jueves, 22 de septiembre de 2016


  1. Cantar

Reconozco que nada me duele más que el saber de mis propias carencias cuando el deseo por evitarlas aparece. Y entre la multitud de las mismas la de cantar adecuadamente se erige como adalid. Por eso mismo cuando el entorno se hace el remolón ignorando dicha capacidad es cuando la osadía toma cuerpo y al grito de “sálvese quien pueda” los tonos surcan el aire a su antojo. Así surgió aquella tarde en la que el sol se resistía a abandonar el paisaje y las sombras iban ocupando su lugar sobre la carretera casi abandonada que custodia los flancos del río. Caminaba absorto en las melodías emepetreras cuando a mis espaldas la guitarra acústica de Sin pidió paso. No voy a reincidir en la obviedad de manifestar la amistad que nos ha ido uniendo el gusto por las letras, ni voy a reincidir en los gustos musicales que casi nos hermanan. El hecho fue que con el acompañamiento del solaz vespertino, y enfundados en un look natatorio, emprendimos paso a ritmo de Auserón. Quiero creer que la benevolencia de los chopos, la piedad de las rocas depositarias de fósiles y la clemencia de la caldera destilatoria del espliego jugaron su papel ante los trinos que pedían vuelo. Allá, debajo de la Peña del Perro, en el recodo que custodia el Puente Nuevo, los lucios hacían oídos sordos a una voz que intentaba camuflarse entre la de mi amigo. Seguimos paso a paso a la “Semilla negra”, surcamos las olas con “Señora del mar” y concluimos con la adaptación personal de unas letras dedicadas a don Tomás a las que puso acordes Sin. Casi sin darnos cuenta las curvas fueron quedando atrás y llegamos a los dominios de la cumbia. Allí, en ese punto fronterizo que gobierna Nhora, valoramos la posibilidad de poner corcheas a letras que hablan de los nuestros. Mientras tanto, el lúpulo se unió al consenso y la idea quedó en el aire. Quizás el paréntesis abierto sea la mera excusa para reunirnos de nuevo, como siempre hacemos los que nos acabamos buscando. De poco servirá intentar convencer a quienes consideran que cantar es un hecho de ostentación cuando juzgan de modo torpe lo que no conocen. Sin duda alguna necesitan poner notas a sus vidas y si ven que desafinan que bajen hasta el río; allí todo se perdona, incluso el no saber cantar. Cuando salgan de su error, si es que quieren salir, igual sienten vergüenza de pedir perdón por no haber entendido lo que significa la alegría y miran hacia otro lado.



Jesús(defrijan)

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