1. L@s
pregoner@s
A fecha de hoy resultará sumamente extraño hablar
de ell@s. La tecnología ha impuesto su ley y sonará, nunca mejor dicho, a
arcaica la historia que l@s mencione más allá del hueco que el agradecimiento a
su labor merece. Eran l@s encargad@s de hacer llegar al vecindario las
novedades que se presentaban a modo de oportunidad en el pueblo. Podría ser
cualquier vendedor ambulante, cualquier remendador de lebrillos, cualquier
tapizador de sillas, el afilador de turno….Allí estaban ell@s, escudad@s tras
la pita preceptiva para hacerla sonar y elevar en grado sumo la expectativa
recién llegada. Mi primer recuerdo se detiene en Gabino, acurrucado en el
tronco del ya inexistente árbol de la tapia de la casa Benita y Santiago
Herrero. Fugaz imagen que dejó paso a Camila. Quizás se fue con la duda de si
estaban vivos aquellos dos que saltaron a su corral y se hicieron los muertos al
ser descubiertos. Callaré sus nombres para que las carcajadas los delaten si
llegan a sus pupilas estas letras. Lo cierto y verdad es que de la empinada
escalera que conducía a la sede de la Hermandad de Agricultores y Ganaderos
sigue rememorando los pasos que tan cercanos parecen. Siguieron Juan el tuerto,
Francisco e Ildefonsa que se turnaron en tal labor y por fin llegó Lorenzo, el
inefable Lorenzo. Este calzaba sobre su cabeza la boina con un descoloque
presuntuoso, de medio lado, como anticipando lo que debajo guardaba. Miraba
fijamente y de su muñequera envuelta en cuero sacaba el pulso preciso para
entonar el anuncio. Subía y bajaba las cuestas y en cualquier rincón se detenía
para vociferar la propuesta precisa. De las paradas realizadas en las “fuentes
de las musas”, no seré yo quien dé testimonio. Lo darán por mí aquellos
párrafos inolvidables en los que se apercibía de multa a quien no respetase el
vertido de los escombros en las afueras del pueblo. Ovacionado en más de una
ocasión de modo merecido, sin duda. Su pose se asemejaba al pistolero capaz de
enfrentarse a las más furibundas bandas de atracadores del lejano oeste
desenfundando su pita cargada de razones. Era capaz de encelar a quien le
suponía rival de amores nacidos de los piropos y se fue demasiado pronto. Los
maullidos que tanto le molestaban como sobrenombre se fueron con él.
Desparecieron las gateras, las sillas de anea a la fresca y un modo de
relacionarse que hoy precisa de la intercesión de las tecnologías. Notari@s de
un tiempo que dejó tanta huella como el brillo dorado de su instrumento. Hoy
reposa en las baldas de la añoranza y quizás sienta envidia del pasodoble que
le ha robado el protagonismo ¿Y si le diéramos una penúltima oportunidad para
aliviarle la tristeza? Abierto queda el reto para quien sea capaz de aceptarlo.
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