viernes, 25 de abril de 2014


       El cuento de nunca acabar

Así nos entretenían de niños con el corolario final del “¿quieres que te lo cuente otra vez?” y la respuesta inocente afirmativa reiteraba el relato del adulto hasta que se cansaba y daba por concluida la sesión. Mira tú por donde creo que nos estamos habituando a rememorar nuestra infancia  a base de escuchar las cantinelas absurdas de los planteamientos absurdamente viciados que la ilógica permite desde la normativa farragosa que siempre beneficia al de siempre. Por eso da la sensación de que las causas que llevan al banquillo de los acusados a jueces que exhibían el sentido común al procesar a quien ha destrozado futuros aduciendo, vaya usted a saber qué razones especulativas en simples ahorradores que ellos mismos azuzaron, digo que da la sensación , de estar coreando el mismo final de siempre. Pero hay un problema en tal creencia y es el despertar a la cruda realidad. En un bando, aquellos que han visto arruinada su vida presente por mor del engaño y en el otro el beneficiado del mismo cuyo principal mérito es haber compartido pupitres con los de su misma ralea. Ofendido, vilipendiado, mal juzgado, se siente, él y muchos como él, al haber sido encausado por un juez atrevido al que ahora acusan de prevaricador. Igual entrando en la letra pequeña de las leyes encuentran el resquicio por el que salir victoriosos y dar el finiquito a quien osó mover los pedestales sobre los que apoyan su apolínea figura de togas inmaculadas. Y nosotros, espectadores absortos ante semejante incongruencia, seguro que nos tenemos que conformar con la explicación del la ley, el apartado, el subapartado o vaya usted a saber qué que así lo regule. Desde luego lo que sí queda claro es que el rótulo de preferentistas se lo adjudicaron erróneamente a los paganos. No cabe duda  que lo merecían aquellos que sabían sobradamente la inmunidad a la que se verían abocados por más que un juez asumiese el papel de Robin Hood que no le permitirían llevar a escena. Mientras tanto, y mientras llega el sentido común a remar a favor del sensato juez,  aquellos que ya no somos unos críos, caso de volver a escuchar el estribillo del cuento infantil, neguemos su repetición o nos seguirán tomando por inocentes criaturas a las que engañar fácilmente por más que la cordura del sentido común exhibiese un nuevo juez osado.  

Jesús(defrijan)

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