martes, 20 de septiembre de 2016


  1. El anodino mundo de las letras

Debe ser que me estoy haciendo mayor o que lo que tenía que leer ya lo he leído. O quizás que mi capacidad de asombro ha desaparecido al mismo ritmo que el paso de los años. Puede ser que el desencanto haya decidió instalarse en mí o quiera convertirse en el carcelero que me niegue la sorpresa. No sé, y es más, tampoco me interesa saber el motivo realmente. Lo único que me duele es el hecho de echar mano de un libro novelado y acabar descubriendo al poco tiempo de transitar por sus páginas el más que previsible desarrollo y desenlace del argumento. Quizás llevan razón quienes aseguran que las buenas novelas ya se escribieron a finales del diecinueve y todo lo posterior son copias de aquellas que resultaron inmortales. Quizás aciertan quienes vaticinaron un futuro sin futuro a la poesía en un mundo demasiado acelerado y visto lo visto acabemos dándoles la razón. Sea como sea, y dejando a un lado al teatro que bastante competencia tiene con la improvisación del día a día, reconozco que una cierta desilusión sí que me produce el hecho de destapar esa caja de sorpresas para descubrir algo ya conocido, visto saboreado y enterrado en el recuerdo. No sé, no sé, pero tengo la sensación de que en la actualidad lo único que interesa realmente al escribidor es desahogarse en poemas que acaban siendo gritos solitarios en el desierto de la indiferencia. Que al novelista lo único que le atormenta es el hecho de encontrar un guión lo suficientemente original como para ser llevado a la linotipia y quién sabe si acabar como guía de una serie televisiva que lo fagocite, es algo que no acabo de descartar, porque de algo hay que subsistir. Que el teatro pasó a mejor vida, salta a la vista, viendo el tipo de escenas que se representan. O se apoyan en músicas pegadizas o no hay tu tía. De modo que para no acabar en la ciénaga de la desilusión no nos queda más remedio que dar por válidas las manifestaciones artísticas llevadas al papel aunque pensemos que no lo son. Mientras tanto, mientras ese nuevo tintineo de la campanilla nos anuncia que la magnificencia de algo llega, a esperar, a intentar no desesperar y en última instancia, a buscar en los armarios aquellos textos que nos hicieron vibrar otrora. Lo demás es perder el tiempo y sacar la sensación de ser un simple que se conforma con migajas. Me voy  Grecia, que seguro que encuentro algo que merece la pena, y de ahí seguiré ascendiendo. Sospecho que no habrá color.         



JesúS(defrijan)

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