No es que retrasaran su llegada, no. Sencillamente prefirieron ceder espacios a quienes no tenían la posibilidad de sobrevivir nadando. Dicen que se les adivinaban los saltos de gozo cada vez que la nave sorteaba la agresión del terreno montañoso al que las aguas la enviaban.  Pasaron los cuarenta días y cuando la calma llegó, lentamente fueron saliendo. Vieron de lejos a unas aletas que les daban de nuevo la bienvenida mientras tomaban la senda que los ríos trazaron. Esa noche, acabada la lectura, Simón el sefardita, supo por fin la verdadera naturaleza del ser  humano y guardó para sí el manuscrito encontrado. Cuenta la leyenda que cada vez que alguien mira a los ojos, oye el susurro en su interior de una voz que le anticipa lo que muestran. Dicen que suena a castellano antiguo y no es difícil entenderla.

lunes, 7 de abril de 2014


 

   La gratitud del perdón

Supo desde el mismo instante en que el arrojo del hartazgo la impulsó al error cometido. Las palabras que minutos antes hubiese desconocido por ella pronunciadas regresaban a lastimar a sus propios oídos que pugnaban por cerrarse ante el daño esparcido. Quizá fuese el cansancio el que alentó a la ofensa y en ella se escudaba para no reconocer el error cometido. Lo había herido, como sólo es capaz de herir el desencanto acumulado en las vísperas de la ficción a la que encamina la falta de dedicación. Miles de propuestas que fueron postergándose  alzaron una cortina invisible de adoquines silenciosos que rumiaron en las madrugadas. Aquellos dos seres se necesitaban más de lo que estaban dispuestos a admitirse cuando los orgullos blandían aceros en el duelo de la absurda victoria. Por eso, ahora que el remanso del tiempo había tendido un meandro de calma al aprendizaje constante, la duda comenzaba a disolverse. Se seguían soñando como siempre lo hiciesen y pocas reconociesen. Los detalles traían al presente voces, roces, complicidades. Y en ellos, estos dos que se necesitaban más de lo que estaban dispuestos a reconocerse, albergaban la esperanza de que el otro abanderase el camino hacia el perdón. No había nada que se les interpusiese  que mereciese la pena tener en cuenta. Así que aquella tarde, cuando los cerezos empezaban a teñir a la primavera, renacieron para sí mismos. Sin haberlo acordado, dos teclados marcaron a la par las nueve cifras. El ensayo silencioso de las palabras a lanzar se atropellaba ante el auricular expectante. Un repetitivo tono monocordemente rápido retrasaba el alzado del telón que tanto soñaban. Volvieron las dudas y minutos después salieron a buscarse. Les pareció una osadía el acto que el temor asomaba al precipicio de la duda, a la sima de un nuevo rechazo. No hubo tal. Como guiados por la mano invisible del destino caprichoso, en la esquina que coronaba una cabina en desuso, se fueron a encontrar. No fueron necesarias las palabras que innecesarias resultan cuando las miradas hablan. Sabían que el tiempo sin el otro lo había ganado para sí la ingratitud de la culpa y no estaban dispuestos a volverse a dejar arrebatar el futuro. Esta tarde, unos inocentes dedos, agobiados por las obligatoriedades que hurtan ocios a sus años infantiles intentan plasmar en un folio un trabajo cuyo título es “El perdón”. Mañana han de llevarlo a clase y quieren sacar buena nota. Seguro que lo consiguen.
Jesús(defrijan)

viernes, 4 de abril de 2014


Índice de mi nuevo libro titulado "A Ciegas"

1.     “A ciegas”, dicen.

