viernes, 8 de febrero de 2019


Calorro

 

En el argot cotidiano se entiende por calorro aquello que tiene cercanía con la cultura gitana y por lo tanto con su expresión musical. Y en base a ello la industria dedicada a sacar provecho de la moda permanece expectante, busca su momento, y saca a la luz lo que permanecía semidormido en el armario del pasado. Algo así debe haber sucedido desde el instante en el que una implacable campaña publicitaria ha puesto a Rosalía en el estrado de la actualidad. Más allá de componendas puristas que no me tienen como profeta, la cosa no deja de sorprenderme. Resulta que a modo y manera de suma originalidad aparece en la gala de los Goya y se marca una versión calorra a capela de un hit que años ha popularizaran Los Chunguitos. La oyes de pasada y tu meninge regresa a aquel 1430 granate que Pifanio manejaba sintiéndose Fangio por las estrechas callejuelas y un escalofrío te sube por la espalda. El soniquete del piano, el ventilador de las guitarras, el palmeo de aquellas manos que cardaban melenitas, los zapatos de plataforma, los pantalones campana….todo se te viene encima a modo de lava imprevista. Parece que quisiera recuperarte para la causa del festivaleo nocturno y veraniego que tantos momentos de gloria deparó. Aparece “ Juan Castigo”, se asoma el presidiario pidiendo libertad, “El Vaquilla” solicitando veneno con el que morir por desamor y los tímpanos te transportan a aquella sala llamada “El Charly” de la que todavía no entiendes cómo saliste vivo entre tanto piloto de Derby trucada. Un sinfín de emociones, sin duda.  Y ahora, años después de haber degustado a Bambino, reconoces que nada desaparece definitivamente. Lo hace hasta que dos generaciones después alguien decide poner en valor aquello que sonaba a barriobajero. Músicas paridas al albur de los extrarradios serán encumbradas como mesías esperadas para dar crédito de novedad a lo que no lo es. De modo que a no tardar volverás a colocar en el salpicadero aquel Pioneer con ecualizador y las cintas de cromo se sumarán a tu causa. Lo del pelo, será más complicado; las plataformas no se ajustarán a los juanetes; los camales acampanados, te vendrán estrechos; pero todo merecerá la pena si la ilusión vuelve con ellos. Y ya de paso, la guitarra que jamás supiste afinar, se sumará al evento. Sabes tocarla tan penosamente como entonces pero nadie tendrá la osadía de negar lo bien que le sientan las cuatro cuerdas que han sobrevivido al paso del tiempo. Entonces sabrás que “Malamente” tiene más de una acepción y tú conoces alguna.  

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