Su cara me
suena
Indiscutiblemente,
han de sonarte los rostros que a diario se asoman a la televisión para ocupar
las horas de ocio desde la inercia de la nada a la que tan habituados estamos.
Efectivamente, fulanito o menganito presentan tal o cual programa y menganita y
fulanita( ups, igual es incorrecta esta última expresión) asisten al
televidente en el tránsito a no se sabe qué destino. Hasta aquí, de acuerdo,
nada que objetar, cada uno se gana la vida como sabe o puede y las empresas buscan
sus rendimientos del mejor modo posible. Pero que en base a esa “popularidad”
el galardón que se atribuyen de escritores les proporcione un hueco insigne en
los mejores stands de las más sesudas librerías en las que según fecha
convenida estamparán su firma y dedicatoria rubricada de falsos
agradecimientos, hay un abismo; o debería haberlo. Nada más cutre que competir
desde la ventaja catódica con aquellos que han demostrado suficiente categoría sobre
el dominio del lenguaje y la acción, escena o sentimientos que parieron sus
libros. Su momento de gloria se verá embadurnado de oropeles que en nada les
diferenciarán de los similares mientras en su fuero interno se saben a años luz
de los escritores con mayúsculas. Estos seres a los que vapulean inmisericordes
cifras de ventas dejando en manos del voluntarioso editor el mazo de cartas a
esparcir sobre el verde fieltro de la partida incierta. Eso sí, podrán lucir a
posterioridad que uno de los pilares de su existencia ya lo tienen cubierto a
falta de plantaciones ecológicas y procreaciones varias. Sacarán pecho en los
sofás vespertinos a los que serán llevados en volandas de la promoción “prime
time” y en la que durante breves segundos hablarán como vendedores mercaderes
de su obra. Igual es que la utopía ha muerto y ese es el camino. De todos
modos, esta tarde volveré a pasar por delante del escaparate y allí me estarán
esperando con el reloj de la caducidad en marcha los mismos rostros, con las
mismas falsas sonrisas que el sol habrá ido destiñendo. Que lo disfruten. Han
entrado en la caravana que atravesará el desierto hacia el oasis de la
magnificencia y no seré yo quien no les desee buena travesía. Hasta que vuelva a
tener noticias de algún otro nacimiento escaparatista, yo seguiré escribiendo
lo que quiera, cuando pueda para quien lo quiera leer. No sé si llegado el caso
me atrevería a dormitar en papel cuché tras unos cristales a través de los que
alguien acabaría preguntándose “¿y éste, quién es, que su cara no me suena?.
Jesús(defrijan)
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