domingo, 30 de marzo de 2014


   Ladridos encarcelados

La noche había resultado agitada y el cambio de turno se retrasó más de lo habitual. Tras rellenar los formularios de rigor regresó a casa al ritmo que las sondas desperezaban a las calles rociadas de silencios. Los restos  esparcidos por las aceras hablaban de alegrías ficticias que lograron menguar penurias del alma en aquellos que se mostraron dispuestos a mirar en otra dirección. Bajó la rampa, cerró la llave de contacto y en la catarata del agua buscó la caricia que tanto añoraba desde la soledad que le invadía. No quiso reverdecer las razones de su marcha para no seguir hurgando en la llaga no cicatrizada que el abandono cincelase. Deslizó unos centímetros los cristales y prendió la nicotina a la que había regresado desde que el adiós hebrase los filtros por él. A las primeras caladas le siguieron las volutas que buscaban ascensos y entonces sus ojos se posaron en aquellos barrotes que celaban los balcones vecinos. Allí, asomado y silencioso, el poseedor de la mirada triste lanzaba a la calle sus pupilas mientras sus patas traseras oficiaban de almohada. Vio en su pelaje los surcos de las caricias que puertas adentro, seguro estaba, recibiría por el simple hecho de estar ahí acompañando soledades. Poco importaba que las orejas gachas tendiesen al óleo de la imaginación el boceto del abandono al que se veía sometido. Él, acostumbrado al sosiego, aparentaba calma ante el tiempo de espera que concluiría cuando el alboroto reinase tras el ascenso de la persiana que permanecía dormida. Fue en ese instante cuando comenzó a verse quien hasta ahora solo se había mirado. Éste que basó su existencia en las razones que mal aprendiera en los libros excluyentes de sentimientos, comenzó a despertar. Quiso soñar que el tiempo retrocedía y misericordioso le ofrecía la posibilidad de enmienda. Soñó verse perdonado y aceptado de nuevo por quien tantas veces lo hiciera, creyendo en la sinceridad del arrepentimiento. No quiso retroceder a los postulados que se demostraron falsos como cierto fuera su rechazo que ahora purgaba. El cansancio le había abandonado y tras encender el tercero, las orejas gachas giraron hacia la persiana que se alzaba a su espalda. Las caricias que se profesaron escribieron  para él los postulados del cariño que nunca supo manifestar y que tanto necesitaba. En ese instante, cuando los cristales del ventanal se cerraron a su vista, contempló como las siluetas que abrían a la alegría un nuevo domingo. A sus pies  vio alzarse una barandilla de barrotes por los que quiso asomar la tristeza de sus ojos al encuentro de caricias.
 
 

sábado, 29 de marzo de 2014


Bianca

Sabe esquinarse bajo el letrero de tonos verdes como sólo el pudor de hacerse notar sería capaz de desplegar permitiendo el paso. Receptora de esperanzas sobre las que clava su mirada a modo de sonrisa complaciente ante futuros inciertos que a ella se encomiendan. Y en ellos, los dígitos cobran vida sobre su pecho prometiendo sueños que los sueños diseñan a quienes se atreven a cruzar su dintel de su sincera confianza. No apabulla porque sería impropio de quien se siente redentora de lesivas expectativas aún por cumplir el hacerlo desde el atosigamiento. Ella despliega los caños de la fuente samaritana sobre la que aquellos sedientos encontrarán saciedad a la caída de la noche del devenir diario. La diosa Fortuna, caprichosa siempre, se encargará de cumplir lo insospechado mientras Bianca expela sobre las rayas del asfalto su aliento de compromiso o consuelo llegado el caso. Y a pocos centímetros, la imagen que hizo suya del lenticular crucificado, dará testimonio de la verdad que les asiste, acompaña y cuida. Beben los vientos en la fuente en los que la hermosura de la sencillez eligió como manantial de los mismos y de ella se sacian para darnos envidia. La complicidad rezuma entre las calizas de sus miradas y cualquiera que les observe ha de sentir admiración. Poco importará que el rostro vuelto ignore su presencia puesto que el taburete de tetrapeldañado adquirirá el papel de trono supremo sobre el que dictar sentencias. Más estaos tranquilos. Serán sentencias incapaces de purgar miserias en quienes comunes de nosotros las llevemos tatuadas. En ella el reflejo irisado del prisma creará un arco iris que nacerá de su nombre para bañarse de lluvias de consuelo. Y todo desde la calma. Transmite esa paz que tanto se nos escatima  y que tanto necesitamos. Asume la ironía como la inteligencia permite a quien privilegiado la hace suya, con sabiduría y elegancia. Y mientras, el constante trasiego de plásticos se disputa la acera con las ruedas que trenzan vías a sus pies. Sabe que la suerte está con ella y a ella nos encaminamos. Sabe que cualquier día, el abrazo agradecido la buscará como destinataria para hacerla cómplice de la alegría que limará penurias. Pero sobre todo sabe que cada vez que paso por sus dominios, un halo de simpatía me llega y en él me embarco. Poco importa que los cinco dígitos caprichosos que nadan en los bombos de la suerte se apiaden de mí o no. Me basta con saberme poseedor del reintegro de su afecto que remite su franca sonrisa cada vez que mis pasos se cubren de cebra.

Jesús(defrijan)

