miércoles, 12 de abril de 2017

Biografías o autobiografías

No dejan de ser una misma cosa. Un mismo punto vital que según quien lo describa tomará más o menos preponderancia. Si eres tú mismo quien decides darle carta de naturaleza a tu propio pasado puede que se desate en tu interior la lucha entre la sinceridad o la ocultación de aquello que no te deja en buen lugar. Con algo de atrevimiento intentarás hacer pasar por virtudes lo que quizás no lo sean y con ello elevar el ego al sitial de la magnificencia. Puede que con cierto recato decidas bajar al terreno de la normalidad cualquier logro y con ello curarte en humildad ante cualquier tentación ególatra. Si a pesar de todo ello has emprendido la incierta senda  de contarte para que recuenten los demás, las cartas estarán en el mazo dispuestas a voltearse a su capricho. Así que el dilema es tan arduo como complicado y lo mejor será un poco de reflexión. Realmente, ¿a quién le puede interesar tu vida? Si ya la han vivido a tu lado  corres el riesgo de aparecer como presuntuoso, falso, humilde, soberbio, pérfido o lenguaraz. Si no sabían de ti, lo más probable es que en nada deseen conocerte y la ignorancia a tus enunciados será el peor de sus remites. De modo que tengo la sensación de  que la mejor opción será la biografía y si me apuro, la hagiografía. Nadie suele hablar mal de los muertos, por poco respeto que les merezcan. Dará lo mismo si el resultado se acopla a lo que fue tu existencia o si el autor de la misma ha decidido demoler o erigir tu imagen. Nada importará ya y lo mejor será aceptar los que sus letras transcriban. El lento discurrir del reloj ejercerá de papel secante ante los borrones de tinta que acumules y quedarás más bonito que un san Luis. Tus deudas de actuaciones te serán condonadas y solo necesitarás de una generación para que se olviden definitivamente de quién fuiste. Quedarán, eso sí, tus obras. Y puede que entre ellas, entre las pautas de los cuadernos que tantas veces te calificaron, alguien sienta la necesidad que la curiosidad promueve y te resucite. Caso de que el viento vire a favor, ya verás cómo resucitan contigo todos aquellos que oyeron hablar de ti. Aparecerán anécdotas que ni siquiera conocías y darán crédito a lo que te convertirá en inmortal por un tiempo. Con lo tranquilo que estabas, y de nuevo en liza. Paciencia, es cuestión de modas. Así que si por un instante estás tentado de hablar sobre ti mismo, piénsalo con calma. Quizás será mejor darle carta de presentación a un protagonista que sea como tú, que haya vivido como tú, que haya pasado por tus mismas peripecias, pero que no lleve tu nombre. Si lo consigues, acabarás por convertirte en un novelista dominador del argumento. Y en caso de que la crítica no te sea favorable siempre podrás echarle la culpa al lector que no supo entender lo que la mentira mostraba y la verdad escondía.     

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