lunes, 27 de abril de 2015


            Está la Henar

La primera noción que recuerdo de cómo escribir una carta se remonta a los años de mi infancia en los que os tenía presentes, y a las que, bajo supervisión paterna, os remitía unas líneas en cuartillas de dos renglones con periodicidad semanal. El papá se encargaba de recordarme cómo en esas letras se acortaba la distancia y se os hacía próximas ante las novedades acaecidas. Lo que nunca os dije es que me acurrucaba entre las sábanas simulando estar dormido llegadas   las seis y media de la mañana, para que no vieseis  la aflicción que me provocaba vuestra marcha. Cuenca debía estar en los confines del mundo, imaginaba. Y ella se convertía en guardiana de mis hermanas, consentidoras del “chico” que tanto las echaba en falta. Aquellas cartas fundían la tristeza con las brasas del cariño que llegaba de regreso con vuestras respuestas. Ahí empezó a forjarse el poder de las cartas como tales. Sin embargo, Henar, una pregunta quedó en el aire y no fui capaz de realizarla. Por eso, Henar, hoy que concluyes el ciclo de la obligación horaria. Hoy que eres tú la que marcarás el tictac de tu ritmo. Hoy que las hojas de los calendarios pasados alfombran de verdes esperanzas la primavera. Hoy, redacto en renglones canosos pausados por los años la carta que empecé a escribir desde siempre, cuestionando la duda que me asalta constantemente ante tu nombre. Y aunque sé que las múltiples respuestas a la misma aseveran la certeza de tu sombra, creo necesario, justo, merecido, enumerarlas para que la flaqueza de la memoria no las deposite en el cajón del olvido. Y esta vez la cercanía de las letras testimonia todo lo que se presuponía desde que la vista atrás confeccionó la lista.Y así daría fe de cómo tu casa se convirtió y se sigue convirtiendo en el centro umbilical de la existencia de un alma pura como la tuya. De cómo se convirtió  en refugio de confidencias ajenas que hiciste propias. De cómo todos los detalles que la diseñaron y la siguen solidificando buscan como fin el que encontremos en ella la caverna protectora como prolongación de tu entrega. De cómo la palabra exceso en ti es sinónimo de escasez por parecerte mínimo cuánto entregas. En ti, Henar, en tus cinco letras están tatuadas con tintas indelebles las palabras  amistad,  cariño, servicio, desinterés… Y todas ellas han susurrado en silencio la respuesta a la pregunta que aún no te he hecho y que considero innecesaria. Y dicha respuesta, es, como puedes deducir, “sí, claro que sí, siempre sí”. Por eso, hoy que el júbilo de tu jubilación corre el riesgo de diluirse en los excesos de la celebración, quiero que sepas, que tú, nuestra Henar, has sido y sigues siendo nuestra recompensa, apoyo y sostén. Y que en nosotros, en tu misma sangre, tienes el reflejo de lo que tú eres aun sabiendo que jamás podremos  alcanzar el nivel marcado por ti. Y desde el álbum de la memoria se han ido sumando afirmativamente  la bata de rayas, el mocho del porche, la zurda de tus manos, las travesuras de la infancia, la toquilla del “salux infirmorum”, la cofia blanca sobre uniforme azul, Jesús de Medinaceli. Todos han corroborado los renglones del pergamino que diseña tu grandeza. Grandeza que nos hace sentirnos orgullosos de ser parte de ti y que en lo que a mí concierne, nada más nacer, nada más abrir los ojos al mundo lancé la pregunta que resume toda tu existencia. Y esa pregunta, Henar, esa pregunta fue, como ya habrás adivinado “¿Está la Henar?”; y la respuesta desde entonces siempre fue y sigue siendo  “sí, claro que sí, siempre sí”. Hace años, la carta que empecé a escribir desde el silencio, sospeché que la concluiría con el transcurso del tiempo. La sonrisa de aprobación que llegó desde el firmamento, así lo corrobora y se une a la firma que todos rubricamos ante ti Henar. Guárdala en el buzón donde sólo las venturas tienen cabida.
 
Jesús(defrijan)

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