Los hijos pródigos
Como aves migratorias surcamos los vientos de las
estaciones y llegado el estío retornamos
a la cuna. Somos los pródigos hijos que hemos cicatrizado ausencias intentando
que las pócimas del sustento aliviasen el dolor que la lejanía provoca. Y
sabemos que nos espera el marco acostumbrado para recordarnos quiénes somos y
cuánto le debemos. Los perfiles montañosos, las aguas cristalinas, los cielos
azules o estrellados, volverán a
levantar el decorado para que nuestro regreso sea la continuación de aquella
marcha que tiempo atrás escribió el capítulo de la tristeza. La rutina se
convertirá en dicha y el horario lo diseñarán las horas de las conversaciones a
pie de calle, resguardándonos del sol
bajo la tapia que tantos agostos ha presenciado. Y esta vez, como todas
las veces anteriores, el goteo de llegadas pasará lista calle a calle, puerta a
puerta. Abriremos las ventanas con la certeza de saber que el aire más puro nos
oxigenará alegrías. Sabremos que los
corros tertulianos estarán en su rincón habitual a la hora habitual y que en
ellos la sapiencia hará acto de presencia. Las esquinas se poblarán de cestas de
las que florecerán los frutos de la tierra que tanto añorábamos. Y allá, a lo
alto, la mirada vigilante seguirá con los brazos abiertos acogiéndonos mientras
sus espaldas cuida la fortaleza. La peña seguirá horadada como meridiano
seccionador del devenir diario. Y la fuente trazará volutas desde los cuatro
caños anunciando la fiesta, rumoreando saludos, aliviando sudores. Y el río, siempre el río, como oasis del
desierto en que se convirtieron los meses cargados de arenas en el reloj que
las iba descontando. Y las tardes se
poblarán de peregrinos de ida y vuelta por las carreteras y senderos que
circundan para no alejarse. Y la noche
se prolongará desde la fresca de los corros en los que debatir presentes y
rememorar pasados. Dará igual que el reloj tintinee campanadas, porque
tendremos la necesidad de exprimir el tiempo para cargarlo de vivencias, de
recuerdos, de Poyos, de sillas de anea, de Miradores, de Vistillas. Lejos de reproches, espera
nuestro regreso y hacia él nos
encaminamos. Lo que todavía no sabe, o calla sabiendo, es que por más pródigos
que nos sintamos, por más lejanías que tracemos, siempre, siempre tenemos la
certeza de ser perdonados por nuestras ausencias y con ello recuperamos la alegría de sabernos
nacidos aquí. Como aves migratorias hemos surcado las estaciones y llega el
momento de regresar para dejar constancia de cuánto te echamos de menos, Enguídanos.
Ya vamos, ya te tenemos, ya nos tienes.
Jesús(http://defrijan.bubok.es)
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