miércoles, 6 de abril de 2016


       Remiendos zurcidos

Solían ser aquellos que nuestras madres aplicaban al vestuario que así lo precisaba. Unas veces en forma de coderas y las más en forma de rodilleras. Las telas, por buena calidad que demostrasen, acababan siendo pasto de los excesos de los juegos  y en la mayoría de las ocasiones la excusa salía de nuestros labios para evitar males mayores. Cada quien tenía una parte de su anatomía proclive al desgaste del vestuario y nada más adquirir la prenda comenzabas a augurarle el desgaste por susodicha  latitud. Daba igual que fuese tergal o tela vaquera; al pasar de los meses, la erosión se producía sin remedio. Y era entonces cuando echábamos manos de la sapiencia costurera para devolverle la cara de nuevos a lo que ya no lo era. Por eso, y supongo que por la edad, vamos estoy por asegurarlo, no me deja de sorprender el hecho de ver cómo se cotizan al alza las prendas que en el ayer ya lejano habrían acabado en el costurero o en las aspas de las tijeras antes de ser convertidas en trapos. Marcas de tronío se encargan de deshilachar, rasgar, trocear, triturar, desteñir, todo aquello que acaban de parir para darle un toque de modernidad que a todas luces se impone. Rodillas al aire compitiendo con franjas oreantes de perneras menesterosas enfundando cuerpos en aras de la modernidad. Roídas pantorrillas luciendo un look de modernismo absoluto en la no tela por la que se ha pagado y de la que sentirse orgulloso. Es comprensible, genial, plausible, el hecho de manifestar la pertenencia a una generación en base a lo que esa misma generación impone como moda. Es loable el deseo de alguno que se niega a envejecer al vestirse de tal guisa intentando arrastrar una partida de nacimiento que no le corresponde. Sería deplorable el hecho de seguir plantados en una moda inamovible para asegurar nuestras propias inseguridades.  Pero de ahí a lanzarse a la búsqueda del mayor de los harapos y estar dispuesto a pagar por ello lo que la batuta del diseñador decida, hay un mundo.  De todos modos la contradicción suele viajar de la mano en cada uno de nosotros y en algunos casos incluso en los bolsillos. Así que si me da por revolver en los armarios y encuentro alguna prenda de aquellas que no llegaron a pasar por el reciclaje, espero que me sirva.  Ponérmela  o no ya dependerá de el arrojo que en ese momento me asigne el deseo de ir a la moda o no. Sea como sea, aquellas prendas ya cumplieron con su misión, y unas manos cargadas de ternura intentaron que no se notasen los desperfectos zurciéndolas  gustosas a la luz de las tardes.  



Jesús(defrijan)

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