viernes, 23 de marzo de 2018


1.  Lola



Comienza el viernes doliente y repasando el santoral su nombre  aparece. Y lo hace desde la mirada esmeralda que tantos granitos es capaz de esculpir tras el cincel del mago renacentista que lleva por compañero. Sabe dirigir sin la exigencia para que lo preciso guarde turno y lo imprescindible sea aplazado para más adelante. Nada se le antepondrá ante el hecho de dar cabida a las naves que buscan su ensenada como refugio seguro. Y en esas mareas verá con satisfacción cómo los frutos de sus sangres replican la imagen que tanto reflejan. Sonríe como si fuese necesario vencer cualquier resistencia que pudiera aparecer ante ella. Dominadora sin que nada le haga temblar el pulso se sabe a la grupa del corcel que busca rutas acariciando al viento. Y el optimismo la toma como modelo ante cualquier adversidad. Ella, que acostumbrada está a epitafios ajenos, sabe que la brevedad del daño es el mejor de los legados que el optimismo puede dejar. Poco importará la sorpresa que llegue sin pensar. Ella sabrá darle cumplida respuesta para remitir los inconvenientes a la letrina de la ignorancia. Lindona de una estirpe en la que las voces se hacen gemelas desde los rizos del blues, se reconoce pilar fundamental labrado con perfiles corintios en el templo de la verdad. Un templo templado por las vicisitudes incapaz de erosionarse por fuerte que sople el viento. Quiso pactar el diablo con ella la perpetuidad de la belleza a cambio del alma y el mismísimo Lucifer se supo derrotado de antemano. Nada podrá convertirla en la tonadillera insustancial entonadora de coplas. Nada ni nadie podrá asociar a ella la rendición ante el reto que le salga en cualquier recodo del camino de modo inesperado. Nada ni nadie podrá permanecer inmune a la muestra del amor que mantiene con aquel adolescente que la sigue acompañando. Nada ni nadie será capaz de hacerme entender cómo en un mismo día, en un mismo viernes, pueden seguir conviviendo las acepciones tan dispares de un mismo nombre. Ella, Lola, marmórea imagen de la cariátide del Partenón de la amistad, dará cumplida cuenta de las que aboguen por la sombra negra que presagia duelos. Ante la insistencia de aquellas, una lápida estará siempre presta para darles sepultura misericordiosa. Mientras tanto, si os cruzáis con ella y sois capaces de aguantarle la mirada, entenderéis los porqués que me llevaron a retratarla así.

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