1. Bernardo
Más de una tarde me vuelvo a cruzar con él. Ayer, a
modo de casualidad, fue una de ellas. Venía caminando, balanceando los brazos,
descolgando una bandolera. No fue necesario dejar pasar al estruendoso Renault
8 que pilotaba para saber cómo le va la vida. Sí, las melenas desaparecieron,
las barbas se rasuraron y alguna arruga ha venido a ocupar el frontispicio de
su pensamiento. Si el tiempo se presta a ponerse de nuestro lado reaparecen los
momentos a salto de mata, nunca mejor dicho. Del Batanejo se deslizan las
anécdotas para ir ocupando su hueco en el pabellón correspondiente. Nada de
atropellarse intentando usurpar el protagonismo a quien desde la sencillez de
su puesto daba luz a las oscuridades. Arriba, más allá del olvido, las presas
huerfanean ausencias de aquellas manos que se guiaban por los toques de las
sirenas. Echan a faltar a Poveda, a don Crescencio, a la señorita Joaquina, a
Abel, a Polica, a Mariano Alegre, a Culebras, a Crescencio, a Fausto, a Rafael,
a Quilez….y entonces es cuando Bernardo pasa lista como si quisiera perpetuar
sus ayeres. Ignora reconocer el deterioro que el entorno ha sufrido para no
añadir dolor innecesario. Sigue pendiente de los caprichos de las células como
si quisiera ofrecerles un recorte al crecimiento desordenado. Gira la vista
indisimuladamente ante el crepitar de los novísimos diseños que se visten de
chimeneas octánidas en la popa de los cilindros. Puede que aún conserve a modo
de reliquias el álbum íntegro de aquellas pegatinas que visaban el paso por las
innumerables pistas discotequeras. Ríe con sorna cada vez que recupera el
rostro asombrado de aquel benemérito que le supuso sospechoso destinatario de
una multa que jamás llegó. Sabía lo que se hacía y restaba importancia a los
favores que diseminaba. Cuando el tiempo se nos ponga a favor y se ignore a sí
mismo le traeré novedades de aquel lugar que feneció y perdura. Quizás me
cueste convencerlo de que no retorne. Callaré para mí las posibles
consecuencias que acarrearía la desilusión. Y si a pesar de todo insistiera,
solamente le pondré como condición innegociable hacerlo a lomos de aquella
máquina despatarrada en su eje trasero. Igual más de uno que le perdió la pista
la vuelve a encontrar y en ella comprobará cómo Bernardo, aquel greñas sigue
siendo el dueño de un modo de ser digno de aplauso, respeto y abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario