lunes, 17 de septiembre de 2018


1.  Pilar Marzal



O debería decir simplemente Pili, la de la Alejandra y Antonio, la de Andrés el de La Pesquera, y cualquier información añadida sobraría para identificarla. Ella, la Pili que tras el pelo lacio que anuda con una coleta se transfigura en la amazona del quad cada vez que el río la reclama. Esa que truene o nieve acude puntual a la cita del fin de semana para recargarse a la cuna que los montes cobijan. Esa que hace gala de fortaleza ante la insistencia del agua a la hora de robarle su parcela de grava que alfombra sus pasos. Esa, Pili, la que dará por válida cualquier excusa a la hora de convocar a la mesa a todos aquellos que considera suyos más allá de la sangre. La que disfrutará con el trote del astado a campo abierto mientras recrea su vista en los lances que la vida le va dando a los que quiere. Sabrá dar rienda suelta a los rayos de luces que quieran asomarse por debajo de las peñas que el Santo domina y con ello iluminará a las soledades que tanto añoran su compañía. Traza desde la torre fiel el meridiano que la une y ata a la sierra y se reconoce cautiva de la amistad. Poco importará si las cáscaras se han ido acumulando en torno a ella mientras el vuelo de la fortuna la evita o la bendice. Da lo mismo, siempre le dará lo mismo. Mira de frente y reconoce las virtudes de aquellas que le dan relevo y a las que admira, cuida, quiere y consiente. Mirará por encima del hombro al torticero que pretenda cambiarla y guardará como leona lo que le pertenece. Asumirá el reto por difícil que sea con el convencimiento pleno de que saldrá vencedora. No, no pasará desapercibida, por más que no lo busque. Nació para dejar constancia y así se manifiesta cuando asciende hacia el llano en busca de querencias. Si la fortuna os depara la oportunidad de cruzaros con ella no tendréis que realizar ningún esfuerzo para saber quién es. La carcajada sobresaliente la identificará al instante mientras el cricreo de una nueva bolsa de plástico recién abierta le da paso. Puede que segundos después, las sillas de playa aparezcan pidiendo turno convenientemente Apiladas sobre una capa azul que las custodian y esperan. Por más que no quiera reconocerlo, las bolas ya cantaron para ella suficientemente el premio que se merece. 

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