Fútbol
Cuando un nuevo campeonato
mundial de fútbol enfila su recta final, aquellos que amamos tal deporte, no
salimos del asombro presenciado en el día de ayer. Como si el Firmamento se
hubiese querido manifestar al hacer coincidir el óbito de don Alfredo Di Stéfano con el de un estilo de juego
traidor a su propia esencia. No tuve la fortuna de ver jugar a La Saeta Rubia,
pero todos coinciden en catalogarlo como el número uno que supo darle sentido
de equipo a su prevalencia como figura. Parece ser que el pundonor, la clase,
el virtuosismo iban en sus botas y nacían en su cerebro. Justamente es lo que
ayer, y de un tiempo a esta parte, la selección brasileña rehusó a utilizar y
así le ha ido. Recordar a aquella que se paseó por Méjico en el setenta no
conseguía más que aumentar la decepción de quienes hemos visto y disfrutado de
la magia sambista con el balón en los pies. Un juego de equipo es exactamente
eso, un juego de equipo. Y cuando el equipo se forma a base de renuncias a tu
sello el destino se venga. Justos campeones que lo fueron o no en base al azar nos han dejado un grato
sabor que perdura en el tiempo. La Alemanía de Franz Beckenbauer, la Holanda de Cruyff,, la Polonia de Lato y compañía, la Francia de
Platini o la de Zidane, la Argentina de Kempes o Maradona, la Dinamarca de
Laudrup, la Roja de Xavi o Casillas que
acaba de cerrar una etapa gloriosa….todas optaron por el juego de conjunto en
el que la magia sobresaliente de alguno de sus peones se ponía al servicio del
grupo. Y aquí la gloria o el descalabro
suponen la cara o cruz que todo juego conlleva. Sea como sea, lo que anoche
presenciamos quienes amamos el fútbol fue, sencillamente, el paso de una apisonadora engrasada sobre una
senda a la que le faltaba grava. Está
claro que el epitafio no pudo ser más cruel y a la par revelador. Me viene a la
memoria, supongo que casualmente, aquella imagen de nuestros partidos en La
Acelaílla los domingos por la tarde. Ni el sol, ni las carreras cuesta abajo a
la búsqueda del balón perdido, ni la ausencia de árbitros fueron capaces de
cambiar la fidelidad a un estilo que nació con nosotros y con nosotros perdura,
afortunadamente.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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