martes, 5 de julio de 2016


   Maite Berlanga

No sé si empezar describiéndola desde la imparcialidad imposible o dejar que las letras surjan a su antojo. Quizás esta segunda opción sea la mejor y estoy convencido que todas ellas andarán a codazos para hacerse de valer. Y no me extraña. Como no me extraña el hecho de que ante ella la tristeza no tenga cabida. Puede que te sorprenda el hecho de creerte en una sala de recuperación ósea o muscular que te empieza a cuñar el pasaporte sin retorno a la imposibilidad física; puede que sospeches que tus dolencias eran fundadas y que has acudido al lugar más indicado; puede que todos tus temores se esfumen en cuanto traspases el umbral de la puerta y entre mazos de Brasil y muñecas de trapo conformen la antesala de la bienvenida. Y con todo ello, nada, nada será comparable  a la amplitud de la sonrisa con la que Maite desnudará tus sospechas de tortura. Serás postrado en el ara frente a mosaicos del aparato locomotor y en vano intentarás averiguar en qué parte del mapa expuesto se esconde tu dolencia. Ella, como quien no quiere la cosa, hará de ti un ovillo, y sin más aviso que la inhalación de aire por tu parte, convertirá a tu columna en un xilófono cuyas baquetas serán sus manos. Pensarás que tu fin está cercano sin darte cuenta que has renacido a las posturas correctas. Deshará los nudos gordianos de tus tendones y mientras tanto esparcirá por encima de tu torso sus halos de maga psíquica que calla más de lo que intuye. Tus ojos dormitarán sobre el tono perforado en rosa de sus pies y las carcajadas alternarán con las llamadas de auxilio que llegarán desde más allá de las líneas telefónicas. No hay duda de que saben lo que se hacen cuando recurren a este aquelarre sanador. Y  todo esto sin dejar de plantar la semilla del optimismo cierto nacido de una verdad que su mirada transmite. Poco importará que tu espalda se haya convertido en un símil de árbol navideño plagada de ventosas luminosas en cuyas descargas se esconde el villancico de la sanación. Las agujetas posteriores serán la mejor muestra de todo su buen hacer y del acierto de tu elección. Justo ayer, nada más despedirme con un hasta luego, en el hospital de enfrente, algunos buscaban curación a sus males ignorando que con sólo cruzar la acera acertarían de pleno. Si acudís a ella, no hará falta que digáis que sois mis amigos; en el mismo instante en el que accedáis a su reino, lo seréis por derecho propio y generosidad suya, os lo aseguro.

 

Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario