. La
valla
Si ya de por sí resulta
grotesco el hecho de alzar una valla para marcar fronteras, el plantearlo como
escenario de representaciones cómico-trágicas no deja de resultar patético.
Todos asistimos atónitos al carnaval absurdo que supone la lucha entre los
deseos de acceder a una vida mejor y la forma de repeler semejante deseo. Unos
huyen de la desesperación buscando para sí y los suyos un futuro tan
esperanzador como inquieto que les libere de las miserias. Los otros,
obedientes guardianes, siguen los dictados de quienes imparten cupos de
mendicantes a los que negar el paso. Y mientras, las imágenes hablan por sí
solas. Elevaciones infinitas de alambradas, carreras al asalto de las mismas,
luchas cuerpo a cuerpo evitando lo deseado. Lo dicho, un absurdo completo. O la
normativa no contempla todos los aspectos o a alguien le interesa que no los
contemple para dar paso a las comisiones, subcomisiones, equipos de trabajo, y
un sinfín de comités que se creen nacidos para solucionar el problema que ellos
mismos han creado. Y si no lo han creado, no
han anticipado su llegada y por lo tanto su previsión. Crear
desigualdades en según qué meridianos o paralelos nos lleva a este resultado. Y
mientras los prebostes siguen dándole vueltas a la noria del pozo del que
extraer soluciones, unos siguen jugándose la vida y otros intentando cumplir
con unas órdenes recibidas usando unos materiales no bien vistos. Así que igual
nadie se ha planteado la solución definitiva para la valla en cuestión. Se me
ocurre pensar por un momento si no estaría mejor alzarla en las manzanas
urbanas en las que los sesudos dirigentes dirimen futuros mientras holgazanean
a sus anchas nuevas leyes del sí, pero no, pero menos, pero más, pero según y
cómo. Así quizá el problema que origina todo esto quedaría resuelto.
Legislarían justicias para que nadie se sintiese obligado a abandonar su
tierra, dejarían de aparecer como benefactores falsos a los que nadie cree y
los guardianes de la valla cambiarían de rumbo a la busca de destino más al
norte. Pero claro, eso exigiría, ante todo, deseos de solucionar el problema y
ahí radica el principal problema. En la medida en que la separación social siga existiendo, aquellos situados en
los puestos privilegiados seguirán estándolo. Y nosotros, seguiremos asistiendo
atónitos a una nueva y burda representación de Espartaco y sus gladiadores
huyendo de la miseria. Pero todos tranquilos; esta noche, apurando las vísperas
electorales, volverán a solicitarnos el voto para así, desde más allá de la
frontera, seguir planteando la manera de ponerle el cascabel al gato, y ninguno
se atreverá. Irónico ¿no?
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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