jueves, 27 de abril de 2017

Antología poética de Bukowski

Desde luego si alguien intenta encontrar en este autor poemas habituales, que descarte de su mente semejante idea. Aquí no existe piedad alguna hacia el concepto almibarado que en tantas ocasiones se le atribuye al verso. Es más, no existe el verso concebido al estilo académico en ninguna de sus acepciones históricas o sometidas a cierto rigor. A Bukowski le importa bien poco la forma y su éxito lo vinculo al fondo. Un fondo tan profundo como el lumpen en el que se mueve a sus anchas extremando los excesos. Porque así es su poesía, su obra, su legado. Excesos que posiblemente tengan cierta justificación en sus experiencias familiares enmarcadas en depresiones sociales pero que en ningún modo habrían dado otro resultado diferente de haber sido diferentes las mismas. Supongo, quiero creer, que nació para vivir en el rojo y rechazó de plano cualquier otro atisbo de corrección social o cultural que lo pudiera calificar de dócil pluma. No, nada de eso podremos hallar en estos versos cargados de lujuria pornográfica, de etílicas caídas a los infiernos, de rechazos absolutos a un orden establecido en el que la acracia del creador se siente presa. Los lupanares, las pensiones abyectas, las esquinas putrefactas, los perdedores que le acompañan, son los que configuran un escenario del que no puedes salir indemne, ni falta que hace. En las antípodas de las musas encuentra la inspiración y en ella nos sumerge invitándonos a cuestionarnos quién es el errado si el ciudadano domesticado o el irreverente que no se deja someter. Detalladas secuencias de cómo entender las relaciones en las que la pluma es dirigida hacia una diana como si de una flecha se tratase buscando la reacción existencial. Indudablemente, si de poetas y locos, todos tenemos un poco, Charles Bukowski, demuestra bien a las claras que nadie es más cuerdo que aquel hace de su manuscrito lo que le da la gana. Un rebelde con causa o sin ella al que prestar atención para conocer de la mano de sus versos la cara oculta de la realidad que tantas veces resulta ser la auténtica y nos la negamos. Digamos adiós a las rimas plañideras, amorosas, conformistas, correctas, aceptables;  de todas estas ya vamos sobrados. Cojamos por banda a este genio, invitémonos a tragos largos, visitemos lugares muy poco recomendables y necesarios, hagámoslo acompañados de quienes tantas veces aparecen invisibles ante nuestra gris existencia y entonces quizás, solamente quizás, podamos entender el legado de sus anárquicas poesías. Borrad esta última cursilada que acabo de escribir. La poesía no debe entenderse; debe tenderse y que la más furiosa de las tormentas la moje o la seque a su antojo.    

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