- El
sobre
De guardián de letras ha
pasado a ser denostado como celador cómplice de corruptelas políticas y no es
justo. Él, ese cofre de papel, simplemente se brinda a transportar lo que
cualquiera introduzca y es ajeno a todo tejemaneje del remitente o del
receptor. Por eso cuando su papel previsible cambia de guion me alegro e
incluso sonrío. De hecho acabo de comprobarlo al leer la noticia acaecida ayer
en tierras gallegas. Por lo visto se hizo coincidir el bautizo de una familia
allegada con el toque a urnas autonómicas. Y ahí, este buen hombre, tiró de
practicidad y en vez de calentarse la cabeza con tal o cual regalo, optó por
introducir doscientos euros en papel moneda en un sobre. Todo normal, todo
dentro de lo previsible, todo dentro de los cánones de la corrección. No sé yo
si el voto lo ejerció antes del bautizo o después. La cuestión fue que a la
hora de introducir su voto en la urna, lo que introdujo fue el sobre destinado
al neocristiano. Supongo que al caer en el error la tribulación le llegó por
partida triple o cuádruple. ¿Cómo explicar a la familia que su regalo consistía
en una papeleta electoral? ¿Cómo explicar a la mesa de interventores que allí
no se estaban anticipando donativos a alguno de los partidos presentes? ¿Cómo,
si así fuese, demostrar que era el destinatario de futuros favores directamente
proporcionales a sus cuatro billetes de cincuenta euros? ¿Cómo intentar
explicar el aguante de su gaznate al orujo si acababa de mezclar indisolubles
misivas? ¿Debería contabilizarse
semejante “voto” como nulo, como abstención? ¿Estaba promoviendo sin saberlo
una nueva formación política denominada “Los doscientos”? Sea como fuese, sin
duda alguna, generosidad no le faltaba y al grito de “tomad lo que queráis que
pago yo”, nadie debió rechazar al pagano generoso. Quiero pensar que cuando se
le pasó el efecto de la euforia calibró los pros y contras y arrepentido regresó
a deshacer el entuerto acompañado de la autoridad. Imagino que jamás hubo un
recuento de votos más veloz y que alguno de la mesa calibró la posibilidad de
hacer ojos ciegos ante tal despiste. Seguro estoy que al reembolsar al acristianado su primer
plan de pensiones recobró la paz de espíritu y con el voto no emitido
confeccionó un pañuelo para ocupar su bolsillo izquierdo en la chaqueta
festiva. Dicen que se fue a celebrarlo y cuando en casa le preguntaron por el
motivo de su alegría, lloró de emoción y permaneció en silencio. Todos creyeron
que se debía a que su opción política había obtenido buenos resultados.
Jesús(defrijan)
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