Campanadas de boda
Siempre resulta expectante el
hecho de asistir a una boda como invitado. Dejando aparte el dilema sobre el
vestuario a lucir en la misma, la inquietud se une a la ilusión compartida con
aquellos que te han hecho partícipe de la misma demostrando su cariño hacia ti,
y en ella te embarcas dejándote llevar por los acontecimientos. Pues eso fue,
ni más ni menos, lo sucedido ayer en la representación teatral que La Cubana
tuvo a bien mostrarnos a los que tuvimos la suerte de asistir a su función. El
tema en sí, la boda entre una joven valenciana con raíces aragonesas y un hindú
al que conoció un año antes actuando en el teatro, dio más juego del que nadie
hubiese sospechado. Nadie, excepto aquellos que ya saben del buen hacer de
semejante compañía teatral. Personajes bien
estructurados, movimientos de decorados tan veloces como sutiles,
intervenciones justas en las que el humor no llevaba el sobrepeso de la
chabacanería y todo un ramillete, nunca mejor dicho, de actrices y actores que
daban color y realismo a las escenas. Lo de menos en sí hubiese sido el
desenlace de tal enlace. Pero ahí estaba otro de los momentos cumbres de la
representación. Como buenos invitados espectadores fuimos engalanados con
pamelas y, tocados a modo de aderezos para que las fotos respondiesen al
reportaje merecedor de tal evento. Mientras tanto, todo el teatro se convirtió en
el vivero más florido que nunca jamás sospechásemos con cientos de motivos
florales que le cambiaron el aspecto. Risas en el escenario, risas en el patio de
butacas y risas entre la lluvia de pétalos que cayó a medida que la novia se
dirigía al escenario a recibir por poderes a su novio desde Bombay. Sublimes la
entrega del ramo por parte del enviado de la familia del novio, la hornacina de
madera que acompañaba a la tía de la novia, el baile bollywoodiense en el que
nos vimos envueltos, el desfile de las damas de honor elegidas de entre el público,
el testimonio de los testigos que subieron a dar fe del enlace al escenario. Lo
dicho, una absoluta locura divertidísima que desde la sabiduría inteligente del
buen hacer logró que dos horas y media de celebración mereciesen la pena. Y sin
una sola concesión al mal gusto. Y eso, hoy en día, es un lujo por el que
merece la pena invertir el tiempo. Prometieron que las fotos estarían hoy a
disposición de quienes las quieran disfrutar. Si tenéis curiosidad, buscadlas y
os haréis una idea de lo que fue y de lo poco exagerado que he sido al contaros
el enlace.¡ Que vivan los novios y el buen teatro!
Jesús(http://defrijan.bubok.es)