jueves, 27 de marzo de 2014


Si las tizas eligieran

Buscarían entre los rompeolas a aquella silueta menuda que se acurrucaba entre las yacientes valvas que alfombraban su incipiente caminar. Se harían un hueco en aquel sillón de arena que el novicio arquitecto intentaba convertir en asiento de reposo al que adosar su “Sopa de gansos” a los sones infantiles de las tardes de invierno. Cogerían las escuderías miniaturizadas para darle el puesto de privilegio al bólido del cariño que velaba sus noches. Reanudarían los estribillos nacidos de las cintas de cromo para amenizar los tránsitos hacia el vergel que tan suyo hizo y tan suyo hace. Seguirían repartiendo los papeles en las obras a representar en las canículas veraniegas que dirigía. Y todo lo harían desde el iris de la calidad humana que la reviste. Y a la pizarra saldrían también las mil rutas que su espíritu nómada trazó y sigue trazando a la búsqueda del conocimiento que nace de experimentar. Se disputarían sus favores los patrones de los atuendos que vestirán en las festividades que buscan  carnavales. Si las tizas eligieran tizarían en letra gótica el rótulo de la valía y de la entrega a los débiles como sólo sabe hacer quien ama su deber para con ellos. Porque en ella la discreción va pareja a orgullo de ser de quien es y pertenecerse a los suyos. Llora su ausencia la noche por saberse vacía sin ella y el transitar a la luz se torna escaso. Mientras, el pedaleo del pundonor, la elevan a la categoría de maestra como decente docente que venera a los relevos de los pupitres. Ave fénix que renace cada vez que el reto se le plantea por saberse dominadora del mismo. Diríase que los colores del yeso se disputan sus caricias cada vez que saca a la luz su sapiencia. Nació cuando el calendario cede paso y el invierno se tiñó con su luz. Discreta para no provocar los celos, sabe tender la mano a quien la necesita, guardándose para la soledad la más mínima muestra de tristeza. Se sabe querida y por más que de su garganta pudiesen nacer reproches, los guardará en la alacena interior para que fallezcan dolientes. Si las tizas, como veis, pudiesen volver a elegir,  optarían de nuevo por ella, por María Henar, por mi hija. El rubor que se le adivina, creedme, lo achacará a los rayos primaverales que empiezan a enrojecerle el rostro. Lo que sí sabe, a ciencia cierta,  es que gracias a ella la pizarra de mi vida comenzó a colorearse y no hubo ni habrá borrador capaz de quitarme el placer de ser su padre.

 

Jesús(defrijan)

martes, 25 de marzo de 2014


Los hechizos de Mara

Quiso la casualidad aparecer en el cruce de caminos que los versos eligen para orientar sentimientos. Rincones de poesía en los que las voces de la timidez buscaban refugio entre los ecos de las sombras del transcurrir diario hacia la nada, oficiaron de maestros de ceremonias y allí apareció Mara. Tras su expresión se adivinaba la cadencia del ritmo pausado que la emoción busca cuando cruza las noches. Y así fue, y así es. Desde las luces que la Alhambra cede a quienes buscan belleza, cada sabatina noche, las ondas se pueblan de corcheas planeadoras hacia la vega del Genil. Cuentan que las musas despiertan  al desvelo a aquellos que soñaron con aproximarse a la luminaria lorquiana y que compasivo el poeta las mueve a su antojo. La clase se imparte desde las frecuencias que tan poco frecuentes resultan en el devenir de los desdichados que las ignoran. Juran que las sonrisas de aquellos que son sacados voluntarios al estrado se malviste de timideces por no creerse merecedores de tal privilegio. Y entonces, aparece Mara. Impulsa con el susurro a los elegidos para que su voz se haga oír y sus emociones manar. Se oyen palmas de acompañamientos desde el Albaicín entre los rasgueos de guitarras plañideras que se suman al cortejo de los versos. Y entonces, aparece Mara. Y la diosa del destino la nombra albacea de las rimas que son y fueron para que las baraje a su antojo con la certeza segura en la elección. Dicen que desde el último suspiro, Granada se vuelve a rendir a sus tonos que mecen a la madrugada deshelando corazones. Y entonces, aparece Mara. Afortunado de ti, elegido por la suerte, te embarcas en una travesía en la que trazaron rumbos maestros a los que tímidamente te acercas sabiéndote eterno aprendiz de ellos. Y con el arrojo de la osadía, ella, Mara, te ofrece el más que ansiado trofeo que pudieses soñar en tus noches de trazo y pluma. Pone voz al pentagrama lírico que viste nacer a la espera de que alguien lo hiciese suyo porque suyo nació. Y entonces, aparece Mara. Te mira como sólo sabe mirar quien ve más allá del horizonte y descubre por ti la forma a dar como remate final. Entonces es cuando acabas comprendiendo la grandeza del Hechizo que te vino de su mano y te cautivó para siempre. Sé que las madrugadas de los trasnochadores sábados se han vestido de gala y nunca más dejarán indiferente a quienes se soñaron poetas y estuvieron a punto de creerse errados. Subíos al sueño quienes soñéis despiertos, pero hacedlo despacio. Pensaréis que vagáis por la soledad, y entonces, aparecerá Mara y con su voz nos devolverá a la razón que los poetas necesitamos.

 

Jesús(defrijan)

lunes, 24 de marzo de 2014


 

    Pedales

Ignoraba qué le había sucedido aquella tarde en la que decidió transitar por los verdes a lomos del acero encadenado. Allí, en los boxes del hospital el insistente pitido de los ordenadores lo tomaron como rehén y a ellos volcaban los sucesivos datos que velaban por su recuperación. Poco a poco fue consciente de cómo el desmayo vino a continuar el exceso de ritmo que disparó sus bombeos y cómo el ulular de la sirena despejaba incógnitas mientras sus segundos se hacían horas. Allí estaba, hasta allí llegó y allí estaba  ella. A la dulzura de su expresión se le fueron uniendo los paliativos cuidados que le fue prodigando en una incesante vela a pie de cama. Supo distinguir las facciones de la hermosura en el gesto esquivo que el pudor intentaba ocultar. Allí se descubrieron los mil secretos que atesoraba como salvaguarda de intimidades. Desconocía que las marcas no expresas la herían más de lo que merecía aquella samaritana de desvelos. Heridas que había conseguido ocultar para no esparcir ni condolencias ni lástimas pugnaban por hacerse de valer en su existencia y su esfuerzo encaminaba a evitarlo. Sus ojos,  aviesos  centinelas, se forjaron como defensores de sorpresas y poco a poco se fue rindiendo a ella. Lucha mantenida entre el deseo de abandono del centro y abandono absoluto al gozo de su compañía. Nada volvería a ser similar desde el instante en el que se dijeran adiós. Y llegó el día. Lo que debería ser motivo de alegría se tornaba en desazón. Creyó creer que sólo en él habitaba tal sentimiento de rechazo al distanciamiento para así cargar con la exclusividad de la culpa que el iluso recoge. Hizo repaso a los momentos en los que compartieron noches al runrún de los automatismos y quiso culpabilizar a los detalles de su acertada decisión de no hacerse expectante. Recogió sus pertenencias que ya casi no le pertenecían y apoyándose en las muletas de lo correcto, decidió huir sin despedidas para evitarse el dolor. Bajó la rampa como el desertor de sí mismo en el que se había convertido y al tiempo que repasaba sus pertenencias en su bolsillo la textura del papel le aportó una nueva incógnita. El taxi apagó la luz verde a la vez que este afortunado ignoraba cualquier otro requerimiento que no fuese el de aquellas letras que le impedían el adiós y le ofrecían la bienvenida. Giró sus pasos y avanzó hacia la meta que se le fue ofreciendo noche tras noche desde aquella tarde en la que la fortuna le privó del verde para regalarle el azul en el que todavía mora.
Jesús(defrijan)

