- Cantar
Reconozco que nada me
duele más que el saber de mis propias carencias cuando el deseo por evitarlas
aparece. Y entre la multitud de las mismas la de cantar adecuadamente se erige
como adalid. Por eso mismo cuando el entorno se hace el remolón ignorando dicha
capacidad es cuando la osadía toma cuerpo y al grito de “sálvese quien pueda”
los tonos surcan el aire a su antojo. Así surgió aquella tarde en la que el sol
se resistía a abandonar el paisaje y las sombras iban ocupando su lugar sobre
la carretera casi abandonada que custodia los flancos del río. Caminaba absorto
en las melodías emepetreras cuando a mis espaldas la guitarra acústica de Sin
pidió paso. No voy a reincidir en la obviedad de manifestar la amistad que nos
ha ido uniendo el gusto por las letras, ni voy a reincidir en los gustos
musicales que casi nos hermanan. El hecho fue que con el acompañamiento del solaz
vespertino, y enfundados en un look natatorio, emprendimos paso a ritmo de
Auserón. Quiero creer que la benevolencia de los chopos, la piedad de las rocas
depositarias de fósiles y la clemencia de la caldera destilatoria del espliego
jugaron su papel ante los trinos que pedían vuelo. Allá, debajo de la Peña del Perro,
en el recodo que custodia el Puente Nuevo, los lucios hacían oídos sordos a una
voz que intentaba camuflarse entre la de mi amigo. Seguimos paso a paso a la “Semilla
negra”, surcamos las olas con “Señora del mar” y concluimos con la adaptación
personal de unas letras dedicadas a don Tomás a las que puso acordes Sin. Casi
sin darnos cuenta las curvas fueron quedando atrás y llegamos a los dominios de
la cumbia. Allí, en ese punto fronterizo que gobierna Nhora, valoramos la
posibilidad de poner corcheas a letras que hablan de los nuestros. Mientras
tanto, el lúpulo se unió al consenso y la idea quedó en el aire. Quizás el
paréntesis abierto sea la mera excusa para reunirnos de nuevo, como siempre
hacemos los que nos acabamos buscando. De poco servirá intentar convencer a
quienes consideran que cantar es un hecho de ostentación cuando juzgan de modo
torpe lo que no conocen. Sin duda alguna necesitan poner notas a sus vidas y si
ven que desafinan que bajen hasta el río; allí todo se perdona, incluso el no
saber cantar. Cuando salgan de su error, si es que quieren salir, igual sienten
vergüenza de pedir perdón por no haber entendido lo que significa la alegría y
miran hacia otro lado.
Jesús(defrijan)
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