2.    21 de Diciembre

3.    Un marco de alegría llamado Verónica

4.    José Vicente

5.    De bien nacido

6.    Carmen Huerta

7.    Los Oficios

8.    La Paloma del Vaticano

9.    El no perdón de Wittgenstein

10.  La Acelailla de Nicolás

11.  Hubo un tiempo

12.  23 de Abril

13.  Santiago Amón

14.  Juanito, genio y figura

15.  Los primos Dalton

16.  La hucha de los responsos

17.  La mariposa

18.  Los versos del piano

19.  Noche de Magos

20. La carta de Paulina

21.  Ellos dos

22. Luciano

23. El dejar de querer

24. Georges Moustaki

25. Los pliegos de cordel

26. Todas las mañanas

27. Su rostro

28. Días de rosas y vino entre Antonio e Isabel

29. La otra

30. A mi gato preferido

31.  Chantal, el “Savoir faire”

32. Está la Henar

33. Francisca

  1. La Estación de los Sueños

35. Los bancarios del Sol

36. La Lola

37. El peral de la cuneta

38. Te prohíbo.

39. La primera clase

40. El primer día del resto de tu calendario, Berta.

41.  Mientras regresas a tu destino

42. Tedeum

43. Honey  eyes

44. 4 de Octubre

45. Marisa Emeterio

46. Silvie

47. Homeless

48. Aquella noche de Octubre

49. Todos los dieces del diez

50. A mi sonrisa favorita

51.  Tomás y Felipe

52. Qué quedará

53. Cerré el arcón

54. Lo irremediable

55. El paseo

56. Solos

57. El escaparate de los héroes justicieros

58. Media vuelta

59. Abuelo

60. El timbre

61.  El gesto

62. Perpetua

63. Desamado

64. Pudor

65. Tal para cual, Toni y Amparo

66. Efímero

67. Bienvenida

68. Déjà  vu

69. Era viernes y hacía frío

70. Manuscrito

71.  De amor ya no se muere

72. En días como éste

73. Mimado

74. Magdalena

75. El viaje de mi sonrisa

76. Dejo el desconsuelo

77. Amazona de la risa

78. Podría soñarla

79. Timidez

80. Héctor

81.  Obleas

82. A pesar de nada

83. Posos

84. Triniá

85. La castañera

86. El sorteo

87. Traviesas

88. Brindis

89. Cuando hablaron los silencios

90. Blanco y negro

91.  Candidez

92. Los peldaños de la Pechina

93. Pascual

  1. Cenizas
  2. Rencor
  3. Temores
  4. El veredicto
  5. Visillos
  6. Remite
  7. Juanan
  8. Humos azules
  9. Certezas
  10. Calló  la tarde
  11. Bohemio
  12. El Ladrón de Sueños
  13. Pedazos
  14. El faro
  15. 11:11
  16. Libre
  17. ¿Cómo atar al viento que te mece?
  18. Tomás y Emilio
  19. Vago entre oscuridades
  20. Voces teñidas
  21. Fogones
  22. Pomelos
  23. Una vez viajé hacia el Sur
  24. Nubes
  25. Herida
  26. Antes de que el otoño venza
  27. Eco zafio
  28. Alma vacía
  29. Carmen Atienza
  30. Feliz
  31. Él
  32. Llevaba su nombre
  33. Si volviera  a nacer
  34. No te enamores de los poetas
  35. Cuarenta y cinco revoluciones por minuto
  36. Nudos
  37. Hasta que deje de doler tu ausencia
  38. Por si el adiós me sorprende
  39. Europa
  40. Carmen Cadenas
  41. Núria Bargalló
  42. Amantes
  43. Jesús Sahuquillo
  44. Manoli
  45. Lacrada
  46. Remite negro
  47. Venecia
  48. Días de desencanto
  49. Corbata
  50. Mi parte del tesoro
  51. Cruce de caminos
  52. Chedes
  53. Saberse
  54. Inexplicable
  55. Deuda
  56. Julio, el francés.
  57. Mari Carmen Luján
  58. Pedales
  59. Pepa
  60. Cuando la nube pasó
  61. Si las tizas eligieran
  62. Bianca
  63. Cyrano de sí mismo
  64. Ladridos encarcelados
  65. Simón el sefardita
  66. La gratitud del perdón
  67. Nada más que decir….de momento

 

 

 

 

Jesús, Abril de 2014