Pepito Chavarría
Pasa el tiempo de un modo tan acelerado que de
que te quieres dar cuenta te ha llevado por una senda a la que quitaste las
cunetas. Y con ellas se fueron los momentos, las postales de las vivencias, los
marcos de los espacios, las miradas abiertas. De modo que a nada que la ocasión
se vuelve propicia, el intento por recuperar parte de ese tiempo, pide paso y a
ello te encomiendas. La más mínima excusa te reúne con quien fuera parte de tus
juegos, de tus ayeres, y allá que te encaminas. Y conviertes la mesa del yantar
en un confesionario sobre el que buscar una innecesaria penitencia y una
inexistente absolución. Todo ha transcurrido por donde ni siquiera pensaste y
es el momento de reflexionar. No para arrepentirte, sino más bien para encontrar
explicaciones a miles de porqués. Aparece el ariete blaugrana que todavía luce
la peca identificativa. Llega aquel que de los librillos de bambú logró extraer
las lecciones de vida que a la vida le encaminaron. Se asoma Pepito, tu amigo
Pepito, el de Julia la peluquera y Felipe, y con él, adherido a él, la bajada
de bandera del tesón que tan buenos resultados ha proporcionado. Y repasas la
lista de quienes fueron y perduran, de quienes fueron y ya no están, de quienes
son y siguen siendo. Te congratulas. Sacas del almacén de las neuronas las mil
y una anécdotas y entre risas y tristezas mal disimuladas acabas completando
las líneas de un cuaderno que dejaste a medias hace varias décadas. Vistes el uniforme de práctico de un puerto al que de
cuando en cuando llegan las naves que otrora partieron. Aconsejas desde el
cariño que la amistad emana y compruebas que en cada uno de nosotros viven
muchos nosotros que se han ido adaptando. De pronto, una letanía aparece desde
los salmos de la sangre, y a ella nos unimos con el kirieleisón preceptivo.
Admitimos errores, flaquezas, vergüenzas. Y así las horas transcurren en mitad
de este otoño recién estrenado. Brindamos por una próxima ocasión y sabemos,
¿verdad, Pepito?, que esta vez sí que será próxima. Por un momento, el decorado
volvió a ser el de aquella Carretera en la que disputábamos los partidos a la
caída de la tarde. Por un momento, el balón vuelve a sobrevolar la tapia de la
Benita. Por un momento, créeme, amigo mío, la realidad de la ficción fue más
real que la vida misma. Queda el partido de vuelta, y esta vez, me toca sacar a
mí. Relatos para compartir con aquell@s que se vean reflejad@s.
jueves, 27 de septiembre de 2018
miércoles, 19 de septiembre de 2018
1. María Jesús Luján
martes, 18 de septiembre de 2018
1. Vicente Murciano
lunes, 17 de septiembre de 2018
1. Pilar Marzal
O debería decir simplemente Pili,
la de la Alejandra y Antonio, la de Andrés el de La Pesquera, y cualquier
información añadida sobraría para identificarla. Ella, la Pili que tras el pelo
lacio que anuda con una coleta se transfigura en la amazona del quad cada vez
que el río la reclama. Esa que truene o nieve acude puntual a la cita del fin
de semana para recargarse a la cuna que los montes cobijan. Esa que hace gala
de fortaleza ante la insistencia del agua a la hora de robarle su parcela de
grava que alfombra sus pasos. Esa, Pili, la que dará por válida cualquier
excusa a la hora de convocar a la mesa a todos aquellos que considera suyos más
allá de la sangre. La que disfrutará con el trote del astado a campo abierto
mientras recrea su vista en los lances que la vida le va dando a los que
quiere. Sabrá dar rienda suelta a los rayos de luces que quieran asomarse por
debajo de las peñas que el Santo domina y con ello iluminará a las soledades
que tanto añoran su compañía. Traza desde la torre fiel el meridiano que la une
y ata a la sierra y se reconoce cautiva de la amistad. Poco importará si las
cáscaras se han ido acumulando en torno a ella mientras el vuelo de la fortuna
la evita o la bendice. Da lo mismo, siempre le dará lo mismo. Mira de frente y
reconoce las virtudes de aquellas que le dan relevo y a las que admira, cuida,
quiere y consiente. Mirará por encima del hombro al torticero que pretenda
cambiarla y guardará como leona lo que le pertenece. Asumirá el reto por
difícil que sea con el convencimiento pleno de que saldrá vencedora. No, no
pasará desapercibida, por más que no lo busque. Nació para dejar constancia y
así se manifiesta cuando asciende hacia el llano en busca de querencias. Si la
fortuna os depara la oportunidad de cruzaros con ella no tendréis que realizar
ningún esfuerzo para saber quién es. La carcajada sobresaliente la identificará
al instante mientras el cricreo de una nueva bolsa de plástico recién abierta
le da paso. Puede que segundos después, las sillas de playa aparezcan pidiendo
turno convenientemente Apiladas sobre una capa azul que las custodian y
esperan. Por más que no quiera reconocerlo, las bolas ya cantaron para ella
suficientemente el premio que se merece.
