miércoles, 20 de julio de 2016


Muchachito Bombo Infierno

Desde luego no se le puede negar originalidad al nombre en cuestión, no señor. Y una vez visto lo visto, es fácil decantarse por seguir el ritmo del infierno que este genio llamado Jairo nos propone. Si la noche de Julio se ofrece en la explanada acostumbrada a paseos vespertinos, a ferias de libros, a carreras de niños tras las palomas, no es plan de dejar paso a la pereza y tomar por asalto a los Viveros a la espera de algo que merezca la pena. Si ya en la entrada observas a un variopinto gentío que aguarda turno y desde dentro los compases de la rumba te incitan a mover los pies, empiezas a pensar que has acertado de pleno en la elección.  Subes hacia el recinto y desde el escenario la Takoneadora Rumbera  ejerciendo de dj  traza un recorrido musical  que te impide permanecer inmóvil y el preludio no puede ser más prometedor. Casi sin descanso, con el mínimo intervalo de conseguir una cerveza en las carpas laterales, aparecen en escena. Y así, con un breve “bona nit, Valencia” comienza la descarga musical. El aspecto, acorde con la escena; la guitarra, negándose reemplazo por cualquier otra; el panel inmaculadamente blanco, dispuesto a dejarse trazar por las falanges de Santos. Y así,  un componente  tras otro dejando claras sus intenciones de negarte la pausa.  El polvo del suelo que hasta esos momentos dormitaba despierta y se apunta a la fiesta subiéndose a tus pies y aquello es un no parar. El traje que luce, más propio de un escuálido enterrador de un poblado del lejano  oeste,  comienza  a agitarse bajo las revoluciones del ventilador guitarrero que sabe a Barrio de Gracia. Los vientos toman posesión del aire y te envuelven en un ciclón del que no puedes ni quieres salir. A la batería se le suma el paño ejerciendo de verónico consuelo ante tanta agitación. Y así, como sin darte cuenta, un sinfín de melodías se van agolpando ante tu asombro.  Compartes con tus próximos, con tu sangre, el disfrute de la noche y tienes la certeza absoluta de haber  dado en la diana al decidir acudir. Por más que Jairo Muchachito amenace con concluir sabes de sobra que la vitalidad va con él y el límite lo pondrá  la pausa del baile. Francis Cabrel, aquel que declarase amor hasta la muerte, no imaginó jamás que su éxito setentero pasaría a tomar un camino a todo gas por una autopista rumbera que la llevaría hacia un Infierno como este. Aquí, como almas carentes de redención, todos los ritmos habidos y por haber, se dieron cita, tomaron cuerpo y se hicieron verdad.  Si así es el averno, quizás merezca la pena acabar en él; eso sí, que  Muchahito se encargue de  la música.        



Jesús(defrijan)

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