Madres
Tener la posibilidad de serlo podría interpretarse como un
premio hacia esa parte que la historia siempre ha catalogado con calificativos
menores. Ya su origen se asocia al exceso de costillas que por lo visto tenía
Adán. Su vida en la sombra de la luz que el rey de la casa decidía encender y
por supuesto todo un sí por respuesta. De tal modo encaminaban su vida dando por hechos los
hechos futuros como fieles compañeras y prestas servidoras de toda la tribu.
Así los dictados de los sucesivos adanes inculcaron las normas que asimilaban
las evas para no romper los protocolos
divinos a mayor gloria de su existencia convenientemente convencidas. Pero lo
que nunca pudieron imaginar era la recompensa que la naturaleza les reservaba
y perpetuaba. Esa recompensa que
consigue que en ellas tengamos la firmeza del cariño, la rigidez del beso y el
castigo del perdón como antagónicos ungüentos. Nuestros sueños son sus
ilusiones, nuestras inquietudes sus desvelos y nuestra felicidad su dicha.
Viven doblemente las alegrías y las penas procurando expandir aquellas y
ocultar estas. Acudimos a ellas porque sabemos que siempre están incluso cuando
ya no están. Las flores llevan su nombre entre los pétalos que nos dieron vida,
que nos alojaron en exclusividad, que no se marchitan con el paso del tiempo.
Nacieron para amar y ellas lo saben y aplican. Pero lo mejor de todo es que
además poseen la libertad de opción. Pueden ser o no ser lo que su propia
naturaleza les permite ser. Y esa opción les da el poderío del que carecemos
nosotros, teniendo que conformarnos con envidiarlas desde el lado menos
sangriento que la envidia esconde. Sabemos que nunca podremos alcanzarlas por
más que lo intentemos. ¡Quién sabe si la providencia no quiso cobrarse el
precio de nuestra insolencia al darles prioridad! Por eso, las noches al pie de
nuestra febril noche, el duermevela ante nuestra vigilia, el consentimiento
culinario al capricho las hace eternas. Y por eso, cuando el destino nos
reserva el tránsito de la vida en alguna de ellas, somos afortunados. Sabemos a
ciencia cierta que serán capaces de repetir los tinos que recibimos y con algo
de fortuna les hemos legado. Sin esperar nada, ya que ellas, mujeres,
opcionales madres, decidirán serlo o no serlo. Enhorabuena si optan por
cualquiera delas dos vías porque para poder renunciar, primero se debe tener la posibilidad de renuncia, y nosotros,
nos guste o no esa posibilidad no la tenemos. Por eso, este día, este que
cicatero quiere ser su día se queda escaso. La eternidad de la vida les rinde
honores y debemos celebrarlos con ellas, porque de ellas venimos. Quizás si Eva
hubiese dormido la siesta, ahora nosotros seríamos la secuela de su costilla y
comprenderíamos mejor porqué a ellas las quisimos más cuando fuimos hijos,
las quieren más nuestros hijos y las querrán más nuestros nietos. ¡Enhorabuena!
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