No te
vistas para cenar
Mejor
vístete para pasar dos horas muy entretenidas y luego vete a cenar. Llegarás a
los dominios de José Saiz y desde el Flumen verás pasar ante ti a los protagonistas
de esta disparatada comedia. Te verás envuelto en la vorágine de las situaciones
propias de este género teatral que busca hacerte disfrutar de una tarde que
apuntaba a ser anodina y casi al anochecer deja de serlo. Ya se encargará el
quinteto de actores de sacarte del error. Y entre Helena Font, Paula Bares,
Isabel Gaudí y Alberto Vázquez irán
anticipando el repóquer de carcajadas seguras que te transportarán a la esencia
misma de la escena del vodevil. Dobles intenciones en los diálogos irán dando
cobertura a dobles vidas de aquellos que
refugian pasiones intentando ocultar evidencias. No será necesario buscar
nada diferente a lo que el escenario nos muestra. Personajes muy bien definidos
en una incesante entrada y salida a dar la cara ante un público que saber a qué
ha ido y está abierto a conseguirlo. Coartadas que se truncan van dando paso a
equívocos de los que sacar provecho según qué personaje. Llega un momento en el
desarrollo de la obra en el que sientes hacia ellos cierta lástima por lo mal
que lo están pasando. Hacia ellas, el convencimiento pleno si es que aún no lo
tenías, de verlas como las dominadoras absolutas de los deseos. Capaces unas y
otros de equilibrar esperanzas con engaños que no pasan de ser almibarados retazos
de pasiones inconfesables. Papeles que a lo largo de la representación se van intercambiando
para agilizar el desenlace de la misma. Perfiles que se hacen de querer porque
en ellos no anida más que el deseo de sentirse queridos y entregarse a ello.
Pareciera como si detrás de cada maquillaje se adivinara la súplica que el
pudor esconde y que tantas veces se añora. En un momento determinado giras la
vista hacia el patio de butacas y supones que a más de una, que a más de dos,
les apetecería ser protagonistas reales de semejante guion. Regresas a la
escena y compruebas cómo desde allá arriba, quizás sin saberlo, quizás sin
pretenderlo, han pulido el espejo en el que muchos de los de abajo se ven
reflejados. Grandes momentos para una
tarde de sábado a la que solamente le faltaba un atuendo adecuado con el que
vestirse para cenar. Una vez más, como no podía ser de otro modo, el Flumen y
todo su elenco de artistas, nos lo diseñaron.
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