domingo, 23 de marzo de 2014


Don Adolfo Suárez

Ahora que las coronas empiezan a formar arcos que pespuntarán moradas dedicatorias; ahora que los ternos oscuros comenzarán a enfilarse en el turno de las condolencias; ahora que las hipocresías de los traidores plañirán por usted, ahora, don Adolfo, hago un hueco a mi memoria para situarme en el ayer que gracias a usted nos trajo hasta el hoy. Aquellos inacabables debates en los que parapetado tras sus ducados especial  soportó todo tipo de improperios siguen presentes como muestra de lo que la dignidad es. Usted, prestidigitador e tendencias, supo conciliar lo que parecía irreconciliable para legarnos un presente de convivencias en las que fundir opciones. Las deslealtades por las que tuvo que transitar hubiesen minado a cualquiera mucho antes que a usted y sin embargo ahí se mantuvo. El perfil de la honradez que se peinaba con corte a navaja, el terno que el chaleco protector completaba a modo de coraza salvavidas, el ritmo en la exposición de sus promesas, todo forma ya parte de nuestro bautizo a la democracia. Y por más que hoy se empeñen algunos en virara a postulados de ordeno y mando, nada podrán volvernos atrás. Nadie mejor que usted supo digerir el empacho que supone la mayoría absoluta. No la usó como rodillo silenciador a modo y manera de la actualidad, sino más bien, supo usarla como alfombra por la que transitar a la entente que daría sentido a la convivencia. Sólo usted se llevará al más allá los sinsabores que la elegancia sabe guardar de la vista hiriente. El precio que pagó ha sido especialmente cruel cuando la cicuta del mal se instaló en sus sangres. Puede que ahí empezase, a modo de borrador, su camino hacia el olvido. Nada más doliente para un esposo o padre. La vida plantea unos interrogantes que en multitud de ocasiones no aportan soluciones a las que acogerse por más que las soñemos escrutables. Por eso, don Adolfo, estoy convencido de que cuando traspase la última puerta, cuando de nuevo vuelva a encender el pitillo que tantas angustias compartió, la memoria de los desmemoriados voluntarios volverá a fustigarles la vergüenza de haber sido, de seguir siendo, y ojalá dejen de ser, indignos sucesores de quien en aquellos años de funambulismo político fue capaz de prometer un camino hacia la democracia, que ellos están llenado de baches. He ahí la diferencia. Usted cumplió y así se le recordará. Estos mintieron y ojalá así se les recuerde. Buen viaje, don Adolfo, y gracias.

Jesús(defrijan)

viernes, 21 de marzo de 2014


La musa

Andaba perdido como sólo los abandonados a su suerte en el naufragio diario de la existencia suelen andar. Aquellas primigenias ilusiones que le encaminaron al sendero de la dicha se habían convertido en rémoras parasitadas por los devenires de la razón que cargaban las sinrazones. Todo avanzaba y nada fluía hacia un destino que se ocultaba entre las malezas de la somnolencia impuesta. Era feliz pero carecía de la dicha que sólo ofrece la diosa Fortuna a quien es capaz de pespuntearse  sus pasos con las puntas que rozan los sueños. De modo que transcurrieron las fechas que la obligatoriedad imponía al ritmo de los monocordes e indeseados marchas sin regresos  a la nada que le envolvía. Se sabía peregrino a la desdicha y sus manos empezaron a dejarse vencer por el peso de la nada que todo le aportaba. Así que decidió aquella tarde, mientras la tibieza empañaba a las lloviznas darse por finiquitado. Él, que tantas veces se vistió de fénix firmó el pacto con la cordura que nacía de la verdad y venció en el pulso que la costumbre le imponía. Había cerrado en buró como derrotado peón del campo de batalla  que se inmola ante el avance de sus semejantes que le consideran inferior. Y allí quedaban las cuartillas por completar, los borradores que no supieron el camino a seguir, el tintero que resecaba lágrimas ante el previsible futuro. Se intuyó en la luz que tantas veces encendiese para prender sus poemas el parpadeo del fin. Cree que fue entonces, justo en ese momento en el que el armisticio le daba por derrotado, cuando regresó a él. No sabría definir qué le impulsó a fijar la vista en aquella postal que doraba la caja de latón en la que dormían los primigenios poemas que le impulsaron a la osadía. Aún es incapaz de asegurar cual fue el motivo real que le remitió a la pluma de nuevo y desencadenó en él la vorágine de la vuelta a las letras. No se explica la razón y no hace falta que lo haga. Hoy ha vuelto a notar su compañía, arropo, susurro. Sabe a ciencia cierta que nunca le abandonará porque ella le ofrece cobijo mientras dicta callada. Ahora, cuando la noche empieza a encender al día, ha dejado sobre la mesa un nuevo manuscrito. Sabe que la musa lo firmará como viene haciendo desde aquel veintiuno de Marzo en el que creyó acabada su ilusión de poeta. Emboza su sueño, cierra los ojos. Se sabe feliz.

