Los Oficios
En el ambiente se respiraba la premura que toda víspera
acarrea. Paños almidonados, escobas de palma prestas a la faena y los roquetes
impolutos alineados en la sacristía. Por última vez se oirían las campanas, y
la carraca de madera tañería de lutos las calles prestas al cortejo fúnebre.
Éramos solidarios infantes desde la
obligación que no se dicta, pero se
sabe. Ni un segundo para la alegría, el juego, la risa. Había llegado el momento del duelo y la
Pasión no muy bien entendida como Redención de pecados ajenos salía a escena.
En la iglesia, se había erigido un altar en diferente ubicación al
habitual adornado con flores que
sin duda aguardaban pacientes. El ayuno que los adultos habían
realizado por la mañana se nos antojaba un sacrificio extraño que no nos atrevíamos a preguntar.
Sin duda por miedo a ser recriminados al no haberlo efectuado nosotros. Y así,
cuando el Sol meridianeaba hacia el
atardecer, el punto de encuentro se masificaba de fieles, de espectadores, de
actores. Comenzaban los Oficios de Jueves Santo. Y alguien te había dicho que
era el día del Amor Fraterno y tú seguías sin entender el porqué de las no
reconciliaciones. El pudor te impedía preguntarlo, porque a un niño había cosas
que no se le debían explicar. Y mientras el palio atravesaba el templo
cubriendo el cáliz hacia su nuevo destino
tu vista recorría de soslayo aquellos bancos en los que seguía reinando
el rencor. Quizás esperabas el milagro que
se produciría al clausurar el nuevo
sagrario. Y entonces, acabado el acto religioso, mientras todos los silencios
se encaminaban a prolongar el luto en
las respectivas capillas familiares, tú te aproximabas a aquellas que
formaban el primer turno de guardia del Monumento y te unías a ellas rezando o simulando el rezo.
En tu fuero interno nacían preguntas que aún hoy en día siguen sin responderse,
por más que la intención de este Jueves Santo lo proponga. Año tras año el rito
se repite, y esta tarde la inocencia de aquellos ojos que miraban inquietos
volverá a aparecer en otros ojos, que también rezarán o fingirán el rezo, pero
que sin duda alguna estarán pidiendo el olvido de los rencores a los que hoy
somos destinatarios de sus miradas. Por eso, esta noche, en mi turno de guardia
silenciosa pediré valor y fortaleza para
pasar el borrador por el luto que haya
podido carbonizar a aquel que hace tiempo no supo entender que este Jueves
fuese el día del Amor Fraterno.
Jesús(defrijan)
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