Hubieron
tantas cosas que os quise decir
Me tomo la libertad de ampliar el
título al programa televisivo que ocupa
alguna de las noches la parrilla de audiencia. Reconozco que alguna vez la curiosidad me ha
llevado a presenciarlo y ser testigo de cómo los reencuentros, deseados o no,
abren horizontes o cierran puertas que se soñaban abiertas desde el cerrojo del
recuerdo. Y allí reaparecen amores no
olvidados, reconciliaciones pendientes, amistades profesas. Todo desde el punto
de partida de la duda en la que vive el remitente de la carta y la sorpresa o no del receptor de la misma. Tal
y como avanza la tecnología actualmente, recurrir a la televisión para
encontrar a alguien o disculparse ante alguien, no deja de ser un elogio al
protagonismo que cualquiera desea en su yo más íntimo, a expensas de hacer públicas
sus querencias. Bueno, un divertimento más, de fácil digestión y cómoda
complicidad. Quizás todos hemos pensado en alguna ocasión qué rumbo habría tomado nuestra vida si en
aquella encrucijada hubiésemos optado por la senda diferente. Seguro estoy que en
el recuerdo de aquellos seres que nos quisieron seguimos vivos y la distancia
que el tiempo asfalta amortigua el daño que pudimos causar o recibir. Lo cierto
y verdad es que llega un momento de la
vida en el que el descenso de la montaña acelera el deseo de congratularse con
el ayer y cada vez se acelera más. Y entonces es cuando empiezas a elucubrar
sobre el rumbo ilusorio que nunca llegamos a tomar y por lo tanto lo
magnificamos. Escuché relatos emocionados de octogenarios referidos a sus novias
cortejadas desde los uniformes caquis y no puedo más que sonreír ante tanta
verdad. El “ojalá hubiese…” seguía presente y el tiempo no logró cauterizar el
fracaso ocasionado por el miedo. Por
eso, hoy que los ayeres regresan del modo más fulgurante a los presentes, me
congratulo al presenciar semejantes
atrevimientos. Da igual la edad a la que se declaren amores, recuerdos,
añoranzas, besos. Lo importante es tenerlos presentes porque sólo así seguirán
vivos en la hoguera encendida que la pasión prendió. Si el pudor ha de actuar
como extintor no tendremos más que cenizas de remordimientos por inacción y eso
no está bien. Por si sirve de algo, y antes de que la memoria del corazón me
falle, quiero que sepáis que ni he olvidado una fecha de cumpleaños, ni os he borrado de mi memoria. Sería
traicionarme y eso no merecería un remite de la carta que, como veis, lleva
tantas cosas que os quise decir, y que os dije.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)