1. María Jesús Luján
Ahora que el tiempo transcurrido es el suficiente las pinceladas que le
dan forman piden paso. Y lo hacen desde el rincón que la plaza custodia
mientras un nuevo amanecer se despliega añorando el runrún de aquellas
madrugadas viajeras. Ella, forjada en la fragua del tesón, carga sobre sus
hombros las responsabilidades que el destino le reserva a quien es capaz de
solventarlas. Mira hacia delante porque en el frente abierto es donde reconoce
el camino a seguir. Despliega sus energías intuyendo que las sotanas del ayer
le dan paso para reafirmarla en la fe de sus posibilidades y a ella se sube
buscando respuestas. La vida se aceleró de tal modo que el intento de
ralentizar su marcha chocará contra el muro de lo imposible. Acepta lo que le
viene para darle calor y sentido. Poco importará si la laca de los pensamientos
insiste en manifestar el claroscuro tono del tinte no pedido. Ella empuñará las
púas para darle permiso y forma a todos aquellos que se salgan de los límites.
Será la viga maestra del edificio sobre el que sustentar los pilares. Leerá
entre líneas las epístolas con la esperanza de que lleguen a los oídos sordos de
los cretinos carentes de brújula. Puede que entre los burbujeos rojos del
caldero recuerde aquellos pasos que la llevaron a ser sucesora y en un momento
de debilidad deje paso a la añoranza. Será breve. De inmediato encontrará un
nuevo sentido a todo y avanzará firme, resolutiva, eficaz. Poco importará si el
destiempo de la madrugada le solicita el favor. Ella lo resolverá en medio de
una sonrisa complaciente, satisfecha, cómplice. Buscó y encontró la bahía donde
refugiarse de las tormentas que pugnaban por su naufragio y deja surcar a su
nave con la esperanza de que sepa encontrar la ruta adecuada. Amalgama de
papeles familiares la definen y se enorgullece de ello por más que precise
de pausas. Ha pasado el tiempo y siguen
vivas las esperanzas en quien no maneja la derrota. Puede que en algún momento
de sosiego eche la vista atrás como cualquiera de nosotros y un interrogante se
le ofrezca. De nada servirá insistir. Ella los resolvió hace tanto que una
sonrisa sarcástica será suficiente respuesta. Ya está todo listo y es el
momento de colocar la tapa al cristal para dejar que repose como metáfora de
vida. Todo lo demás carecerá de importancia y no merecerá la pena dedicarle ni
fuego ni tiempo.
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