1. Lola
Comienza el viernes
doliente y repasando el santoral su nombre aparece. Y lo hace desde la mirada esmeralda
que tantos granitos es capaz de esculpir tras el cincel del mago renacentista
que lleva por compañero. Sabe dirigir sin la exigencia para que lo preciso
guarde turno y lo imprescindible sea aplazado para más adelante. Nada se le
antepondrá ante el hecho de dar cabida a las naves que buscan su ensenada como
refugio seguro. Y en esas mareas verá con satisfacción cómo los frutos de sus
sangres replican la imagen que tanto reflejan. Sonríe como si fuese necesario
vencer cualquier resistencia que pudiera aparecer ante ella. Dominadora sin que
nada le haga temblar el pulso se sabe a la grupa del corcel que busca rutas
acariciando al viento. Y el optimismo la toma como modelo ante cualquier
adversidad. Ella, que acostumbrada está a epitafios ajenos, sabe que la
brevedad del daño es el mejor de los legados que el optimismo puede dejar. Poco
importará la sorpresa que llegue sin pensar. Ella sabrá darle cumplida
respuesta para remitir los inconvenientes a la letrina de la ignorancia.
Lindona de una estirpe en la que las voces se hacen gemelas desde los rizos del
blues, se reconoce pilar fundamental labrado con perfiles corintios en el
templo de la verdad. Un templo templado por las vicisitudes incapaz de
erosionarse por fuerte que sople el viento. Quiso pactar el diablo con ella la
perpetuidad de la belleza a cambio del alma y el mismísimo Lucifer se supo
derrotado de antemano. Nada podrá convertirla en la tonadillera insustancial entonadora
de coplas. Nada ni nadie podrá asociar a ella la rendición ante el reto que le
salga en cualquier recodo del camino de modo inesperado. Nada ni nadie podrá permanecer
inmune a la muestra del amor que mantiene con aquel adolescente que la sigue
acompañando. Nada ni nadie será capaz de hacerme entender cómo en un mismo día,
en un mismo viernes, pueden seguir conviviendo las acepciones tan dispares de
un mismo nombre. Ella, Lola, marmórea imagen de la cariátide del Partenón de la
amistad, dará cumplida cuenta de las que aboguen por la sombra negra que
presagia duelos. Ante la insistencia de aquellas, una lápida estará siempre
presta para darles sepultura misericordiosa. Mientras tanto, si os cruzáis con
ella y sois capaces de aguantarle la mirada, entenderéis los porqués que me
llevaron a retratarla así.
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