Muchachito Bombo Infierno
Desde luego no se le puede negar originalidad al nombre en
cuestión, no señor. Y una vez visto lo visto, es fácil decantarse por seguir el
ritmo del infierno que este genio llamado Jairo nos propone. Si la noche de Julio
se ofrece en la explanada acostumbrada a paseos vespertinos, a ferias de
libros, a carreras de niños tras las palomas, no es plan de dejar paso a la pereza
y tomar por asalto a los Viveros a la espera de algo que merezca la pena. Si ya
en la entrada observas a un variopinto gentío que aguarda turno y desde dentro
los compases de la rumba te incitan a mover los pies, empiezas a pensar que has
acertado de pleno en la elección. Subes
hacia el recinto y desde el escenario la Takoneadora Rumbera ejerciendo de dj traza un recorrido musical que te impide permanecer inmóvil y el
preludio no puede ser más prometedor. Casi sin descanso, con el mínimo
intervalo de conseguir una cerveza en las carpas laterales, aparecen en escena.
Y así, con un breve “bona nit, Valencia” comienza la descarga musical. El
aspecto, acorde con la escena; la guitarra, negándose reemplazo por cualquier
otra; el panel inmaculadamente blanco, dispuesto a dejarse trazar por las
falanges de Santos. Y así, un componente
tras otro dejando claras sus intenciones
de negarte la pausa. El polvo del suelo
que hasta esos momentos dormitaba despierta y se apunta a la fiesta subiéndose
a tus pies y aquello es un no parar. El traje que luce, más propio de un
escuálido enterrador de un poblado del lejano oeste, comienza
a agitarse bajo las revoluciones del
ventilador guitarrero que sabe a Barrio de Gracia. Los vientos toman posesión
del aire y te envuelven en un ciclón del que no puedes ni quieres salir. A la
batería se le suma el paño ejerciendo de verónico consuelo ante tanta
agitación. Y así, como sin darte cuenta, un sinfín de melodías se van agolpando
ante tu asombro. Compartes con tus
próximos, con tu sangre, el disfrute de la noche y tienes la certeza absoluta de
haber dado en la diana al decidir acudir.
Por más que Jairo Muchachito amenace con concluir sabes de sobra que la
vitalidad va con él y el límite lo pondrá
la pausa del baile. Francis Cabrel, aquel que declarase amor hasta la
muerte, no imaginó jamás que su éxito setentero pasaría a tomar un camino a todo
gas por una autopista rumbera que la llevaría hacia un Infierno como este. Aquí,
como almas carentes de redención, todos los ritmos habidos y por haber, se dieron
cita, tomaron cuerpo y se hicieron verdad. Si así es el averno, quizás merezca la pena
acabar en él; eso sí, que Muchahito se encargue de la música.
Jesús(defrijan)
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