Calorro
En el argot cotidiano se
entiende por calorro aquello que tiene cercanía con la cultura gitana y por lo
tanto con su expresión musical. Y en base a ello la industria dedicada a sacar
provecho de la moda permanece expectante, busca su momento, y saca a la luz lo
que permanecía semidormido en el armario del pasado. Algo así debe haber
sucedido desde el instante en el que una implacable campaña publicitaria ha
puesto a Rosalía en el estrado de la actualidad. Más allá de componendas
puristas que no me tienen como profeta, la cosa no deja de sorprenderme.
Resulta que a modo y manera de suma originalidad aparece en la gala de los Goya
y se marca una versión calorra a capela de un hit que años ha popularizaran Los
Chunguitos. La oyes de pasada y tu meninge regresa a aquel 1430 granate que
Pifanio manejaba sintiéndose Fangio por las estrechas callejuelas y un
escalofrío te sube por la espalda. El soniquete del piano, el ventilador de las
guitarras, el palmeo de aquellas manos que cardaban melenitas, los zapatos de plataforma,
los pantalones campana….todo se te viene encima a modo de lava imprevista.
Parece que quisiera recuperarte para la causa del festivaleo nocturno y veraniego
que tantos momentos de gloria deparó. Aparece “ Juan Castigo”, se asoma el
presidiario pidiendo libertad, “El Vaquilla” solicitando veneno con el que
morir por desamor y los tímpanos te transportan a aquella sala llamada “El
Charly” de la que todavía no entiendes cómo saliste vivo entre tanto piloto de
Derby trucada. Un sinfín de emociones, sin duda. Y ahora, años después de haber degustado a
Bambino, reconoces que nada desaparece definitivamente. Lo hace hasta que dos
generaciones después alguien decide poner en valor aquello que sonaba a
barriobajero. Músicas paridas al albur de los extrarradios serán encumbradas
como mesías esperadas para dar crédito de novedad a lo que no lo es. De modo
que a no tardar volverás a colocar en el salpicadero aquel Pioneer con
ecualizador y las cintas de cromo se sumarán a tu causa. Lo del pelo, será más
complicado; las plataformas no se ajustarán a los juanetes; los camales
acampanados, te vendrán estrechos; pero todo merecerá la pena si la ilusión
vuelve con ellos. Y ya de paso, la guitarra que jamás supiste afinar, se sumará
al evento. Sabes tocarla tan penosamente como entonces pero nadie tendrá la
osadía de negar lo bien que le sientan las cuatro cuerdas que han sobrevivido
al paso del tiempo. Entonces sabrás que “Malamente” tiene más de una acepción y
tú conoces alguna.
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