jueves, 30 de abril de 2015


La primera comunión

 

Todo estaba preparado para el gran día en el que aquella criatura tomaría su primera comunión. Las pruebas de los diferentes modelos de trajes marineros se habían decantado por el de almirante y los zapatos de charol blancos aguardaban su turno en la caja de cartón que rotulaba un treinta y seis. El misal nacarado, el rosario convenientemente desliado y los múltiples regalos que le fueron llegando formaban un orfeón silencioso bajo la atenta mirada de las mujeres de la casa. Todo en orden a la espera del gran día. Y entonces apareció el invitado sorpresa con el que nadie contaba. Ese invitado que todo infante lleva consigo y que a la más mínima oportunidad se convierte en la tentación imposible de resistir. La curiosidad, efectivamente, apareció ante aquella luna impoluta de aquella peluquería sin clientes a esas horas de la mañana. La cháchara de cordialidades dejó al futuro comulgante sobre ese sillón de mármol que mezclaba perfiles de silla eléctrica con puesto de mando de la nave espacial de las series de moda. Se miró al espejo y allí estaban solícitas las tijeras del fígaro ausente. No pudo resistir la tentación y sus yemas se abalanzaron sobre esos dos filos sextantes. Las asió y retando a su propia imagen comenzó la tala de su propio cráneo. Una y otra vez fueron cruzándose las aspas sobre su cabello y allá que las voces se aproximaron, cesó su labor. Los gritos desgarradores de las sucesivas gargantas testimoniaban el  desaguisado mientras él negaba haber sido el causante de tal rapada. Los restos de cabellos sobre los filos verdugos daban fe de lo que allí había ocurrido y a pocas fechas de sumarse a los seguidores de Cristo acababa de desmontar el retrato que a todos ilusionaba con una afición repentina hacia el oficio de barbero. Las fotos de rigor dieron muestra de una altiva mirada que más que demostrar soberbia intentó tapar el eral en el que se había convertido su cabeza. Nunca un almirante tuvo un gesto más marcial ni un peluquero peor aprendiz. Lo que sí quedó clara para el resto de sus días fue la respuesta a cualquier profesional que decidiese acicalarle la cabellera, dejando al buen criterio del entendido cómo actuar. Eso sí, cada vez que asiste a una comunión, en lo primero que se fija es en el peinado del actor y no puede dejar de sonreír.

Jesús(http://defrijan.bubok.es)  

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