miércoles, 19 de septiembre de 2018


1.  María Jesús Luján


Ahora que el tiempo transcurrido es el suficiente las pinceladas que le dan forman piden paso. Y lo hacen desde el rincón que la plaza custodia mientras un nuevo amanecer se despliega añorando el runrún de aquellas madrugadas viajeras. Ella, forjada en la fragua del tesón, carga sobre sus hombros las responsabilidades que el destino le reserva a quien es capaz de solventarlas. Mira hacia delante porque en el frente abierto es donde reconoce el camino a seguir. Despliega sus energías intuyendo que las sotanas del ayer le dan paso para reafirmarla en la fe de sus posibilidades y a ella se sube buscando respuestas. La vida se aceleró de tal modo que el intento de ralentizar su marcha chocará contra el muro de lo imposible. Acepta lo que le viene para darle calor y sentido. Poco importará si la laca de los pensamientos insiste en manifestar el claroscuro tono del tinte no pedido. Ella empuñará las púas para darle permiso y forma a todos aquellos que se salgan de los límites. Será la viga maestra del edificio sobre el que sustentar los pilares. Leerá entre líneas las epístolas con la esperanza de que lleguen a los oídos sordos de los cretinos carentes de brújula. Puede que entre los burbujeos rojos del caldero recuerde aquellos pasos que la llevaron a ser sucesora y en un momento de debilidad deje paso a la añoranza. Será breve. De inmediato encontrará un nuevo sentido a todo y avanzará firme, resolutiva, eficaz. Poco importará si el destiempo de la madrugada le solicita el favor. Ella lo resolverá en medio de una sonrisa complaciente, satisfecha, cómplice. Buscó y encontró la bahía donde refugiarse de las tormentas que pugnaban por su naufragio y deja surcar a su nave con la esperanza de que sepa encontrar la ruta adecuada. Amalgama de papeles familiares la definen y se enorgullece de ello por más que precise de  pausas. Ha pasado el tiempo y siguen vivas las esperanzas en quien no maneja la derrota. Puede que en algún momento de sosiego eche la vista atrás como cualquiera de nosotros y un interrogante se le ofrezca. De nada servirá insistir. Ella los resolvió hace tanto que una sonrisa sarcástica será suficiente respuesta. Ya está todo listo y es el momento de colocar la tapa al cristal para dejar que repose como metáfora de vida. Todo lo demás carecerá de importancia y no merecerá la pena dedicarle ni fuego ni tiempo.   

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