martes, 18 de septiembre de 2018


1.  Vicente Murciano


Como si de un fuelle de acordeón parisino nos llegasen las notas que acompasaran su nombre así se manifiesta. Vicente, el francés, aquel que tantas y tantas fechas dejase transcurrir más allá de los Pirineos se fue forjando desde bien temprano un modo de ser y actuar que cada día macera convenientemente para darle el buqué exquisito del que hace gala. Elegante en las formas, no osará ser el discordante que exceda su tono en la reunión amistosa. Se hará cercano porque de él nace la querencia a dar más de lo que la vida le suele remitir. Vivirá en el alambre del optimismo por haber aprendido del paso del tiempo la importancia relativa que al tiempo se le da. Negará paso a los rencores y de su misma generosidad intentará encontrar respuestas que firmen disculpas que no exige. No almacena negatividades, de nada le servirían a quien está acostumbrado a seguir hacia delante. Lucirá el glamur aprendido en la escuela de la vida para epatar a aquellos que tanto se esfuerzan en conseguir lo que en él es innato. Puede investirse con los atuendos que el momento precise y todos ellos le cuadrarán como chaqués a medida. Escanciará las aguas con sabor a levante en mitad de las aguas juncadas a la espera de una puesta de sol tan hermosa como de costumbre. Cautivará con su “savoir faire” a quien decida, él, que tan acostumbrado está a las decepciones. No importará si el despertar de la villa parisina choca de frente con el rocío de la cuesta cuando a reunir amistades se disponga. Ha sobrevivido a los sucesivos meandros que el río caprichoso de la existencia le ha legado y no ha precisado de flotadores expuestos al pinchazo inesperado. Guía desde la raíces para que las semillas florezcan y se conviertan en inciensos bienvenidos. Abrirá las rejas para que nadie se sienta preso de las  obligaciones y pueda reemprender su camino sin explicaciones algunas. Combinará la elegancia como Petronio habituado a ella y sabe que su lejano epitafio llevará una sonrisa como renglón testamental de un estilo de vida. Fue piloto de la nave que soñaba descubrir nuevas galaxias y una vez de vuelta guardó las llaves en el cajetín que la dicha de aquella travesía le proporcionó. Juega con ventaja. Ha aprendido tanto que sin pretenderlo es capaz de darnos una clase magistral de supervivencia. Las de estilo, por más que se empeñen en imitarlo, le pertenecen en exclusiva. Si lo veis cerca de la guillotina, no temáis; antes será capaz de oxidar la cuchilla que dejarla caer sobre el cuello de nadie.          

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