Las suposiciones
Resulta altamente hilarante el mundo de las suposiciones. Ese universo en
el que la mente decide campar a sus anchas mientras imaginamos lo que puede
ocultar o manifestar un gesto del de enfrente, una mirada del de costado, un
rictus del que te precede. Curioso mundo, sin duda. Curioso y además enigmático
cuando te empeñas en sentirte dueño de la certidumbre que no te corresponde.
Como guion temporal no resulta especialmente gravoso si sabes que cumple con
unos ilusos requisitos que tú mismo has diseñado y a los que das fin en el
capítulo venidero. Caso de quererlo convertir en un capítulo más de una serie
inacabable, lo más probable, será que la propia decadencia del argumento le
otorgue el responso preciso. Creo que por eso en la actualidad la caducidad se
nos ofrece como remedio necesario, preciso, ecuánime e insoslayable. Por más
aditivos conservantes que se le añada a la circunstancia caduca, si es tal, en
caduca permanece. Si está envasada, probablemente la hinchazón denotará su
estado y como tal necesitará de la solución inmediata. Si no lo está, solo se
precisará dejar pasar el tiempo para que llegue al estado anterior y actuar en
consecuencia. Y aquí las suposiciones ya no lo son. Pasarán a ser constataciones y como tales se
convertirán en irrefutables. De modo que la
mejor manera de actuar será desmontar el panfleto que las fue
encumbrando en pseudorrealidades y mirar fijamente el trasfondo de las mismas.
En más de una ocasión no nos hemos atrevido a hacerlo, nos hemos empecinado en
no ver su naturaleza, y hemos dado de sopetón con la cruda realidad que no vimos
o no quisimos ver. Ciegos que no quisieron abrir los ojos nos preceden en este
error y de los errores se suele aprender. Sobre todo suele hacerlo quien está
dispuesto a ello. Y las entelequias superpuestas a las que se les quiera dar
pátina de realidad no dejarán de ser humos de fuegos artificiales que el viento
alejará más pronto que tarde. A nada que decidamos hacerlo comprobaremos que de
todos los tipos de sueños el menos recomendable es el llevado a cabo
despiertos. De este tipo de ensoñación se suelen derivar suposiciones que en
nada convienen a nuestra psique si queremos mantenerla en estable equilibrio.
No hará falta más diván que aquel que llevamos con nosotros mismos para dar
respuesta a una sesión de psicoanálisis tan necesaria como irremediable. Actuar
de modo diferente no será una suposición más, sino un error repetitivo llamado
irrealidad.
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