Antología poética de Bukowski
Desde luego si alguien intenta encontrar en este
autor poemas habituales, que descarte de su mente semejante idea. Aquí no
existe piedad alguna hacia el concepto almibarado que en tantas ocasiones se le
atribuye al verso. Es más, no existe el verso concebido al estilo académico en
ninguna de sus acepciones históricas o sometidas a cierto rigor. A Bukowski le
importa bien poco la forma y su éxito lo vinculo al fondo. Un fondo tan
profundo como el lumpen en el que se mueve a sus anchas extremando los excesos.
Porque así es su poesía, su obra, su legado. Excesos que posiblemente tengan
cierta justificación en sus experiencias familiares enmarcadas en depresiones
sociales pero que en ningún modo habrían dado otro resultado diferente de haber
sido diferentes las mismas. Supongo, quiero creer, que nació para vivir en el
rojo y rechazó de plano cualquier otro atisbo de corrección social o cultural
que lo pudiera calificar de dócil pluma. No, nada de eso podremos hallar en
estos versos cargados de lujuria pornográfica, de etílicas caídas a los
infiernos, de rechazos absolutos a un orden establecido en el que la acracia
del creador se siente presa. Los lupanares, las pensiones abyectas, las
esquinas putrefactas, los perdedores que le acompañan, son los que configuran
un escenario del que no puedes salir indemne, ni falta que hace. En las
antípodas de las musas encuentra la inspiración y en ella nos sumerge
invitándonos a cuestionarnos quién es el errado si el ciudadano domesticado o
el irreverente que no se deja someter. Detalladas secuencias de cómo entender
las relaciones en las que la pluma es dirigida hacia una diana como si de una
flecha se tratase buscando la reacción existencial. Indudablemente, si de
poetas y locos, todos tenemos un poco, Charles Bukowski, demuestra bien a las
claras que nadie es más cuerdo que aquel hace de su manuscrito lo que le da la
gana. Un rebelde con causa o sin ella al que prestar atención para conocer de
la mano de sus versos la cara oculta de la realidad que tantas veces resulta
ser la auténtica y nos la negamos. Digamos adiós a las rimas plañideras,
amorosas, conformistas, correctas, aceptables;
de todas estas ya vamos sobrados. Cojamos por banda a este genio,
invitémonos a tragos largos, visitemos lugares muy poco recomendables y necesarios,
hagámoslo acompañados de quienes tantas veces aparecen invisibles ante nuestra
gris existencia y entonces quizás, solamente quizás, podamos entender el legado
de sus anárquicas poesías. Borrad esta última cursilada que acabo de escribir.
La poesía no debe entenderse; debe tenderse y que la más furiosa de las
tormentas la moje o la seque a su antojo.
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