 

Jesús(defrijan)

jueves, 20 de marzo de 2014


 
34.     Ha vuelto la primavera

Fiel a su cita, ornada con los vuelos del regreso que deshicieron los hielos, ha vuelto la primavera. Y con ella regresarán las adormecidas ilusiones que aletargaron las tardes sin sol. Esas, que contaron los instantes, o mejor, los descontaron por no sentirse plenas al cubrirse las pieles  asfixiadas  con los temblores de las noches cerradas. Y esas ilusiones, por más que las sepamos reiterativas, nos sonarán a diferentes en el mismo momento en que se revistan de colores prestados. Y el rumor del agua cantará la melodía que bailará el junco. Y el árbol ignorado ofrecerá morada al nido vacilante. Y los pétalos que nacieron de las semillas del viento testimoniarán que ya llegó, para quedarse eternamente, como todos los ciclos, como en todos los vientos, como en todos los suspiros. Y el baile nupcial de la naturaleza tomará cuerpo en todo espíritu libre que desea dejar de serlo desde lo más profundo de su alma. Y todo respirará poesía, música, lluvia, caricias, besos…. Las noches se perfumarán de azahares tras el velo cómplice del alba emergente del azul. Y cruzaremos miradas implorantes de cruces imprevistos, palpables pautas de un sentir aletargado que soñaba con hacerse oír. Y aquellos púberes puros empezarán a encontrar las respuestas a las preguntas no formuladas. Reiremos como solo sabe reír la dicha, el gozo. Y serán las nubes más azules que nunca lo fueron eclipsando los dorados incipientes que broten de la esperanza. Y seguiremos prometiendo amor al amor que se nos prometió. Con la misma fuerza de siempre y más fuerte que nunca.  Y entonces, cuando las horas crezcan, cuando las noches mengüen, cuando la frase  calle, de lo más profundo de nuestro corazón brotará el silencio para susurrar a los ojos receptivos que esperaban de nosotros ofreciéndose a nosotros. Y así, como todos los ciclos, como todos los amaneceres a la vida, un grito de alegría nos invadirá a la vez que se renueva la promesa que todas las primaveras nos hacemos: ser felices.

Y esta vez, seguro que esta vez, lo conseguimos.
 
 

miércoles, 19 de marzo de 2014


Pepa

En ella se aúnan las virtudes que sólo los avezados son capaces de distinguir entre el marasmo de las medianías. Se erige como vestal del templo que en  la colina diseñasen los hados como casa refugio de vientos y tempestades. Allí será capaz de armonizar los compases de la cítara en la que las notas saldrán alegres a la búsqueda de las sirenas merecedoras de las mismas. Bajo los pliegues de su túnica la generosidad se hace un hueco tan inmenso que los rincones del egoísmo perecen de abandono. Se sabe pilar sustentador del enjambre en el que las laboriosas rayadas de negros y amarillos pugnarán por ser elegidas a la hora del néctar. Ella, reina absoluta, tendrá especial cuidado en no desairar a las infelices abejas que se sueñan predilectas y conviven entre la esperanza de serlo y el desasosiego del no. Fluye a los versos mientras sentencia por otros lo que dicta el estrado de la caridad y el buen hacer. Y mientras, las lisonjas venidas de ultramar compiten con las cercanas en la disputa de sus favores. Vive en el reclinatorio postrado ante los altares del sentir y del deber y a él se ofrece como inmaculada mota de polen cada vez que permite el paso a los vientos por la cercanía de su rostro. Se sabe querida y en esa certeza tiende futuros sobre los que acunar caricias y amamantar alegrías. Nació para la entrega y sabe que su más allá viene a responder lo que se plantea como duda irresoluble. Podría permanecer en la orilla del río a la espera de ver pasar a la hoja caída del chopo ribereño para salir en su auxilio y librarla del incierto final. Cuida de las embestidas como sólo quien ha cruzado el laberinto del Minotauro es capaz de cuidar, sabiendo que el hilo desmadejado tuvo un cabo de inicio al que sujetarse para llegar al final. Mística  franciscana que tiñe de empatías el amor por las criaturas a las que protege y mima como el esmero promulga. Constituye el diseño liberal que los tanguillos auspiciaron como reveladores rebeldes de derechos exigibles. Si sois capaces de cruzaros en su camino, tened la certeza de que en su pecho, a modo de decálogo divino, leeréis, lealtad. No en balde, las estrellas afirman que Miguel Ángel sigue arrepintiéndose de no haberla tallado aquella vez que la soñó y la dejó pasar.

 

Jesús(defrijan)

jueves, 13 de marzo de 2014


Mari Carmen Luján

En ti queda patente el escaso hueco que merece la compasión de los próximos conocidos o desconocidos distantes. Podría decirse que nada más acercarte, un halo de pundonor invade el aura que te envuelve exhibiendo la pancarta no escrita del valor. Rechazas desde la fortaleza, que te reconoce suya, cualquier postulado que incluya la inferioridad que a todas luces no va contigo. Hoy, cuando todos los postulados de los biempensantes  intentan abanderar derechos que no defienden, tu imagen deja bien a las claras la firmeza de tus decisiones. Sé cuan difícil ha sido el giro que diste para evitar hastíos. Y no porque en ese camino el guía del abandono marcase tu ruta, sino más bien, porque sabías de la aflicción que provocaría en aquellos que sin merecerlo, se sienten deudores tuyos. La justicia de tus actos solo es comparable con el tesón que demuestras hacia la consecución de las metas, para otros más sencillas. Eres capaz de apostar por los versos y recitarlos a voz alzada reconociendo en los aplausos la valía de tal acto que los demás admiran. Eres capaz de mirar al frente como solo las valientes consiguen hacerlo, con orgullo por tus logros, con la solvencia de tu carácter, con la impronta de tu fortaleza. Y mientras, el atuendo festivo te viste de carnavales para participar de la risa conjunta. Porque sí, de eso se trata, de conseguir lanzar a los vientos la risa como escudo ante aquellos que te niegan  lo merecido. Debieron ser el mar, el cielo y la colina las que al ofrecerse como cuna de tu fuente diseñasen tu camino entre los verdes que la ladera acaricia al compás de las higueras, de los olivos, de las eras. No cabe duda de que acertaron al apostar por ti, porque supieron distinguir en ti lo que a otros se les escapa. Y así, cuando las pólvoras renacen, lo hacen a sabiendas de tu proximidad a las flores a las que rendirás pleitesía circundando a la Plaza. Por eso, amiga mía, me congratulo al saberte firme y consciente de tu devenir. Sólo espero que a la cita de los versos no faltes, porque si careciesen de ti, perderían la rima que nace del orgullo en la consonante estrofa del valor patente. Las golondrinas están regresando para tender en los aleros sus tiznes albinegros a los trinos estivales. En ellos, fíjate, escucha, atiende, un hilo de risueña admiración te van dedicando.