1. Paquita, Laura y Vera
Como si de una trinidad se
tratase así se manifiestan. Paquita con el
paso vivaz de quien se sabe imprescindible para con los suyos. Anticipadora de
requerimientos que complacer verá cómo la brisa de la mañana peina sus mechas y
la encamina cuesta abajo. El pan recién horneado será su compañía en el regreso
presuroso hacia el mantel desplegado. Paco hace tiempo que está trasteando con
sus habituales habilidades y no es plan de despertar a quienes desvelaron sus
sueños con la luz del castillo que les llegaba de frente. La higuera se
desperezó y sabe que su misión será proteger como parada y descanso a quienes
circunden sus inmediaciones en busca de la planicie que umbríe a las cuestas.
Poco faltará para que Laura comience a normalizar la rutina. Y entre bostezos y
pestañas dormidas impondrá sin esfuerzo la ruta a seguir en un nuevo día tan
luminoso como agradecido. Sabe que está en el punto justo del equilibrio entre
ayeres y mañanas y así lo asume y transmite. De fondo, como si su presencia se
hiciese imprescindible, Barri alzará la barricada que ahuyente los malos rollos
hacia el precipicio del olvido. Puede que Lucas empiece a golpear las baldosas
siguiendo un ritmo que tomará como herencia y en ello se regocija y congratula.
Y más al fondo, con la coleta convenientemente recogida, Vera. Habrá colocado
convenientemente sus obligaciones a la espera de darles el protagonismo que el
día les reclama. Poco importará si los cálculos no son certeros a la primera de
cambio. Su pensamiento ahora transita por los versos que con premura decide
ensayar para darles salida más pronto que tarde. Quizá desconoce que la
intuición me llevó a darle la bienvenida aquel verano en el que las aguas la
acunaban doblemente. Quizá destila para sí y para los otros ese néctar de
admiración que tan natural le resulta. Juega con la ventaja que la sangre le ha
legado y empieza a percibirlo, a atesorarlo, a amasarlo. Antes de lo que ella
misma sospecha el tiempo se habrá hecho presente y las vergüenzas ocuparán su
lugar en el escenario del recital. La vida impondrá sus preceptos y así se
habrá de asumir. La mañana sigue su curso y las horas volaron. Una nueva
jornada se despliega como damero de juegos ciertos y las fichas del cariño ya
se han repartido. El ronroneo del motor anuncia su próxima salida y los
hinchables desean brazadas. Una mirada cómplice de las tres dará el pistoletazo de salida entre el regocijo que
las mimetiza y convierten en copias de sí mismas. Me aparto. Mi penúltima sonrisa
les cede el paso.
viernes, 14 de septiembre de 2018
Pedro Ayora
jueves, 13 de septiembre de 2018
Másteres, títulos y
demás graduaciones
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