jueves, 31 de julio de 2014


       Los hijos pródigos

Como  aves migratorias surcamos los vientos de las estaciones y llegado el estío  retornamos a la cuna. Somos los pródigos hijos que hemos cicatrizado ausencias intentando que las pócimas del sustento aliviasen el dolor que la lejanía provoca. Y sabemos que nos espera el marco acostumbrado para recordarnos quiénes somos y cuánto le debemos. Los perfiles montañosos, las aguas cristalinas, los cielos azules o estrellados,  volverán a levantar el decorado para que nuestro regreso sea la continuación de aquella marcha que tiempo atrás escribió el capítulo de la tristeza. La rutina se convertirá en dicha y el horario lo diseñarán las horas de las conversaciones a pie de calle, resguardándonos del sol  bajo la tapia que tantos agostos ha presenciado. Y esta vez, como todas las veces anteriores, el goteo de llegadas pasará lista calle a calle, puerta a puerta. Abriremos las ventanas con la certeza de saber que el aire más puro nos oxigenará alegrías.  Sabremos que los corros tertulianos estarán en su rincón habitual a la hora habitual y que en ellos la sapiencia hará acto de presencia. Las esquinas se poblarán de cestas de las que florecerán los frutos de la tierra que tanto añorábamos. Y allá, a lo alto, la mirada vigilante seguirá con los brazos abiertos acogiéndonos mientras sus espaldas cuida la fortaleza. La peña seguirá horadada como meridiano seccionador del devenir diario. Y la fuente trazará volutas desde los cuatro caños anunciando la fiesta, rumoreando saludos, aliviando sudores.  Y el río, siempre el río, como oasis del desierto en que se convirtieron los meses cargados de arenas en el reloj que las iba descontando. Y  las tardes se poblarán de peregrinos de ida y vuelta por las carreteras y senderos que circundan para no alejarse.  Y la noche se prolongará desde la fresca de los corros en los que debatir presentes y rememorar pasados. Dará igual que el reloj tintinee campanadas, porque tendremos la necesidad de exprimir el tiempo para cargarlo de vivencias, de recuerdos, de Poyos, de sillas de anea, de Miradores, de Vistillas.  Lejos de reproches,   espera nuestro regreso y  hacia él nos encaminamos. Lo que todavía no sabe, o calla sabiendo, es que por más pródigos que nos sintamos, por más lejanías que tracemos, siempre, siempre tenemos la certeza de ser perdonados por nuestras ausencias y  con ello recuperamos la alegría de sabernos nacidos aquí. Como aves migratorias hemos surcado las estaciones y llega el momento de regresar para dejar constancia de cuánto te echamos de menos, Enguídanos. Ya vamos, ya te tenemos, ya nos tienes.    

 Jesús(http://defrijan.bubok.es)

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