- El anodino mundo de las letras
Debe ser que me estoy
haciendo mayor o que lo que tenía que leer ya lo he leído. O quizás que mi
capacidad de asombro ha desaparecido al mismo ritmo que el paso de los años.
Puede ser que el desencanto haya decidió instalarse en mí o quiera convertirse
en el carcelero que me niegue la sorpresa. No sé, y es más, tampoco me interesa
saber el motivo realmente. Lo único que me duele es el hecho de echar mano de
un libro novelado y acabar descubriendo al poco tiempo de transitar por sus
páginas el más que previsible desarrollo y desenlace del argumento. Quizás
llevan razón quienes aseguran que las buenas novelas ya se escribieron a
finales del diecinueve y todo lo posterior son copias de aquellas que resultaron
inmortales. Quizás aciertan quienes vaticinaron un futuro sin futuro a la
poesía en un mundo demasiado acelerado y visto lo visto acabemos dándoles la
razón. Sea como sea, y dejando a un lado al teatro que bastante competencia
tiene con la improvisación del día a día, reconozco que una cierta desilusión
sí que me produce el hecho de destapar esa caja de sorpresas para descubrir
algo ya conocido, visto saboreado y enterrado en el recuerdo. No sé, no sé,
pero tengo la sensación de que en la actualidad lo único que interesa realmente
al escribidor es desahogarse en poemas que acaban siendo gritos solitarios en
el desierto de la indiferencia. Que al novelista lo único que le atormenta es
el hecho de encontrar un guión lo suficientemente original como para ser
llevado a la linotipia y quién sabe si acabar como guía de una serie televisiva
que lo fagocite, es algo que no acabo de descartar, porque de algo hay que
subsistir. Que el teatro pasó a mejor vida, salta a la vista, viendo el tipo de
escenas que se representan. O se apoyan en músicas pegadizas o no hay tu tía.
De modo que para no acabar en la ciénaga de la desilusión no nos queda más remedio
que dar por válidas las manifestaciones artísticas llevadas al papel aunque
pensemos que no lo son. Mientras tanto, mientras ese nuevo tintineo de la
campanilla nos anuncia que la magnificencia de algo llega, a esperar, a
intentar no desesperar y en última instancia, a buscar en los armarios aquellos
textos que nos hicieron vibrar otrora. Lo demás es perder el tiempo y sacar la sensación
de ser un simple que se conforma con migajas. Me voy Grecia, que seguro que encuentro algo que
merece la pena, y de ahí seguiré ascendiendo. Sospecho que no habrá color.
JesúS(defrijan)
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