 

Jesús(defrijan)

 

miércoles, 12 de marzo de 2014



Desde la incertidumbre que me lleva de la mano, sé que las distancias se acortan cuando los momentos de soledad nos acompañan. Que las noches en vela tienden mantos compasivos ante nuestros desvelos procurándonos las luminosas huellas que convergen en nosotros. Nosotros, sí, navegantes perdidos en las estelas que el firmamento diseñase a su antojo sin previsión alguna diferente al encuentro fugaz. Surcamos los vientos en pos de la recompensa que ambos soñamos obtener en los barloventos caprichosos del azar. Y en esa injusta travesía, las corrientes del deseo campan a lomos de la impunidad que reviste el verdugo como reloj sextante de rumbos inciertos. Sé que el timón acaricia los verdes sabiéndote en ellos mecida, soñada, dormida. Y surca los bajíos de tu piel con la infantil ilusión de tatuar mi nombre en lo indeleble. Sé, quiero saber y sé, que las estaciones se visten de ti con los mil colores que el arco de lluvia ofrece a la dicha, cuando en los prismas de tu rostro, la luz de mi mirada se siente acogida. Sé que los caprichos existen  desde el momento mismo en el que los naipes de la fortuna de sabernos salieron a la luz y quedaron en ella. Nada ha sido diferente a lo esperado desde los oráculos que las riberas lanzaron sobre nosotros. Las marchitas hojas reverdecieron y en ellas libaron las alegrías como sólo sabe hacerlo la recompensa soñada. Sé que sabemos cuan escueto es el momento por amplio que sea al hacerse exigua la dicha del tenernos. Hemos citado a la posteridad para que siembre por nosotros las semillas de la pasión que sabíamos extinta. Nacieron los recuerdos dormidos para cambiar de máscara a las decepciones acunadas en las almohadas de la decepción. Por eso sé, sabemos, que da lo mismo que el mañana no venga. No es necesario, porque sólo el presente tiene validez. El hoy y el ahora se han adueñado del aprisco al que enviamos los inconformismos para recluirlos lejos de la alegría que nos nace. Sé que sabes que sé de los designios ininteligibles que ante nosotros se han manifestado como pruebas evidentes del sentido único a seguir. Sabes que nada puede aseverar al incierto transcurrir de sus designios. Pero sobre todo sabes que si en algún momento, se izasen las banderas blancas declarando la derrota, nada volvería a ser merecedor de la risa que nos fluye nerviosa al encontrarnos. Sabes que una capa negra cerraría los futuros y que bajo ella, cada vez que levantásemos uno de sus flancos, volveríamos a sonreír con todo lo que pudimos tener y tuvimos. Lo sé.

Jesús(defrijan)

martes, 11 de marzo de 2014


Julio, el francés.

No sabría asegurar a ciencia cierta si la casualidad actuó de cicerona ante este peculiar trotamundos. Sabía de sus raíces cercanas a las mías y sabía que sus pasos fueron encaminados más allá de las fronteras en la época en la que la oferta merecía la pena. De modo que vivió y se crio entre las aguas del Sena y las del Cabriel al que de cuando en vez regresaba. Y lo hacía desde la generosidad que acompaña al espíritu libre que siempre le tomó por escudero de sus pasos. Era uno más entre los unos menos, hasta aquel verano. Había decidido instalarse por más tiempo del acostumbrado en las sombras de las fuentes y su transcurrir fluctuaba entre la selección minuciosa de las hierbas autóctonas y las sesiones de meditación a las que a modo de faquir se encomendaba. De suerte que tras algunas noches de divagaciones a la luz de las estrellas en gratas compañías, aquel sábado dio el pistoletazo de salida al descubrimiento de su verdadera esencia. Quedamos en disfrutar desde su balcón de los sones jamaicanos que de las Galias trajese este gurú de sonrisas a modo de borrador de sones radiadas desde el exceso de la brillantina de moda en las pistas discotequeras. He de reconocer que verle postrarse en el suelo, colocar su nuca sobre unos libros marxistas y empezar a disfrutar de Max Romeo, supuso tal exceso de novedades que ni siquiera los sones de las campanas que tocaban a misa mayor lograron amortiguar. A su vez, las madalenas que se bañaban en infusiones con la alegría propia del verano, se pusieron de nuestra parte. A ritmo lento, la procesión pasaba a metros de caída vertical, y el respeto hizo que disminuyésemos el volumen que a todas luces pedía ritmo. No pude resistirme a la grabación en cinta de cromo de semejante maravilla que fue melodía de acompañamiento en más de una tarde de asueto. No hace mucho, repitió la visita, a modo de golondrina que reconoce el nido. Los rizos se han tizado y su esqueleto sigue sosteniendo a la brevedad que le perfila. Ha cambiado de furgoneta, pero sigue manteniendo las cretonas que a modo de tabiques celan miradas a los curiosos. Diferentes camadas le han seguido fielmente en su trayectoria liberta a la que siempre se trazó como camino válido hacia la dicha. Nos saludamos, recordamos viejos veranos, y como de costumbre nos volvimos citar a la sombra del recuerdo. Mientras decide regresar, cada vez que desempolvo el “War in a Babylon” y Max Romeo renace, me llega la sonrisa como viento fresco que este ácrata, este mosquetero del karma, este botánico de la alegría, manifestase aquel verano diluyendo las brillantinas de los tupés trasnochados.

