miércoles, 5 de abril de 2017

Las suposiciones


Resulta altamente hilarante el mundo de las suposiciones. Ese universo en el que la mente decide campar a sus anchas mientras imaginamos lo que puede ocultar o manifestar un gesto del de enfrente, una mirada del de costado, un rictus del que te precede. Curioso mundo, sin duda. Curioso y además enigmático cuando te empeñas en sentirte dueño de la certidumbre que no te corresponde. Como guion temporal no resulta especialmente gravoso si sabes que cumple con unos ilusos requisitos que tú mismo has diseñado y a los que das fin en el capítulo venidero. Caso de quererlo convertir en un capítulo más de una serie inacabable, lo más probable, será que la propia decadencia del argumento le otorgue el responso preciso. Creo que por eso en la actualidad la caducidad se nos ofrece como remedio necesario, preciso, ecuánime e insoslayable. Por más aditivos conservantes que se le añada a la circunstancia caduca, si es tal, en caduca permanece. Si está envasada, probablemente la hinchazón denotará su estado y como tal necesitará de la solución inmediata. Si no lo está, solo se precisará dejar pasar el tiempo para que llegue al estado anterior y actuar en consecuencia. Y aquí las suposiciones ya no lo son. Pasarán  a ser constataciones y como tales se convertirán en irrefutables. De modo que la  mejor manera de actuar será desmontar el panfleto que las fue encumbrando en pseudorrealidades y mirar fijamente el trasfondo de las mismas. En más de una ocasión no nos hemos atrevido a hacerlo, nos hemos empecinado en no ver su naturaleza, y hemos dado de sopetón con la cruda realidad que no vimos o no quisimos ver. Ciegos que no quisieron abrir los ojos nos preceden en este error y de los errores se suele aprender. Sobre todo suele hacerlo quien está dispuesto a ello. Y las entelequias superpuestas a las que se les quiera dar pátina de realidad no dejarán de ser humos de fuegos artificiales que el viento alejará más pronto que tarde. A nada que decidamos hacerlo comprobaremos que de todos los tipos de sueños el menos recomendable es el llevado a cabo despiertos. De este tipo de ensoñación se suelen derivar suposiciones que en nada convienen a nuestra psique si queremos mantenerla en estable equilibrio. No hará falta más diván que aquel que llevamos con nosotros mismos para dar respuesta a una sesión de psicoanálisis tan necesaria como irremediable. Actuar de modo diferente no será una suposición más, sino un error repetitivo llamado irrealidad.  

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