martes, 29 de julio de 2014


       La Honorabilidad

Característica que se aplica a quien actúa con honradez y merece respeto. Así reza la definición académica y a todos nos resulta familiar su uso. En más de una ocasión hemos tenido próximos a los que se les debía atribuir semejante calificativo. Aquellos en los que la firma de la palabra servía como timbre lacrado de credibilidad.  Aquellos de los que  aprendimos un modelo ético que emular y que con mayor o menor acierto seguimos  plasmando en nuestro día a día. Aquellos que nos enseñaron significados de honradez que tan en descrédito están hoy en día. De modo que es repudiable a todas luces el hecho de tiznar tan insigne calificativo con la negrura de la desvergüenza, de la codicia, del embuste. Y  hete aquí que el día a día nos trae a los desayunos la incredulidad  que por reiterativa acaba siendo creíble. Y es entonces cuando tu retrovisor se pone en marcha y regresas a las enseñanzas que te fueron suministradas para encontrar algunas respuestas. Y de buenas a primeras aparece en Antiguo Testamento  como novela de aventuras que devorabas alejándote de posturas devotas y rememoras a las Sodoma y Gomorra de entonces.  Ves como el intento de salvación que propuso el Patriarca al Ser Supremo tropieza con los pecados de aquellos a los que pretendía salvar y que acaban siendo devorados por el fuego los unos y petrificados en sal quienes intentan contemplar el castigo. Y entonces avanzas en los siglos y compruebas que más de lo mismo sigue presente. Que se han empeñado en convertir a la sociedad en un antro de corrupciones en su propio beneficio y que nada pasa ni nada pasará. Bueno nada, excepto el arrepentimiento confesable de quien se ve lejos de los perjuicios que tal confesión hubiese acarreado años antes. Y no pasa nada. Y aquí todos intentando digerir tantos platos del ágape de las corruptelas que están a punto de indigestarnos definitivamente las meninges, si no lo han hecho ya. El que más y el que menos arrimando el ascua a su sardina con el fin de salir indemne de las chispas que pudieran saltar.  Todo se justificará, todo se olvidará y se correrá el turno para que el próximo en salir a escena se presente con el papel aprendido y las espaldas cubiertas. Y mientras tanto, nosotros, aquellos que desde la platea presenciamos las sucesivas obras tragicómicas  observando como por los pies nos empieza a subir una cristalización salada que nos inmoviliza a la vez que nos permite seguir contemplando como las Sodoma y  Gomorra que han diseñado para beneficio propio es destruida por el fuego eterno de la desvergüenza, eso sí, honorable.

 

Jesús(http://defrijan.bubok.es)

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