jueves, 27 de septiembre de 2018


Pepito Chavarría
 Pasa el tiempo de un modo tan acelerado que de que te quieres dar cuenta te ha llevado por una senda a la que quitaste las cunetas. Y con ellas se fueron los momentos, las postales de las vivencias, los marcos de los espacios, las miradas abiertas. De modo que a nada que la ocasión se vuelve propicia, el intento por recuperar parte de ese tiempo, pide paso y a ello te encomiendas. La más mínima excusa te reúne con quien fuera parte de tus juegos, de tus ayeres, y allá que te encaminas. Y conviertes la mesa del yantar en un confesionario sobre el que buscar una innecesaria penitencia y una inexistente absolución. Todo ha transcurrido por donde ni siquiera pensaste y es el momento de reflexionar. No para arrepentirte, sino más bien para encontrar explicaciones a miles de porqués. Aparece el ariete blaugrana que todavía luce la peca identificativa. Llega aquel que de los librillos de bambú logró extraer las lecciones de vida que a la vida le encaminaron. Se asoma Pepito, tu amigo Pepito, el de Julia la peluquera y Felipe, y con él, adherido a él, la bajada de bandera del tesón que tan buenos resultados ha proporcionado. Y repasas la lista de quienes fueron y perduran, de quienes fueron y ya no están, de quienes son y siguen siendo. Te congratulas. Sacas del almacén de las neuronas las mil y una anécdotas y entre risas y tristezas mal disimuladas acabas completando las líneas de un cuaderno que dejaste a medias hace varias décadas. Vistes  el uniforme de práctico de un puerto al que de cuando en cuando llegan las naves que otrora partieron. Aconsejas desde el cariño que la amistad emana y compruebas que en cada uno de nosotros viven muchos nosotros que se han ido adaptando. De pronto, una letanía aparece desde los salmos de la sangre, y a ella nos unimos con el kirieleisón preceptivo. Admitimos errores, flaquezas, vergüenzas. Y así las horas transcurren en mitad de este otoño recién estrenado. Brindamos por una próxima ocasión y sabemos, ¿verdad, Pepito?, que esta vez sí que será próxima. Por un momento, el decorado volvió a ser el de aquella Carretera en la que disputábamos los partidos a la caída de la tarde. Por un momento, el balón vuelve a sobrevolar la tapia de la Benita. Por un momento, créeme, amigo mío, la realidad de la ficción fue más real que la vida misma. Queda el partido de vuelta, y esta vez, me toca sacar a mí.   

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