 

Jesús(defrijan)

lunes, 10 de marzo de 2014


Deuda

Siempre se tuvo por el ser caprichoso al que rendir pleitesía. Fue criado entre los algodones que cardan los excesos nacidos de la irracionalidad con la que se suele vestir la pasión desmedida. Nada le fue prohibido excepto el no al que tenía vedado el paso en su círculo íntimo en el que acabó residiendo la exclusividad del egoísmo. Vagó por la tenue línea de la obligatoriedad dejando a los cercanos los excesos del deber mientras él se refugiaba en la comodidad. Era, sencillamente, un señorito al que habían vestido en las organzas del capricho. Y así fue cubriendo de lodos las etapas de su vida. Sembraba quejas en el campo abonado de pasiones que corrían en un solo sentido hacia él como destinatario final. Era el señor feudal de un castillo venido a menos en el que el foso se cubría de yedras erosionantes de pasadas grandezas. Las almenas coronaban la turbia mirada con la que lanzaba puyas a quienes solícitos le veneraban desde la costumbre impuesta por aquella que lo obtuvo para sí. Craso error, que a luces vista cometía a diario luchando contra el intento de racionalizar el planteamiento absurdo de su apuesta. No sabría definir qué tipo de deuda sentía hacia aquel al que desde siempre elevó al pedestal del ídolo arrebatador. Puede que la belleza que le disputaban a ella como máxima merecedora de tal galardón, jugase las cartas del autoengaño que jamás logró aceptar. Vivía por y para él, debajo de él, sometida a él, carente de él. Tardó en darse cuenta de cuál era el tamaño de la carga egoísta que atesoraba y llegó un día en el que el simple detalle le devolvió la luz. Ya no recordaba a aquel que ella mismo dibujase, ni su voz sonaba a almíbar. No supo o no quiso recordar la extensa lista de menosprecios a los que fue sometida como recompensa a su callada labor y entrega absoluta. Solo fue capaz de callar y a la par cerrar su rostro a la sonrisa acostumbrada. Sigue preguntándose los motivos que la llevaron al adiós y como de costumbre, no los encuentra. Acaba de abrir los ventanales para que el viento ocupe los vacíos y justo enfrente, unos operarios se afanan en colocar un cartel. Han descendido de las escaleras, y entre las hojarascas de los chopos distingue la metáfora de su final. Anuncia una entidad la solución a problemas financieros. “Nos hacemos cargo de su deuda”, reza, y sin saber por qué, agacha su mirada envejeciendo más deprisa.  

 

Jesús(defrijan)

domingo, 9 de marzo de 2014


Inexplicable

Así era aquel sentimiento que le nació sin buscarlo al pairo de la noche. Cualquiera medianamente racional lo hubiese calificado de capricho del azar que el mismo azar había trazado en forma de línea intangible en lo que a todas luces se aventuraba real. Era tal la forma de sentir lo no consumado que la duda se disipaba al instante cuando sus esfuerzos por racionalizar aquel sentimiento insistían en calificarlo de locura. Vagó por las noches en los desvelos buscando respuestas que la compadecían ante la no asunción de la cordura. Sabía que algo se había gestado más allá de lo comprensible y fluctuaba de la inquietud ante el hecho del abandono y la dicha en la renuncia al mismo. Así que en uno de sus momentos de calma, allá que sus latidos tomaron reposo, llegó a la conclusión que a todas luces parecería irrisoria. El destino había barajado las cartas desde la mesa cuyo tapete vestía de  azul y entre el mazo de las mismas no aparecía el comodín que ajustase las bazas de las conveniencias. Se sabía tan extensa de sueños como escasa de realidades y en aras de la dicha irrefrenable se dejó mecer. Sentía las alegrías ajenas como gozos propios y sufría en el anticipo de las desgracias que pugnaban por asomarse al rostro de quien consideraba suyo sin serlo. No había forma de explicar lo que aquella forma de sentir promulgaba y en los arrebatos de serenidad que buscaban abrirse un hueco en su devenir diario, la imposibilidad se hacía más y más presente. Así que decidió dejarse llevar y delegar en el tiempo por venir el porvenir en el que depositar ese cúmulo de emociones. Llegó a pensar que de la otra parte del espejo, la bruja incansable del desconsuelo, se burlaba  de ella y empequeñecía su fortaleza en el cubil del desengaño. Más poco a poco, fue depositando en la cala de la dudas, los restos del oleaje que le trajesen tormentas de desasosiegos a quien tantos naufragios hubo pasado. Desde entonces, cada vez que la brisa se le ofrece, saca sus huellas a las arenas de la dicha y las va plasmando en la cadencia de las velas que surcan los horizontes. Se sabe hermosa porque lo es, y el rictus compungido que hasta ayer dormía sobre su almohada aportándole pesadillas, hoy se ha mutado en semiluna sonriente que le ilumina las noches. Mientras, espera un nuevo amanecer, para seguir diciéndose a sí misma que por más inexplicable que resulte, la hace feliz.

 

Jesús(defrijan)

sábado, 8 de marzo de 2014


Esa mujer que todos llevamos dentro

Hoy, la parte  femenina que me reviste, pide paso para hacerse oír. No por necesidad, ni por orgullo, ni por deseos de brillar. Sencillamente me ha robado, afortunadamente, el tintero y se ha dispuesto a darme una lección. Una lección en toda regla para asegurarse de que no sólo por un día será reivindicada su existencia, sino más bien para mostrarme cómo nosotros, los supuestos seres fuertes, somos simplemente polichinelas del carnaval del día a día. Se sabe la portadora de la fortaleza que solidifica las grietas de las dudas de mi existencia. Se sabe cítara que resuena en los vacíos pigmentos de una piel ajada de conveniencias. Se sabe fiscal y juez de las cargas que a duras penas penitencian de realidades otros pasos no suyos. Y a fe que tiene razón. Por eso, me autoengaño al creerme imprescindible ante su rogativa, generoso ante su súplica pluma, condescendiente ante su inocencia, sin querer ver que juega conmigo. Juega a hacerme creer lo que no soy para que cuando busque algo que contar, acuda a ella y me lo legue. Y sé que sabe que únicamente cuando el tañer de su bronce lo apruebe, merecerá la pena.

Por eso, hoy la carcajada ha acudido a mí al recordar aquellas entelequias trasnochadas que profetizaban en sus vidas la constante presencia del hombre. O del padre, si solteras; o del esposo, si casadas; o de Dios, si religiosas. ¡Qué infeliz credulidad!

¡Qué lucimiento de miedos! Gracias a ellas, a las mujeres que todos llevamos dentro, sabemos de la Belleza, de la Entrega, del Sacrificio, del Pundonor….Y por más que la parte no fémina que nos segmenta haya intentado menospreciar estas virtudes, el tiempo, con su inexorable paso, les da la razón.

