lunes, 26 de septiembre de 2016

  1. El sobre
De guardián de letras ha pasado a ser denostado como celador cómplice de corruptelas políticas y no es justo. Él, ese cofre de papel, simplemente se brinda a transportar lo que cualquiera introduzca y es ajeno a todo tejemaneje del remitente o del receptor. Por eso cuando su papel previsible cambia de guion me alegro e incluso sonrío. De hecho acabo de comprobarlo al leer la noticia acaecida ayer en tierras gallegas. Por lo visto se hizo coincidir el bautizo de una familia allegada con el toque a urnas autonómicas. Y ahí, este buen hombre, tiró de practicidad y en vez de calentarse la cabeza con tal o cual regalo, optó por introducir doscientos euros en papel moneda en un sobre. Todo normal, todo dentro de lo previsible, todo dentro de los cánones de la corrección. No sé yo si el voto lo ejerció antes del bautizo o después. La cuestión fue que a la hora de introducir su voto en la urna, lo que introdujo fue el sobre destinado al neocristiano. Supongo que al caer en el error la tribulación le llegó por partida triple o cuádruple. ¿Cómo explicar a la familia que su regalo consistía en una papeleta electoral? ¿Cómo explicar a la mesa de interventores que allí no se estaban anticipando donativos a alguno de los partidos presentes? ¿Cómo, si así fuese, demostrar que era el destinatario de futuros favores directamente proporcionales a sus cuatro billetes de cincuenta euros? ¿Cómo intentar explicar el aguante de su gaznate al orujo si acababa de mezclar indisolubles misivas? ¿Debería  contabilizarse semejante “voto” como nulo, como abstención? ¿Estaba promoviendo sin saberlo una nueva formación política denominada “Los doscientos”? Sea como fuese, sin duda alguna, generosidad no le faltaba y al grito de “tomad lo que queráis que pago yo”, nadie debió rechazar al pagano generoso. Quiero pensar que cuando se le pasó el efecto de la euforia calibró los pros y contras y arrepentido regresó a deshacer el entuerto acompañado de la autoridad. Imagino que jamás hubo un recuento de votos más veloz y que alguno de la mesa calibró la posibilidad de hacer ojos ciegos ante tal despiste. Seguro estoy  que al reembolsar al acristianado su primer plan de pensiones recobró la paz de espíritu y con el voto no emitido confeccionó un pañuelo para ocupar su bolsillo izquierdo en la chaqueta festiva. Dicen que se fue a celebrarlo y cuando en casa le preguntaron por el motivo de su alegría, lloró de emoción y permaneció en silencio. Todos creyeron que se debía a que su opción política había obtenido buenos resultados.


Jesús(defrijan)  

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