1.
Viajar
acompañado
Se ha opuesto de moda y me da que esta vez no será una moda pasajera.
Me estoy refiriendo al hecho de compartir viaje con personas desconocidas que gracias a las redes
sociales se hacen próximas y se sientan a tu lado. Atrás quedaron los años de
autoestop en los que cualquier apariencia más o menos lastimera ayudaba a ser
transportado por el conductor de turno que se apiadaba de la soledad en
aquellas cunetas. Solía triunfar el uviforme de militar en periodo de milicia y
en alguna otra ocasión el de estudiante con pocos recursos. A cambio del
traslado no se permitía el silencio durante el trayecto y salían a la luz del
salpicadero todos los datos personales del transportado. Si se hacía una
parada, el café de rigor, o el carajillo, o el sol y sombra, también corría por
cuenta del San Cristóbal que se había dignado a llevarte y aquello pasaba a
convertirse en una experiencia más. Pero los tiempos fueron cambiando de forma
dylaniana y hete aquí que ahora vuelven a cambiar con las debidas actualizaciones.
De modo que, según me han comentado, caso de tener un vehículo en buenas
condiciones, un perfil con todos tus pormenores y un escaso miedo a los
desconocidos, puedes, de la noche a la mañana, convertirte en uno más. Así que aquí me hallo con la duda
shakesperiana de qué hacer. O convertirme en un taxi driver con arrojo en mis
horas libres con deseos de viajar o en seguir siendo un automovilista consciente
y algo perezoso a innovaciones. Reconozco que soltar hebra de cháchara en mitad
de las autovías igual no me resulta
apetecible. Someter a un tercer grado a los incautos que traspasen las puertas
del vehículo, como que me sabe mal. Atiborrar el maletero con mochilas y maletas
como si fuera un low cost terrestre, no sé, no sé. Pero lo que más me hace
dudar es el hecho de someter a mis posibles contertulios del asfalto a la
música anclada en mis gustos que sin duda no serán los suyos. Me lo pensaré, en
cualquier caso. Prometo no tapizar de leopardo los asientos y como mucho dejar
a Haitiare, mi sugestiva hawaiana del salpicadero, seguir bailando a ritmo de
rayos de luz. Nada, decidido, voy a alistarme, quiero decir, voy a crearme un
perfil. Ahora sólo me resta diseñar una ruta y que sea lo que los octanos
quieran. Por cierto, el ambientador huele a pino; más que nada para seguir
oliendo al monte que tanto echo de menos.
Jesús(defrijan)