jueves, 15 de mayo de 2014


      El disputado voto europeo

Han sonado a arrebato las campanas que llaman a la misa profana de las elecciones, en este caso, europeas. Y así, los pregoneros mayores se afanan en contarnos las excelencias de pertenecer al mismo equipo que desde Estrasburgo orienta la evolución de cada uno de sus miembros. Seguro estoy  que la idea inicial no careció de virtudes, de buenos presagios, de intenciones loables. Como tampoco dudo de la nube de desencanto que el tiempo o la mala praxis por parte de sus señorías han logrado extender sobre los eurociudadanos que formamos semejante casal. Un club en el que la baraja es manejada desde la supremacía de unos que reparten cartas a su antojo, acaba provocando la duda. Y si antes no se puso de manifiesto digo yo que algo tuvo que ver el hecho de la recepción del pan de las ayudas a tal o cual desarrollo. Vamos, una panacea que globalizó esperanzas entre los mendicantes que sintieron gozosos tales misterios del rosario. Mira por donde, alguien desconocía que el rezo consta también de misterios dolorosos y en ellos estamos. Estamos para abastecer de mano de obra cualificada extraordinariamente a aquellos generosos socios que invirtieron para cobrarse a posteriori, en forma de futuros inciertos, su generosidad. Estamos para que se nos adjudique el papel de centinelas fronterizos ante las miserias que acuden desde más al sur en busca de las migajas de los mendrugos. Estamos para bailar al son de la tarantela que decidan acelerar o retrasar según les acomode a quienes disponen del acordeón. Y mientras, todos reclamados como obedientes feligreses a la misa mayor del domingo urnado. Allí, en vez de limosna, hurgarán en estadísticas para sacar pecho de triunfo aún dentro de la derrota. Volverán a lucir mayorías falsas que se escudan en porcentajes hurtadores de los no creyentes ante tales oficios. De modo que según las previsiones, “la parte no votante de la parte votante será considerada la parte votante de la parte no votante” como mala copia de escena triunfal de los hermanos Marx. Y aquellos que decidan no asistir a tal contribución verán rechazado su derecho a decidir al no creer en semejante partida de cartas. O sea que la mayoría, probablemente sea azuzada a asistir y caso de no hacerlo, repudiada ante cualquier reclamación futura. Sinceramente, si, ya que estamos con la analogía religiosa, sinceramente, digo, si yo fuese uno de los elegidos en base a una mayoría nacida de una minoría, tendría especial cuidado en no sacar pecho ni lucir coronas de laurel. Y entonces, en el más que improbable caso de verme en el escaño europeísta, rechazaría de mis credenciales el acta que me otorga la potestad de disponer de los votantes y no votantes según dispongan las siglas que me llevaron a ello. Pero, como ya he dicho, esto es improbable, o mejor, imposible afortunadamente.

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