Por eso, la mujer que llevo dentro, en nombre de todas las mujeres que han vivido dentro de todos nosotros alza su sonrisa y se viste de nuevo con la túnica de la ironía al darse cuenta y callar el hecho de que nosotros somos quienes, gracias a su generosidad, nos merecemos un día, pues el resto del calendario, les pertenece. Felicidades.

viernes, 7 de marzo de 2014


Amor mío:

“¿Cómo conseguir plasmar en la voz callada del papel todo aquello que mi corazón grita entre las grietas del silencio que nos separa? ¿Cómo no pensar que sonarán a falsas las verdades que nacen del rojo de mi sangre que te pertenece y que en contadas ocasiones he sabido hacerte llegar? ¿Te quiero? No, no te quiero, te amo. Sería escaso e indecente decir que te quiero, cuando el aire que respiro es el que viene de ti y los grises que cubren mis sueños son los que manan de tu ausencia. Claro que no te quiero, te amo. No se puede querer cuando tu vida no te pertenece, y la mía, hace tiempo que la rendí a ti sin más batalla ni contienda que dejarme mecer en las olas generosas que me legaban salinas de tus labios. Junto a ti he conocido el significado de la mitad que nos es robada cuando vaga difusa en busca de su dueña. Tú, amor mío, tú, has conseguido guiar mis errantes pasos en la oscuridad orientándome con la luz de tus ojos. Tú, mi amor, sí, tú, has logrado desenmarañar ese nudo de dudas que el desamor trenzó en la desesperanza y la negritud de la dicha robada. Tú, mi amor, mi eterno amor, has logrado que mis noches sean vísperas de dichas y mis días gozos perdurables en el calendario de la felicidad. Enmarco la felicidad entre vaivenes de dudas por si mis palabras han perdido fuerza  ante mis sentimientos. Por si el azoramiento del gozo enamorado ha resuelto en escasas vocablos la vorágine de sensaciones. Mas sólo tú sabes que en ti, mi amor, he tatuado los poemas propios y ajenos que te buscaron y que gracias a ti, tienen sentido. Que en deuda con el destino me siento, porque gracias a ti, sí, mi amor, gracias a ti, alcancé la dicha que se sigue sumando. Que en cada surco de la piel que la vida ha trazado, en cada plata que busca coronar mis  pensamientos, en cada nueva primavera que nos queda por compartir, tu nombre se abrirá paso mientras éste que te ama, éste deudor de su propia felicidad para contigo, sigue escribiendo los silencios que sólo el amor que siente por ti, amor mío, sabe rubricar con la alegría de ser tuyo.

Hoy y siempre, te amo”      

         Y en ese momento, el escribidor con pluma propia de sentimientos ajenos, se despidió del manuscrito mientras recibía como pago, las míseras monedas que le proporcionaban su diario sustento.

jueves, 6 de marzo de 2014


Saberse

El más minúsculo recodo del camino que serpenteaba por las laderas de su talle era la única certeza que atesoraba. Había diseñado los mil argumentos propicios a los que  aquel infeliz que le habitaba se dirigía cada nuevo atardecer en el vuelo esperanzado del perdedor que, todo espera y nada obtiene. Su vida y sueño era la ilusión a la que se sometía como cómplice de las anticipadas derrotas a las que se veía abocado cada nuevo amanecer. Distintos niveles en el rasero de la realidad le situaban varias escalas por debajo en el libreto operístico en el que había convertido a sus sueños. Rara vez se concedía el crédito del triunfo y cuando así lo hacía se culpabilizaba por haber conseguido lo que no merecía desde su propia equidad. La razón imponía su ley y a ella se sometía por más que las ansias de gritarlo a los vientos pulsaran interiores  plenos de pasionales silencios. Nunca sospechó que aquella destinataria de sus ensoñaciones vivía en la comodidad del cinismo a la que la había conducido la norma aprendida y en la que la satisfacción no reinaba. Quiso ver radiante a quien en realidad cumplía con un papel que había asumido y en el que nada se dejaba al azar. Eran mutuos infelices desde perspectivas opuestas en el mismo hilo del tendedor al que tendieron los lienzos del desencanto. Sólo la cortesía del saludo rompía espacios cuando ella transitaba por los verdes en los que él orquestaba parterres. Mimaba corolas confiando sus pétalos a la proximidad de los labios que jamás probaría. Y así, guillotinaba tallos para arracimar desvelos que morirían lentamente en los bohemios translúcidos de los salones interiores. Llegó a pedir calladamente a los néctares respuestas que se soñaba para sí y en esa ilusión cubrió calendarios. Por eso, aquella vez en la que la vio aparecer como de costumbre, percibió en ella algo no acostumbrado. Su rostro se mostraba apagado, indefenso, vulnerable. Tuvo la   precaución de fijar su mirada en aquella tristeza y supo al instante la necesidad de caricias. Se dejó guiar y a la par que acercaba las rosas, posó en sus labios el sello que tantas veces había guardado para sí. Ambos supieron que nada volvería a ser como antes porque nada había sido antes  diferente a la falsedad. Aún, hoy en día, cuando la tarde se despide, siguen pensando que aquel tiempo anterior fue un tiempo de sombras. Siguen sin saberse explicar los motivos que les llevaron a unir a aquellos dos que una vez se supieron valientes.

Jesús(defrijan)

