Biografías o autobiografías
No dejan de ser una misma cosa. Un mismo punto vital que según quien lo
describa tomará más o menos preponderancia. Si eres tú mismo quien decides
darle carta de naturaleza a tu propio pasado puede que se desate en tu interior
la lucha entre la sinceridad o la ocultación de aquello que no te deja en buen
lugar. Con algo de atrevimiento intentarás hacer pasar por virtudes lo que
quizás no lo sean y con ello elevar el ego al sitial de la magnificencia. Puede
que con cierto recato decidas bajar al terreno de la normalidad cualquier logro
y con ello curarte en humildad ante cualquier tentación ególatra. Si a pesar de
todo ello has emprendido la incierta senda
de contarte para que recuenten los demás, las cartas estarán en el mazo
dispuestas a voltearse a su capricho. Así que el dilema es tan arduo como
complicado y lo mejor será un poco de reflexión. Realmente, ¿a quién le puede
interesar tu vida? Si ya la han vivido a tu lado corres el riesgo de aparecer como
presuntuoso, falso, humilde, soberbio, pérfido o lenguaraz. Si no sabían de ti,
lo más probable es que en nada deseen conocerte y la ignorancia a tus
enunciados será el peor de sus remites. De modo que tengo la sensación de que la mejor opción será la biografía y si me
apuro, la hagiografía. Nadie suele hablar mal de los muertos, por poco respeto
que les merezcan. Dará lo mismo si el resultado se acopla a lo que fue tu
existencia o si el autor de la misma ha decidido demoler o erigir tu imagen.
Nada importará ya y lo mejor será aceptar los que sus letras transcriban. El
lento discurrir del reloj ejercerá de papel secante ante los borrones de tinta
que acumules y quedarás más bonito que un san Luis. Tus deudas de actuaciones
te serán condonadas y solo necesitarás de una generación para que se olviden
definitivamente de quién fuiste. Quedarán, eso sí, tus obras. Y puede que entre
ellas, entre las pautas de los cuadernos que tantas veces te calificaron,
alguien sienta la necesidad que la curiosidad promueve y te resucite. Caso de
que el viento vire a favor, ya verás cómo resucitan contigo todos aquellos que
oyeron hablar de ti. Aparecerán anécdotas que ni siquiera conocías y darán
crédito a lo que te convertirá en inmortal por un tiempo. Con lo tranquilo que
estabas, y de nuevo en liza. Paciencia, es cuestión de modas. Así que si por un
instante estás tentado de hablar sobre ti mismo, piénsalo con calma. Quizás
será mejor darle carta de presentación a un protagonista que sea como tú, que
haya vivido como tú, que haya pasado por tus mismas peripecias, pero que no
lleve tu nombre. Si lo consigues, acabarás por convertirte en un novelista
dominador del argumento. Y en caso de que la crítica no te sea favorable
siempre podrás echarle la culpa al lector que no supo entender lo que la
mentira mostraba y la verdad escondía.
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