miércoles, 5 de abril de 2017

Los bailes de salón

Así, ni más ni menos, bailes de salón. Como si de la corte de Francia o la de Baviera se tratase, esta etiqueta ha venido a dar crédito a semejante moda. Y ha llegado de la mano, o mejor, de los pies, de aquellos ritmos cadenciosos que tienen remite caribeño. Así, como el que no quiere la cosa, quien más quien menos se ha visto envuelto en una polifonía más propia de la orquesta de Pérez Prado o de Tito Puente, que en un representante fidedigno de los pasos autóctonos. Atrás quedaron los pasodobles o las rancheras que tantas noches de gloria proporcionasen a los dueños de las verbenas. Nada es igual y nada volverá a serlo. El vallenato, la cumbia, el guaguancó, la guaracha y el inigualable merengue, se han aposentado a pie firme y han decidido convertir a los otrora envidiosos en vivas imágenes de los bailarines mulatones sin serlo. Aún no, todavía no, se ha instalado como jerarca absoluto el reggaetón, pero lleva camino. A base de repeticiones desde las infinitas gargantas  prefabricadas insiste en llegar al podio y su turno está presto a vestirse  de gala. Como mera reliquia quedan los pasos aprendidos a pies juntillas con sabor a lejano oeste. Ahí, sí, ahí las dotes de cowboy lucían y siguen luciendo en todo su esplendor nada más aparecer los primeros acordes. Los duchos se adueñan del piso y los menos diestros trastabillan torpemente sin saber si van o vienen en mitad de semejantes giros vaqueros. Ha reinado durante casi una década y su solitaria presencia tejana se va diluyendo entre las trompetas, trombones de varas, bongoes, timbales y claves. Lo de bailar a tu antojo quedó relegado como quedan los proscritos que se niegan a seguir una norma. Y por si aún quedase alguna duda, la incesante presencia televisiva de programas al respecto te conmina a tomar medidas con carácter de urgencia. Si  alguna duda te asalta sobre si serás capaz de adquirir semejantes virtudes, lo mejor será que observes desde una distancia convenientemente larga y calibres tu nivel de aprendizaje futuro. Puede que eches de menos a Rita Moreno como profesora  y acabes comprendiendo que la adquisición mecánica es una cosa y la gracia innata es otra. Sea como sea, a ver si esta vez no hago pereza y me apunto a clases de baile y doy con algún profesor paciente. Prometo dejarlas si para poderlo llevar a cabo necesito contar los pasos para no errar y pisar a mi pareja. Eso sí, cuando vuelva a sonar la melodía que suplica no romper más el corazón, me cueste lo que me cueste, me echaré a un lado. Hay cosas que no pueden ser cuando no pueden ser y además son imposibles.

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