lunes, 5 de mayo de 2014


.      La valla

Si ya de por sí resulta grotesco el hecho de alzar una valla para marcar fronteras, el plantearlo como escenario de representaciones cómico-trágicas no deja de resultar patético. Todos asistimos atónitos al carnaval absurdo que supone la lucha entre los deseos de acceder a una vida mejor y la forma de repeler semejante deseo. Unos huyen de la desesperación buscando para sí y los suyos un futuro tan esperanzador como inquieto que les libere de las miserias. Los otros, obedientes guardianes, siguen los dictados de quienes imparten cupos de mendicantes a los que negar el paso. Y mientras, las imágenes hablan por sí solas. Elevaciones infinitas de alambradas, carreras al asalto de las mismas, luchas cuerpo a cuerpo evitando lo deseado. Lo dicho, un absurdo completo. O la normativa no contempla todos los aspectos o a alguien le interesa que no los contemple para dar paso a las comisiones, subcomisiones, equipos de trabajo, y un sinfín de comités que se creen nacidos para solucionar el problema que ellos mismos han creado. Y si no lo han creado, no  han anticipado su llegada y por lo tanto su previsión. Crear desigualdades en según qué meridianos o paralelos nos lleva a este resultado. Y mientras los prebostes siguen dándole vueltas a la noria del pozo del que extraer soluciones, unos siguen jugándose la vida y otros intentando cumplir con unas órdenes recibidas usando unos materiales no bien vistos. Así que igual nadie se ha planteado la solución definitiva para la valla en cuestión. Se me ocurre pensar por un momento si no estaría mejor alzarla en las manzanas urbanas en las que los sesudos dirigentes dirimen futuros mientras holgazanean a sus anchas nuevas leyes del sí, pero no, pero menos, pero más, pero según y cómo. Así quizá el problema que origina todo esto quedaría resuelto. Legislarían justicias para que nadie se sintiese obligado a abandonar su tierra, dejarían de aparecer como benefactores falsos a los que nadie cree y los guardianes de la valla cambiarían de rumbo a la busca de destino más al norte. Pero claro, eso exigiría, ante todo, deseos de solucionar el problema y ahí radica el principal problema. En la medida en que la separación  social siga existiendo, aquellos situados en los puestos privilegiados seguirán estándolo. Y nosotros, seguiremos asistiendo atónitos a una nueva y burda representación de Espartaco y sus gladiadores huyendo de la miseria. Pero todos tranquilos; esta noche, apurando las vísperas electorales, volverán a solicitarnos el voto para así, desde más allá de la frontera, seguir planteando la manera de ponerle el cascabel al gato, y ninguno se atreverá. Irónico ¿no?

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