martes, 4 de marzo de 2014


Cada vez que soplo las velas

Cada vez que soplo las velas, al compás de las volutas, las incógnitas aparecen y las respuestas se agolpan en riguroso turno. Ciclo que cierra estaciones y abre esperanzas a ser lo que el destino decida desde el lado optimista que la vida tantas veces oculta. Y así el retrovisor prende un cordón umbilical entre  aquel al que aún reconozco y éste que se me presenta ante el espejo. Y en el yermo campo que ayer poblaron espigas, hoy, los surcos de las arrugas esperan la siembra oportuna que intente fructificarse  en alegrías al abrigo de la cosecha soñada. Escasea la luz de la mirada a la par que se torna más selectiva en la localización de la ruta a seguir. He ganado la paz a costa del ímpetu y en ella el solaz se acomoda como compañero de viaje. Siguen llegando ante el júbilo de la celebración aquellos y aquellas a los que quise, aquellas y aquellos a los que quiero, aquellas y aquellos a los que aún no se lo he podido demostrar. Y en ese instante, es cuando me reconforto y la duda queda resuelta. Como diría el poeta, pido la paz y la palabra procurando que el acierto en la primera consiga el destino de la segunda. Siempre habrá un gesto al que poner rostro, una lágrima a la que prestar consuelo, una piel a la que abrazar si el frío del desánimo le llega. Así que cuando el balance de un nuevo calendario se decantaría por el duelo de lo perdido, quiero compensarlo con las pesas de lo por venir en la esperanza de que pronto llegará. No hemos nacido, por más que se empeñen en contradecirnos, para vivir en el pesimismo, ni en el desconsuelo, ni en la inquina, ni en el odio. Hemos nacido para ser felices y sobre todo para hacer felices a quienes nos rodean, quieren, miman. No como acto caritativo, sino más bien como justa recompensa hacia nosotros mismos. Ahí estará el auténtico colofón festivo que inundará la piñata de la celebración. Eso sí, el bastón con la que desmontaré, os aseguro que no acarreará rasguños, ni trazará cicatrices, ni tiznará de negro a las incógnitas. Sé que la ladera que ayer se presentaba como cuesta retadora hoy se ofrece como descenso en el que los pies tendrán que aferrarse para no resbalar hasta llegar a la base de la existencia. Por eso, una vez más, un año más, talo los sectores imaginarios de la tarta a compartir y en cada uno de ellos desposito  la esperanza de haber cubierto un nuevo ciclo desde las volutas que han surgido nada más apagar las velas que iluminaron mi vida.

 

Jesús(defrijan)

Chedes

Fluye entre las penumbras del Tajo que a su paso discurre taconeando meandros de leyendas. El hábito con el que se cubre raya de cárdenos a los albos que le dan cobijo y de ello hace gala con la elegancia que sólo se adquiere desde la barrera del triunfo. En ella, el mantón de chulapa que la acunó lucirá a los soles lo que los sones acompañen en el paseíllo ventero que templará los nervios de aquellos que se le acerquen desmonterándose galantes. Ella rezuma los ritmos que la Bisagra gozna al lirismo de su porte. Cicerona de las cuestas que allanan cabizbajas sus reverencias ante la renacida imagen de Isabel, que tantos desvelos, trajese al poeta. La Vega la corea mientras el balcón reclama presencias y los inciensos catedralicios se esparcen entre las brumas de la tarde. Ama del cigarral de los ayeres que en ella cobran vida mientras desnuda las almas al sueño de lo inimaginable. Musa del pintor venido de Ítaca ante la que los ángeles extenderían sus alas a modo de armiño para embellecer a los azules del firmamento. Traza una línea invisible entre la elegancia y el poderío que sólo se aprende en los linajes del estilo. Y ella, usando el capote de su sonrisa, es capaz de lidiar desde los medios del albero  al morlaco que ansía empitonarla. Vano empeño. Mide las distancias con el toreo de salón que el Manzanares indica al vaivén de sus manos. De haber sido elegida por las culturas, hubiese sido harto imposible la convivencia pacífica. Turbantes, cruces, talmudes, disputarían su posesión sin darse cuenta de la imposibilidad de la misma. Vive para el viento y el viento la acuna entre las cafeínas que pulsan a las harinas la querencia de sus labios. Campea a las armaduras como sólo la dama es capaz de hacer desde el momento en que coloca su pañuelo en la lanza a punto del torneo en su honor. Esta que es incapaz de ocultar tras sus luminosos cristales  la timidez que atesora, será capaz de envolveros en la magia que sólo a las piedras que nacieron para perdurar, otorgarán permiso. Vestíos de cruzados si llegáis a ella y procurad que los favores de su compañía os sean otorgados. Conquistaréis el Jerusalén que tantas sangres derramó y que en esta ocasión, se vestirá de gozo. Ya los traductores se encargarán de triplicar las desventuras que os acontezcan cuando os deje por no ser merecedores de su compañía. Mientras tanto, dejaos mecer, porque sólo así, se mecen las leyendas que el Tajo concede.

 

Jesús(defrijan)

lunes, 3 de marzo de 2014


Serán los años

Imagino que serán los años los que me llevan a la reflexión antes que a la acción. Sobre todo cuando la reacción supuesta a la puya absurda intenta sacar delos toriles al bravo que pace en paz. Por eso, lo que pudiese sonar a cobardía por la no respuesta, lo suelo tomar como negación del duelo a pluma que de cuando en cuando, algún exégeta suele lanzar. Reto en el que la reflexión me lleva a ver cuánto ganaría y cuánto perdería si lo aceptase. Viene a cuento esta especie de refugio en la contrabarrera ante el hecho de considerar en la composición poética al fondo bello de la misma como vasallo de la norma que la amordaza. Vale, respeto y asumo que el anfitrión, el dueño del ateneo, es libre de imponerlas. Ahora bien, que en base a ello, el exabrupto, la ofensa, o la crítica a los escritos desconocidos o al número de los lectores de los mismos, se expanda como reclamo a la norma dictada, me parece, como mínimo una insolencia inaceptable en cualquier receptor de invitados a su trastienda literaria. Entonces quedan como opciones entrar al trapo de rojo provocativo para no llevar nada a ganar o prescindir de semejante reto por no merecer el retador tal oportunidad. De cualquier modo, la posibilidad de desenvainar el sable de endecasílabos y chocar rimas consonantes no deja de resultar atractiva. Genios hubo que así lo hicieron, y sin ánimo por mi parte de compararme a ellos, algo he aprendido, creo. No en balde, el debut hacia las letras llevó a la sátira como abanderada “En defensa propia y ajena” y de ahí hasta la fecha, las emociones han seguido trazando su ruta. No me niego la posibilidad de blandir de nuevo los filos de las tintas si llegase el caso. De momento, y digo de momento, repito, de momento, el tahalí reposará en el cuarto de los intentos de ofensa. Pero, amigo mío, si vuelves a menospreciar a los muchos o pocos que tienen la gentileza de leerme, me veré obligado a salir en su defensa y la mía propia. Mientras tanto, sigue disfrutando de tu batuta de mando, colocando corsés a lo que te apetezca y gozando de las prebendas que tal situación te ofrece. No te lo tomes a mal, o sí, tanto da. De cualquier modo ya sabes que Góngora siempre murió de envidia ante Quevedo y tú no ibas a ser la excepción. De todos modos, gracias por saberte  mostrar así. Suelo ser indulgente con aquellos que van de lo que no son. Serán los años.

 

Jesús(defrijan)