El disputado
voto europeo
Han sonado a arrebato las
campanas que llaman a la misa profana de las elecciones, en este caso,
europeas. Y así, los pregoneros mayores se afanan en contarnos las excelencias de
pertenecer al mismo equipo que desde Estrasburgo orienta la evolución de cada
uno de sus miembros. Seguro estoy que la
idea inicial no careció de virtudes, de buenos presagios, de intenciones
loables. Como tampoco dudo de la nube de desencanto que el tiempo o la mala
praxis por parte de sus señorías han logrado extender sobre los eurociudadanos
que formamos semejante casal. Un club en el que la baraja es manejada desde la
supremacía de unos que reparten cartas a su antojo, acaba provocando la duda. Y
si antes no se puso de manifiesto digo yo que algo tuvo que ver el hecho de la
recepción del pan de las ayudas a tal o cual desarrollo. Vamos, una panacea que
globalizó esperanzas entre los mendicantes que sintieron gozosos tales
misterios del rosario. Mira por donde, alguien desconocía que el rezo consta
también de misterios dolorosos y en ellos estamos. Estamos para abastecer de
mano de obra cualificada extraordinariamente a aquellos generosos socios que
invirtieron para cobrarse a posteriori, en forma de futuros inciertos, su
generosidad. Estamos para que se nos adjudique el papel de centinelas
fronterizos ante las miserias que acuden desde más al sur en busca de las
migajas de los mendrugos. Estamos para bailar al son de la tarantela que
decidan acelerar o retrasar según les acomode a quienes disponen del acordeón.
Y mientras, todos reclamados como obedientes feligreses a la misa mayor del
domingo urnado. Allí, en vez de limosna, hurgarán en estadísticas para sacar
pecho de triunfo aún dentro de la derrota. Volverán a lucir mayorías falsas que
se escudan en porcentajes hurtadores de los no creyentes ante tales oficios. De
modo que según las previsiones, “la parte no votante de la parte votante será
considerada la parte votante de la parte no votante” como mala copia de escena
triunfal de los hermanos Marx. Y aquellos que decidan no asistir a tal
contribución verán rechazado su derecho a decidir al no creer en semejante
partida de cartas. O sea que la mayoría, probablemente sea azuzada a asistir y
caso de no hacerlo, repudiada ante cualquier reclamación futura. Sinceramente,
si, ya que estamos con la analogía religiosa, sinceramente, digo, si yo fuese uno
de los elegidos en base a una mayoría nacida de una minoría, tendría especial
cuidado en no sacar pecho ni lucir coronas de laurel. Y entonces, en el más que
improbable caso de verme en el escaño europeísta, rechazaría de mis credenciales
el acta que me otorga la potestad de disponer de los votantes y no votantes según
dispongan las siglas que me llevaron a ello. Pero, como ya he dicho, esto es
improbable, o mejor, imposible afortunadamente.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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